Puesto que la honradez exige la conformidad de la propia vida con lo que se escribe o, al menos, una cierta conformidad. Y, además, el amor no puede ser comprendido si no se experimenta ... lo propio, en buena lógica, habría sido no escribir nada, pues es demasiado atrevido pretender en mí esa honradez y esa experiencia ... cuando se trata, nada menos, que del amor divino-humano.
Claro que a las personas no siempre nos mueve la lógica. Y dado que este mundo en el que vivimos se está alejando de Dios, a marchas aceleradas, pienso que es razonable -e incluso necesario – hablar (o escribir) aunque sea torpemente, del amor de Dios, para colmar el vacío en el que se encuentra tanta gente que nunca ha oído hablar de que es posible un amor de intimidad con Dios, y que eso es, precisamente, lo único que podría dar sentido a sus vidas. De ahí que me haya decidido por escribir.
Como digo, el libro parte de la idea (que más que idea, es una realidad) de que este mundo, que se ha vuelto completamente loco, cambiando el verdadero sentido de las palabras, es un mundo que ha renegado de Dios y ha optado por la mentira, la maldad y la fealdad.
Sabemos, como dice san Pablo, que “el mal se vence con la abundancia de bien” (Rom 12, 21) y que la mentira se combate con la verdad; pero aquí vamos a tener en cuenta un aspecto, en el que se insiste poco y que es, sin embargo, muy importante ... y es la Belleza, una belleza que suele plasmarse en las diversas artes: pintura, escultura, arquitectura, música sacra (el canto gregoriano sería un buen ejemplo), etc ...
Yo hago uso, en el libro, de la belleza de la poesía. Como escribo en el prólogo del libro y en la contraportada: “la razón que me lleva a escribir este libro es el convencimiento de que, en un mundo prosaico, como el nuestro, que se ha olvidado de Dios, la lectura lenta y reposada de buena poesía es un camino que puede llevar hasta Dios ... probablemente, con más facilidad -y seguridad, incluso- que la lectura de varios tochos de teología”.
Se han dado muchas definiciones acerca de la poesía, siendo ésta, de Gustavo Adolfo Bécquer (1836 – 1870), en su rima XXI, la más conocida:
Si prestamos atención nos encontramos con el hecho -sorprendente- de que la poesía no es tanto “algo” sino alguien: “Poesía ... eres tú”. Para ser exactos, diríamos que “el enamoramiento es poesía”, pues la respuesta que da Bécquer acerca de lo que se entiende por poesía tiene lugar “mientras siente clavada en su pupila la pupila azul de su amada”. Es sólo en ese ambiente amoroso, donde la poesía se muestra en toda su profundidad y belleza. Todo esto se refiere, como vemos, al puro amor humano. La poesía es un intento de expresar la belleza de esa tremenda y maravillosa realidad que es el amor. Un amor que supone el encuentro con el otro; y un encuentro que, para ser auténtico, ha de serlo en mutua reciprocidad.
Y todo esto, que es cierto en un plano meramente humano, adquiere unas dimensiones extraordinarias y sublimes, cuando de lo que se trata es del amor divino – humano. No existen palabras. Podríamos decir, con el poeta mexicano Amado Nervo (1870 – 1919):
Pobres páginas, que ansiaron,
con la mayor de las ansias,
decir tan hermosas cosas ...
¡y al final no dijeron nada!
Por lo tanto, si tan maravilloso es el amor humano, tan indescriptible, tan real, tan hermoso, ¿qué no será la fuente de ese amor, que es Dios mismo?
Y si la poesía es el mejor modo que tenemos para expresar la realidad del amor humano, entonces la expresión del Amor divino va a requerir también de la Poesía ... aunque, en este caso, se tratará de una Poesía mucho más elevada y mucho más hermosa, pues hace referencia al amor íntimo y personal que Dios, origen de todo amor, profesa a cada ser humano. Ésta es la Poesía olvidada, la que se refiere al amor divino – humano, tan cantado por los poetas de todos los tiempos. Por eso, la Biblia, que nos habla del Amor que Dios nos tiene y del amor que desea que le tengamos, resulta ser el Libro Poético por excelencia. Y Dios, que es el Sumo Hacedor y Creador, por Amor, de todo cuanto existe, es el Poeta por antonomasia: es la propia Poesía, como dice el poeta:
Toda la Biblia, en su conjunto, se revela, así, como lo que realmente es: un hermoso Poema, el más hermoso de los poemas que jamás haya sido escrito, sobre todo el Nuevo Testamento ... pero ya, en el Antiguo Testamento, en particular en el Cantar de los Cantares, encontramos versículos de una belleza extraordinaria. En todos ellos se establece un diálogo amoroso entre la amada (en quien podemos vernos reflejados cada uno de nosotros) y el Amado (que es Dios mismo, prefigurando a Jesucristo). Una vida sin Jesucristo es una vida triste y una vida perdida, pues falta en ella lo esencial, que es el Amor.
José Martí
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NOTA
El libro consta de tres partes, bien diferenciadas. En la primera (pags 27 a 61) aparecen algunas poesías personales, considerando las más relevantes las 44 liras agrupadas bajo el título “El encanto de tu Mirada”.
La segunda parte (págs. 65 a 128) es una selección de poesías de varios autores, cuya lectura refrescará la mente y el corazón del lector ... entre los que se encuentran, cómo no, las de san Juan de la Cruz, mi principal referencia. Aparecen también otros autores, menos conocidos, que han sido para mí un auténtico descubrimiento: es el caso del poeta mejicano Amado Nervo y de un poeta actual, el padre Alfonso Gálvez, cuya faceta de poeta es conocida de muy pocos. Todos ellos son “grandes” y dignos de ser leídos.
Por fin, la tercera parte (págs. 129 a 248) la he dedicado a comentar algunas poesías, aquéllas que han despertado en mí un especial interés, como espero que así ocurra con el lector, quien puede encontrar, por sí mismo, otras interpretaciones que le sirvan más que la mía. Pero, sea de un modo u otro, lo único que realmente importa es el encuentro con la Persona de Jesucristo.