El cardenal Newman tuvo que escribir un libro —la Apologia pro vita sua— para exponer cuáles habían sido y cuáles eran sus opiniones religiosas a fin de defenderse de los que con buena o mala intención tergiversaban sus escritos. Yo estoy muy lejos de ser Newman y no voy a escribir un libro, pero me parece necesario exponer algunas aclaraciones y una reflexión frente a muchos lectores del blog que interpretan caprichosa o maliciosamente lo que digo.
1. Considero que es falta de realismo afirmar que la pandemia es un armado de las fuerzas sinárquicas. No sé cómo ni de dónde salió el virus; tampoco le hago mucho caso a las estadísticas de la OMS, organismo en el que creo poco y nada, y presto escépticos oídos a lo que narran los médicos, sean “por la verdad” o sean “por la mentira”. Me refiero a mi experiencia, que es la base primera y firme de cualquier pensamiento realista. En mis más de cincuenta años nunca conocí a una sola persona que haya muerto de gripe. En los últimos meses, han muerto varios conocidos de esta nueva “gripe”, otros estuvieron a punto de morir y algunos están en eso ahora mismo. Y conozco a otros que superaron la “gripecita” sin demasiadas complicaciones, pero que al tiempo le han aparecido secuelas graves. Mi experiencia me dice, entonces, que estamos frente a una nueva enfermedad, que es grave y que, aunque no tenga índices de mortalidad muy elevados, son lo suficientemente altos como para afectar a una parte importante de la población y complicar la atención de la salud del resto.
Es ridículo quedarse en una discusión semántica sobre si es pandemia o epidemia. Poco importa. Llámenla “peste”, un nombre más añejo si quieren, pero no puede negarse lo que la evidencia y la experiencia demuestran. Hacerlo implica privilegiar las propias ideas por sobre la realidad, y a eso se llama ideología, y a esa ideología algunos la llaman conspiranoia.
2. Acudiendo nuevamente al realismo, el dato histórico nos indica que cuando aparecían las pestes u otras desgracias que asolaban países o regiones, surgían paralelamente teorías conspirativas con respecto a su origen. Cuando los miembros de una mayoría experimentan un shock, suelen echar la culpa a un objetivo específico para así dotar de sentido a un suceso dramático y aumentar su sensación de poder. El incendio de Roma fue adjudicado a los cristianos; la Peste Negra del siglo XIV a los judíos que envenenaban las fuentes; la peste de Milán del siglo XVII a los untadores enviados por ciudades rivales, y el Covid del siglo XXI a Bill Gates y toda su camarilla de personajes siniestros.
Las conspiraciones ciertamente existieron y existirán, y no tengo elementos ciertos para afirmar o negar que Gates y Soros estén detrás de la peste actual con el fin de dominar a la humanidad. Y nadie tiene esas evidencias. Estimo que si tal conspiración existiera, sus autores serían lo suficientemente sagaces como borrar sus huellas. En todo caso y con mucha suerte, sabremos si hubo conspiración dentro de algunas décadas.
En conclusión, cualquiera es libre para creer en una conspiración mundialistas detrás del Covid, pero que tenga claro que “cree” en ella, es decir, que se trata de un acto de voluntad y no de una aceptación de la evidencia por parte de la inteligencia.
3. Al leer muchos de los comentarios al último post, pareciera que sus autores consideran que yo soy poco menos que un agente de Pfizer y que trato de convencer a lectores a que corran a vacunarse. Lo que yo señalé fueron los cuestionamientos éticos que muchos aducen para cuestionar las vacunas, y lo hice con las preguntas que les hace a ellos mismo el Prof. Roberto de Mattei, y que se mantienen en el plano estrictamente lógico. Yo no entro en cuestiones científicas porque no soy competente para hacerlo, y estimo que la mayoría si no todos los lectores, tampoco lo son.
En cuanto a la seguridad o peligrosidad de las nuevas vacunas, no conozco más que lo que conoce cualquiera que lee un medio de prensa. Por eso mismo, creo que la decisión de aplicarse la vacuna contra el covid es una cuestión prudencial, es decir, cada uno lo verá de acuerdo a sus circunstancias. En mi caso particular, me vacunaré cuando llegue el momento, y espero poder hacerlo con la vacuna de Sinopharm que utiliza virus inactivados, una tecnología ya probada durante décadas (por las dudas aclaro que no estoy pagado por el gobierno de Pekín, que no hago propaganda de ese vacuna y, menos aún, que incito a recibirla).
Y una reflexión final: Como bien dijo un comentarista, la reacción de muchos de los lectores del blog en la última semana ha terminado siendo un interesante experimento para conocer la mentalidad de ciertos católicos. Estoy seguro que si hubiese escrito un post cuestionando algunos aspectos del dogma de la Santísima Trinidad no hubiese tenido 170 comentarios, más otros tantos que eliminé. Algunos de ellos decían que los artículos eran una prueba más de la estrategia de Bill Gates y compañía que atenazaba al resto fiel por izquierda y por derecha. Y otros expresaron la misma idea en las redes sociales: Infovaticana, la Cigüeña de la Torre, de Mattei y yo mismo estábamos comprados por los gerentes del NOM. Otro me decía lo siguiente: “Pero vos wanderer , con el post del otro día , sos cómplice de genocidio. Cuando ande por cerca tuyo , pasaré a decírtelo en la cara. Miserable”.
Se trata de gente para quienes la “falsemia” es parte de la fe, y quienes consideramos que se trata de una real epidemia, somos herejes que debemos ser combatidos. Para ellos, se debe comprar el combo completo: los dogmas definidos, los que aún no están definidos, la liturgia tradicional, el nacionalismo, las Malvinas, los Chalchaleros, la boina vasca y ahora, la “falsemia” y el antivacunismo. Como en McDonald’s, hay que comprar el combo completo; o todo, o nada. Un buen católico debe tener todas esas notas, y algunas más que no he detallado, y si no las tiene, es un miserable y un hereje que merece ser combatido.
Eso no es ser católico tradi. Eso es ser fundamentalista.
The Wanderer