Es notable como varios autores del último siglo fueron capaces de prever e incluso de experimentar en sí mismos la angustia de las nubes oscuras que veían acercarse silenciosamente. Entre nosotros, Leonardo Castellani, por ejemplo, y de otras latitudes, T.S. Elliot, C.S. Lewis o J.R.R. Tolkien. Justamente, este último le hace cantar lo siguiente a Sam en la torre de Cirith Ungol:
Aquí yazgo, al término de mi viaje,
hundido en una oscuridad profunda:
más allá de todas las torres altas y poderosas,
más allá de todas las montañas escarpadas,
por encima de todas las sombras cabalga el Sol
y eternamente moran las Estrellas.
No diré que el Día ha terminado,
ni he de decir adiós a las Estrellas.
Y a medida que el tiempo pasaba, esta sensación era ya casi certeza. En carta a su amiga Amy Ronald, fechada el 16 de noviembre de 1969, decía:
¡Qué mundo espantoso, oscurecido por el miedo, cargado por el dolor, es el mundo en que vivimos! Especialmente para aquellos que soportan además la carga de la edad, cuyos amigos y todos los que les preocupan en especial padecen de lo mismo. Chesterton dijo que es nuestro deber mantener flameando la Bandera de Este Mundo: pero hoy exige eso un patriotismo más vigoroso y sublime que entonces. Gandalf agregó que no nos corresponde a nosotros elegir la época en que nacemos, sino hacer lo que esté de nuestra parte para componerla; pero el espíritu de la maldad en los sitios encumbrados es ahora tan poderoso y sus encarnaciones tienen tantas cabezas, que no parece haber nada más que hacer que negarnos personalmente a venerar cualquiera de las cabezas de la hidra...
Y sin embargo, a pasar de la oscuridad y de la angustia, siempre hay un motivo para alentar “la esperanza a la que hemos sido llamados” (Ef. 1,18). En carta a uno de sus hijos escribía:
Nacimos en una era oscura fuera del momento debido (para nosotros). Pero hay este consuelo: de otro modo no sabríamos lo que amamos o no lo amaríamos tanto. Imagino que el pez fuera del agua es el único que tiene vocación acuática.
De modo que en el Milagro Primordial (la Resurrección) y también en los milagros cristianos menores, aunque en menor escala, no sólo se tiene el súbito atisbo de la verdad tras la aparente Ananke de nuestro mundo, sino un atisbo de que es realmente un rayo de luz a través de las grietas mismas del universo que nos rodea.
The Wanderer