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domingo, 18 de julio de 2021

Editorial Rorate Caeli: No hay que hacer caso del rencoroso y vengativo ataque a la Misa en latín

 ADELANTE LA FE


A pesar de la confianza que teníamos en las fuentes que preveían para hoy el ajuste de cuentas contra Summorum pontificum y la Misa tradicional tal como la conocemos, en el fondo albergábamos la esperanza de que no se tratara más que de un rumor infundado. Al fin y al cabo, SS Benedicto XVI no sólo está vivo, sino plenamente consciente y viste la talar blanca mientras pasea por los jardines vaticanos. ¿Cómo iba un papa en funciones a tener la arrogancia de humillar públicamente a un papa emérito de 94 años?

Por desgracia, la respuesta es afirmativa. Jorge Mario Bergoglio es, indudablemente, el pontífice más arrogante en la historia de la Iglesia Católica. Desde el primer día, por no decir antes, todo se ha centrado en él, sea lo que sea. Los medios dominantes de difusión lo calificaron de humilde por gestos teatrales como vestir ropa barata y andar con una bolsa en la mano, pero lo cierto es que Bergoglio es un ser vengativo. Un papa revanchista. Un jesuita resentido y amargado que se venga y desquita.

¿Cómo debe responder el católico tradicional a este último ataque contra la Misa y los amantes de la Tradición? Pues muy sencillo: desentendiéndose. No haciendo caso de su mensaje. Haciendo caso omiso de sus motivaciones, fruto de puro odio y sed de revancha. Tranquilos, y sigan como si no hubiera pasado nada.

Los sacerdotes: Sigan como hasta ahora rezando la Misa Tradicional sin cambiar nada, excepto que celebren más.

Los obispos: Sigan como hasta ahora. No piensen que hay necesidad de alterar nada en su diócesis. ¿Hay buenos y santos sacerdotes que celebran la Misa Tradicional a laicos ávidos de los sacramentos de siempre? ¿Y eso es un problema? Si ofrecer un sacrificio reverente –el Cuerpo, Sangre, Alma y divinidad del Señor– es un problema, no podemos hacer nada. Pero si los católicos de vuestras diócesis se nutren espiritualmente con los libros de 1962, pues por lo que más quieran, fomenten eso. ¡El resto de la Iglesia se muere a pasos agigantados! ¡A quién se le ocurre amputar el miembro sano! No les pedimos necesariamente que hablen contra el Papa actual; pero tampoco tienen que esforzarse por asestar una bofetada a los católicos tradicionales de su diócesis. Somos vuestra grey, tanto como otros que asesinan a bebés sin que dejen de darles de comulgar.

Es lamentable, pero cierto: se está librando una guerra por el corazón y el alma de la Iglesia Católica. Existen actualmente, más o menos, dos bandos. En uno está Joseph Ratzinger, que se ocupó en recuperar tradiciones seculares de la Iglesia fundada por Jesucristo. Aunque no reconozca públicamente la división, pero numerosos sacerdotes y fieles están de su parte. En el otro está Jorge Bergoglio, el jesuita que era harto conocido en la Iglesia argentina como enemigo acérrimo de la Misa Tradicional y de cuantos rinden culto a Dios con los libros de antes. En su habitual estilo humilde, habla de la gigantesca división que reina en la Iglesia despotricando constantemente contra los católicos tradicionalistas y burlándose de ellos, incluso de los que ofrecieron ramilletes de oración por él mientras estaba enfermo.

Nos toca, pues, elegir bando. ¿Nos ponemos en las filas de la Tradición, o cederemos a las novedades? ¿Aceptaremos el odio y la revancha de Francisco el Humilde o nos postraremos ante las hermosas enseñanzas que nos transmitió el papa Benedicto hace catorce años corroborando siglos de tradición? Parte de la elección consiste en hacer caso omiso del último acto de odio y venganza que ha cometido contra los católicos tradicionalistas. Ya basta.

No cedan.

No se rindan.

Aguanten.

Sigan reconstruyendo.

Celebren más misas tradicionales, sin cambiar nada.

Asistan fielmente a más misas tradicionales.

Rueguen por el papado. Imploren a San Pedro que cuando Dios lo vea oportuno nos mande un papa santo que sea un fiel pastor de todos.

No hagan caso del promotor de odio y venganza, sus obras y sus pompas.

¡VIVA CRISTO REY!

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)