La sabiduría de los romanos reside en que han visto pasar por sus calles de todo lo imaginable y están curados de espanto. En Roma se aprende a ver la historia con una perspectiva que no existe en otros lugares del mundo, es una ciudad viva que convive con su historia milenaria de la que no puede escapar. En cualquier rincón de la ciudad nos encontramos restos grandiosos de su pasado, que nos recuerda que somos mortales, ciudadanos pasajeros de algo que nos supera y no nos pertenece. Un pecado muy típico de estos tiempos aciagos es que nos creemos el centro de la historia y la cumbre la todas las sabidurías y ciencias. Tendemos a pensar que nuestros ancestros eran una especie de simios salvajes e incultos de los que es mejor olvidar lo que hemos recibido. Por si este desvarío fuera poco, no contentos con creernos con el derecho a rehacer la memoria del pasado para justificar nuestras locuras, pensamos que nuestros nuevos órdenes son tan maravillosos e insuperables que estarán con nosotros hasta el fin de los tiempos.
Es normal que los políticos cambien de pensamiento a casa paso que dan, sus estrategias se llenan de mentiras, de promesas fallidas, de pan y circo para distraer a los sufridos ciudadanos a los que se ordeña para mantener el tinglado del que viven. Lo que ya no es tan normal es que esto lo traslademos a la iglesia. El contenido de la traditiones custodes pretende anular la normativa de Benedicto XVI. Si las cosas que atañen a la fe pueden ser cambiadas por los hombres, aquí estamos de más. No tiene ningún sentido seguir caudillos mortales y falibles. La fe católica nos invita a seguir a Jesucristo, el de verdad, el que acampa entre nosotros, muere y resucita, y que además sigue presente entre nosotros en la Eucaristía, si prescindimos de esto estamos fuera de lugar. Por qué hemos de obedecer lo de hoy y no lo de ayer, cuando lo de hoy será de ayer pasado mañana. Si lo que pretende el Papa Francisco es sembrar más confusión hemos de reconocer que es un maestro, si lo que busca es la unidad, los resultados son los contrarios.
Para Roberto de Mattei, que de historia reciente de la iglesia sabe el que más y no digamos de los entresijos del Vaticano, el segundo, el concilio, nos dice que: «La intención del Motu proprio Traditionis custodes del Papa Francisco, del 16 de julio de 2021, es reprimir cualquier expresión de fidelidad a la liturgia tradicional, pero el resultado será encender una guerra que inevitablemente terminará con el triunfo de la Tradición de la Iglesia.»
«Cuando, el 3 de abril de 1969, Pablo VI promulgó el Novus Ordo Missae (NOM), su idea básica era que, dentro de unos años, la Misa tradicional sería solo un recuerdo». «Pablo VI en nombre de un «humanismo integral», preveía la desaparición de todos los legados de la Iglesia «constantiniana». Y el antiguo Rito Romano, que San Pío V había restaurado en 1570, después de la devastación litúrgica protestante, parecía destinado a desaparecer».
«Hoy los seminarios están desprovistos de vocaciones y las parroquias están vacías, a veces abandonadas por sacerdotes que anuncian su matrimonio y su regreso a la vida civil. Por el contrario, los lugares donde se celebra la liturgia tradicional y se predica la fe y la moral de todos los tiempos están llenos de fieles y son viveros de vocaciones.»
Ante este movimiento de renacimiento cultural y espiritual, el Papa Francisco reaccionó instruyendo a la Congregación para la Doctrina de la Fe a enviar a los obispos un cuestionario sobre la aplicación del Motu proprio de Benedicto XVI. La investigación fue sociológica, pero las conclusiones que sacó Francisco de ella son ideológicas». «La revocación del libre ejercicio del sacerdote individual para celebrar según los libros litúrgicos antes de la reforma de Pablo VI es un acto manifiestamente ilegítimo, el Summorum Pontificum de Benedicto XVI reiteró que el rito tradicional nunca ha sido abrogado y que todo sacerdote tiene pleno derecho a celebrarlo en cualquier parte del mundo. Traditionis custodes interpreta ese derecho como un privilegio que, como tal, es retirado por el Legislador Supremo». «Benedicto XVI nunca «concedió» nada, sino que solo reconoció el derecho a utilizar el Misal de 1962, «nunca derogado», y a disfrutarlo espiritualmente». «Si la violencia es el uso ilegítimo de la fuerza, el Motu proprio del Papa Francisco es un acto objetivamente violento porque es autoritario y abusivo».
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