BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



sábado, 21 de agosto de 2021

Pío X y el veto del emperador

INFOVATICANA


Hoy, la Iglesia celebra a san Pío X, Papa número 257 en la historia del catolicismo. Elegido sucesor de Pedro en 1903, con 68 años, Giuseppe Sarto, que así se llamaba antes de elegir el nombre de Pío, murió 11 años después, el 20 de agosto de 1914, poco después de que comenzara la Primera Guerra Mundial.

El pontificado de Pío X ha pasado a la historia por el combate contra el modernismo y la codificación del Derecho Canónico, entre otras cosas; sin embargo, hoy nos gustaría ahondar en el cónclave de 1903, el que, tras la muerte de León XIII, le llevó a la silla de Pedro.

En su elección, hace 118 años, tuvo una importancia inesperada alguien ajeno al Colegio cardenalicio, el emperador del Imperio Austrohúngaro Francisco José. 30 Giorni nos trae la interesante historia que se vivió en el citado cónclave.
Del siguiente episodio, que se remonta a la época de su episcopado en Mantua, emerge la gran libertad interior del Papa Sarto. Un día, paseando por la ciudad con el rector del seminario, pasó delante del cementerio judío. Le preguntó a su acompañante si rezaría el De profundis por los muertos que allí reposaban. El monseñor le respondió que no. Entonces el obispo Sarto se quitó el sombrero y rezó el salmo entero, diciéndole al joven sacerdote: «Mire, ahora nosotros hemos hecho nuestra parte. El Señor hará la suya. Porque en ninguna parte está escrito que la teología del Señor es como la que enseñan los padres jesuitas de la Universidad Gregoriana».

León XIII, fallecido a la edad de 93 años después de un cuarto de siglo de pontificado, dejaba una herencia nada fácil. Muchos cardenales querían un cambio “pastoral”, un papa “no político” ni “diplomático”. El candidato que contaba con más posibilidades según los observadores era, sin embargo, un cardenal que encarnaba una continuidad directa con León XIII. El todopoderoso Secretario de Estado Mariano Rampolla del Tíndaro, un purpurado siciliano. La mayor parte de los cardenales franceses apoyaba su elección, pero Austria se oponía por su política de apoyo a las aspiraciones de los eslavos en los Balcanes.

El emperador de Austria decide valerse de un antiguo derecho de veto concedido a las grandes monarquías católicas para impedir la elección de Rampolla. El obispo de Cracovia -un predecesor de Karol Wojtyla-, Jan Puzyna de Kozielsko, fue informado del veto. Según algunos, la iniciativa nació del mismo cardenal, que la defendió ante el anciano Francisco José, que era reacio a usar ese derecho.

Informados de la “exclusión”, los cardenales austrohúngaros deciden indicar dos nombres de cardenales: Serafino Vannutelli y Girolamo Maria Gotti, este último carmelita prefecto de Propaganda Fide, la actual Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Había algunos purpurados, entre ellos el entonces arzobispo de Milán, Andrea Carlo Ferrari, que deseaban una candidatura con un perfil claramente pastoral y vieron en el patriarca de Venecia, Giuseppe Sarto, al hombre ideal. Su nombre, sin embargo, no aparecía en las previsiones de la víspera. Es interesante señalar que, antes del comienzo del cónclave, los periódicos dieron por fracasada la candidatura de Rampolla del Tíndaro.

La tarde del 31 de julio entraron en el cónclave 62 cardenales. La mañana del 1 de agosto comenzaron los escrutinios, dos al día, uno por la mañana y otro por la tarde. Para ser elegido hacía falta lograr la mayoría de los dos tercios, es decir, 42 votos. En el primer escrutinio, Rampolla obtuvo 24 votos; Gotti, 12; Sarto, 5; y Vannutelli, 4. Por la tarde, Rampolla llega a 29 y Sarto a 10, mientras Gotti obtiene 16.

Si se examina con atención, esta situación parecía poco favorable a Rampolla: de los 38 electores que por la mañana habían votado a otros candidatos, sólo 5 se decidieron a darle el voto. El cónclave se presentaba estancado antes de que se pronunciara el famoso veto. El patriarca de Venecia, que había obtenido 10 votos, comentó: «Volunt iocari supra nomen meum» ―“quieren divertirse con mi nombre”. No se consideraba un candidato. La mañana del 2 de agosto, después de haber informado a Rampolla, Puzyna leyó en latín el texto de la “exclusión” con la que le dijo al camarlengo «tenga a bien saber para su información y notificar y declarar de manera oficiosa, en nombre y con la autoridad de su majestad apostólica Francisco José, emperador de Austria y rey de Hungría, que deseando su majestad usar un antiguo derecho y privilegio, pronuncia el veto de exclusión contra el eminentísimo señor cardenal Mariano Rampolla del Tíndaro».

Rampolla y el cardenal camarlengo protestaron inmediatamente. Todos se asociaron, considerando absurda e inoportuna la injerencia. Pese a ello, esa mañana, durante la votación, el ex Secretario de Estado de León XIII no ganó ni siquiera un voto con respecto a los 29 de la tarde anterior. Sarto, en cambio, consiguió 21, mientras desapareció la candidatura de Gotti, que obtuvo 9 votos. Por la tarde, los cardenales franceses, irritados por la derrota de Rampolla, decidieron pronunciar una protesta contra el veto. Inmediatamente después tomó la palabra el cardenal Sarto: «Es seguro que no aceptaré nunca el papado, para el que no me siento digno. Pido que los eminentísimos olviden mi nombre». En el siguiente escrutinio Rampolla ganó sólo un voto; Sarto pasó de 21 a 24 y Gotti bajó a 3.

El cardenal Ferrari, frente al estancamiento, intentó convencer a Sarto, que se resistió: «No me siento idóneo para tanto peso. No es posible que yo cargue con él… Mis primeros enemigos serán los más cercanos a mí; los mismos que me apoyan, los conozco bien, no pueden ser benévolos…». Ferrari insistió: «Un rechazo podría costarle muy caro y ser muy duro para toda su vida… Piense en las responsabilidades y en los daños que le derivarían a la santa Iglesia de una elección que sería mal vista en Italia y fuera de Italia, o de una prolongación del cónclave que no se puede decir (y en esto todos están de acuerdo) si sería de días, semanas, o incluso meses».

El cardenal Ferrari insistió de nuevo, aunque en vano, la mañana del 3 de agosto de 1903. En el primer escrutinio, Sarto logró 27 votos, mientras que Rampolla comenzó a perder y obtuvo sólo 24. El patriarca de Venecia pidió nuevamente la palabra: «Insisto para que olvidéis mi nombre. Ante mi conciencia y ante Dios no puedo aceptar vuestros votos». Mientras tanto, los cardenales franceses le plantearon a Rampolla la posibilidad de concentrar sus votos en otro candidato de su agrado. El ex Secretario de Estado se resistió: «Hay que sostener y defender la independencia del Sagrado Colegio y la libertad de la elección del papa. Por eso considero que es mi deber no retirarme de la lucha».

Fue decisiva en aquellas horas la intervención del cardenal Francesco Satolli, que, encontrándose con Sarto mientras salía de su celda, le reprochó: «Su eminencia quiere resistirse a la voluntad de Dios manifestada tan abiertamente por el Sagrado Colegio…». Sarto se rindió y afirmó: «Hágase la voluntad de Dios». La noticia corrió de boca en boca en el cónclave. En la votación de la tarde el patriarca de Venecia consiguió 35 votos y Rampolla 16. Comentará el cardenal americano James Gibbons: «Tras cada escrutinio en el que veía aumentar los votos a su favor, el cardenal Sarto tomaba la palabra para suplicarle al Sagrado Colegio que abandonara la idea de elegirle: todas las veces le temblaba la voz, se le encendía la cara y se le saltaban las lágrimas. Trataba de documentar cada vez más detalladamente los títulos que parecían faltarle para el papado. Y, en cambio, ¿lo cree?, fueron estos discursos, tan llenos de humildad y sabiduría, los que hicieron cada vez más vanas sus súplicas».

La mañana del día siguiente los cardenales franceses, irritados por la resistencia de Rampolla, apoyaron la elección de Sarto, que gracias a ellos obtuvo 50 votos; Rampolla, por su parte, obtuvo 10; Gotti, 2. El elegido respondió así a la pregunta ritual: «Quonianm calix non potest transire, fiat voluntas Dei [Puesto que el cáliz no puede pasar, hágase la voluntad de Dios]. Lleno de confianza en la protección divina y de los santos apóstoles Pedro y Pablo y de los santos pontífices que se han llamado con el nombre de Pío, sobre todo de los que extremadamente combatieron contra las sectas y los errores del siglo pasado, asumo el nombre de Pío X