(Maike Hickson LifeSiteNews) — En respuesta a una pregunta de LifeSiteNews (ver texto completo más abajo), monseñor Carlo Maria Viganò insiste en que los sacerdotes tienen perfecto derecho a celebrar la Misa Tridentina, y añade que en ocasiones podrán seguir haciéndolo clandestinamente. Eso sí, lo propio de los santos sería –dice– expresar públicamente su desacuerdo y hasta desobedecer si su obispo les prohíbe seguir celebrando la Misa Tradicional. Al dar esta respuesta, el arzobispo Viganò se comporta como un pastor que trata de ayudar a sus sacerdotes y fieles en una situación muy difícil.
El pasado 2 de agosto monseñor Carlo Maria Viganò publicó un video y una declaración en respuesta al motu proprio Traditionis custodes promulgado por el papa Francisco el pasado 16 de julio con vistas a prohibir la Misa Tridentina o Misa en latín, tal como se ha celebrado durante siglos. En su respuesta, el prelado italiano señaló que este papa se muestra más como un pontífice anticatólico que se propone socavar la Fe en vez de fomentarla.
«Precisamente en el momento en que Bergoglio reconoce a los obispos como custodios de la Tradición, les pide que supriman la más elevada y sagrada expresión orante», escribe Viganò.
Deja claro que la Misa Tridentina es superior como rito al Novus Ordo, y afirma que dichos ritos representan dos iglesias diferentes entre sí, negando con ello la continuidad entre la Iglesia de antes y la de después del Concilio. «Francisco ha desmentido una vez más la piadosa ilusión de la hermenéutica de la continuidad al afirmar que la coexistencia entre el Vetus y el Novus Ordo es imposible porque son expresiones respectivas de dos posturas doctrinales y eclesiológicas irreconciliables», afirma el arzobispo italiano.
Esta respuesta podría ser de mucha utilidad para algunos sacerdotes de muchos países, sobre todo teniendo en cuenta la información recibida recientemente por LifeSiteNews de varias fuentes vaticanas. Como se verá en un informe que publicaremos próximamente, varios observadores y especialistas dan por sentado que dentro de poco el papa Francisco se servirá de una red de espionaje, y en particular del cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, a fin de presionar a los obispos de todo el mundo para que acaten el nuevo motu proprio. En vista de esta posibilidad, los sacerdotes y los fieles harían bien en pensarse bien qué hacer en esta situación.
Respuesta completa de monseñor Viganò:
5 de agosto de 2021
Festividad de Nª.Sª. de las Nieves
Estimada Maike:
En respuesta a su solicitud de aclaración le envío algunas consideraciones que espero le dejen más claro lo que pienso al respecto. Esta es la frase de referencia: «Como ministros de Dios o como simple fieles, tendremos el deber de manifestar firmeza y serena resistencia ante semejantes abusos, padeciendo con actitud sobrenatural nuestro pequeño calvario de cada día mientras los nuevos sumos sacerdotes y los escribas del pueblo nos abofetean y nos acusan de fanáticos. La humildad, el ofrecimiento silencioso de las injusticias y el ejemplo de una vida coherente con el Credo que profesamos ameritarán el triunfo de la Misa católica y la conversión de numerosas almas».
Me pregunta: «¿Qué harán los sacerdotes y los fieles cuando los obispos les impongan prohibiciones? ¿Dirán misas clandestinas, o romperán públicamente con sus prelados, desobedeciendo públicamente?» Para empezar, permítame que le diga que ningún sacerdote que siga celebrando la Misa de San Pío V comete el menor acto de desobediencia. Todo lo contrario: ejerce un derecho sancionado por Dios que ni el mismo Papa puede abrogar. Cualquiera que tenga potestad para celebrar el Santo Sacrificio tiene derecho a celebrar según el rito de siempre, como proclamó San Pío V en la constitución apostólica Quo primum al promulgar la liturgia tridentina. Lo reiteró el motu proprio Summorum Pontificum como algo indiscutible. Quien contravenga dicha disposición debe saber «que ha incurrido en la indignación de Dios omnipotente y de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo» (Quo primum).
Evidentemente, la reacción a toda limitación o prohibición de la Misa Tradicional debe tener en cuenta tanto los elementos objetivos como las diversas situaciones: si el ordinario de un sacerdote es enemigo acérrimo del rito de siempre y no vacila en suspenderlo a divinis por celebrar la Misa Tridentina, la desobediencia pública puede ser una manera de dar a conocer claramente que el Obispo ha cometido un abuso, y más si la noticia se divulga en los medios de difusión: los prelados tienen mucho miedo de lo que diga la prensa de ellos, y en algunos casos prefieren abstenerse de tomar medidas canónicas para no salir en el periódico. Por eso, los sacerdotes deberán estudiar qué será más eficaz, una confrontación franca y directa o una actuación discreta y clandestina. En mi opinión, la primera opción es la más directa y transparente, así como la que más se ajusta a la conducta de santos que debemos observar.
Está claro que también habrá ordinarios comprensivos que permitan a sus sacerdotes celebrar según el rito tridentino. Desde luego es importante sincerarse con el Obispo cuando se sabe que éste es un padre y no un funcionario. Desgraciadamente, sabemos que la mayoría de las veces es una cuestión de tolerancia y que casi nunca tratan de fomentar la vía de la Tradición. Ahora bien, en algunos casos, invitar al propio obispo a que él mismo celebre la Misa de San Pío V puede ser un modo de hacerle entender, tocando las fibras sensibles de su corazón y su alma sacerdotal, cuáles son los tesoros reservados a los ministros de Dios que tienen oportunidad de celebrar el Santo Sacrificio según el rito de los Apóstoles. Cuando sucede ese milagro, el Obispo se convierte en aliado de sus sacerdotes, porque además de los aspectos intelectual y racional que hacen preferible la Misa Tradicional, experimentará por él mismo su dimensión espiritual y sobrenatural y verá cómo influye en la vida de Gracia de quienes la celebran.
Espero haberle aclarado los detalles que no llegué a tratar en mi conferencia.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)