El Papa Francisco, al comienzo de su pontificado, allá por 2013, comentó en una entrevista que los católicos no debíamos estar hablando todo el rato del aborto, los homosexuales o los anticonceptivos.
Desde luego, la Iglesia no debe estar hablando siempre sobre esos temas, pero si en algo se ha caracterizado la Iglesia a lo largo de los siglos ―o al menos, eso debería buscar― es por ser una voz profética; es decir, señalar aquellos errores que su tiempo no ve, en los que cae sin un atisbo de escrúpulos.
Esas obsesiones que citaba el Santo Padre atentan o contra la vida, como es el caso del aborto, o contra la antropología del ser humano, como es el caso de las cuestiones sexuales, y están tan extendidas en el mundo y vistas como derechos y avances, que el deber de la Iglesia, a mi juicio, es intentar arrojar luz sobre estos errores.
Evidentemente, siendo cuestiones graves, los jerarcas eclesiásticos tampoco deberían estar continuamente hablando de estas cuestiones, algo que, por otra parte, nunca he visto. Más bien era la práctica habitual de los medios de comunicación, en los que solo aparecía algún obispo o cardenal en los medios generalistas cuando expresaba la doctrina de la Iglesia sobre estas cuestiones, algo que provocaba escándalo en las masas post-modernas.
Lo que si veo, queridos lectores, son las obsesiones de los últimos años. Si un futuro Papa fuera entrevistado dentro de unos años, bien podría decir que los católicos no deberíamos estar hablando todo el rato del cambio climático, las vacunas o la multilateralidad.
Hoy, 3 de noviembre, he entrado en la página web del medio vaticano Vatican News y he visto las siguientes noticias:
“COP26. Detener deforestación para el 2030”
“COP26: Movimiento Laudato si’ pide compromisos más ambiciosos a gobiernos”
“Brasil: Misioneros combonianos invierten en agroecología”
“Papa a la COP26: Deuda ecológica y deuda externa obstaculizan el desarrollo de los pueblos”
“Las experiencias de la Laudato si’ recogidas en un e-book”
“El Papa: del grito de la tierra y de los pobres un llamamiento a cambiar el modelo de desarrollo”
“La tierra que sufre es el grito de los pobres y será el grito de todos”
“Algodón orgánico, una oportunidad para 300 niñas de la India”
“Caritas Internacional: adoptar políticas climáticas a favor de los pobres”
Creo que no hace falta que añada nada más. Bueno, sí. A diferencia de las anteriores obsesiones, que el mundo ha olvidado y, es más, transgrede con fiero entusiasmo, las nuevas, como es el cambio climático, coinciden milimétricamente, salvo alguna vaga referencia a la Creación, con las de los poderosos y activistas que se reúnen estos días en Glasgow.
Fernando Beltrán