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Pues bien; apenas publicamos ese vídeo apoyando la labor que está realizando con los hermanos venezolanos, algunos de nuestros lectores nos escribieron para comentarnos, no sin preocupación, ciertas enseñanzas del Padre Toro acerca de la moral conyugal que no parecían ir de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. Nos enviaron los enlaces y, lamentablemente, corroboramos que era cierto:
el padre Luis estaba un tanto confundido con respecto a la licitud o no de los métodos anticonceptivos, pensando que “la doctrina había cambiado”.
Desde entonces teníamos dos opciones: hacer lo típico que sucede hoy en día en internet (un vídeo “refutando al padre Toro”, etc., etc., etc.), y dañar así, indirectamente, su obra, o hacer lo que, entre cristianos, se debe hacer primero, como dice el Señor: «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos” (Mt 18,15-16).
Y lo intentamos, sabiendo de la humildad del Padre Toro. Y no nos equivocamos.
Nos comunicamos con él y, gracias a su docilidad y humildad, junto con dos amigos sacerdotes, pudimos leer juntos algunos textos del Magisterio pontificio que ahora sólo resumimos.
Ante la pregunta “¿es lícita la anticoncepción en la Iglesia?”, el Magisterio ha sido más que claro (por citar algunos no más):
PÍO XI: “Cualquier uso del matrimonio, en el que maliciosamente quede el acto destituido de su propia y natural virtud procreativa, va contra la ley de Dios y contra la ley natural” (Casti connubii, n. 21)
PAULO VI: “No le es lícito al hombre romper por su propia iniciativa el nexo indisoluble y establecido por Dios, entre el significado de la unidad y el significado de la procreación que se contienen conjuntamente en el acto conyugal… Es ilícita toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (Humanae vitae, nn. 12 y 14).
JUAN PABLO II: “Cuando los esposos, mediante el recurso al anticoncepcionismo, separan estos dos significados (unitivo y procreativo) que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer… se comportan como ‘árbitros’ del designio divino y ‘manipulan’ y envilecen la sexualidad humana… El anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente (pues) se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal” (Familiaris consortio, n. 32).
Hasta aquí, para él, no existían dudas. Sin embargo, había un texto de la Exhortación post-sinodal Amoris laetitia que le habían dicho que “había abierto la puerta a la regulación de la natalidad por medio de la anticoncepción (pastillas, preservativos, etc.)
El texto es el siguiente:
“La conciencia recta de los esposos, cuando han sido muy generosos en la comunicación de la vida, puede orientarlos a la decisión de limitar el número de hijos por motivos suficientemente serios”, pero también, “por amor a esta dignidad de la conciencia, la Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto” (Amoris laetitia, n. 42).
Es decir: se mezclaba “la decisión de limitar el número de hijos” (que
por causa grave puede ser realizada a partir de los métodos naturales) con la condena a las “intervenciones coercitivas del Estado favor de la anticoncepción”; claro está que, aunque en la letra no se dijese estrictamente nada novedoso
[1], redactado así,
algún desprevenido podía interpretar esto como que, a partir de ahora, “la Iglesia aceptaba la anticoncepción artificial” siempre y cuando no fuese impuesta por el Estado…
Con gran humildad y docilidad, leímos con el padre Luis Toro el Magisterio pontificio anterior y recordamos un principio hermenéutico que, para él, resultó de gran luz: y es que, para la sana teología, cuando un texto de la Iglesia resulta ambiguo o discordante con la enseñanza magisterial anterior, siempre debe ser leído e interpretado a la luz de los textos magisteriales previos.
Dado que el Padre Luis se encuentra ahora realizando diversos apostolados en pos de sus pobres hermanos venezolanos, e imposibilitado de poder realizar vídeos, decidimos, con su expreso permiso comentar esto a modo de retractación y para tranquilidad y edificación de todos.
Que su humildad nos sirva de ejemplo (a mí en primer lugar) y que sepamos que, si Dios permite nuestra corrección es para el bien de nuestras propias almas y de las encomendadas a nuestros apostolados.
Dios los bendiga y,
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
[1] Al contrario, la nota a pie de página de este texto remitía a la
“Relación final del sínodo de los obispos” donde, el 24/10/2015 se decía en el nº 63: «El camino adecuado para la planificación familiar presupone un diálogo consensual entre los esposos, el respeto de los tiempos y la consideración de la dignidad de cada uno de los miembros de la pareja. En este sentido es preciso redescubrir el mensaje de la Encíclica
Humanae Vitae (cf. 10-14) y la Exhortación Apostólica
Familiaris Consortio (cf. 14; 28-35) para
contrarrestar una mentalidad a menudo hostil a la vida. Hay que animar continuamente a las parejas jóvenes a donar la vida. De este modo puede crecer la apertura a la vida en la familia, en la Iglesia y en la sociedad”.