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Francisco es el Papa más autocrático del último siglo, el más inclinado a hacer y deshacer todo por sí, aunque no hace más que reclamar, sin instaurarlo, un gobierno sinodal de la Iglesia. No importa que de los tres grandes sínodos convocados hasta ahora por él dos hayan resultado de hecho en nada -sobre los jóvenes y sobre la Amazonia-, y otro -sobre la familia - fue descaradamente
piloteado desde arriba. El próximo sínodo, en agenda en el 2022, lo ha querido dedicar precisamente a la cuestión de la sinodalidad de la Iglesia.
Luego están los sínodos a escala nacional, también éstos demasiado invocados por el papa Francisco. Pero incluso aquí con resultados que son nulos o extremadamente riesgosos.
El primer caso, el del sínodo que no existe, se refiere a Italia, de la que el Papa es primado. Desde 2015 Francisco ha estado
presionando a los obispos italianos, en persona o a través de sus escuderos, los jesuitas Antonio Spadaro y
Bartolomeo Sorge, pero siempre sin ser escuchado. Hasta que el pasado 30 de enero perdió visiblemente la paciencia y expresó a la Conferencia Episcopal Italiana ya no un deseo sino
un mandato, ordenando que “debe comenzar un proceso de sínodo nacional, comunidad por comunidad, diócesis por diócesis”.
El problema es que este sínodo hecho “de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo”, otra fórmula querida por Francisco, y “comunidad por comunidad”, no está claro cómo se debe configurar, si en un solo bloque o en una serie de asambleas multidimensionales y multinivel. Tanto es así que el cardenal Gualtiero Bassetti, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), al simular el 3 de febrero en “
Avvenire” que obedecía el mandato del Papa, dijo en realidad que sí, en la Iglesia existen los grandes concilios, existen los sínodos, los verdaderos, pero también existe una “convención” que en Italia es la de las convenciones eclesiales nacionales que se celebran cada diez u once años desde 1976, primero en Roma y luego en Loreto, Palermo, Verona, Florencia. Así se hizo y así se hará de nuevo, nos hizo entender, y eso es suficiente.
Bassetti no lo dice, pero su terror y el de muchos otros hombres de Iglesia es que un sínodo nacional único o múltiple, formado no sólo por obispos, sino -como está de moda hoy- por clérigos y laicos, todos en pie de igualdad y con derecho a voto, podría poner en marcha también en Italia ese desplazamiento de tierras que está conduciendo directamente a un cisma en la vecina Alemania, donde está en pleno desarrollo un “Synodale Weg”, un “camino sinodal” de ese tipo:
Pero lo más extraño es que hasta el papa Francisco está aterrorizado por lo que está sucediendo en Alemania. Y ha hecho bastante para intentar bloquear o al menos ralentizar el desplazamiento de tierras. Pero también allí sin lograr que lo escuchen:
Sí, es cierto. La noticia de que el Papa quiere un sínodo nacional también en Italia fue recibida al norte de los Alpes con una salva de aplausos. “Ya no nos sentimos una excepción”, dijo Thomas Sternberg, presidente del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZDK), es decir, del bloque de laicos que en el sínodo de Alemania, junto con teólogos, diáconos y religiosos, tiene muchos más votos que los obispos y dirige el baile.
Sexo, mujeres, poder. Los temas del orden del día del sínodo alemán son explosivos, y las perturbadoras resoluciones que saldrán de él ya gozan de una abrumadora mayoría de votos. También entre los obispos hay muy pocos opositores, se cuentan con los dedos de una mano y, por si fuera poco, el más destacado de ellos, el cardenal de Colonia, Rainer Maria Woelki, se ha visto recientemente
paralizado por una “querella” sobre abusos sexuales en su diócesis.
Basta con leer los textos elaborados hasta ahora por el "Synodale Weg" para comprender los riesgos que conlleva para la Iglesia no sólo en Alemania, sino en todo el mundo. La asamblea plenaria prevista para los últimos días se ha aplazado hasta otoño a causa de la pandemia. Pero el documento principal que se debatirá y votará punto por punto ya está listo y se
hizo público el 22 de enero.
Tiene unas cuarenta páginas y fue elaborado por el primero y fundamental de los cuatro "Foros" en que se articula el sínodo, presidido por el súper progresista obispo de Essen, monseñor Franz-Josef Overbeck, y Claudia Luecking-Michel, del Comité Central de los Católicos Alemanes.
Su título es: “El poder y la separación de poderes en la Iglesia” y reclama una democratización radical de la estructura de la Iglesia católica, con la admisión respecto a los Órdenes Sagradas de hombres y mujeres casados, y a la elección directa de los obispos.
He aquí una antología de ellos, con nuestros subtítulos.
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PRIMERO: DEMOCRATIZAR LA IGLESIA
La Iglesia Católica está en una crisis profunda. Por un lado, hay tensiones internas entre la doctrina de la Iglesia y su práctica. Por otro lado, hay una divagación sobre cómo el poder es efectivamente concebido y ejercido en la Iglesia y los estándares de una sociedad pluralista y abierta en un Estado constitucional democrático.
Sería necesario reexaminar el ordenamiento del poder en la Iglesia a los fines de su inculturación fructífera en una sociedad democrática basada en el estado de derecho.
LA MINORÍA SE PONE EN LÍNEA
En el transcurso de importantes deliberaciones sinodales, y de acuerdo con las normas de una sociedad democrática, esperamos que las recomendaciones y decisiones tomadas por una mayoría sean aplicadas también por los que han votado en sentido contrario.
UN SÍNODO ES DE TODOS, NO SÓLO DE LOS OBISPOS
Actualmente, el Derecho Canónico prevé que sólo los obispos tienen el derecho de tomar decisiones en los sínodos. Se debe superar esta restricción.
SI UN OBISPO PONE EL VETO SE LO ANULA
Se debe reforzar el estatus de los organismos eclesiásticos existentes para que no sólo puedan aconsejar, sino también decidir, tanto a nivel parroquial como diocesano. Si se prevé que el obispo o el párroco puedan vetar una decisión, debe establecerse una mayoría cualificada que permita anular el veto, si es necesario.
QUE TODOS SEAN ELEGIDOS, TAMBIÉN LOS OBISPOS
Una forma esencial de participación es el derecho de voto.
Todo el que se atribuya un rol de liderazgo en la Iglesia Católica debe ser elegido para este cargo por el pueblo de la Iglesia, si es necesario a través de órganos representativos electos. Mientras las leyes universales de la Iglesia no prevean elecciones, se deben encontrar formas adecuadas de acuerdo con la ley diocesana para que el pueblo de Dios participe efectivamente en la selección de las personas que asuman un puesto de liderazgo en la Iglesia.
¿EL CELIBATO DEL CLERO? PARA PENSARLO
En el acceso al sacerdocio está en discusión el celibato, que desde hace tiempo forma parte de la disciplina de la Iglesia latina, pero no es obligatorio en las Iglesias [orientales] unidas a la Sede Apostólica, ni excluye del sacerdocio a los pastores protestantes casados que se han convertido. En el sínodo de la Amazonia, la cuestión del celibato para los sacerdotes diocesanos fue discutida abiertamente. La atención va, por un lado, a la solución de los problemas pastorales agravados en Alemania por una caída drástica del número de sacerdotes activos y todavía más de las ordenaciones, y, por otro lado, a la cuestión de si no hay una gran ventaja en la forma de vida de los casados para el ejercicio del ministerio sacerdotal, como en el caso de la Ortodoxia.
O MÁS BIEN DAR PASO A LOS SACERDOTES CASADOS…
El celibato ha modelado profundamente la espiritualidad del sacerdocio en la Iglesia Católica Romana; es un tesoro del que los fieles no quieren prescindir. Sin embargo, la idea de que los que han dado prueba de su fe y de su vida (habitualmente denominados "viri probati") también pueden ser ordenados sacerdotes debe ser reconsiderada a la luz de los desafíos pastorales, de los carismas dados y de las experiencias positivas con los diáconos ordenados. Es necesaria una discusión abierta al respecto. Esto debería llevar a una resolución adoptada en Alemania y dirigida a la Sede Apostólica, y a una recopilación de experiencias de la Iglesia universal, para que las diferentes situaciones pastorales puedan ser resueltas de diferentes maneras a nivel local.
… Y ADELANTE CON LAS MUJERES CASADAS
La cuestión de la admisión de las mujeres al ministerio ordenado es también una cuestión de poder y de separación de poderes, con motivo de su exclusión del acceso.
Si las mujeres pueden ser ordenadas al diaconado es actualmente objeto de renovada discusión por parte de la Sede Apostólica. Este Foro I pide un voto motivado, durante el camino sinodal, que lleve a admitir a las mujeres al diaconado. El papa Juan Pablo II, en su carta apostólica “Ordinatio sacerdotalis”, ha afirmado que la Iglesia no tiene ningún derecho para ordenar mujeres al sacerdocio. Sin embargo, a causa de nuevas profundizaciones sobre el testimonio de la Biblia, sobre los desarrollos de la Tradición y sobre la antropología de género, la coherencia de su argumentación y la validez de su afirmación son con frecuencia puestas en duda. Es necesario volver a conectar de nuevo el testimonio de la Escritura y de la Tradición con los signos de los tiempos y el sentido de fe del pueblo de Dios. El Forum I propone que la Iglesia en Alemania, durante el camino sinodal, exprese un voto motivado también sobre la cuestión de la admisión de las mujeres a la ordenación, que incluya una invitación a la Iglesia universal y a la Sede Apostólica a estudiar de nuevo las cuestiones suscitadas, y a encontrar soluciones.
HACIA UN CONCILIO DEMOCRATICO I
Hay necesidad de un foro sinodal también en la Iglesia universal, una asamblea de la Iglesia universal, un nuevo concilio, en el que los creyentes – dentro y fuera del ministerio ordenado – deliberen y decidan juntos sobre cuestiones de teología y de la atención pastoral, también sobre la constitución y estructura de la Iglesia.
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No sorprende que un documento así acabara en Roma
bajo la mirada de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ni que el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, haya vuelto a
rechazar otra de las innovaciones propugnadas por la Iglesia de Alemania, la de la comunión eucarística compartida por católicos y protestantes, justificada en un reciente
documento teológico redactado y firmado por representantes de ambas partes. Ya en 2018 la Congregación para la Doctrina de la Fe había dicho “alto” a la intercomunión, en una
carta de su cardenal prefecto Luis Ladaria al entonces presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania, el cardenal Reinhard Marx, de Múnich. Sin lograr que lo escuchara.
También el papa Francisco, cada vez más inquieto, llamó nuevamente al orden a la Iglesia de Alemania en un pasaje de su
discurso previo a la Navidad, el 21 de diciembre, dirigido a la Curia romana:
“Sin la gracia del Espíritu Santo, podemos incluso comenzar a pensar en la Iglesia de modo sinodal, pero, en lugar de hacer referencia a la comunión con la presencia del Espíritu, se la concibe como una asamblea democrática cualquiera, formada por mayorías y minorías. Como un parlamento, por ejemplo; y esta no es sinodalidad. Sólo la presencia del Espíritu Santo hace la diferencia”.
Pero, una vez más, sus palabras se deslizaron como el agua sobre el mármol. A principios de 2021, en una
maxi-entrevista con "Herder Korrespondenz", el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, monseñor Georg Bätzing, obispo de Limburgo, dijo que "no debemos detenernos en cada afirmación pronunciada por el Papa en cada audiencia particular". Y relanzó todos los objetivos del "Camino Sinodal", incluida la bendición de las parejas homosexuales, sin retroceder un solo milímetro.
Tan querida por Francisco, la sinodalidad está hundiendo de hecho su pontificado y dividiendo a la Iglesia católica, con una asimilación de la misma al protestantismo que en Alemania está ya en un estadio muy, muy avanzado:
Sandro Magister