Control de los movimientos de la población de los países y de todos sus datos, prohibición de vuelos, reducción del transporte individual, fomento de una organizada inmigración masiva, disminución de la población mundial, acabar con el consumo de carne animal para fomentar la artificial… En definitiva, menos libertad para las personas bajo la promesa de que así serán más felices, y además todo barnizado con buenas palabras e intenciones, pues el argumento oficial es que ésta es la única forma de salvar el planeta.
Todo esto suena a novelas futuristas e incluso distópicas, pero son sólo algunos de los objetivos de la Agenda 2030 o la de 2050 que por ejemplo en España presentaba orgulloso el presidente Pedro Sánchez esta semana. Pero para nada es una idea original española ni europea sino que es un movimiento globalista auspiciado por gobernantes y grandes magnates, organizados por ejemplo en el Foro de Davos. Y su objetivo no es otro que cambiar el mundo que conocemos. Lo llaman el "Great Reset” o "Gran Reinicio". Se trataría de un nuevo comienzo, un nuevo orden mundial que elimine toda la estructura anterior basada en una cultura judeo-cristiana. Y el Covid-19 habría sido el pretexto para acelerar este movimiento, que como se va viendo empieza ya a tomar forma.
Y no es un término acuñado por por posibles conspiradores sino por los propios organizadores. Del gran reseteo hablan los fundadores del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab y Thierry Malleret: “Necesitamos poner en marcha el gran reinicio sin demora. No es algo que 'sería deseable', sino una necesidad absoluta. Si no se abordan y se corrigen los males tan profundamente arraigados en nuestra sociedad y nuestra economía, podría aumentar el riesgo de que finalmente, como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, el reinicio venga impuesto por crisis violentas, como conflictos armados e incluso revoluciones. Nos corresponde a nosotros tomar el toro por los cuernos. La pandemia nos brinda esta oportunidad: ‘representa una oportunidad inusual y reducida para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo'… No actuar equivaldría a dejar que nuestro mundo se volviera más mezquino, más dividido, más peligroso, más egoísta y simplemente insoportable para grandes segmentos de la población mundial. No hacer nada no es una opción viable".
Uno de los rostros que aparece detrás de todo este gran movimiento del “gran reseteo o reinicio” es Bill Gates, durante muchos años la persona más rica del mundo y en estos momentos una de las más poderosas.
Gates creó el imperio de Microsoft, lo que le generó la tremenda riqueza que ahora atesora y que con los años y precisamente sus proyectos globalistas ha ido aumentando. Resulta curiosa su historia. De las acusaciones gran empresario sin escrúpulos acusado de monopolizar el mercado de la informática ha pasado casi de manera generalizada a ser visto como un filántropo bondadoso, casi un santo, que se dedica a hacer el bien por la humanidad. Y en todo ello ha tenido que ver, y mucho, la lluvia de millones que ha esparcido desde la Fundación Bill & Melinda Gates, curiosamente mujer de la que se acaba de divorciar.
Este estadounidense es mucho más que un empresario, pues su objetivo es ahora hacer una transformación social, y por ende, política de todo el mundo. No son nuevas sus posiciones neomalthusianas de control de la población, ni su empeño en llevarla a la práctica en África mediante la anticoncepción, la esterilización a gran escala y el aborto. Quiere incluso transformar los hábitos de las personas tanto en su alimentación como en sus costumbres… Es el gran embajador de este “gran reseteo”.
Para ahondar en su figura y sobre todo en sus intereses globalistas Carlos Astiz ha publicado Bill Gates Reset! Vacunas, aborto y control social (Libros Libres), poco después de su éxito editorial con otro de los grandes magnates globalistas, El Proyecto Soros.
Ambos, según recoge Astiz en este libro sobre Bill Gates, practican el llamado “filantrocapitalismo”, pues los dos defienden que sus beneficios pueden combinarse con la transformación social que pretenden. Pero la realidad es que tienen objetivos más oscuros.
“Se los ha llamado ‘el estado profundo’, el ‘complejo militar industrial’, los ‘globalistas’… y son un potente gobierno a la sombra, capaz de influir sobre muchos países, alterar su estabilidad…”, explica Astiz sobre estos magnates.
Pese a que pueda haber roces o diferencias entre ellos, la agenda es totalmente compartida y si se leen las noticias sobre las agendas para el futuro presentadas por algunos países se ve claramente. Estos son los puntos que cita Carlos Astiz:
“Imposición del pensamiento único como obligatorio; apocalipsis climático; apoyo a la inmigración descontrolada; despenalización de las drogas y la eutanasia; aborto y reducción de la reproducción; agenda LGTB; fomento de la fragmentación social y aliento del enfrentamiento. Es un temario común, una agenda de destrucción de las sociedades democráticas y su sustitución por sociedades frágiles (que llaman ‘abiertas’ porque maquillan mejor el objetivo), con gobiernos débiles, en manos de organismos supranacionales que controlan esos magnates”.
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VIDEO: La extraña alianza de la izquierda con el gran capital (2:21 minutos)
El autor explica que personajes como Bill Gates, más allá del aura de gran filántropo, intentan realizar “una maniobra política para pasar a dirigir amplias zonas del mundo, y el mundo entero si se puede, por parte de un grupo de grandes magnates, sus testaferros políticos y miles de organizaciones (con la mayoría de afiliados creyendo, de buena fe, que están mejorando el mundo) en múltiples campos: desde la educación al aborto, la ideología de género, los medios de comunicación o la inmigración”.
Los intereses económicos de Bill Gates y de su fundación curiosamente están muy relacionados con los acontecimientos actuales y las agendas previstas para las próximas décadas. Curiosamente, es uno de los grandes donantes de la Organización Mundial de la Salud mientras es a su vez accionista de varias farmacéuticas y laboratorios que han desarrollado vacunas contra el Covid-19. Así en apenas año y medios, las tres millones de acciones en el laboratorio Biontech, tras una donación de 50 millones de dólares, tienen ahora un valor de más de 260 millones. E igualmente, en febrero de 2020, la farmacéutiaca Pfizer puso en su consejo de administración a la exconsejera delegada de la Fundación Gates, Susan Desmond-Hellman.
Pero además, este multimillonario almacena millones de semillas, potencia los cultivos modificados genéticamente y es ya el mayor propietario de tierras cultivables de todo Estados Unidos.
Uno de los objetivos para este nuevo orden mundial llamado a transformar la sociedad pasa precisamente por un férreo control social, aunque siempre vendido como algo necesario y bueno para todos. Y aquí se ha producido una fructífera unión entre algunos de estos magnates y la izquierda, cubriendo así sectores como la educación, el entretenimiento, los medios de comunicación, regado todo a su vez con los millones de personajes como Gates o Soros, entre otros.
Uno de los elementos de control social necesarios para cumplir sus objetivos es la reducción de la población mundial. Bill Gates es quizás el más entusiasta de esta idea, y públicamente ha hablado de la necesidad de reducir el número de personas que viven en el planeta. Eso sí, según dice él mismo es para “mejorar la salud de las personas y brindarles la oportunidad de salir del hambre y la pobreza extrema”.
Esto pasa por el fomento de la esterilización, los anticonceptivos y el aborto. Pero no cabe olvidar, el otro extremo: la eutanasia. Ante una población occidental cada vez más envejecida se vende una “muerte digna” que va aligerando la carga económica de los países. Pero tampoco hay que olvidar en estos puntos la agenda LGTB y el provocado enfrentamiento entre el hombre y la mujer, a través del feminismo radical.
Muy unido a este punto se encuentra el "apocalipsis climático". Una vez creado el clima social a través de los medios de comunicación y el ámbito político, un porcentaje de la población de Occidente ya está dispuesta a perder derechos fundamentales para “salvar el planeta”. Sólo así se entienden las propuestas citadas al inicio de este artículo y aceptadas a pies juntillas por periodistas y líderes de opinión.
Pero para crear este clima favorable de opinión hace falta controlar al disidente, pues en muchos casos la realidad no se corresponde con la agenda que venden los globalistas. Es ahí donde entra la censura. Al igual que en el resto de puntos esto no es vendido como un ataque a la libertad de expresión o como un retroceso democrático sino como la necesaria lucha contra las “fake news” llevada a cabo por verificadores.
Las “Big Tech” como Google, Amazon, Youtube, Facebook o Twitter llevan ya tiempo aplicando la censura a ciertos contenidos incómodos o alejados de lo políticamente correcto. Y el propio Bill Gates, a través de Microsoft, ha propuesto recientemente una especie de Ministerio de la verdad a nivel mundial para la “luchar contra la desinformación”.
Un aspecto derivado del enorme poder de la tecnología, gran instrumento para este control social, es la vigilancia y el control que se puede establecer sobre la población. Bajo excusas de la seguridad nacional o ahora del Covid-19, los gobiernos están permitiendo controlar los movimientos de las personas a través de los teléfonos móviles, sin contar con el potencial del Big Data y el enorme poder de los datos de miles de millones de usuarios de los que disponen.
El adoctrinamiento en la escuela es también necesario para allanar el camino. Bill Gates es alabado por su preocupación por la educación, pero es que es fundamental para allanar el camino al futuro que millones de personas transitarán. Y es necesario que asuman ya sus postulados sin rechistar desde niños.
“El adoctrinamiento (que no la educación) en las escuelas es otra contrapartida en la que los padres tienen cada vez menos capacidad de decisión e incluso de información, porque los poderosos públicos se la hurtan, se la prohíben y la imponen, por la fuerza si es necesario. Incluso dictan la muerte civil de quienes se oponen a renunciar a la libertad de los padres frente al estado por sus hijos”, explica el autor del libro sobre Gates.
Y es por ello –añade Astiz- que “la información a los padres y su libertad para decidir qué valores reciben sus hijos es un campo de batalla contra los totalitarios. La pregunta, a la vista de las confrontaciones que ya se están dando en numerosos países: ¿qué tendrán que ocultar cuando quieren impedir que los padres sepan lo que se les está enseñando a sus hijo?”.
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