He estado en la Marcha por la Vida que tuvo lugar en Roma el pasado día 22Era la décima Marcha por la Vida, y he participado en todas las ocasiones desde la primera, que se celebró en Desenzano sul Garda el 18 de mayo de 2011. El año pasado no se celebró por culpa de la pandemia, y este, debido a las restricciones, no se han podido recorrer las calles del centro de Roma; la manifestación tuvo lugar de forma estática en el espléndido escenario de lo que antes se conocía como Via dell’Impero y hoy se llama Via dei Fori Imperiali, entre la Plaza de Venecia y el Coliseo.
En todo caso, como dijo en su discurso Virginia Coda Nunziante, lo sustancial de la Marcha por la Vida desde su primera edición no ha consistido en marchar, sino en manifestar una presencia pública en las calles, en las plazas, donde sea posible, para afirmar que la vida es un regalo intocable de Dios y para combatir la inicua ley 194, que ha legalizado hasta el día de hoy el asesinato de más de seis millones de inocentes. En esta ocasión participamos, según la Policía, cinco mil personas, como informó también el Corriere della Sera. Probablemente fuimos muchos más, pero lo que importa no es el número sino la contundencia del mensaje: un sí a la vida y un no al aborto, sin excepciones ni transigencias, como dice el lema de la Marcha por la Vida.
El mensaje resonó con fuerza en la Via dei Fori Imperiali, proclamado en primer lugar por dos embajadores que representaban sendos gobiernos ante la Santa Sede: Polonia y Hungría.
El representante diplomático polaco Janusz Kotanski afirmó que la política social del gobierno de su país se centra en la familia. En concreto, se han puesto en práctica los siguientes programas:
-«Familia 500+»: una ayuda económica por cada niño.
-«Buen comienzo»: inversión en la educación de los niños polacos con una ayuda extraordinaria por cada alumno.
-Carnet de familia numerosa, con descuentos y servicios especiales para las familias con más de tres hijos.
Por su parte, el embajador de Hungría Eduard Habsburg recordó que la política familiar del gobierno magiar ha tenido como resultado un incremento del 40% en el número de matrimonios y una disminución del 25% en los divorcios y del 30% en los abortos.
Discursos concretos en que ambos embajadores demostraron que es posible invertir tendencias políticas, y que esas inversiones de tendencia pueden determinarlas los ciudadanos mediante su voto y presionando a los políticos.
El obispo de San Remo-Ventimiglia, monseñor Antonio Suetta, habló por videoconferencia desde una pantalla gigante instalada en la tribuna de la Marcha por la Vida; no habló como los políticos sino como pastor de la Iglesia arengando la Marcha, cuyo «fin principal –dijo– es hablar claro una vez más con infatigable valor y perseverancia pidiendo la abrogación de la inicua ley 194. Asistimos con profundo dolor a la catástrofe que ocasionan los crímenes contra la vida en el seno de la sociedad humana devastándola y privándola de esperanza y de futuro. Me pregunto cómo es posible hablar de futuro, y por consiguiente de natalidad, sin denunciar y rechazar la causa principal del llamado invierno demográfico que atravesamos», es decir, «la plaga del aborto, y no sólo por lo que se refiere a la cantidad –cifras que dan miedo y suponen un auténtico genocidio–, sino también por la mentalidad que manifiestan: una mentalidad individualista, hedonista y desprovista de proyección hacia un horizonte antropológico y un bien común efectivo». El mandamiento no matarás es «una demanda ineludible que no puede ser derogada ni suspendida por pretensiones de autodeterminación ni por leyes injustas, que son por tanto ilegítimas. La desobediencia a tal mandamiento de Dios es desgraciadamente preludio de una serie de alteraciones que bajo el impropio y falso pretexto de las libertades personales y los derechos individuales ponen en peligro uno de los bastiones de la convivencia humana: la familia. El actual debate en torno al proyecto de ley Zan* lo confirma lamentablemente. No nos quedaremos cruzados de brazos; nos pondremos de pie. No tengamos temor de plantar cara a la creciente cultura de la muerte, de enfrentarnos a los poderes más fuertes por todos los medios, y no en voz baja, sino también con nuestro voto». (*El proyecto de ley Zan, llamado así por ser obra del diputado de centro-izquierda Alessandro Zan, objeto de controversia por sus duras medidas contra lo que los progres llaman homofobia y transfobia, con penas de cárcel y multas de hasta 6000 euros. – N. del T.)
Monseñor Suetta concluyó recordando las palabras del Eclesiástico, que resuenan como un himno a un compromiso constante y diario: «Combate por la justicia hasta la muerte, porque Dios peleara por ti contra tus enemigos» (Eclo.4,33).
Tras algunos testimonios bellísimos de Anna Bonetti, influenciadora social de 23 años, sorda de nacimiento por una anomalía congénita, y de Anna y Darío Alinti, matrimonio de Milán que en 1980 vivió la experiencia del aborto, Virginia Coda Nunziante, presidenta de la Marcha por la Vida, a cuya perseverancia se debe el éxito de estos diez años de convocatoria que ya son historia, puso broche final al acto con las siguientes palabras:
«La batalla contra la cultura del aborto hay que librarla en nombre de la defensa de un orden moral de valores, es decir, de la ley natural y moral que tiene en Dios su causa y su último fin. Siempre hemos puesto nuestro combate a los pies de la gloria y los intereses de Él, que nos ve como meros instrumentos de un plan más alto dirigido y ganado siempre por Él.
»Debemos desear con toda el alma que toda la sociedad vuelva a ser profundamente cristiana, porque sólo así recobrará la paz, la armonía y la prosperidad. Lo digo como súbdita italiana que ama intensamente su Patria, pero también como católica plenamente consciente de que si la sociedad no se convierte va camino de una inexorable decadencia.
»Hoy tenemos la satisfacción de haber combatido una buena batalla en defensa de la vida, contra el aborto, sin excepciones ni transigencias. Volvamos a casa con el corazón contento y lleno de confianza en el futuro, porque la Divina Providencia no priva jamás de su ayuda a quienes se alinean en la defensa de la Verdad y del Bien».
Prosigamos con esa confianza nuestra batalla en defensa de la vida natural y sobrenatural de nuestra nación.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)