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domingo, 18 de julio de 2021

Traditionis custodes: la nueva bomba atómica (Peter Kwaniewski)

ADELANTE LA FE


Hace setenta y seis años, el 16 de julio de 1945, se detonó la primera bomba atómica en un solitario desierto 340 Km al sur de Los Álamos (Nuevo México). Hoy 16 de julio de 2021, el papa Francisco ha soltado una bomba atómica sobre la Iglesia Católica que no sólo dañará a los partidarios de la tradición litúrgica latina, sino a cualquiera que aprecie la continuidad, la coherencia, la reverencia, la belleza, nuestro legado y el futuro.

Cuando esta mañana empecé a leer Traditiones custodes, no me lo podía creer cuando vi el impropio título (habría sido mucho más exacto llamarla Traditiones perditores, destructores de la Tradición), y a cada párrafo me costaba más creer lo que leía. Cuando terminé de leer la carta adjunta, me había adentrado profundamente en el ideológico país de las maravillas donde viven Bergoglio y otros enemigos de la liturgia tradicional en la Iglesia de hoy. Me daba la impresión de que la redacción del texto se la habían encargado a una especie de George Orwell en ciernes. El documento rebosa menosprecio y crueldad. Está concebido a modo de navaja suiza para que los obispos dispongan de un buen arsenal de medios con los que poner tantas trabas como puedan o persigan a los católicos amantes de la Tradición.

Se declara, además, que el contenido entra en vigor inmediatamente, y se condenan todas las demás «normas, instrucciones, concesiones y costumbres».

Es como si, para todo el mundo y como si nos enfrentásemos a una pandemia de tradicionalismo de proporciones planetarias, fuera necesario atajar por todos los medios posibles. El lenguaje del motu proprio da a entender que la Misa latina de siempre se considera como una suerte de versión eclesiástica del covid-19: una enfermedad que es preciso monitorear de cerca, estableciendo cuarentenas y fijando límites con todos los medios de ingeniería social que las autoridades centrales juzguen necesarios. Desde luego, teniendo en cuenta que la Misa en latín se manda retirar de las parroquias y que no se pueden crear nuevas parroquias personales donde celebrarla, ya sólo falta que quienes asistan a ella porten una estrella amarilla [como los judíos en tiempos de Hitler] o lleven al cuello una campanita como los leprosos antiguamente. Benedicto XVI se esforzó por sacar a la Tradición de los guetos, pero éstos no sólo han vuelto, sino que son objeto de clamorosa aprobación.

Huelga decir que es todo lo contrario de la tan proclamada acción pastoral, la cálida acogida que acompaña a todos en el camino (aunque disientan de la doctrina católica en infinidad de cuestiones), las románticas periferias a las que los pastores tienen que manifestar misericordia y toda esa retórica política de la que tanto alardea este pontífice. En el nuevo motu proprio, ya no son los pastores los que tienen que oler a oveja, sino que se les dice a las ovejas cómo tienen que oler para que las pastoreen, y si no, van a ver lo que es bueno.

No sé si pequé de ingenuo, o quizá creí equivocadamente que este papa peronista tendría un mínimo de respeto a sus semejantes y sus correligionarios católicos, y no me podía esperar una monstruosidad y una falsedad como Traditionis Custodes. Es mucho peor de lo que me imaginaba: el texto rebosa desprecio, mezquindad y espíritu revanchista. Ni siquiera se ha molestado en proporcionar un contexto o, por muy hipócrita que fuera, en quitar hierro o amortiguar el golpe; nunca se ha visto un documento en que falte a tal extremo la gracia más elemental y afecte a tantos católicos. Es una bofetada de proporciones históricas a los pontífices que han precedido a Francisco, desde San Gregorio Magno hasta San Pío V, e incluso a los papas postconciliares, que se dieron cuenta de que el amor a la liturgia tradicional no se había apagado ni apagaría jamás, y tomaron medidas para atender a las necesidades espirituales de los católicos que nos apacentamos con estos venerables ritos. Para innumerables almas esta espléndida liturgia les ha brindado una renovada motivación para vivir conforme a las exigencias del Evangelio, una base firme para la familia y la vida social, y una fuente de hermosas vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa.

A Francisco todo eso lo tiene sin cuidado. Lo único que le preocupa es una unidad artificial; mejor dicho, uniformidad; o más exactamente, ideología. Una uniformidad que se caracteriza por todas las desviaciones y aberraciones (a pesar de sus afectadas advertencias para contener las riendas en la fiesta que dura ya más de cinco décadas), pero intolerante con la seriedad, sobriedad y trascendencia de un acto de culto al que no le afecta el tiempo.

Al pan, pan y al vino, vino: es una declaración de guerra total a la que debemos resistirnos valerosamente a cada paso, pase lo que pase y cueste lo que cueste. Los verdaderos guardianes de la Tradición serán ahora los sacerdotes, religiosos y seglares que continúen con la liturgia tradicional frente al odio infernal dirigido contra ellos. Si Francisco quiere guerra, espero que haya suficientes hombres para alistarse, y rezo por ello, así como suficientes hombres para dirigirlos. En cuanto a éstos últimos, me refiero a sacerdotes que estén dispuestos a entregarse en cuerpo y alma a atender las necesidades de los fieles que se adhieran correctamente a la Tradición contra viento y marea. Están en peligro las almas, incluida la del propio sacerdote. Porque no puede desaprender lo que ya sabe, y no puede dejar de amar aquello de lo que se ha enamorado. El precio a pagar en aras de la obediencia a un régimen triturador de almas, por mucha autoridad que afirme tener, es demasiado alto.

Este nuevo motu proprio sólo será tan malo si creemos que nos obliga y lo reflejamos en nuestro actuar, como si sus disposiciones fueran lícitas. Mientras que si reconocemos su carácter inherentemente anticatólico y que ningún papa tiene potestad para pisotear a los miembros de la Iglesia y sus venerables ritos, como está intentando hacer Francisco, lo veremos más como una carga externa, una epidemia, una guerra, una hambruna o un mal gobierno al que hay que derrocar o soportar hasta que caiga. ¿Acaso tiene el Papa autoridad para proclamar semejante ucase? Nada eso. No vale ni el papel en que está escrito.

Los que aman la liturgia tradicional y reconocemos en ella el punto focal del legado de la Iglesia seguirán adelante lo mejor que puedan. No pedirán permiso para celebrar la Misa de siempre. No harán las lecturas en lengua vernácula ni en la versión oficial del episcopado. Prefieren morir mártires antes que como vergonzosos apóstatas.

Yo diría que al menos habrá algunos obispos que se queden estupefactos al ver la frialdad, dureza y necedad del motu proprio de Bergoglio contra la Misa Tradicional, que tiene tanto encanto como un decreto de Stalin ordenando purgar a los ucranianos disidentes. Por supuesto, habrá otros que lo acogerán con los brazos abiertos, pero me cuesta creer que prelados que han sido testigos de los numerosos frutos buenos de Summorurm pontificum –entre los que destaca la constante y con frecuencia generosa contribución económica procedente de los grupos tradicionales– y mantienen buenas relaciones con sacerdotes y parroquias que celebran sin problemas la Misa de siempre quieran molestarlos para que se amolden a lo que dicta un tirano que no durará mucho. Todo obispo que de verdad ame a la Iglesia Católica y sea consciente de la pujanza del amor a la Tradición entre los jóvenes, y de la capacidad de éstos para revitalizar la Iglesia después del estancamiento (por no decir caída libre) de las últimas décadas, dejará tranquilamente de lado tan doloroso documento y seguirá adelante como si nada. Mejor dicho, con plena certeza de que, como se decía en un tweet en Rorate Caeli, «Francisco morirá, pero la Misa Tradicional seguirá adelante».

Por el lado práctico, a la mayoría de los obispos no les sobra clero en una medida como para que se puedan permitir ganarse la enemistad de una cantidad considerable de sus sacerdotes. Si una cantidad suficiente de sacerdotes de las diócesis más conservadoras se aferraran a la Misa Tradicional, a la que tienen un derecho inalienable e irrevocable, ¿qué harían los obispos? ¿Destituirlos a todos? ¿Dónde encontrarían pastores? ¿Dónde encontrarían vocaciones? ¿Necesita el episcopado otro problema de proporciones, una guerra civil, un descontento latente que consuma tiempo y energía por todos lados? Benedicto XVI negoció una paz frágil dentro de la que cabía cierta medida de normalidad libre de polémica. Muchos querrán mantener esa paz dejando las cosas como están en vez de reanudar las hostilidades.

La lógica de Traditiones custodes es tortuosa, por decir lo menos. Guardianes de la Tradición… que atacan una Tradición romana de culto divino con siglos a sus espaldas. Se empodera a los obispos… pero para fijar límites y prohibir. No pueden fomentar, apoyar ni multiplicar los centros de culto y difusión. El Papa fomenta la unidad… haciendo una de las cosas más destructivas para la unidad que quepa imaginar. El Papa elogia a su predecesor… contradiciendo en todos sus enseñanzas y revocando lo que hizo. Y como la Tradición católica les ha enseñado que quien manda es el Papa, no olviden que hay obedecerlo sin rechistar cuando mande rechazar las tradiciones que no le gustan, por mucho que las hayan sostenido sus predecesores, que no tenían menos autoridad que él, y a pesar de que el peso acumulado del apoyo que prestaron a esa Tradición pese mucho más que el de él.

Recordamos que en una ocasión le preguntaron al Papa a quemarropa por la posibilidad de la salvación para un hombre que dio sobradas muestras de morirse ateo y renegando de Dios, y dio una respuesta positiva en cuanto su salvación. Y en cambio, en su carta sobre los católicos apegados a la Sagrada Tradición de la Iglesia, exige una obediencia incondicional a su persona cuando ordena que se extirpe ese apego a la Tradición.

Y si no le obedecen, les recuerda que no es posible la salvación para el católico que no se somete a la persona de él. Invirtamos la situación. Si uno niega totalmente a Dios y muere ateo, las palabras del Papa rebosan esperanza; es más, admitamos que se salva por misericordia. Pero si alguno tiene la temeridad de apegarse a las tradiciones de la Iglesia a pesar de que se le haya prohibido, es un cismático que va camino de salirse de la Iglesia y rumbo a la perdición. ¿Cómo no ver en ello el derrumbe total de la papolatría que convierte al Sumo Pontífice en un dios mortal, en un oráculo divino que se permite reescribir la liturgia, la teología, la moral y hasta la historia con fines ideológicos?

El papa Francisco recuerda a arquitectos modernos como Le Corbusier, que diseñaban sobre cimientos ideológicos, y luego se sorprendían cuando venían las goteras, las manchas y los derrumbes y todo se venía abajo. Es natural que la gente quiera trasladarse a edificios más elegantes, firmes y tranquilos como los de antes.

¿Hay esperanza de que salga el sol después de la tormenta? Tal vez en que al final caerán todas las máscaras que disimulan el mortal juego que se traen entre manos los modernistas?

El contraste entre la festividad de Nuestra Señora del Carmen y la detonación del arma más destructiva concebida por el hombre –que mata a justos y pecadores y es simiente de enfermedad para años– nos da la clave para entender la importancia de esta fecha. El signo de la Virgen, la que recibió el Verbo y engrandeció a Dios, se alza frente al de la Serpiente, que desprecia soberbia los dones de Dios exaltando su propia voluntad. El primigenio non serviam resuena en la voz de quien se niega a ser servus servorum Dei.

«Por sus frutos los conoceréis»: ése fue el mensaje del Evangelio del domingo pasado, séptimo después de Pentecostés en el Rito Extraordinario de antes, más conocido como Misa de siempre. Los frutos de este nuevo motu proprio serán confusión generalizada y mayor división; tentaciones de resentimiento, desánimo y desesperación; tensiones y problemas para los obispos de todo el mundo; vacilaciones incapacitantes para jóvenes que tenían pensado hacerse seminaristas de acuerdo con lo dispuesto en Summorum pontificum; que numerosos católicos se pasen a la Fraternidad San Pío X (¡por lo que no juzgo a nadie!) y a grupos sedevacantistas (lo cual, por el contrario, sí que sería trágico) porque los ordinarios no entienden –y no deberían ser capaces de entender– que un papa pueda actuar en contra de la Iglesia, sus tradiciones y el bien común, como hace y ha hecho tantísimas veces Francisco. De todo eso y más tendrá que dar cuenta Jorge Bergoglio cuando comparezca ante el temible tribunal de Cristo.

En este tenebroso día, no nos limitemos a invocar a la Virgen del Carmen y portar su escapulario; veamos también en ese escapulario un recordatorio del manto protector con que cubre a todos sus hijos y a todo lo que es católico, incluidas las tradiciones que nos unen entre nosotros y con todas las generaciones de creyentes, hasta llegar a Nuestra Señora. Pues fue Ella quien dijo en palabras que debemos invocar con fiel perseverancia: «Desplegó el poder de su brazo y dispersó a los que se engríen con los pensamientos de su corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y ensalzó a los humildes».

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

Editorial Rorate Caeli: No hay que hacer caso del rencoroso y vengativo ataque a la Misa en latín

 ADELANTE LA FE


A pesar de la confianza que teníamos en las fuentes que preveían para hoy el ajuste de cuentas contra Summorum pontificum y la Misa tradicional tal como la conocemos, en el fondo albergábamos la esperanza de que no se tratara más que de un rumor infundado. Al fin y al cabo, SS Benedicto XVI no sólo está vivo, sino plenamente consciente y viste la talar blanca mientras pasea por los jardines vaticanos. ¿Cómo iba un papa en funciones a tener la arrogancia de humillar públicamente a un papa emérito de 94 años?

Por desgracia, la respuesta es afirmativa. Jorge Mario Bergoglio es, indudablemente, el pontífice más arrogante en la historia de la Iglesia Católica. Desde el primer día, por no decir antes, todo se ha centrado en él, sea lo que sea. Los medios dominantes de difusión lo calificaron de humilde por gestos teatrales como vestir ropa barata y andar con una bolsa en la mano, pero lo cierto es que Bergoglio es un ser vengativo. Un papa revanchista. Un jesuita resentido y amargado que se venga y desquita.

¿Cómo debe responder el católico tradicional a este último ataque contra la Misa y los amantes de la Tradición? Pues muy sencillo: desentendiéndose. No haciendo caso de su mensaje. Haciendo caso omiso de sus motivaciones, fruto de puro odio y sed de revancha. Tranquilos, y sigan como si no hubiera pasado nada.

Los sacerdotes: Sigan como hasta ahora rezando la Misa Tradicional sin cambiar nada, excepto que celebren más.

Los obispos: Sigan como hasta ahora. No piensen que hay necesidad de alterar nada en su diócesis. ¿Hay buenos y santos sacerdotes que celebran la Misa Tradicional a laicos ávidos de los sacramentos de siempre? ¿Y eso es un problema? Si ofrecer un sacrificio reverente –el Cuerpo, Sangre, Alma y divinidad del Señor– es un problema, no podemos hacer nada. Pero si los católicos de vuestras diócesis se nutren espiritualmente con los libros de 1962, pues por lo que más quieran, fomenten eso. ¡El resto de la Iglesia se muere a pasos agigantados! ¡A quién se le ocurre amputar el miembro sano! No les pedimos necesariamente que hablen contra el Papa actual; pero tampoco tienen que esforzarse por asestar una bofetada a los católicos tradicionales de su diócesis. Somos vuestra grey, tanto como otros que asesinan a bebés sin que dejen de darles de comulgar.

Es lamentable, pero cierto: se está librando una guerra por el corazón y el alma de la Iglesia Católica. Existen actualmente, más o menos, dos bandos. En uno está Joseph Ratzinger, que se ocupó en recuperar tradiciones seculares de la Iglesia fundada por Jesucristo. Aunque no reconozca públicamente la división, pero numerosos sacerdotes y fieles están de su parte. En el otro está Jorge Bergoglio, el jesuita que era harto conocido en la Iglesia argentina como enemigo acérrimo de la Misa Tradicional y de cuantos rinden culto a Dios con los libros de antes. En su habitual estilo humilde, habla de la gigantesca división que reina en la Iglesia despotricando constantemente contra los católicos tradicionalistas y burlándose de ellos, incluso de los que ofrecieron ramilletes de oración por él mientras estaba enfermo.

Nos toca, pues, elegir bando. ¿Nos ponemos en las filas de la Tradición, o cederemos a las novedades? ¿Aceptaremos el odio y la revancha de Francisco el Humilde o nos postraremos ante las hermosas enseñanzas que nos transmitió el papa Benedicto hace catorce años corroborando siglos de tradición? Parte de la elección consiste en hacer caso omiso del último acto de odio y venganza que ha cometido contra los católicos tradicionalistas. Ya basta.

No cedan.

No se rindan.

Aguanten.

Sigan reconstruyendo.

Celebren más misas tradicionales, sin cambiar nada.

Asistan fielmente a más misas tradicionales.

Rueguen por el papado. Imploren a San Pedro que cuando Dios lo vea oportuno nos mande un papa santo que sea un fiel pastor de todos.

No hagan caso del promotor de odio y venganza, sus obras y sus pompas.

¡VIVA CRISTO REY!

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

Venecia, 17 de julio. Monseñor Viganò / Ante la apostasía de la fe, tomemos la armadura de Dios

 CHIESA E POST CONCILIO


Esta mañana se ha celebrado en Venecia el encuentro En la hora de la "Buena Lucha" para salir de la hipnosis y revivir al hombre nuevo, al hombre espiritual, hambriento y sediento de verdad . El acto ( visible aquí ) fue inaugurado por una reflexión de Monseñor Carlo Maria Viganò. A continuación se muestra el texto. Índice de intervenciones previas y relacionadas

Etiamsi omnes, ego no

Discurso de SE Mons. Carlo Maria Viganò
Evento de Venecia - 17 de julio de 2021


" Et si omnes scandalizati fuerint in te,
ego numquam scandalizabor ".
Mt 26,33

Esta convención tiene el privilegio de tener su sede en una ciudad con un pasado glorioso, donde sus gobernantes han sabido aplicar ese buen gobierno que encuentra en la religión el principio inspirador e informativo de todo reino temporal. La República de la Serenísima ha combinado todos los aspectos positivos de la monarquía, la aristocracia y la democracia en un sistema querido y diseñado para favorecer la práctica de la religión, el bienestar honesto de sus ciudadanos, el desarrollo de las artes y el comercio y los intercambios culturales, la gestión prudente. de los asuntos públicos y la prudente administración de justicia. Mientras Venecia permaneció fiel a su alta vocación, prosperó en todos los campos; cuando el último de sus Doges se dejó corromper por la masonería y las falsas filosofías de la Ilustración,

De la historia de la Serenísima podemos extraer una gran lección para los tiempos actuales y una severa advertencia para el destino de nuestra patria y de las naciones en general.
Lo que indica el declive de un imperio es la traición a los ideales que lo hicieron grande, la perversión de la autoridad, la corrupción del poder, la resignación del pueblo. Nunca como en esta época podremos ver que el destino del mundo entero, y en particular de Europa y de las naciones occidentales, esté irremediablemente marcado por todos estos elementos, que inevitablemente son preludio de su caída, de su ruina.
La traición a los ideales, a la cultura, a la civilización, al conocimiento, a las artes encuentra su causa en la apostasía de la Fe, en haber rechazado dos milenios de cristianismo y en querer eliminar, con la Cultura Cancelar , incluso la única memoria histórica. . Lo que fue moldeado en la era cristiana por la sangre de los Mártires, por el testimonio de los Confesores, por la doctrina de los Doctores de la Iglesia, por el Magisterio de los Papas y por todo un tejido de laboriosa caridad que impregnó todos los ámbitos de la Iglesia. Se rechaza la vida con molesto vergüenza. De los renegados en el poder.

La perversión de la autoridad ha hecho que los gobernantes, tanto en el ámbito civil como en el religioso, no cumplan con el propósito para el que existe, desviándose del bonum commune. Así, luego de haber rechazado el derecho divino de los soberanos y reivindicado el origen popular del poder del estado republicano, en nombre de supuestos derechos humanos y ciudadanos, la nueva clase política revolucionaria se ha mostrado dispuesta a venderse al mejor postor, rebelde a Dios y a los que dice representar. Las asombrosas promesas de democracia, libertad y soberanía popular se han roto en ausencia de moral cívica, sentido del deber, espíritu de servicio. Nacida como aplicación social de los principios revolucionarios inspirados en la masonería, la noción de Estado moderno resultó ser otro engaño colosal contra las masas, al que también se le arrebató el consuelo de una Justicia divina que moderara los excesos del tirano.

Es el clamor maligno del Crucifijo perpetuado en el tiempo. Después de doscientos años entendemos cómo se tramó ese fraude para hacer creer a las masas que pueden determinar, sobre la base de la mera mayoría numérica, lo que es bueno y lo que es malo, independientemente de la Ley natural y los Mandamientos de los que el Señor es el autor sabio. Esta impía torre de Babel muestra el derrumbe de sus cimientos justo en el momento en que parece más poderosa y destructiva. Y este es un motivo de esperanza para nosotros.

El ídolo de la igualdad se derrumba, una negación blasfema de la individualidad y la unicidad de cada hombre, en nombre de un aplanamiento hacia abajo en el que la diferencia es considerada con recelo, la autonomía de juicio es estigmatizada como antisocial, los intelectuales son una falta, la excelencia profesional un peligro. , un sentido del deber un obstáculo odioso. En esta prisión gris sin rejas tangibles, la libertad de expresión se reconoce solo en el pecado, el vicio, el crimen, la ignorancia, la fealdad: porque lo que es único en cada hombre, lo que lo hace especial, lo que lo eleva por encima de la masa informe es una demostración intolerable. de la omnipotencia de Dios, la infinita sabiduría de Su creación, el poder de Su gracia, la incomparable belleza de Su obra.

También se derrumba el mito de la falsa ciencia, rebelde como su inspiradora a la armonía del divino Cosmos. La humilde búsqueda del conocimiento y las reglas que rigen la creación sustituyó la presunción luciferina de demostrar por un lado la inexistencia de Dios y su inutilidad para la salvación de la humanidad, y por otro la loca divinización del hombre, que considera él mismo dueño del mundo mientras que sólo puede ser su guardián, de acuerdo con las normas eternas establecidas por el Creador. Y donde la sabia conciencia de la propia fragilidad había permitido grandes descubrimientos para el bien de la humanidad, hoy el orgullo de la razón engendra monstruos sedientos de poder y dinero, incluso a costa de diezmar la población mundial.

Las falsas ideologías del Liberalismo y el Comunismo colapsan, languideciendo ya después de décadas de enormes desastres políticos, sociales y económicos y hoy unidas y aliadas como fantasmas de sí mismas, en el loco proyecto del Nuevo Orden Mundial. Las palabras proféticas de los Papas sobre estas plagas de las Naciones se ven confirmadas por la observación de que ambas eran caras de una misma moneda: una medalla de desigualdad bajo la apariencia de equidad, de empobrecimiento de los pueblos bajo la especie de la justa distribución de la riqueza, de enriquecimiento de unos pocos con la promesa de más oportunidades para la mayoría.

Colapso de los partidos políticos y la supuesta oposición entre Derecha e Izquierda, hijas de la Revolución y ambas instrumentales para el ejercicio del poder. Habiendo negado los ideales que aún los inspiraron al menos nominalmente hasta las últimas décadas del siglo XX, los partidos se han convertido en empresas, acabando por crear una brecha insuperable entre la agenda que los mueve y las necesidades reales de la ciudadanía. A falta de principios inspiradores y valores innegociables, esos partidos se han dirigido a sus nuevos amos, a quienes los financian, a quienes deciden sus candidatos y orientan su acción, imponen sus elecciones. Y si la retórica atribuía al "pueblo soberano" el poder de nombrar a quien lo representara en los parlamentos y reconocía la máxima expresión de "democracia" en el voto,

Se derrumba la ilusión de que puede haber una Justicia donde las leyes de los Estados no se inspiran en el bien común, sino en el mantenimiento de un poder corrupto y la disolución del cuerpo social. Y donde la Ley de Dios está prohibida en los tribunales, la injusticia está en vigor, la honestidad es castigada, el crimen y el crimen son recompensados. Donde la Justicia no se administra en nombre de Dios, los Magistrados pueden legislar contra el Bien, haciéndose enemigos de los que deben proteger y cómplices de los que deben condenar.

El engaño de la libertad de información se derrumba, mostrando la multitud desoladora de servidores y cortesanos dispuestos a silenciar la verdad, a censurar la realidad, a subvertir los criterios del juicio objetivo en nombre del interés partidista, el deseo de enriquecerse, la embriaguez de la visibilidad efímera. . Pero si el periodista, el editor, el ensayista ya no tienen un principio inmutable que los inspira, que encuentra en el Dios vivo y verdadero el parámetro infalible para comprender e interpretar lo transitorio, la libertad se convierte en licencia, esclavitud del poder. regla y la mentira es la norma universal.

Se derrumba todo un mundo de falsedades, engaños, deshonestidad, horrores y fealdad, que durante más de dos siglos nos ha impuesto todo lo antihumano, anti-divino y anticristo como modelo. Es el reino del Anticristo, donde el transhumanismo desafía al Cielo y la naturaleza, en el eterno grito del Enemigo: ¡ Non serviam !

Pero lo que hoy vemos acontecer ante nuestros ojos constituye la esencia de un proyecto loco e infernal ontológicamente destinado al fracaso; y no es sólo un "declive", como sucedió en el transcurso de la historia a tantos imperios ahora enterrados bajo las cenizas y los escombros del tiempo: es el fin de una era que se rebeló contra el primer principio del universo, contra la naturaleza de las cosas, hasta el fin último del hombre. Una época que se rebeló contra Dios, que presumía poder despojarlo y expulsarlo, que pretendía y aún afirma poder blasfemarlo, para poder eliminarlo no solo del presente y del futuro, sino también del mundo. pasado. Una era formada por los sirvientes del Enemigo de Dios y de la humanidad, por sectas masónicas, por lobbies de poder subordinados al Mal.

Podría pensar que se trata de una visión decididamente apocalíptica del presente y de lo que nos espera; una visión de los Últimos Días, en la que los pocos fieles al Bien serán desterrados, perseguidos y asesinados, así como Nuestro Señor y la innumerable hueste de mártires fueron perseguidos y asesinados al comienzo de la era cristiana. Ante esta locura, las respuestas de las ideologías humanas no son suficientes, como tampoco basta una mirada desprovista de trascendencia. El epíteto de "apocalíptico" - que nos dirigen quienes deberían saber cuán reduccionista y muchas veces pretexto para atribuir la etiqueta de "negacionista" o "teórico de la conspiración" - traiciona una visión terrenal, en la que la Redención representa una opción entre los muchos. , junto con el marxismo u otras filosofías. Pero, ¿Qué debo predicar como obispo sino Jesucristo, y este crucificado? "(1 Cor 2, 2)?

Pero mis palabras, en esta ocasión, no quieren ser palabras de desesperación, ni quieren infundir miedo por el futuro que parece estar preparándonos.

Es cierto: este mundo rebelde y esclavizado por el Diablo, sobre todo en los que lo gobiernan con poder y dinero, nos hace la guerra y se prepara para una batalla encarnizada y despiadada, mientras pretende reunir a su alrededor tantos aliados como sea necesario. posible, incluso entre quienes prefieren no luchar por miedo o interés. A cada uno de ellos promete una recompensa, asegura una recompensa que devuelve su esclavitud a la causa o al menos la abstención de luchar en el frente opuesto. Promesas de éxito, de riqueza, de poder que siempre han seducido y corrompido a muchos a lo largo de la historia: siempre hay treinta denarios listos para el traidor.

Y lo que es más significativo, es que mientras el Enemigo declara abiertamente su hostilidad, cuántos nuestros aliados e incluso nuestros generales deberían ser, persisten en ignorarlo, negarlo, deponer las armas ante la amenaza que se avecina. En nombre del pacifismo demente, minan la verdadera paz, que es la tranquilidad del orden y no hacen cobardes y cobardes a quienes quieren destruirnos. En esto, como dije hace un momento, consiste la verdadera perversión de la autoridad: haber fracasado en el propósito para el cual hay, con la complicidad de los moderados , tibios que Nuestro Señor vomitará de Su boca.

Permítame instarle a no darse por vencido y a no dejarse seducir por quienes, movidos por el deseo de no ver comprometido su papel de supuestos mediadores en la perpetuación de un sistema corrupto y corruptor, insisten en no querer reconocer la gravedad de la situación. situación actual y deslegitimar a quienes la denuncian como un "teórico de la conspiración". Si existe una amenaza concreta para la salvación de las personas y de la raza humana; si hay una mente detrás de este proyecto articulado y organizado; si la acción de quienes la ponen en práctica está claramente encaminada a hacer el mal, la razón y la Fe nos instan a descubrir a sus autores, a denunciar sus propósitos, a impedir su ejecución. Porque si ante tal amenaza permanecemos inertes y de hecho nos esforzamos por negarla, nos convertiríamos en cómplices y cooperadores del mal,

Pero si es cierto que es indiscutible esta amenaza que se cierne sobre los buenos, los honestos, las personas que aún se mantuvieron fieles a Nuestro Señor, también es cierto que esta amenaza, por su propia naturaleza, está destinada a los más flagrantes y flagrantes. Derrota devastadora porque no cuestiona solo a los hombres, sino a Dios mismo, a toda la Corte celestial, a las huestes de Ángeles y Santos y a toda la Creación. Sí: incluso la naturaleza, obra maravillosa de Dios, se rebela contra esta violencia. Y entre la victoria final del Bien, la más segura, y este presente de tinieblas, somos nosotros, con nuestras elecciones, los que permitiremos que Dios cuente los suyos.

No pensamos que en este conflicto de época sólo debamos organizarnos por medios humanos. No estemos convencidos de que el asombroso poder de nuestro Enemigo es razón suficiente para permitirnos ser derrotados y aniquilados.

Queridos hermanos y hermanas: ¡no estamos solos! Precisamente porque esta es una guerra contra la Majestad de Dios, Él no se negará a tomar el campo de nuestro lado, dejándonos solos para luchar contra un Adversario que se atrevió a desafiar nada menos que al Todopoderoso, el Señor de los ejércitos alineados en la batalla. , a quien tiemblan los cimientos del universo. Al contrario: coloquémonos a Su lado, bajo el glorioso estandarte de la Cruz, muy seguros de una victoria inimaginable, y de una recompensa que palidece todas las riquezas de la tierra. Porque la recompensa que nos espera es inmortal y eterna: la gloria del Cielo, la dicha eterna, la vida sin fin en presencia de la Santísima Trinidad.
Las armas que debemos afilar en este tiempo, para estar preparados para la batalla inminente, son la vida en la gracia de Dios, la frecuencia de los sacramentos, la fidelidad al inmutable Depositum Fidei , la oración, especialmente el Santo Rosario, el ejercicio constante de las Virtudes, la práctica de la penitencia y el ayuno, las Obras de Misericordia corporales y espirituales, para ganar a nuestros hermanos lejanos o tibios para Dios.
Escuchemos la amonestación del Apóstol: “ Toma la armadura de Dios, para que puedas perseverar en el día inicuo y permanecer en pie después de pasar todas las pruebas. Mantente firme, ciñe tus caderas con la verdad, vístete con la coraza de justicia y ten el celo de difundir el evangelio de la paz como un zapato en tus pies. Sostén siempre en tu mano el escudo de la fe, con el cual podrás apagar todos los dardos ardientes del maligno; tomad también el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, es decir, la palabra de Dios ”(Efesios 6: 13-17).

Estas palabras, que San Pablo dirige a los fieles de la ciudad de Éfeso, son también y sobre todo válidas para nosotros, en este tiempo en el que debemos entender que " nuestra batalla no es contra criaturas de sangre y carne, sino contra los Principados y el Poder, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos que habitan en las regiones celestiales "(Efesios 6, 12).

Este evento de Venecia fue querido por sus organizadores como un momento de reflexión y acto fundacional de un movimiento de renacimiento espiritual y social. Un llamado espiritual a las armas, por así decirlo, para contar y conocerse. Pero sobre todo dar testimonio valiente de esa Fe que, por sí sola, es premisa necesaria e indispensable para la paz y la prosperidad de nuestra querida Patria. Lo dije, lo digo ahora y lo repito: pax Christi in Regno Christi.

Así, como en la celebración de la victoria de Lepanto sobre los turcos, el Senado veneciano rindió honores públicos a la Virgen Reina de las Victorias, a quien reconoció el mérito de la derrota del enemigo del cristianismo; por eso hoy debemos tener el valor de redescubrir en el Evangelio de Cristo y en la fidelidad a sus Mandamientos el elemento fundante de toda acción, personal y colectiva, social y eclesial, que quiera aspirar al éxito y ser bendecida por Dios.

Las ruinas de la sociedad antihumana y anticristiana que ha asolado los últimos siglos de la historia son una severa advertencia para quienes se engañan a sí mismos construyendo una casa sin ponerla bajo la protección del Señor: « Nisi Dominus ædificaverit domum, in vanum laboraverunt qui ædificant eam. Nisi Dominus custodierit civitatem, frustra vigilat qui custodit eam "(Sal 126, 1). Esta casa, esta ciudad sólo puede renacer y resucitar si ese Rey divino y esa Reina omnipotente reinan allí por gracia, que fueron los verdaderos soberanos de la gloriosa República de Venecia, ante quienes el Dogo y los Magistrados están representados de rodillas, como un testimonio devoto del orden religioso y social cristiano. Que esta conciencia tuya sea el motor de todas tus acciones futuras y las nuestras.

A todos ustedes, ya todos los que saben reunirse bajo las insignias de Cristo y la Virgen, les imparto de todo corazón mi bendición paterna: in nomine + Patris, et + Filii, et Spiritus + Sancti . Amén.

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo
16 de julio de 2021
Commemoratio Beatæ Mariæ Virginis de Monte Carmelo