Draguignan, 18 de Sept de 2021
Introducción (1)
Queridos amigos,
Yo deseo, en primer lugar, agradeceros por el honor que vosotros me hacéis, viniendo a escucharme, pero en efecto, yo no he venido en mi nombre, sino en el nombre de Jesús. Es a él a quien vosotros escucháis a través de mi voz, (torpe, inhábil, imperfecta), y el tema de mi conferencia, que les fue anunciado, es la Visión del futuro de la Iglesia en Europa...
Tengan certeza que no soy un profeta, ni un hijo de profetas, por hablar del futuro, pero, en mi último libro, “Se hace tarde y anochece”. Allí, yo trato de analizar la crisis de la fe, la crisis sacerdotal, la crisis de la Iglesia, el derrumbamiento espiritual del occidente... Después de haberlo leído, un periodista me hizo la siguiente pregunta:
¿Qué respondería Ud., a los que podrían estimar, que este libro es pesimista (ver alarmista)?
Yo le respondí que “Se hace tarde y anochece” trata de hacer una constatación, un diagnóstico, con el máximo de prudencia, con gran preocupación por el rigor, la precisión, y la objetividad.
Me parece que no estoy muy lejos de la verdad, y de las realidades de cosas, y de situaciones que vivimos hoy. Bien cierto, los carteles de la decadencia de occidente y del mundo pueden parecer sombríos, pero ya el papa Benedicto XVI, él mismo ha dicho, en 2005 en Subiaco, un mes antes de su elección a la silla de San Pedro:
El dijo que el occidente atraviesa una crisis como no se ha visto en toda la historia de la humanidad. La realidad está allí. Lo que ahora aparece a plena luz del día tiene causas profundas. Se debe tener el coraje y la honestidad de denunciar con claridad.
1. Crisis espiritual de la fe
La crisis que viven el clero, la Iglesia, el occidente y el mundo, es radicalmente una crisis espiritual. Es una crisis de la fe en Dios. Uno no puede decir que no hay crisis de la fe, cuando vemos bien que las iglesias en la mayoría de los países europeos están vacías. A título de ejemplo: En Alemania, cada año, hay 200000 católicos que abandonan la Iglesia Católica, paralelamente, 300.000 protestantes que abandonan la iglesia protestante. El descenso de la fe en la presencia real de Jesucristo está al corazón de la crisis actual de la Iglesia y de su declinación, sobre todo en occidente. Realmente no se cree más en la presencia real de Jesucristo. Después de ver un sacerdote celebrar la misa, uno puede saber si tiene la fe o no... Cuando el sacerdote tiene la eucaristía uno puede saber si él tiene la fe o no... Por como se comportan cuando la gente viene a pedir la eucaristía sobre la lengua uno puede saber si él tiene la fe o no, el padre que les trata mal (es decir que no sabe lo que él tiene en sus manos).
Uno ha dicho frecuentemente (dice George Bernanos), uno frecuentemente ve con lágrimas de impotencia, de pereza, o de orgullo, que el mundo se descristianice, pero el mundo no ha vencido a Jesucristo... Somos nosotros que lo hemos recibido por él, es de nuestro corazón que Dios se retira... Somos nosotros que nos descristianizamos... miserables...
2. Reemplazo de la misión fundamental de la Iglesia
En lugar de afirmar que, la cuestión cristiana de la fe, y la misión fundamental de la Iglesia, es el anuncio del evangelio, y el nombre de Jesucristo, único salvador del mundo... Alguno pasa mucho tiempo a hablar de la homosexualidad, del recibimiento a los inmigrantes, de diálogo, de la apertura, del medio ambiente, de cuestiones socio económicas, de política... Otro organiza toda una estrategia de presión por hacer cambiar la enseñanza de la Iglesia, sobre el celibato, sobre la moral sexual. Yo no digo que haya que minimizar o despreciar esas cuestiones importantes y urgentes, que la Iglesia las debe también enfrentar con franqueza y a la luz del evangelio y la revelación.
3. Rechazo de Dios en las conciencias
Dios, por lo tanto, está puesto de costado. La crisis espiritual que nosotros atravesamos es casi mundial, pero ella tiene su origen en Europa. El rechazo de Dios está en la conciencia occidental. No solamente Dios es rechazado, pero Frederick Nietzsche, que uno podría considerarlo como el vocero de occidente, afirma que Dios está muerto. Dios resta muerto y somos nosotros que lo hemos matado, somos los asesinos de Dios... al temor de Dios en el mundo de los hombres, Nietzsche opone la profecía del superhombre capaz de reemplazar a Dios. Hoy el hombre ha tomado el lugar de Dios. Él se hace Dios y dicta nuevas leyes. Eso que Dios había prohibido, el hombre lo legaliza hoy.
Matar un niño, eso es malo, pero la Europa legaliza el aborto. Dios dijo, el hombre no abandonará jamás a su mujer y la mujer no abandonará jamás a su esposo, los dos no son que una sola carne. Hoy el hombre legaliza el divorcio. Él se pone en lugar de Dios. Ese rechazo de Dios y esta crisis de fe, no se trata de un problema intelectual o teológico, en el sentido universitario del término, se trata de encontrar una fe viva, una fe que impregna y transforma la vida. Si la fe no encuentra una vitalidad nueva, convirtiéndose en una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro personal e íntimo que ella instaura con Jesús, todas las reformas de la Iglesia que nosotros emprendamos quedarán ineficaces y vacías, y nos encaminará hacia la ruina total. Esta pérdida de sentido de la fe es la fuente y la raíz de la crisis de la civilización, de la crisis de la iglesia, del sacerdocio, que atravesamos hoy.
Como en los primeros siglos del cristianismo, cuando se derrumbó el imperio romano, todas las instituciones humanas parecen hoy, ser la voz de la decadencia. Y perdiendo el sentido de Dios, uno socava los cimientos de toda civilización humana y abre la puerta a la barbarie totalitaria. El hombre separado de Dios es reducido a su sola dimensión horizontal. Esta amputación es justamente una de las causas fundamentales de los totalitarismos que han tenido consecuencias trágicas en el siglo XX. Oscureciendo la referencia a Dios, uno deja lugar al relativismo y a una concepción absolutista, ambigua, de la libertad, que termina por enlazar al hombre a los ídolos. Si Dios pierde su carácter central, el hombre pierde su justo lugar y él no reencuentra nunca su lugar en la creación, en las relaciones con los otros. El rechazo moderno de Dios nos encierra en un nuevo totalitarismo: el del relativismo y del liberalismo absoluto que no obedece ninguna ley, si no es la del lucro (ganancia material sin escrúpulos).
4. Crisis inédita del sacerdocio
El sacerdocio mismo ha entrado en una crisis inédita, única en la historia de la Iglesia. Cierto, hay una minoría de sacerdotes que están en una crisis profunda, pero igual, si hubieran sido sólo dos, cuando un miembro sufre es todo el cuerpo que sufre. Cuando yo estoy incapacitado de una mano, mi mano me incapacita todo mi cuerpo.
Entonces, el sacerdocio mismo ha entrado en una crisis inédita y única en la iglesia:
El celibato sacerdotal es considerado como una realidad inhumana, imposible, una imposición cruel de la cual hay que deshacerse. Yo no pienso que en el pasado, nosotros hayamos pasado por acusaciones tan fuertes, tan horribles, como esas dirigidas actualmente contra cardenales, obispos, sacerdotes, algunas veces, incluso condenados a penas de prisión.
Cierto, el clero no ha sido siempre ejemplar en su conducta. Ya en el siglo VII, Gregorio Magno, se quejaba que había demasiados sacerdotes, porque muchos aceptaban el ministerio sacerdotal, pero no hacían el trabajo del sacerdocio. ¡Qué diría de hoy que somos 400.000 sacerdotes! Pero reconozcamos que eso que está orquestado de manera maquiavélica, y eso que es real hoy concerniente al clero, es inédito, es doloroso.
5. Demolición de la familia, decadencia, homosexualidad
En el transcurso de la historia del mundo y de los pueblos, no parece que haya existido una civilización donde los pueblos hayan legalizado el aborto, como he dicho recientemente, donde la homosexualidad, la eutanasia, han demolido la familia y destruido el matrimonio, a un punto tal como lo hace el occidente hoy. Esos son, por lo tanto, aspectos esenciales de la vida humana: si no hay más familia, si no hay más matrimonio, la sociedad desaparece. Estamos en una situación difícil, y la crisis es profunda, grave, y peligrosa para la supervivencia de la humanidad. El mundo moderno está en una crisis que amenaza mortalmente nuestro futuro.
6. Progreso en beneficio del mal
Cierto, no debemos ignorar los éxitos extraordinarios del occidente en el plano de la ciencia y la tecnología. En efecto, es evidente, que el mundo moderno presenta una extraordinaria intensidad de vida intelectual con maravillosos prodigios y progresos de todas las ciencias, el desarrollo extraordinario de las letras y las artes. El progreso fantástico de una multitud de técnicas, poniendo cada vez más medios al servicio del hombre sobre toda la faz del planeta, el desarrollo considerable de relación o de contactos humanos gracias a tecnologías prodigiosas, es verdaderamente excepcional: Los medios de comunicación social.
Los hombres han podido servirse frecuentemente de toda esa tecnología, de todo ese progreso, para hacer el mal, difundir mentiras, incitar a la violencia y a la rebelión, provocar guerras, y destruirse mutuamente. Sería absurdo negar que, incluso así, esos medios técnicos son buenos, son reales progresos. Igualmente hay que notar una proliferación increíble de corrientes de pensamiento y de ideologías, las más diversas.
A pesar de todos esos aspectos positivos y esos inmensos éxitos científicos y tecnológicos, no podemos honestamente, negar el déficit crónico de la natalidad, sobre todo en occidente. La demolición programada de los fundamentos de la familia y el matrimonio, los vicios contra natura, los actos pedófilos, abusos de menores, los actos homosexuales y los horrores de la pornografía, que profanan y malignizan el cuerpo masculino y femenino. Todo eso manifiesta una profunda crisis antropológica y una decadencia de la civilización en occidente. Como decía el papa Benedicto XVI (él fue un hombre que verdaderamente estuvo presente, y que estudió el occidente de manera profunda y seria. Uno puede fiarse de él, cuando analiza la situación del mundo occidental hoy): él decía así:
“El matrimonio monógamo, la estructura fundamental de la relación entre la esposa y el esposo, así como la familia concebida como célula de formación para la comunidad social, es eso lo que se debe modelar y debe llevar la fe cristiana y la fe bíblica. La Europa no sería más la Europa, si esa célula fundamental del organismo social desapareciese y se viese totalmente transformada. Nosotros sabemos todos hasta qué punto el matrimonio y la familia están amenazados. Ellos lo están, en razón del divorcio, hecho siempre más fácil, lo que ha hecho desaparecer el carácter indisoluble: ellos lo están también, en razón de nuevos comportamientos que se van generalizando: la vida común de un hombre y una mujer sin la forma jurídica del matrimonio, en ruidoso contraste, se ve ahora personas homosexuales, que reclaman de manera paradojal, que su vida común sea jurídicamente reconocida, para ser asimilados más o menos al matrimonio. Esta tendencia nos hace salir de la historia moral de la humanidad”.
Yo pienso que eso que Benedicto XVI ha dicho es para retener de una manera absoluta.
7. Ideología de género: Rebelión contra Dios
Hablemos de la ideología de género, que viene a agravar la crisis antropológica. Esta ideología deja entender que cada uno se crea a sí mismo, hasta su identidad sexual, por lo tanto, uno puede elegir ser un hombre, o una mujer o una persona neutra... ¡Jamás en la historia de la humanidad uno ha visto una tal degradación del hombre! hacerse uno mismo, elegir su sexo, cambiar de sexo...
La ideología de género es en ciertos aspectos, superada, cuando uno habla al presente, de personas androgénicas o agenéricas, entre otras categorías que se multiplican en el discurso contemporáneo...
Y así, podríamos ser todo y nada, según nuestros estados de ánimo interiores, de cada uno... Una manera de sustraer al hombre, de los límites de su condición humana, en tanto que todos, tenemos que recibirnos (aceptarnos) en nuestro propio cuerpo de hombre o de mujer, que nos han sido dados, en lugar de creer que nos damos a nosotros mismos, que nos creamos a nosotros mismos. Es por eso que un hombre no cambiará jamás a mujer y una mujer no se convertirá jamás en un hombre, a menos que se mienta a uno mismo o juegue con las apariencias...
¿Cómo hemos llegado a una demencia tal, a tal una crisis? Es porque masivamente hemos rechazado a Dios. Dios no tiene ya lugar en la sociedad. El único ambiente donde él es tolerado, es considerado y consignado a residencia vigilada: Es en el dominio privado. El hombre a tomado el lugar de Dios.
Él edita nuevas leyes en total oposición a las de Dios y a las de la naturaleza.
El hombre occidental estima y permite que hombres puedan legalmente casarse entre ellos y las mujeres igualmente entre ellas y que esas parejas del mismo sexo puedan adoptar niños, rompiendo y enturbiando radicalmente todo el sistema filial y parental.
Entonces, cuando uno tiene la impresión de luchar por la supresión o la abolición de la pena capital, ¡es una comedia hoy!, todo el mundo desea que se suprima la pena capital y al mismo momento la muerte de los niños por nacer se ha hecho legal, el aborto se ha convertido en un derecho de la mujer, uno eutanasia legalmente las personas ancianas o las enfermas.
Mientras uno combate por todos lados contra la mutilación genital aplicada inhumanamente en ciertos países, conjuntamente uno legaliza en occidente la mutilación de personas que desean cambiar de sexo.
Yo tuve que tratar un caso, cuando todavía era prefecto del culto divino y las disciplinas de los sacramentos:
Una mujer casada, 11 años de matrimonio, su marido puede ser, muerto o separado, eso no figura en su legajo, ella decide convertirse en hombre. Ella se hace operar, un seno, segunda operación, el otro seno, tercera operación el útero, y se convierte en un trans perfecto, reconocido por la ley francesa. Yo no sé si el obispo ha controlado su legajo. Esa persona entra al seminario y hace toda su teología, ella es ordenada diácono, pero el obispo que le ordenó va a la pensión y su sucesor encuentra su legajo. Él me escribe, mire la situación en que me encuentro, ¿qué Piensa Ud? Yo le dije: Escuche, vea a esa persona, hagan un comunicado juntos, y diga que aplaza la ordenación (faltaban tres meses para la ordenación) y rechace esa ordenación sine die y yo le digo porque: “Su ordenación diaconal es inválida, porque uno ha ordenado una mujer”. Fue así como impedimos la ordenación de una mujer en Francia.
En otro caso, una chica de 13 años, ya hace 2 años, ella se preparaba para la confirmación. El obispo nos escribió: “¿esta chica desea ser hombre, ha comenzado su tratamiento, sus padres están de acuerdo, yo confirmo una mujer o un hombre?”.
Yo le escribí: “es una persona que se rebela contra Dios, porque la rebelión contra Dios es el pecado, es negar eso que Dios me ha hecho, es decir Señor tu me has hecho mujer, tú has hecho mal Señor, yo voy a convertirme en hombre. Y bien, no confirme esta mujer, a menos que Ud la convenza que quede como mujer”.
Estos son casos que pueden ocurrirnos frecuentemente hoy. Véanlo vosotros: al mismo tiempo que uno combate contra las mutilaciones genitales, en occidente se legaliza esta mutilación...
Yo me disculpo al dar estos casos precisos, pero lo que yo escribo es por una larga observación; el diagnostico es preciso, real, objetivo y yo solamente voy a llamar la atención de que los occidentales van hacia una deriva irreparable, si no dejan de querer transformar al hombre, haciéndolo Dios.
Vivimos hoy en la confusión, un verdadero caos se desparrama. Hay allí un rechazo a ese recibir de Dios. El derrumbamiento espiritual, la confusión en la enseñanza doctrinal y moral de la Iglesia, y la erosión de la fe cristiana, tienen por lo tanto, caracteres puramente occidentales.
8. Rechazo de la paternidad VS beneficio a cualquier precio
Desearía señalar en particular el rechazo a la paternidad.
Se ha convencido a nuestros contemporáneos que para ser libre no se debía depender de nadie. Hay allí un error trágico. Los occidentales están persuadidos que recibir es contrario a la dignidad de la persona humana. Pero el hombre civilizado, él es fundamentalmente heredero: él recibe una historia, una cultura, un idioma; él recibe una religión, una fe, un nombre, una familia, una tradición, una patria... El hombre civilizado es un heredero. Eso es lo que lo distingue del bárbaro. Rechazar el inscribirse en una red de dependencia, de tradición, de herencia, de filiación, nos condena a entrar desnudos en la jungla de la competencia de una economía abandonada a ella misma, porque del rechazo de aceptarse como heredero, el hombre se condena al infierno de la mundialización liberal sin referencias morales ni éticas, donde los intereses individuales se enfrentan sin ninguna otra ley que la del beneficio a cualquier precio.
En el libro “Se hace tarde y anochece” intento recordar a los occidentales que la verdadera razón de ese rechazo de la herencia, de ese rechazo de la paternidad es, en el fondo, el rechazo a Dios, el rechazo a Dios dentro de la sociedad occidental. Recibimos de Él, nuestra naturaleza de hombre y de mujer; Dios ha creado al hombre a su imagen, a la imagen de Dios él les crea, “hombre y mujer los creó”. Eso por lo tanto, se convierte en insoportable a los espíritus modernos. La ideología de género es efectivamente un rechazo a recibir de Dios su naturaleza sexual.
Algunos en occidente, se rebelan contra Dios y se oponen frontalmente contra su creador y Padre, y se mutilan horriblemente, pero inútilmente para cambiar de sexo. Sin embargo, cambian fundamentalmente nada en su estructura de hombres y de mujeres. La ciencia lo prueba. Podemos mutilar una mujer para transformarla en hombre, nada cambia. Igualmente sucede con el hombre. El occidente rechaza recibir y sólo acepta aquello que él mismo construye.
9. Transhumanismo
El transhumanismo es el último avatar de esos movimientos. Como vemos, más el mundo va mal y amenaza derrumbarse, más se debe soñar; es necesario alimentar las poblaciones con promesas exorbitantes, magnificar al hombre, volverlo inmortal, volverlo todopoderoso. Pero vemos muy bien cómo los virus nos hacen tomar conciencia de nuestra fragilidad, de nuestra nada. Nosotros que nos creemos poderosos… un virus nos ha hecho reconocer, notar, que morimos, que no somos eternos. Nadie es eterno. Nosotros estamos hechos para encontrarnos con el Señor, porque estamos sólo en peregrinación aquí. Estamos hechos para los siglos de los siglos.
10. El hombre está hecho para la eternidad
Entonces, cuanto peor va el mundo y amenaza derrumbarse, más deben darse promesas exorbitantes varias veces, revelándonos otro error, que consistiría en considerar un progreso continuo, con el cual lo más perfecto estaría siempre en el futuro, y el presente es una etapa hacia algo mejor.
Contra tal error, hay que repetir que Jesucristo es absolutamente perfecto, en todos los órdenes, que la perfección absoluta y definitiva se realizó en él, que nada puede ser más perfecto, ni será jamás perfecto, y que la Iglesia no esperará jamás una perfección nueva, que no encuentra desde su origen. La Iglesia es perfecta, desde el origen, y santa, desde el origen. Todas las reformas de la Iglesia son falsas. Somos nosotros los que nos debemos reformar, no la Iglesia. La Iglesia es santa. Lo proclamamos en el Credo. Uno desea crear una Iglesia nueva, una Iglesia moderna, pero no la de Cristo.
Cristo y el cristianismo son definitivos, para la eternidad.
Pero nosotros, los miembros de la Iglesia, debemos reformarnos, convertirnos. Debemos convertirnos en cristos. Es por eso que nosotros llevamos el nombre de cristianos, debemos ser cristos. Yo digo frecuentemente a los sacerdotes, ustedes no son solamente alter Christus, otros cristos, ustedes son ipse Christus, Cristo, Él mismo, y cada uno, cada cristiano, puede decir la misma cosa. Es Cristo quien se prolonga en mi vida. Cuando uno vea un cristiano, uno debe ver a Cristo, cuando uno escucha un cristiano, uno debe escuchar a Cristo. Toda la verdad de Dios nos es dada y revelada en Cristo. Jamás una nueva verdad se agregará a esa de la revelación.
La cruz de Cristo es una fuente infinita de santidad a la cual no habrá jamás nada que agregar. Jamás un santo agregará nada a la santidad de Jesucristo. Jamás habrá otro medio que los siete sacramentos establecidos por Jesucristo, otras sociedades que la iglesia fundada por Él, pudiendo ser salvadas y santificadas por Él. Jamás vendrá después del cristianismo una religión nueva y superior que Él (Cristo) hubo preparado.
Decimos Cristo es el mismo, ayer, hoy y siempre. Debemos creer esto mismo y vivir esto mismo. Lo que la fe cristiana nos hace afirmar, excluye otro error: la de considerar la evolución de la creación marchando hacia su fin como una evolución continua y sin ruptura. La fe cristiana nos hace considerar en la historia dos partes esencialmente diferentes: antes y después de Cristo. Antes de Cristo, lo perfecto y definitivo, no ha sido todavía realizado. Y en Dios y en el futuro, a partir de Cristo, Él es realizado.
Cristo no es en la historia, una etapa hacia algo más perfecto, superior. Él es una línea que nos hace llegar a la cima. Con Cristo vemos bien que, detrás de la ilusión de nuevos horizontes, de una humanidad magnificada, bien podría aparecer una humanidad finalmente disminuida, una humanidad desnaturalizada, mutilada.
11. Redescubrir a Dios
Entonces, ¿qué hacer para salir de todas estas crisis y de la confusión moral y antropológica? ¿Quién echó a Dios del mundo de los hombres?
Para salir de su crisis, el hombre debe redescubrir a Dios y su amor infinito por nosotros. Debemos convencernos absolutamente que jamás la humanidad se encontrará en un orden puramente natural, donde ella podrá realizar su destino, por el simple desarrollo de la naturaleza humana, por la simple evolución de la persona humana. Es para la eternidad y de una manera inmutable que Dios nos ha creado, para ser infinitamente más que hombres y tener en nosotros mismos, una naturaleza puramente humana.
Dios nos ha hecho para nosotros, para reencontrar la naturaleza divina, porque nosotros compartimos Su vida divina. Jamás Cristo ha venido para mantenernos humanamente, sino para elevarnos hacia el Padre, para divinizarnos. Jamás Cristo nos ha dicho “sed perfectos como hombres perfectos”, “realízense plenamente en vuestra humanidad”. Él ha dicho “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Estamos hechos para Dios y nuestro corazón está inquieto en la medida que no descansa en Dios. Ese es el corazón de nuestra fe: creer que desde ahora podemos compartir la vida de Dios. Entonces, está establecido para la eternidad que ¡los hombres no pueden realizar sus destinos, sino es dentro de un orden sobrenatural, donde por los dones enteramente gratuitos de la gracia de Dios, ellos son hijos de Dios!
No le fue dicho “sed perfectos de una perfección humana”, de pleno desarrollo en el dominio humano, sino “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
El hombre encontrará y se realizará, y realizará su perfección, no solamente en el plano humano, sino en Dios.
Lo que creemos, es la respuesta que Dios da, a la pregunta ineludible, sobre el sentido de la existencia humana. Esta respuesta está entera, en un adagio, que es tradicional en la Iglesia desde los primeros siglos. Parece que el primero en utilizarlo fue San Ireneo, obispo de Lyon, que murió en el año 200. Este adagio fue repetido por los padres de la Iglesia, sean del occidente, o del oriente. Yo se los voy a citar en latín para que el tenga su carácter de autenticidad. Decía San Ireneo:
“Dei homo factus est ut homo fieret Deus”, esto es, “Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios”. Es entonces urgente re-evangelizar occidente. Ayudarlo a reencontrar las raíces cristianas de su cultura, de su ser. Occidente debe reencontrar la fuente de su vida, de su historia, de su cultura, sino se arriesga a paganizar el mundo entero. Si occidente se rechaza y se encierra en su laicismo, en su autonomía respecto de Dios, se arriesga a desaparecer y morir, como lo hemos dicho antes.
Un árbol, no importa lo vigoroso que sea, si pierde sus raíces muere.
Un río, por majestuoso que él sea, si es aislado de su fuente, él se seca y desaparece. Gracias.
Cardenal Robert Sarah