A menudo se suele decir que los árboles no nos dejan ver el bosque, de modo que no nos damos cuenta de nuestra situación por falta de perspectiva.
Esa falta de perspectiva ha llevado a mucha gente a verse sometida, sin darse cuenta, a una agenda política que se ha convertido en una trituradora de libertades y también de vidas humanas, una trituradora gestionada por la izquierda, cuyo fin es mantenerla en el poder al precio que sea, y que está degradando cada vez más nuestra sociedad. ¿Cómo empezó todo esto?
1. Antinatalismo, suicidio demográfico y cristianofobia
En la década de 1970, de la mano del neomaltusianismo y del ecologismo radical, la izquierda empezó a propagar el mito de la superpoblación, valiéndose para ello de catastróficas predicciones ecológicas que no se cumplieron, pero que sirvieron durante años para promover el antinatalismo y el aborto en las sociedades occidentales, incluso criminalizando a las familias con hijos y presentándolas como culpables del cambio climático.
Este proceso fue paralelo a la promoción de la cristianofobia, para que sociedades antaño cristianas aceptasen los dogmas de una izquierda anticristiana y que considera la familia una institución burguesa que debe ser abolida. Esto ha llevado a buena parte de Occidente a un suicidio demográfico que tendrá nefastas consecuencias sociales y económicas, debido a que una sociedad envejecida y con una pirámide de población invertida es incapaz de sostener los actuales sistemas de pensiones.
2. Inmigración masiva e islamización
“Sin la población inmigrante, el Partido Socialista se habría reducido al ocho por ciento del electorado en Bruselas. Nos hemos convertido en prisioneros”. No son palabras de un paranoico ultraderechista: lo reconoció Merry Hermanus, miembro del Partido Socialista belga. La izquierda utilizó la inmigración masiva para conseguir un nuevo caladero de votos a medida que iba perdiendo el apoyo de los trabajadores al asumir unas tesis ideológicas (feminismo radical, ideología de género y la propia inmigración masiva) que muchos de ellos rechazan.
Así mismo, la izquierda favoreció la inmigración islámica por motivos ideológicos: comparte con el rechazo del islamismo al cristianismo y a Occidente, y además era una forma de promover la descristianización de la sociedad, erosionando la libertad religiosa de los cristianos con la excusa de no ofender a los musulmanes recién llegados.
3. Subsidiar la vagancia a costa de los trabajadores
Otra forma que tenía la izquierda para captar votantes era promover toda clase de subsidios con la excusa de proteger a las personas con menos recursos. El fin parecía bueno, pero esas políticas han ido aumentando la presión fiscal hasta extremos impensables hace décadas, y ha creado una losa cada vez más insoportable sobre la población activa, sobre esos trabajadores que antes votaban a la izquierda. A esto hay que añadir que ese sistema de subsidios ha resultado ser un imán para los que llegan a Europa pensando que aquí pueden recibir una paga por no hacer nada. Ante la insostenibilidad de este sistema, la izquierda ha afirmado la necesidad de más inmigración con el objetivo de que pague las pensiones, para de paso arreglar el suicidio demográfico promovido por esa misma izquierda mediante sus políticas de promoción del aborto.
4. El papel del feminismo izquierdista
El problema de la inmigración masiva procedente de países islámicos es que trae sus costumbres con ella, y en muchos de esos países, la mujer es tratada como un ser humano de segunda categoría. Como consecuencia de ello, en Europa estamos viendo un auge de las agresiones sexuales a mujeres por parte de inmigrantes y también una pasmosa tolerancia hacia los matrimonios infantiles entre los inmigrantes.
Esto debería provocar alarma en el movimiento feminista, pero no ha sido así. Ese movimiento lleva décadas tomado por la izquierda. El feminismo izquierdista ha dado la espalda a las mujeres víctimas de los abusos en países islámicos (la izquierda ve en el mundo islámico a un potencial aliado contra su enemigo común: Occidente), y también a las que sufren agresiones sexuales por parte de inmigrantes islámicos en Europa. En vez de eso, la izquierda ha tenido la “genial” ocurrencia de criminalizar a todos los hombres, como pretexto para promover medidas que discriminan legalmente a los varones y contribuyen a fomentar un amplio negocio político formado por organizaciones feministas subvencionadas por el Estado y afines a la izquierda.
5. Criminalizando a quienes se quejan del desastre provocado por la izquierda
Obviamente, todo lo que acabamos de ver genera resistencia en una parte de la sociedad: desde los que sufren en sus barrios el aumento de la delincuencia como consecuencia de la inmigración masiva, hasta las mujeres que ya no pueden ir solas por ciertas calles a ciertas horas, los hombres que sufren los abusos de las leyes de género que violan la presunción de inocencia, los trabajadores que después de toda una vida cotizando ven que se rebaja cada vez más su pensión de jubilación, los cristianos que sufren la violencia y el odio de la izquierda, y un largo etcétera.
La existencia de una derecha tibia y dispuesta a asumir muchas de las tesis de la izquierda había servido, hasta hace poco, para que todo el proceso que acabamos de repasar se desarrollase sin apenas resistencia en el ámbito político. Pero desde hace unos años está en auge otra derecha desacomplejada y que se atreve a denunciar todo eso que está ocurriendo, una derecha que no tiene reparos en discutir los dogmas de la izquierda y en alertar contra su agenda política e ideológica. Se trata de una derecha que está captado a muchos votantes de izquierdas, ya que esa inmigración masiva ha degradado barrios enteros de grandes ciudades europeas, y son precisamente los barrios de la población con menos recursos y que antes votaba a socialistas y comunistas.
Si tuviese un mínimo de honradez intelectual, la izquierda debería reconocer el círculo vicioso en el que nos ha metido, pero eso implicaría su desaparición, ya que dejaría al descubierto las mentiras que ha estado promoviendo durante años para desarrollar su agenda política. Así que en vez de eso, la izquierda se está lanzado a criminalizar a quienes se quejan del desastre provocado por socialistas y comunistas, llamándoles “racistas”, “xenófobos”, “retrógrados” y “fascistas”, sobre todo a quienes se han hartado y han decidido apoyar a partidos de esa derecha desacomplejada.
Con ello, la izquierda ha iniciado una huida hacia adelante que sólo tiene dos salidas: degradar cada vez más nuestras instituciones y lesionar derechos fundamentales para seguir profundizando en la grave crisis social que han generado sus políticas (incluso recurriendo a la censura para silenciar toda queja, tachándola de “discurso de odio”), o romper ese círculo vicioso, desmontando los mitos ideológicos de la izquierda y empezando a reparar el daño causado durante años. La sociedad europea sólo tiene una salida si quiere sobrevivir: la segunda opción. Con la primera opción ya no será Europa, sino Europistán.
Elentir