Aunque hoy es difícil de imaginar, basta echar un vistazo a la situación que en todos los órdenes vivía España en Julio de 1936 para concluir sin temor a equivocarnos que el Alzamiento Nacional no sólo fue necesario, sino obligado y además absolutamente justificado desde todo punto de vista; más aún, porque no realizarlo hubiera supuesto traición.
En Julio de 1936 media España, esa antiEspaña que padecemos surgida de aquel siglo XIX que quisiéramos borrar de nuestra historia, después de cargarse la Monarquía presentando a la República como solución mágica a todos los males de entonces, que sin duda no eran baladíes, entre otros la injusticia social que las derechas no quisieron o supieron corregir a tiempo y con eficacia, se cargaron también, mediante la revolución al más puro estilo marxista-leninista, a la II República que nunca quisieron democrática, sino bolchevique.
Creyéndose lo suficientemente fuertes, y a pesar del batacazo que les supuso el ensayo revolucionario de Octubre de 1934, las izquierdas y los separatista iban decididos a la guerra civil revolucionaria porque la creían ganada de antemano. Además de aquel ensayo revolucionario conviene recordar el pucherazo antidemocrático por el que en Febrero de 1936 se hizo con el poder el Frente Popular, coalición revolucionaria de izquierdas y separatistas; no sólo a nivel nacional, sino también municipal al expulsar literal y violentamente de los ayuntamientos a las corporaciones que los gobernaban conforme a los resultados de las últimas elecciones municipales celebradas en 1933. Sus acciones hasta Julio causaron 330 muertos e incontables heridos, destrucciones, etc., por razones (excusas) político-ideológicas, así como la destrucción de gran parte del tejido productivo industrial y rural de España sumiéndola en el caos y la miseria.
La situación prerrevolucionaria era tan evidente y de tal calibre que ni sus líderes y seguidores lo ocultaban. Sus declaraciones y discursos, así como sus acciones, no dejaban lugar a dudas. La revolución como tal estaba decidida, las fuerzas preparadas, los objetivos escogidos y señalados, la fecha para el estallido revolucionario era inmediata. No había, pues, más remedio que aceptar el reto, hacer frente al enemigo declarado, si quieren incluso caer en su trampa reaccionando contra la tormenta que se avecinaba y que sus impulsores no ocultaban, como tampoco que la iba a descargar sobre la otra media España la cual, evidentemente, no se engañaba. Así pues, no alzarse en armas frente a tan funesto destino tanto de la Patria como de ellos mismos, habría sido suicida, necedad, cobardía y traición. No hay duda: el Alzamiento Nacional fue necesario, obligado y justificado.
El Alzamiento significó la rebelión de la parte sana del pueblo español tanto frente al destino totalitario que le reservaban los revolucionarios, como al sometimiento esclavo a una ideología, la marxista-leninista, y a una potencia, la URSS, ajenas ambas y extremadamente nocivas que por entonces ya sufría Rusia con las consecuencias que hoy conocemos con toda exactitud; las mismas que padecieron después los países del Este de Europa y los de otros continentes que no supieron o no pudieron alzarse como sí lo hizo España.
El Alzamiento significó el punto de partida para el renacer de nuestra Patria tras un siglo y cuarto de decadencia que la llevó en Julio de 1936 al borde de la extinción como nación y como pueblo libre, soberano e independiente. La prueba es que en la parte que durante la guerra quedó bajo la férula frentepopulista, no sólo la II República fue sustituida por otra revolucionaria socialista y soviética totalitaria y criminal donde se extinguió sin más a todo colectivo considerado opuesto en un genocidio brutal –incluso de su misma o cercana ideología, caso del POUM y de los anarquistas—, sino que sus autoridades se sometieron hasta lo indecible a los dictados soviéticos incluso a los que ponían en peligro las vidas de los suyos. Lo que ocurrió en la zona frentepopulista fue lo que le esperaba a toda España si no se hubiera producido el Alzamiento o si no se hubiera ganado la guerra. El también alzamiento del Col. Segismundo Casado y de los históricos líderes Julián Besteiro, socialista, y Cipriano Mera, anarquista, en Marzo de 1939 contra la dictadura soviética de ese mismo Frente Popular nos da también la razón y avala lo que decimos.
El Alzamiento del 18 de Julio supuso pues para España la reconquista de su libertad, soberanía, independencia, dignidad y honor, bien que a costa de mucho sudor, sangre y lágrimas. Y es que la desidia, ingenuidad e incluso estupidez de nuestro siglo XIX llegó a tanto que se tenía que pagar muy caro.
Por último, un apunte, aún a riesgo de que pueda ser tachado de digresión, pero que por su importancia no quiero dejar en el tintero.
La etapa de gobierno del Generalísimo Franco nadie puede negar que supuso la reconstrucción espiritual, moral y material de España hasta cotas jamás igualadas, máxime partiéndose de donde se partía y más aún no sólo sin ayuda alguna exterior, salvo casos muy contados, sino con la oposición activa de medio mundo y en condiciones extremas debido, por ejemplo, a la II Guerra Mundial. Con sus sombras, claro está, porque no hay obra humana que sea perfecta, dicha etapa consiguió articular una nueva España digna, libre, unida, en paz, igualitaria, socialmente justa, ordenada y eficaz, donde primó siempre el bien general sobre el particular, el de los más necesitados sobre el de los menos. Con sus sombras, repito, porque no hay obra humana perfecta, dicho periodo justificó con sus logros aún mucho más el Alzamiento y la guerra subsiguiente. Porque de nada hubieran servido ni lo uno ni la otra, sino todo lo contrario, se hubieran descalificado, si lo que vino después hubiera sido un fracaso o un desastre.
El problema, la lástima, la pena, la desgracia es que los que tanto hicieron y lograron o no supieron o no quisieron trasmitir en toda su extensión a la siguientes generaciones lo que fue y significó el Alzamiento y mantenerlo vivo, por lo que los españoles de la década de los setenta no estaba preparados, sino peor aún indefensos, y se dejaron llevar por los cantos de sirena de los recalcitrantes y resentidos que nunca quisieron asumir su fracaso y en cambio, a pesar de las bondades del Régimen, del cual y en el cual vivieron y progresaron, habían guardado su inquina para vomitarla cuando llegó el momento.
Aún peor, porque en realidad es que aquella generación que sin duda construyó esa España próspera como nunca antes, libre y reconciliada de verdad, pacífica y eficaz, ante la certeza de la desaparición natural de Franco fue poco a poco traicionando a aquel Alzamiento, a sus caídos y a ellos mismos, a sus propios ideales, hasta llegar a caer en la villanía de la traición trabajando desde dentro para derruir lo construido con los resultados que hoy vemos y sufrimos que han llevado a España a una nueva situación límite muy cercana, aunque con otras formas, a la de Julio de 1936; aunque no lo crean y no lo parezca.
Ya desde mediados de la década de los sesenta se ve con claridad que incluso entre aquellos que habían protagonizado Alzamiento, guerra y reconstrucción cundía el adocenamiento, la acomodación, la dejadez, los complejos, la cobardía y la codicia todo lo cual les impulsaba a cambiar de bando y dejarse llevar por los más decididos, los enemigos de España de antaño y de siempre.
No estoy de acuerdo con los que dicen que el Régimen sin Franco era inviable. Que necesitaba reformas, adaptaciones, es evidente, como también que si se hubieran impulsado en el sentido y con los fines correctos hubieran triunfado porque la base era sólida. El problema fue aquel “sálvese quien pueda”, empezando por Juan Carlos I, de un barco que ni siquiera zozobraba, sino todo lo contrario, pues iba viento en popa y a toda vela. El problema fue la pura y dura traición de la mayoría, sobre todo de los que más se habían beneficiado del Régimen. Hoy se ve cada día con más claridad. Todos se han quitado la careta. La izquierda la que menos, pues siempre la tuvo transparente. La derecha la que más porque ha vuelto a actuar como aquella que no supo ni quiso plantar cara como se debía y debe a los enemigos de la Patria, que no quiso estar alerta, y por ello se vio abocada a sumarse a aquel alzamiento popular cívico-militar del 18 de Julio de 1936 que vuelve a ser más actual que nunca.
Toribio