“Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:18)
Las palabras de Jesús reconfortan porque la Iglesia jamás será vencida, pero también advierten que las puertas del infierno intentarán derrotar a la Iglesia, y por momentos parecerán próximas a lograrlo. Cornelius A. Lapide abundó en las palabras de Nuestro Señor en su comentario sobre el evangelio de San Mateo:“Por tanto, con esta palabra Cristo anima primero a su Iglesia para que no se desanime al verse atacada por todo el poder de Satanás y de los hombres inicuos. En segundo lugar, Él, por así decirlo, toca una trompeta para ella, para que ella siempre mire con su armadura puesta contra tantos enemigos, que la atacan con tal odio.”
Cuando vemos a la Iglesia atacada por Satanás, no debemos desesperar, Nuestro Señor nos dijo que pasaría, por lo tanto, nuestra respuesta debería ser confiar en Dios y pelear como verdaderos cristianos.
Satanás siempre le hizo la guerra no solo a la Iglesia sino a toda la humanidad. Hoy percibimos que ataca con más intensidad que la que jamás hayamos visto, y sin necesidad de esconderse. Si bien todos podríamos identificar diversas maneras en las que estos ataques se han hecho más evidentes en los últimos años, los siguientes horrores muestran hasta qué punto Satanás ha aumentado su poder en la sociedad secular:
- La defensa del aborto, no solo como una última instancia a lamentar, sino como un derecho fundamental a valorar.
- El ataque a los niños, particularmente por medio de una pedofilia extendida.
- La promoción agresiva del transgénero y la identidad de género fluido como una verdad no negociable que todos debemos aceptar si deseamos participar en la sociedad.
- La insistencia en que debemos aceptar las mentiras más absurdas y malvadas de parte de nuestro gobierno, los medios de comunicación y los supuestos “educadores”.
- Una creciente tiranía médica que ensalza una “ciencia” auto contradictoria frente al sentido común y la realidad claramente observable.
- El aparente cumplimiento de la advertencia profética de Sor Lucía, que señalaba que “la batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del matrimonio y la familia”.
- El aumento del “Satanismo” explícito, con clubes satánicos en escuelas e inclusos mensajes satánicos en los espectáculos para niños.
Entonces tenemos esto y otros signos evidentes de la creciente influencia de Satanás en la sociedad. Podemos no saber por qué Satanás tiene una influencia más tangible hoy en día, pero no podemos cuestionar que evidentemente es así.
Dado que Satanás está ejerciendo una mayor influencia en la sociedad secular, esperaríamos encontrarlo en condiciones de intensificar su guerra contra la Iglesia. Y sin duda tenemos muchos indicios de su creciente ataque a la Iglesia Católica, incluyendo entre otros:
Dado que Satanás está ejerciendo una mayor influencia en la sociedad secular, esperaríamos encontrarlo en condiciones de intensificar su guerra contra la Iglesia. Y sin duda tenemos muchos indicios de su creciente ataque a la Iglesia Católica, incluyendo entre otros:
- La adoración de Francisco a la Pachamama.
- El apoyo del Vaticano a diversas iniciativas anticatólicas del Gran Reseteo, incluyendo la “vacuna”.
- El Sínodo de la Sinodalidad, abiertamente herético e inmoral.
- Los mayores ataques directos y viles de Francisco al catolicismo tradicional, mientras acoge a diversas religiones no católicas.
A la luz de estas realidades irreverentes y otras, podemos ver que las puertas del infierno parecen estar próximas a prevalecer contra la Iglesia. Tal como dijo el cardenal Gerhard Müller sobre el Sínodo de la Sinodalidad en su revolucionaria entrevista con Raymond Arroyo, “si triunfan, será el fin de la Iglesia Católica.”
Sin embargo, debemos reconocer que, a diferencia de los escándalos en las religiones no católicas, todas estas realidades blasfemas son ajenas a la naturaleza de la Iglesia. Satanás y sus seguidores han usado las manifestaciones del espíritu del Vaticano II para atacar a la Iglesia Católica de la misma manera en que un combatiente podría intentar envenenar a su enemigo. No podemos culpar a la Iglesia por estos males, así como no podríamos acusar a la víctima envenenada por el veneno que su enemigo le ha introducido en su cuerpo.
No obstante, para algunos pensadores poco críticos, estos crecientes escándalos provenientes de Roma sugieren que la Iglesia Católica no puede ser la verdadera Iglesia establecida por Nuestro Señor. Pero tal conclusión ignoraría totalmente, o malinterpretaría, las palabras de Nuestro Señor sobre las puertas del infierno — lejos de indicar que la Iglesia no es de Dios, los violentos ataques de las puertas del infierno echan luz sobre la institución que Satanás más odia. De hecho, si leemos las palabras de San Jerónimo, deberíamos concluir que la falta de persecución por parte de Satanás, especialmente hoy en día, sería una prueba concluyente de que la Iglesia no es de Dios: “Sabemos que la Iglesia será castigada por la persecución hasta el fin del mundo, pero no puede ser destruida; será probada, pero no vencida, porque esa es la promesa de un Dios omnipotente cuya palabra es como una ley de la naturaleza.”
Por eso tenemos esta realidad paradójica: como las puertas del infierno están atacando violentamente a la Iglesia, podemos estar seguros que hoy la Iglesia es el único lugar para nosotros. Si no fuera por la promesa de Jesús de que las puertas del infierno no prevalecerían contra la Iglesia, podríamos pensar que es mejor abandonar la Iglesia. Pero la promesa de Nuestro Señor solo se aplica a la Iglesia Católica, que es la única Iglesia que Él estableció — la Iglesia es el único “puerto seguro.” Tal como enfatizó Michael Matt en su reciente video de The Remnant, si abandonamos la fe católica perderíamos esta protección prometida por Nuestro Señor.
Todo esto debiera tranquilizar a los católicos que deciden permanecer en la Iglesia, pero debemos considerar otros dos aspectos para determinar “dónde plantarse” mientras las puertas del infierno intentan prevalecer contra la Iglesia: si debemos ser católicos tradicionalistas; y si los ataques de Satanás a la Iglesia nos imponen ciertas obligaciones específicas.
Primero, debemos reconocer que Satanás no está “atacando” a la Iglesia Conciliar (que Francisco ha apodado convenientemente Iglesia Sinodal). Es más, Satanás utiliza a la Iglesia Conciliar y sus perversiones para hacerle la guerra a la Iglesia Católica. En esta batalla, solo la inmutable fe católica y los católicos tradicionalistas están siendo atacados por los infiltrados. Como tal, debería ser desconcertante para los católicos sinodales encontrar que, si bien Satanás tiene más poder que nunca sobre el mundo y odia a la Iglesia Católica más que a nada en el mundo, sus pastores aplauden la nueva primavera en la que todos los credos (excepto el catolicismo tradicional) son acogidos. Les guste o no, los católicos sinodales están con Francisco, Cupich y el padre James Martin, mientras estos falsos sacerdotes atacan a los católicos tradicionalistas por creer y practicar lo que todos los santos creyeron y practicaron; y por eso Satanás se asegura que las puertas del infierno estén siempre al servicio de la Iglesia Sinodal.
Más aún, Nuestro Señor nos dijo que juzguemos por los frutos, y podemos observar claramente que los frutos del catolicismo tradicional son sencillamente íntegros y genuinamente católicos, mientras que los frutos de la Iglesia Sinodal son asombrosamente pútridos y anticatólicos. Ningún observador sensato puede pensar que la Iglesia Sinodal es la beneficiaria de la promesa de Nuestro Señor, que las puertas del infierno no prevalecerán — es mucho más lógico ver a la Iglesia Sinodal como una parte vital de las puertas del infierno. Por lo tanto, debemos ser “católicos tradicionalistas” sin queremos seguir siendo católicos.
Esta realidad advierte a nuestro análisis la segunda consideración sobre qué actitud adoptar: si la situación nos impone ciertas obligaciones específicas. Claramente, debemos defender el catolicismo tradicional y oponernos a la Iglesia Sinodal y todas sus pompas. Si bien todos podemos desempeñar un papel consistente con nuestro deber de estado, ciertamente los obispos tienen las mayores responsabilidades.
¿Es conveniente que los buenos pastores encuentren escondites cómodos y seguros mientras los lobos devoran el rebaño? ¿No es, acaso, que los pastores tienen la obligación de hacer todo lo posible por ahuyentar a los lobos? Los pastores no se pueden excusar de sus deberes lamentándose porque los lobos son sus compañeros obispos, incluyendo uno vestido de blanco: Nuestro Señor dijo que nos cuidáramos de los lobos con piel de oveja. Si Él hubiera querido decirnos que soportáramos pacientemente a los lobos con piel de oveja, obviamente habría encontrado las palabras para expresar esa idea.
Sobre este punto, debemos considerar los graves daños causados por soportar pacientemente a los lobos a medida que devoran al rebaño. León XIII dejó en claro que nos volvemos cómplices de los enemigos si permanecemos callados: “Estos son nuestros enemigos, cuyo plan es (y ni siquiera lo ocultan, pero lo hablan en el exterior) aniquilar en lo posible, la verdadera religión, la verdadera religión católica. Para lograrlo, no retroceden ante nada; saben bien que la intimidación de las almas buenas simplificarán su objetivo . . . Desistir o guardar silencio frente a tales clamores contra la verdad es debilidad pura o vacilación en la fe. En ambos casos, serían una gran deshonra a Dios. La salvación del alma propia y la de los demás sería puesta en grave peligro, pues tal acción actuaría en favor de los enemigos de la fe, porque no hay nada que avive más la audacia de los malvados que la debilidad de los buenos. . . Permítanme añadir: los cristianos han nacido para luchar.” (del P. A Roussel, Liberalismo y Catolicismo, p. 131).
Por eso tenemos el deber de defender la verdad, lo que significa que debemos defenderla por completo, en la medida de nuestras posibilidades.
También parece apropiado que cada uno de nosotros coopere con la gracia de Dios en la medida de nuestras posibilidades. Si defendiéramos un fuerte atacado por un enemigo que busca torturar y matar las almas inocentes en el interior, indudablemente haríamos todo lo posible por vencer al enemigo. Sabemos que en esta batalla espiritual somos fuertes en proporción a nuestra determinación por hacer la voluntad de Dios como santos. Tal como leemos de San Pablo al comenzar el Adviento, debemos ponernos las armas de la luz:
“La noche está avanzada, y el día está cerca; desechemos por tanto las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz. Andemos como de día, honestamente, no en banquetes y borracheras, no en lechos y lascivias, no en contiendas y rivalidades; antes bien, vestíos del Señor Jesucristo.” (Romanos 13: 12-14)
Si deseamos defender valientemente frente las puertas del infierno, debemos actuar como si realmente creyéramos lo que Jesús y sus santos enseñaron. Esto significa que debemos esforzarnos por llevar una vida santa.
¿Dónde nos paramos cuando las puertas del infierno parecen próximas a prevalecer contra la Iglesia? Si nos definimos como católicos tradicionales decididos a hacer todo lo posible por defender el Cuerpo Místico de Cristo, Satanás nos odiará. Pero si nos definimos así, podemos tener la confianza absoluta de que Dios jamás nos abandonará y que estaremos entre aquellos que Él utiliza para defender a Su Iglesia de los violentos ataques por parte de las puertas del infierno.
Sin embargo, debemos reconocer que, a diferencia de los escándalos en las religiones no católicas, todas estas realidades blasfemas son ajenas a la naturaleza de la Iglesia. Satanás y sus seguidores han usado las manifestaciones del espíritu del Vaticano II para atacar a la Iglesia Católica de la misma manera en que un combatiente podría intentar envenenar a su enemigo. No podemos culpar a la Iglesia por estos males, así como no podríamos acusar a la víctima envenenada por el veneno que su enemigo le ha introducido en su cuerpo.
No obstante, para algunos pensadores poco críticos, estos crecientes escándalos provenientes de Roma sugieren que la Iglesia Católica no puede ser la verdadera Iglesia establecida por Nuestro Señor. Pero tal conclusión ignoraría totalmente, o malinterpretaría, las palabras de Nuestro Señor sobre las puertas del infierno — lejos de indicar que la Iglesia no es de Dios, los violentos ataques de las puertas del infierno echan luz sobre la institución que Satanás más odia. De hecho, si leemos las palabras de San Jerónimo, deberíamos concluir que la falta de persecución por parte de Satanás, especialmente hoy en día, sería una prueba concluyente de que la Iglesia no es de Dios: “Sabemos que la Iglesia será castigada por la persecución hasta el fin del mundo, pero no puede ser destruida; será probada, pero no vencida, porque esa es la promesa de un Dios omnipotente cuya palabra es como una ley de la naturaleza.”
Por eso tenemos esta realidad paradójica: como las puertas del infierno están atacando violentamente a la Iglesia, podemos estar seguros que hoy la Iglesia es el único lugar para nosotros. Si no fuera por la promesa de Jesús de que las puertas del infierno no prevalecerían contra la Iglesia, podríamos pensar que es mejor abandonar la Iglesia. Pero la promesa de Nuestro Señor solo se aplica a la Iglesia Católica, que es la única Iglesia que Él estableció — la Iglesia es el único “puerto seguro.” Tal como enfatizó Michael Matt en su reciente video de The Remnant, si abandonamos la fe católica perderíamos esta protección prometida por Nuestro Señor.
Todo esto debiera tranquilizar a los católicos que deciden permanecer en la Iglesia, pero debemos considerar otros dos aspectos para determinar “dónde plantarse” mientras las puertas del infierno intentan prevalecer contra la Iglesia: si debemos ser católicos tradicionalistas; y si los ataques de Satanás a la Iglesia nos imponen ciertas obligaciones específicas.
Primero, debemos reconocer que Satanás no está “atacando” a la Iglesia Conciliar (que Francisco ha apodado convenientemente Iglesia Sinodal). Es más, Satanás utiliza a la Iglesia Conciliar y sus perversiones para hacerle la guerra a la Iglesia Católica. En esta batalla, solo la inmutable fe católica y los católicos tradicionalistas están siendo atacados por los infiltrados. Como tal, debería ser desconcertante para los católicos sinodales encontrar que, si bien Satanás tiene más poder que nunca sobre el mundo y odia a la Iglesia Católica más que a nada en el mundo, sus pastores aplauden la nueva primavera en la que todos los credos (excepto el catolicismo tradicional) son acogidos. Les guste o no, los católicos sinodales están con Francisco, Cupich y el padre James Martin, mientras estos falsos sacerdotes atacan a los católicos tradicionalistas por creer y practicar lo que todos los santos creyeron y practicaron; y por eso Satanás se asegura que las puertas del infierno estén siempre al servicio de la Iglesia Sinodal.
Más aún, Nuestro Señor nos dijo que juzguemos por los frutos, y podemos observar claramente que los frutos del catolicismo tradicional son sencillamente íntegros y genuinamente católicos, mientras que los frutos de la Iglesia Sinodal son asombrosamente pútridos y anticatólicos. Ningún observador sensato puede pensar que la Iglesia Sinodal es la beneficiaria de la promesa de Nuestro Señor, que las puertas del infierno no prevalecerán — es mucho más lógico ver a la Iglesia Sinodal como una parte vital de las puertas del infierno. Por lo tanto, debemos ser “católicos tradicionalistas” sin queremos seguir siendo católicos.
Esta realidad advierte a nuestro análisis la segunda consideración sobre qué actitud adoptar: si la situación nos impone ciertas obligaciones específicas. Claramente, debemos defender el catolicismo tradicional y oponernos a la Iglesia Sinodal y todas sus pompas. Si bien todos podemos desempeñar un papel consistente con nuestro deber de estado, ciertamente los obispos tienen las mayores responsabilidades.
¿Es conveniente que los buenos pastores encuentren escondites cómodos y seguros mientras los lobos devoran el rebaño? ¿No es, acaso, que los pastores tienen la obligación de hacer todo lo posible por ahuyentar a los lobos? Los pastores no se pueden excusar de sus deberes lamentándose porque los lobos son sus compañeros obispos, incluyendo uno vestido de blanco: Nuestro Señor dijo que nos cuidáramos de los lobos con piel de oveja. Si Él hubiera querido decirnos que soportáramos pacientemente a los lobos con piel de oveja, obviamente habría encontrado las palabras para expresar esa idea.
Sobre este punto, debemos considerar los graves daños causados por soportar pacientemente a los lobos a medida que devoran al rebaño. León XIII dejó en claro que nos volvemos cómplices de los enemigos si permanecemos callados: “Estos son nuestros enemigos, cuyo plan es (y ni siquiera lo ocultan, pero lo hablan en el exterior) aniquilar en lo posible, la verdadera religión, la verdadera religión católica. Para lograrlo, no retroceden ante nada; saben bien que la intimidación de las almas buenas simplificarán su objetivo . . . Desistir o guardar silencio frente a tales clamores contra la verdad es debilidad pura o vacilación en la fe. En ambos casos, serían una gran deshonra a Dios. La salvación del alma propia y la de los demás sería puesta en grave peligro, pues tal acción actuaría en favor de los enemigos de la fe, porque no hay nada que avive más la audacia de los malvados que la debilidad de los buenos. . . Permítanme añadir: los cristianos han nacido para luchar.” (del P. A Roussel, Liberalismo y Catolicismo, p. 131).
Por eso tenemos el deber de defender la verdad, lo que significa que debemos defenderla por completo, en la medida de nuestras posibilidades.
También parece apropiado que cada uno de nosotros coopere con la gracia de Dios en la medida de nuestras posibilidades. Si defendiéramos un fuerte atacado por un enemigo que busca torturar y matar las almas inocentes en el interior, indudablemente haríamos todo lo posible por vencer al enemigo. Sabemos que en esta batalla espiritual somos fuertes en proporción a nuestra determinación por hacer la voluntad de Dios como santos. Tal como leemos de San Pablo al comenzar el Adviento, debemos ponernos las armas de la luz:
“La noche está avanzada, y el día está cerca; desechemos por tanto las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz. Andemos como de día, honestamente, no en banquetes y borracheras, no en lechos y lascivias, no en contiendas y rivalidades; antes bien, vestíos del Señor Jesucristo.” (Romanos 13: 12-14)
Si deseamos defender valientemente frente las puertas del infierno, debemos actuar como si realmente creyéramos lo que Jesús y sus santos enseñaron. Esto significa que debemos esforzarnos por llevar una vida santa.
¿Dónde nos paramos cuando las puertas del infierno parecen próximas a prevalecer contra la Iglesia? Si nos definimos como católicos tradicionales decididos a hacer todo lo posible por defender el Cuerpo Místico de Cristo, Satanás nos odiará. Pero si nos definimos así, podemos tener la confianza absoluta de que Dios jamás nos abandonará y que estaremos entre aquellos que Él utiliza para defender a Su Iglesia de los violentos ataques por parte de las puertas del infierno.
¡Que la Santísima Virgen María nos ayude siempre a luchar como verdaderos cristianos! ¡Inmaculado corazón de María, ruega por nosotros!
Robert Morrison
Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original:
Robert Morrison
Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original: