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Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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jueves, 12 de mayo de 2022
Además de “Fratelli tutti”, antes del cónclave los cardenales deberían releer “Dominus Iesus”
Desde hace unos meses circula entre los cardenales una nueva revista, creada enteramente para ellos, con la finalidad declarada de ayudarles a “conocerse para tomar las decisiones correctas en los momentos importantes de la vida de la Iglesia”. En otras palabras: en vista del futuro cónclave.
La revista tiene el título en latín de “Cardinalis”, se envía a todos los miembros del sacro colegio [de cardenales] y puede ser leída en cuatro idiomas, incluso en línea. Se publica en Versalles (Francia). Está escrita por “un equipo de vaticanistas de diferentes países y de diversas tendencias”. El primer número salió en noviembre de 2021 con el cardenal iraquí Louis Raphaël Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, en la portada, y el segundo en abril de este año con el cardenal Camillo Ruini en la portada.
De hecho, la entrevista que abre este último número es con este culto cardenal de 91 años que desempeñó un papel importante en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Settimo Cielo ha publicado recientemente dos reflexiones de Ruini sobre Dios y sobre el hombre, es decir, sobre las cuestiones claves para la misión de la Iglesia en el mundo. Y de nuevo en esta entrevista en "Cardinalis" -realizada por la vaticanista estadounidense Diane Montagna- él insiste en cuáles son las verdades “centrales y decisivas” del cristianismo, sobre las que la Iglesia lo gana o lo pierde todo:
“El primer punto, y el más importante, es aquél en el que Benedicto XVI ha insistido mucho: la fe y la confianza en Dios, la primacía de Dios en nuestra vida. El segundo punto, inseparable del primero, es la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios y nuestro único salvador. El tercero es el hombre, creado a imagen de Dios y convertido en su hijo adoptivo en Cristo, el hombre llamado a la vida eterna, el hombre que ya hoy busca vivir como hijo de Dios”.
En particular, subraya Ruini, no se debe ensombrecer la verdad de Jesucristo, único salvador de todos, afirmada por el Nuevo Testamento y reafirmada por la declaración del año 2000 “Dominus Iesus”, un “documento fundamental” contra el relativismo presente también en la Iglesia.
Ruini no lo dice, pero el hecho de que esta verdad capital debe volver a estar en el centro de atención de los cardenales llamados a elegir al próximo Papa está subrayado con fuerza unas páginas más adelante, en este mismo número de “Cardinalis”, en un texto que tiene el inequívoco título de “Memorándum para un futuro cónclave”.
Firmado por el profesor Pietro De Marco, pero fruto de un equipo de reflexión más amplio, el “Memorándum” advierte del peligro de equiparar la revelación cristiana con otras religiones y de despojar la muerte de Jesús en la cruz de todo valor redentor, reduciéndola a un mensaje ético de transformación de los corazones y de la sociedad:
“La afirmación del carácter único y universal de la mediación salvífica de Cristo es, por otra parte, parte central de la buena nueva que la Iglesia viene anunciando ininterrumpidamente desde la época apostólica. ‘Este Jesús es la piedra que, rechazada por vosotros, los constructores, se ha convertido en la piedra angular. En ningún otro hay salvación, porque no se ha dado a los hombres otro nombre bajo el cielo por el que podamos salvarnos’ (Hechos 4, 11-12)”.
Si se oscurece esta verdad primordial “acontece, como desgraciadamente ocurre, la disolución del sujeto cristiano”. Por ello, el “Memorándum” advierte que, incluso en un cónclave, la “fidelidad a la tarea de Pedro de confirmar [en la fe] a los hermanos” debe volver al centro de la reflexión sobre esta piedra angular del Credo cristiano. Independientemente de esos repliegues que son producto de ciertas lecturas irenistas y banalizantes de una encíclica como la de “Fratelli tutti” del papa Francisco.
*
Sorprendentemente, pero no para los bien informados, también en vísperas del cónclave de 2005, en el que se eligió al papa Joseph Ratzinger, hubo un cardenal que llamó enérgicamente a sus hermanos a poner en la base de la reflexión la verdad de Jesucristo, el único salvador de todos.
Ese cardenal fue Giacomo Biffi (1928-2015), destacado teólogo y arzobispo de Bolonia desde 1984 hasta 2003, quien, al hablar el 15 de abril de 2005 en una de las reuniones a puertas cerradas que precedieron a ese cónclave, se dirigió a los asistentes de la siguiente manera:
“Hace unos días escuché en la televisión a una religiosa anciana y devota que respondía así al entrevistador: ‘Este Papa, que ha muerto, ha sido grande sobre todo porque nos ha enseñado que todas las religiones son iguales’. No sé si a Juan Pablo II le hubiese gustado mucho un elogio como ese.
“Quisiera señalar al nuevo Papa el caso de la ‘Dominus Iesus’: un documento explícitamente de acuerdo y públicamente aprobado por Juan Pablo II; un documento por el cual me gusta expresar al cardenal Ratzinger mi vibrante gratitud. Que Jesús es el único necesario Salvador de todos es una verdad que en veinte siglos – a partir del discurso de Pedro después de Pentecostés – nunca se había escuchado la necesidad de reclamar. Esta verdad es, por decir así, el grado mínimo de la fe; es la certeza primordial, es entre los creyentes el dato simple y más esencial. En dos mil años no ha sido jamás puesta en duda, ni siquiera durante la crisis arriana y ni siquiera con ocasión del descarrilamiento de la Reforma protestante. El haber tenido que recordarla en nuestros días nos da la medida de la gravedad de la situación hodierna. Sin embargo, este documento, que reclama la certeza primordial, más simple, más esencial, ha sido contestado. Ha sido contestado en todos los niveles: en todos los niveles de la acción pastoral, de la enseñanza teológica, de la jerarquía.
“Me contaron de un buen católico que propuso a su párroco hacer una presentación de la ‘Dominus Iesus’ a la comunidad parroquial. El párroco (un sacerdote por lo demás excelente y bien intencionado) le respondió: ‘Olvídalo. Ese es un documento que divide’. ‘Un documento que divide’. ¡Gran descubrimiento! Jesús mismo ha dicho: ‘Yo he venido a traer la división’ (Lc 12, 51). Pero demasiadas palabras de Jesús resultan hoy censuradas por la cristiandad; al menos por la cristiandad en sus partes más locuaces”.
*
En efecto, la declaración “Dominus Iesus”, publicada el 6 de agosto de 2000 con la firma del entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, fue fuertemente criticada no sólo por quienes no pertenecen a la Iglesia católica, sino también por altos miembros de la jerarquía, como el cardenal Edward Cassidy, entonces presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, y su sucesor Walter Kasper.
Para disminuir su autoridad, los opositores solían atribuir la autoría de la “Dominus Iesus” únicamente al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sin ninguna aprobación real por parte del Papa.
Pero no fue así en absoluto. En una contribución a un libro en memoria de Juan Pablo II, escrito en 2014 tras su renuncia al papado, Ratzinger reiteró la total sintonía entre él y el Papa en la publicación de ese documento. Lo hizo con estas palabras textuales:
“Entre los documentos sobre los distintos aspectos del ecumenismo, el que suscitó las mayores reacciones fue la declaración ‘Dominus Iesus’ del 2000, que resume los elementos irrenunciables de la fe católica. […]
“Ante el torbellino que se había creado alrededor de la ‘Dominus Iesus’, Juan Pablo II me dijo que en el Ángelus tenía la intención de defender inequívocamente el documento.
“Me invitó a escribir un texto para el Ángelus que fuera irrefutable y que no permitiera una interpretación distinta. Tenía que emerger de manera totalmente incuestionable que él aprobaba el documento en forma incondicional.
“Preparé, por tanto, un breve discurso; no quería, sin embargo, ser demasiado brusco, por lo que intenté expresarme con claridad, pero sin dureza. Después de leerlo, el Papa me preguntó de nuevo: ‘¿Realmente es lo bastante claro?’. Respondí que sí.
“Quien conoce a los teólogos no se asombrará del hecho que, a pesar de todo, hubo personas que seguidamente sostuvieron que el Papa había tomado prudentemente distancia de ese texto”.
*
También en otro escrito, unos meses después, en forma de mensaje a la Pontificia Universidad Urbaniana, el Papa emérito Benedicto XVI reiteró la importancia vital de la verdad contenida en la "Dominus Iesus", aunque no la citó explícitamente.
La Urbaniana es la universidad misionera por excelencia, vinculada a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Y Ratzinger aprovechó precisamente esto para reaccionar ante las dudas que amenazan la idea misma de la misión “ad gentes”, a la que muchos querrían sustituir por un diálogo igualitario entre las religiones, con vistas a “una fuerza común para la paz”.
Sin darse cuenta de que al hacerlo -escribió Ratzinger- se deja de lado “la verdad que originalmente movió a los cristianos” a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra:
"Se supone que la auténtica verdad sobre Dios, en última instancia, es inalcanzable y que a lo sumo se puede hacer presente lo que es inefable sólo con una variedad de símbolos. Esta renuncia a la verdad parece realista y útil a la paz entre las religiones del mundo. Pero esto es letal para la fe. En efecto, la fe pierde su carácter vinculante y su seriedad, si todo se reduce a símbolos en el fondo intercambiables, capaces de referirse sólo de lejos al misterio inaccesible de lo divino".
*
Y no sólo eso. Además de la firma del Cardenal Ratzinger, la declaración "Dominus Iesus" fue firmada también por el entonces secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Tarcisio Bertone.
En un libro-entrevista posterior, Bertone reveló otros entretelones sobre la génesis de la "Dominus Iesus" y el pleno acuerdo entre Juan Pablo II y Ratzinger:
“Un elemento típico de la firmeza doctrinal de Juan Pablo II se refiere a su pasión por una cristología verdadera y auténtica. Él mismo quiso la declaración dogmática sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, 'Dominus Iesus', a pesar de los rumores que atribuían a una 'fijación' del cardenal Ratzinger o de la Congregación para la Doctrina de la Fe el hecho de haber querido esta famosa declaración, rumores que también se habían difundido en el ámbito católico. Sí, fue el propio Juan Pablo II el que pidió personalmente la declaración, porque le llamaron la atención las reacciones críticas a su encíclica sobre la labor misionera, 'Redemptoris missio', con la que quería animar a los misioneros a anunciar a Cristo incluso en contextos en los que están presentes otras religiones, para no reducir la figura de Jesús a cualquier fundador de un movimiento religioso. Las reacciones fueron negativas, especialmente en Asia, y el Papa quedó muy decepcionado. Luego, en el Año Santo del 2000 -el año cristológico por excelencia- dijo: ‘Por favor, preparen una declaración dogmática’. Así se preparó 'Dominus Iesus', denso, descarnado y con lenguaje dogmático. Sigue siendo muy importante en el clima actual de la Iglesia porque, partiendo del análisis de una situación preocupante a escala mundial, ofrece a los cristianos los lineamientos de una doctrina fundada en la revelación que debe guiar un comportamiento coherente y fiel al Señor Jesús, único y universal salvador”.
Al entrevistador que le preguntó cómo reaccionó el Vaticano a las críticas, Bertone respondió:
“No sólo en el ámbito laical, sino también en el católico, algunos se alinearon con esta crítica. El Papa estuvo doblemente amargado. Hubo una sesión de reflexión precisamente sobre estas reacciones, especialmente de los católicos. Al final del encuentro, el Papa nos dijo enérgicamente: ‘Quiero defender la 'Dominus Iesus' y quiero hablar de ello el domingo 1 de octubre, durante el rezo del Ángelus -estábamos presentes el cardenal Ratzinger, el cardenal Re y yo mismo- y quiero decir esto y esto’. Tomamos nota de sus ideas y redactamos el texto que el Papa aprobó y luego pronunció. Fue el domingo en el que se canonizó a los mártires chinos. La coincidencia había sugerido a algunos una cierta prudencia: 'No es apropiado', sugirieron, 'que hablen de 'Dominus Iesus' ese mismo día, es mejor que lo hagan en otro contexto'. Es mejor que lo posponga, podría hacerlo público el 8 de octubre, el domingo del jubileo de los obispos, en presencia de cientos de prelados”. Pero el Papa respondió a tales objeciones: ‘¿Cómo? ¿Ahora tengo que posponerlo? ¡No, en absoluto! Lo he decidido para el 1 de octubre, lo he decidido para este domingo, ¡y el domingo lo haré!’”.
En el Ángelus de aquel 1 de octubre de 2000, Juan Pablo II presentó en efecto “Dominus Iesus” como “aprobado por mí en forma especial”. Y concluyó: “Tengo la esperanza de que esta declaración, que me es muy querida, después de tantas interpretaciones erróneas, cumpla por fin su función clarificadora”.
Una función que hoy es más relevante que nunca.
Sandro Magister
Gobierno chino libera al Cardenal Zen tras presión internacional
El Cardenal Joseph Zen fue liberado bajo fianza algunas horas después de su arresto a manos de las autoridades de Hong Kong, de acuerdo a informes de prensa.
Cardinal Joseph Zen was released on bail from Chai Wan Police Station at around 11 pm on Wednesday. He did not speak. He then entered a private car parked outside the police station. The 90-year-old was accompanied by five people when he left the police station. pic.twitter.com/s21AJ0Th0A— Hong Kong Free Press HKFP (@hkfp) May 11, 2022
Los informes surgieron poco después de que el Vaticano comunicara su preocupación por el arresto, este 11 de mayo.
El diario Financial Times indicó que el Cardenal Zen fue liberado bajo fianza en la estación de policía de Chai Wan, en la isla de Hong Kong, en horas de la noche de este miércoles.
El Cardenal Zen, Obispo Emérito de Hong Kong, habría sido detenido por ser el fideicomisario del Fondo de Ayuda Humanitaria 612, que ayudó a los manifestantes a favor de la democracia a pagar sus gastos legales.
El Cardenal Zen es un abierto partidario del movimiento prodemocracia de Hong Kong.
En 2020, entró en vigor una amplia Ley de Seguridad Nacional que criminaliza una serie de libertades civiles, que antes estaban protegidas, bajo los cargos de “sedición” y “colusión extranjera”.
El Cardenal Joseph Zen fue liberado de la estación policial alrededor de las 11:00 p.m. del miércoles (hora local). No habló con la prensa. Luego entró en un auto privado estacionado en el exterior.
New: @CardJosephZen has been released on bail https://t.co/mPaSB1g95F pic.twitter.com/uyKGdZ8Jfa— Kris Cheng (@krislc) May 11, 2022
El Purpurado de 90 años estaba acompañado por cinco personas, al salir de la estación policial.
La agencia Reuters indicó que el Cardenal Zen y otras cuatro personas fueron arrestadas tras ser acusadas de “colusión con fuerzas extranjeras”
Los otros cuatro arrestados fueron la estrella pop Denise Ho, el académico Hui Po Keung y los ex legisladores de oposición Margaret Ng y Cyd Ho.
Antes de que entrara en vigor la nueva ley, muchos católicos, entre ellos el Cardenal Zen, advirtieron que podría ser usada para silenciar a la Iglesia en Hong Kong.
El Cardenal Joseph Zen Ze-kiun asumió el gobierno pastoral de la Diócesis de Hong Kong en 2002, tras seis años como Obispo Coadjutor. En 2006, el hoy Papa Emérito Benedicto XVI lo creó Cardenal. En 2009, el Papa aceptó su renuncia por límite de edad, a los 77 años.
El Purpurado ha sido uno de los más abiertos críticos del gobierno comunista chino y de su represión contra la Iglesia Católica.
El Cardenal Zen también ha expresado claramente su oposición al acuerdo provisional firmado entre el Vaticano y el gobierno comunista de China en 2018 para el nombramiento de obispos, cuyo contenido completo es aún desconocido. Además, ha denunciado que el régimen chino sigue violando derechos humanos de cristianos y otras minorías religiosas.
Traducido y adaptado por David Ramos. Publicado originalmente en CNA.
El arresto de Zen, un epitafio para los pactos secretos con Pekín (Carlos Esteban)
Los acuerdos secretos entre Pekín y la Santa Sede ha sido una de las mayores apuestas del pontificado de Francisco. El arresto de todo un cardenal por parte de las autoridades chinas parecen hacer inviable el pacto, aunque es solo el punto final de una serie de trágicos despropósitos.
Supongo que, sobre el papel, la idea parecía grandiosa: acabar con un trazo de pluma una historia de desencuentros con respecto al país más poblado del mundo, poner fin a un cisma desgarrador, el representado por la Iglesia Patriótica China, reconciliar a los fieles chinos con las autoridades de su país y, quién sabe, que un Vicario de Cristo pisase por primera vez en la historia tierra china.
Todo eso, suponemos, fue decisivo para que el Vaticano de Francisco, valiéndose de las habilidades negociadoras del defenestrado cardenal norteamericano Theodore McCarrick, llegara a un acuerdo secreto con las autoridades comunistas.
¿A qué comprometen los acuerdos? Siendo secretos, no podemos saberlo con precisión, pero al menos hemos visto en qué ha cedido Roma. Para empezar, reconociendo a la cismática Iglesia Patriótica, hasta entonces condenada, incluyendo sus órdenes sacerdotales y episcopales. Se levantó la condena, se ‘animó’ a algunos obispos de la Iglesia fiel a retirarse para ceder sus diócesis a los ‘obispos patrióticos’ y se acordó volver a una medieval ‘derecho de patronato’ por el que serían las autoridades comunistas, oficialmente ateas, las que elegirían a los obispos en adelante, aunque Roma seguiría reservándose el derecho a consagrar o no al elegido. El “no” no se ha dado todavía.
Más difícil es entender en qué ha cedido Pekín, porque las cosas no parecen haber mejorado en absoluto para los católicos chinos, más bien al contrario. Ha habido en este tiempo nuevas persecuciones, nuevos arrestos, envío de sacerdotes y fieles a los laogai, demolición de iglesias y santuarios, obligación de incluir ideología ‘patriótica’ en las homilías y de sustituir las imágenes religiosas en los hogares por fotos de Mao y Xi Jingpin.
De hecho, los pactos han sido un continuado quebradero de cabeza para los responsables de imagen del Vaticano. Francisco, un Papa particularmente comunicativo y dado a la denunciar de las violaciones de derechos humanos en todos los rincones del globo, ha tenido que tirar balones fuera cada vez que le preguntaban por la represión de las manifestaciones en Hong Kong o el presunto genocidio de los uigures.
Nada en este tiempo, en fin, permitía imaginar qué ventaja obtiene la Iglesia de estos misteriosos pactos pero, de algún modo, siguieron adelante, fingiéndose en Roma que todo iba viento en popa y elogiando incluso el entonces Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias y de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, Marcelo Sánchez Sorondo, al régimen chino como modelo de la encarnación de la Doctrina Social de la Iglesia.
Pero es difícil que se pueda seguir fingiendo armonía después de que el régimen comunista haya detenido, si se confirma la noticia, a todo un cardenal, que no hay tantos en la Iglesia. Y no de cualquiera, sino del mismísimo arzobispo emérito de Hong Kong, Joseph Zen, de 90 años, que ha pasado los últimos años tratando de advertir al Pontífice de los riesgos de fiarse de los comunistas. En la última ocasión, voló desde Hong Kong solo para cruzar unas palabras con el Papa, que ni siquiera quiso recibirle. Las escuchas atentas en Roma son, ya se sabe, algo selectivas.
Pero esa negativa a recibir a Zen muestra hasta qué punto Francisco no quería hacer el menor gesto que pudiera enfadar a su socio chino, pese a todos los desplantes que ha protagonizado hasta la fecha.
Pero ahora -repetimos: si se confirma la noticia- el Papa no puede mirar hacia otra parte. Si deja pasar un ataque tan directo y ultrajante contra la Iglesia por parte del Partido Comunista Chino, abandonando a su hermano cardenal, la conmoción podría salirse de la escala Richter.
Carlos Esteban
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