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sábado, 14 de mayo de 2022

Stanley G. Payne: "Vox no tiene ningún miedo a contar la verdadera historia de España"



El hispanista arremete contra el gobierno del PSOE y sus leyes "soviéticas", reivindica a Pío Moa y advierte del miedo en la universidad española a enfrentarse con la ortodoxia de izquierdas que está implementada en el país
El historiador e hispanista estadounidense, Stanley G. Payne. (EFE/María C. Martín)

"Ahora creo que Juan Negrín no era una marioneta de Moscú", la frase, que podría ser de Ángel Viñas si no fuera por el adverbio inicial, me la soltó Stanley G. Payne hace ya diez años en un hotel en la plaza de Conde del Valle de Suchil. Lo rememoro mientras me explica por Zoom ahora que el revisionismo en España tiene una acepción negativa insólita. Payne, señalado por la "ortodoxia de izquierdas", según explica él mismo, como uno de los exponentes del "revisionismo", ha modificado de hecho su visión sobre algunos aspectos de la Guerra Civil y el franquismo a lo largo de los años, por más que el adjetivo se use más bien para denostar a una corriente de historiadores que cuestionan el relato oficial impuesto en la democracia.

En esa década, el hispanista estadounidense también se ha derechizado bastante, hasta el punto de explicar a El Confidencial que el historiador referente de la Transición, Javier Tusell, solo prestó atención a las demandas de la izquierda, para hacer juego de equilibrios en el relato de la historia de España. Aprovechando ese lapso de tiempo en el que no solo se desarrolló la primera ley de Memoria Histórica del PSOE de Zapatero, sino que se sacó adelante la de Memoria Democrática de Sánchez, —un enunciado de tipo "soviético" en su opinión—, El Confidencial ha preguntado al historiador sobre el estado de la cuestión.

"Las leyes de memoria histórica del PSOE son directamente soviéticas"

Según la versión del atípico hispanista, alejado de los Paul Preston o Hugh Thomas, el Partido Popular ha sido cómplice de la mentira histórica sobre la II República y el franquismo: "El PP cedió a las demandas de la izquierda en cuanto a la historia contemporánea", "Franco era más liberal que Putin", "las leyes de memoria histórica del PSOE son directamente soviéticas". Era difícil quedarse con un solo titular.

El estigma del revisionismo

Lo grave, tal y como cuenta El Confidencial, es que se cumplen treinta años de historiografía sobre la Guerra Civil manipulada por una "ortodoxia oficial de izquierdas" que extiende sus tentáculos hasta la mismísima universidad. La época del "revisionismo" de la derecha, de Pío Moa y sus Mitos de la Guerra Civil, —que Payne elogia— y de una bronca sin igual a cuenta de las leyes socialistas sobre la memoria. Atención que el viejo historiador "más cerca de los 90 que de los 80", referente de esos revisionistas, se explaya sin tapujos sobre el gran cisma nacional de la historia que sigue siendo el de la II República y la Guerra Civil.

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PREGUNTA. ¿El PSOE está reescribiendo para sus intereses la historia de la II República?

RESPUESTA. Parece que sí, el régimen actual de la monarquía parlamentaria empezó en la Transición con un pacto de silencio que incluía una voluntad de ignorar la historia y que se plasmó, por ejemplo, en leyes como la de la Amnistía, así como la utilización de ese pasado para discursos partidistas. Nunca el discurso histórico tuvo más peso que en la Transición, pero paradójicamente ese silencio consistió en permitir que cada partido usase el pasado con sus propios fines, con el resultado de una falsificación de los hechos que ha llegado con el tiempo a unos grados de desfachatez impresionantes.

P. ¿Cuáles son esos hechos falsificados en el discurso político?

R. El mayor de ellos es quizás la idea machacona de la II República como un paraíso democrático sin coerciones ni trabas. Si hubiera sido así, ¿cómo se explicaría la gran tragedia que supuso la Guerra Civil? No es mínimamente creíble y resulta incluso irracional. La realidad es que fue un régimen complicado, con varias fases históricas, que tuvieron como denominador común la voluntad constante de las izquierdas de excluir a las derechas del poder, un planteamiento que no casa directamente con la visión idílica, porque en esencia se trataba de arrinconar a la mitad de la población. Así, los términos políticos de la Segunda República sentaron las bases de la confrontación desde el mismo comienzo con esa idea de excluir a sus rivales, como por ejemplo, atacar a la iglesia católica, que respaldaba entonces un 40% de la población.

P. Se califica de revisionismo la corriente que cuestiona esa visión idílica de la II República...

R. Es una suerte de españolismo, porque la realidad es que la historia se nutre de investigaciones nuevas y eso implica revisar lo que se ha contado con anterioridad. Lo que pasó en España es que ya en los últimos años del franquismo y en los primeros de la democracia se estableció una ortodoxia en los discursos y en la universidad. Curiosamente en España, como también en Grecia respecto a su propia guerra civil, se ha impuesto una suerte de censura muy en el estilo soviético, lo que conlleva esa forma de entender cualquier rechazo de la versión oficial como un desafío que hay que enterrar por mucho que esté avalada con datos. El mayor ejemplo de esto lo representa Javier Tusell, un gran historiador que, sin embargo, tuvo esa coacción en la Transición, de forma que se dedicó a la crítica de las derechas sin meter mano a las izquierdas. La "trampa Tusell" fue esa, escribir con acierto sobre la derecha y, en cambio, obviar lo relativo a la izquierda por temor a la presión de ser tachado como revisionista. Como referente dejó una visión incompleta.

"A Vox no le asusta contar la historia de España porque no temen ser tachados de franquistas"

P. ¿No ha sido esto uno de los detonantes principales de la eclosión de Vox? Es indudable que hay una vinculación muy importante de ese partido con el pasado. El cabreo de una parte de la población con esa versión del pasado "oficialista" de la democracia.

R. El exponente de eso ha sido el PP más bien, que ha sido complaciente con esa versión de la izquierda durante años, porque desde su planteamiento de centroderecha sencillamente se ha asustado y ha preferido pasar de puntillas también sobre esas manipulaciones. El fenómeno de Vox ha surgido porque, a diferencia del PP, no han tenido reparos en abrazar una versión menos acomodaticia con el régimen actual. A Vox no le asusta contar la historia de España porque no temen ser tachados de franquistas por no seguir esa ortodoxia, lo contrario que el PP, que durante toda la democracia ha tratado de evadirse de esa cuestión.

P. No es un problema único de España, en Europa tampoco se ha querido confrontar ese pasado, el caso de la Francia de Vichy, por ejemplo, lo que ha creado un malestar y una reivindicación del discurso sobre el pasado.

R. Sí, es verdad, hay versiones de este tipo de ortodoxia en otros países. La resistencia francesa es un claro ejemplo, no es verdad que todo el país estuviera en una lucha contra los alemanes, claro. En Italia, en cambio, ha habido más rigor historiográfico porque los matices a la versión ortodoxa partieron de los propios académicos, mientras que aquí lo enarboló principalmente Pío Moa, que no era un historiador, en parte porque la universidad estaba secuestrada. Hay un problema en España un poco "credencialista", porque parece que solo un profesor puede escribir la historia, una suerte de gremialismo un poco enfocado para seguir con la versión ortodoxa. En Estados Unidos o Inglaterra no existe, en cambio, tanto recelo en cuestiones de historia, no se tacha a alguien de aficionado por no ser académico, lo toman de forma diferente. En España se ha llevado a un punto muy extremo porque los propios académicos son los guardianes de esa ortodoxia y la promueven.

P. ¿En qué se refleja esa aversión a los Pío Moa que están fuera del discurso oficial?

R. Existe mucho temor a ser apartado por ir en contra de ese discurso, de esa "ortodoxia" y es muy real, con casos conocidos. Los que discrepan de esas ideas sencillamente van con mucho cuidado de no meter la pata, de no molestar en ese aspecto. Es muy terrible, de verdad que se teme quedar apartado o excluido. La puntilla la ha dado el PSOE con sus leyes de memoria, porque además de validar a esa ortodoxia, la oficializan con un planteamiento que es soviético, una censura de estado directamente.

P. Se ha debatido mucho sobre Putin y la idea de una recuperación de la URSS.

R. Hay un continuismo en la forma, aunque las ideas que mueven a Putin no sean comunistas, yo diría más bien que es una vuelta al imperialismo zarista, aunque con la tradición aprendida en la URSS, por ejemplo hay una vinculación con la iglesia ortodoxa muy fuerte que va más allá incluso que la de Franco con la religión católica, que además era más liberal que el ruso. Un fuerte componente de tradición y nacionalismo con una herencia en las tácticas soviética que ha permanecido en las estructuras de poder de Rusia, pero básicamente es Nicolás I, autoritario, militarista, religioso, una vuelta al siglo XIX.

Julio Martín Alarcón

Francisco pretende que «el verdadero tomismo es el de Amoris Laetitia» LO CIERTO ES QUE MANIPULA EL MAGISTERIO DE SANTO TOMÁS



En un discurso dirigido a los participantes en el congreso de teología moral organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana con motivo del año dedicado a Amoris Laetitia, el papa Francisco ha advertido contra un «retroceso» - «ya sea por miedo, por falta de imaginación o por falta de coraje»- que actualmente «hace tanto daño a la Iglesia». Y refiriéndose a su Exhortación Apostólica de 2016, ha asegurado que «el verdadero tomismo es el de Amoris laetitia». La realidad es que manipula las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino.

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(CNAd/InfoCatólica) Aunque es necesario «volver a las raíces», dijo el pontífice, porque sin ellas «no podemos dar un paso adelante», al mismo tiempo «debemos avanzar».

Ir hacia atrás «no es cristiano». Este retroceso, dijo, significa «retroceder para tener una protección, una seguridad, para evitar el riesgo de ir hacia adelante, el riesgo cristiano de llevar la fe, el riesgo cristiano de recorrer el camino con Jesucristo. Y eso es un riesgo».

Especialmente en la teología moral, dijo, hay «una conversión con propuestas casuísticas, y la casuística que creía enterrada bajo siete metros reaparece como una propuesta -un poco velada: 'Hasta aquí puedes, hasta aquí no puedes, aquí sí, aquí no'».

¿Tomismo decadente o verdadero tomismo?

El Pontífice indica que «el pecado de la regresión» consiste en tratar de reducir la teología moral a la casuística:

«La casuística ha sido superada. La casuística fue la base del estudio de la teología moral para mí y mi generación. Pero es propio del tomismo decadente».

«El verdadero tomismo es el de Amoris laetitia» asegura Francisco, «el que tiene lugar allí, está bien explicado en el Sínodo y es aceptado por todos. Es la enseñanza viva de Santo Tomás la que nos lleva a avanzar con riesgo pero en obediencia. Y esto no es fácil. Por favor, tengan cuidado con este atraso, que es una tentación actual incluso para ustedes como teólogos morales».

La verdad sobre Amoris Laetitia

La afirmación de que Amoris Laetitia es un documento tomista no se corresponde con la verdad -de hecho es exactamente lo contrario- y ha sido refutada en varias ocasiones. El sacerdote dominico y teólogo moral Basil Cole escribió para el National Catholic Register en 2016:
«La enseñanza de Santo Tomás de Aquino es clara: Una persona que no tiene la intención de cambiar su vida y abandonar el pecado público -incluyendo las relaciones sexuales con una persona que no es el cónyuge sacramental- no debe recibir la Sagrada Comunión ni la absolución, porque [el pecado público] es un pecado de escándalo por el que se hace pecar a otros.

Invocar la enseñanza de Santo Tomás sobre las virtudes eventualmente no-operativas, con el fin de atenuar o eximir de culpa a las parejas «irregulares» que no logran salir de su situación objetivamente pecaminosa –adúlteros crónicos, uniones homosexuales, etc.– es un error. La doctrina de Santo Tomás, que es la católica, exime de culpa a quien no puede ejercitar cierta virtud en las obras buenas que son su objeto propio, debido a impedimentos externos a su voluntad. Pero el texto aducido en la Exhortación se refiere a situaciones «irregulares», en las que la persona se ejercita pertinazmente en obras malas –adulterio, unión homosexual, etc.–.

La única interpretación posible de Amoris Laetitia según el propio papa Francisco permite a los divorciados vueltos a casar civilmente, a los que Cristo califica de adúlteros, recibir la comunión en determinados casos. Sin embargo Juan Pablo II afirma en la encíclica Veritatis Splendor:
En el caso de los preceptos morales positivos, la prudencia ha de jugar siempre el papel de verificar su incumbencia en una determinada situación, por ejemplo, teniendo en cuenta otros deberes quizás más importantes o urgentes. Pero los preceptos morales negativos, es decir, los que prohíben algunos actos o comportamientos concretos como intrínsecamente malos, no admiten ninguna excepción legítima; no dejan ningún espacio moralmente aceptable para la creatividad de alguna determinación contraria. Una vez reconocida concretamente la especie moral de una acción prohibida por una norma universal, el acto moralmente bueno es sólo aquel que obedece a la ley moral y se abstiene de la acción que dicha ley prohíbe.
El resto del Magisterio de Juan Pablo II, así como el de Benedicto XVI, excluye la posibilidad de que los adúlteros comulguen. En la exhortación apostólica Familiaris Consortio de Juan Pablo II se lee:
La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.
La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos»
(Familiaris Consortio 83)
Y Benedicto XVI indica en Sacramentum Caritatis:

El Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura (cf. Mc 10,2-12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía...

.... se ha de evitar que la preocupación pastoral sea interpretada como una contraposición con el derecho. Más bien se debe partir del presupuesto de que el amor por la verdad es el punto de encuentro fundamental entre el derecho y la pastoral: en efecto, la verdad nunca es abstracta, sino que «se integra en el itinerario humano y cristiano de cada fiel ». Por esto, cuando no se reconoce la nulidad del vínculo matrimonial y se dan las condiciones objetivas que hacen la convivencia irreversible de hecho, la Iglesia anima a estos fieles a esforzarse por vivir su relación según las exigencias de la ley de Dios, como amigos, como hermano y hermana; así podrán acercarse a la mesa eucarística, según las disposiciones previstas por la praxis eclesial.
        (Sacramentum Caritatis, 29)

Y esto enseña el concilio de Trento:
De la observancia de los mandamientos, y de cómo es necesario y posible observarlos. Pero nadie, aunque esté justificado, debe persuadirse que está exento de la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres, es a saber: que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre justificado. Porque Dios no manda imposibles; sino mandando, amonesta a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedas; ayudando al mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los mandamientos de aquel, cuyo yugo es suave, y su carga ligera. (Cap. XI del Decreto sobre la justificación).
Y también:
Si alguno dijere que es imposible al hombre aun justificado y constituido en gracia, observar los mandamientos de Dios; sea excomulgado.
(Canon XVIII sobre la justificación)

Y la Escritura enseña igualmente que:
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla. (1ª Cor 10,13)
Y:
porque Dios es quien obra en vosotros el querer y el actuar conforme a su beneplácito. (Fil 2,13)
Por tanto:

1- No hay excepciones a la hora de cumplir los mandamientos de Dios. Cualquier incumplimiento es moralmente inaceptable.

2- No es imposible para el cristiano cumplir los mandamientos de Dios.

3- Dios mismo, por medio de su gracia, hace que el cristiano pueda serle fiel cumpliendo sus mandamientos.

Todo ello pretende ser anulado por Amoris Laetita, especialmente en su punto 301, que dice así:

Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.

Donde la Biblia, la Tradición y el Magisterio decían que no hay excepciones al cumplimiento de los mandamientos de Dios, pues Dios mismo ayuda a cumplirlos, Amoris Laetitia indica que sí hay excepciones en las que el cristiano no puede hacer lo que Dios le concede hacer. Ni Santo Tomás ni ningún otro santo, padre de la Iglesia, doctor de la Iglesia, concilio ecuménico o Papa puede ser usado para defender la enseñanza heterodoxa de esa Cap. XI del Decreto sobre la justificación.