Artículo publicado el 16-julio-2016. Revisado
I. La fiesta de nuestra Señora del Carmen conmemora el día en que, según las tradiciones carmelitanas, el primer superior general de la Orden del Carmelo tuvo una aparición de la Virgen en la que María Santísima le prometió una bendición especial para todos los que llevaran su escapulario.
El 16 de julio de 1251, san Simón Stock había acudido a la Virgen María en unas circunstancias especialmente difíciles para los carmelitas que se estaban extendiendo por el Occidente cristiano. La regla, que había sido concebida originalmente para ayudar a los ermitaños del monte Carmelo en Palestina a alcanzar la perfección, fue adaptada a las nuevas necesidades de una orden de frailes mendicantes dedicados a la predicación y al ejercicio de los ministerios sacerdotales. En 1247 el papa Inocencio IV aprobó las nuevas constituciones y en 1252 publicó una carta en defensa de los carmelitas cuyo éxito había provocado la envidia y la hostilidad del clero en varios países.
La Bienaventurada Virgen María, acompañada de una multitud de ángeles, se apareció a san Simón con el escapulario de la Orden en sus manos y le prometió su especial protección, añadiendo: «Tú y todos los carmelitas tendréis el privilegio de que quien muera con él no padecerá el fuego eterno», es decir, quien muera con él se salvará.
Un escapulario (=del latín scapulae, hombros) es un hábito sin mangas, abierto por los costados, que se ponía encima de la túnica, metiéndolo por la cabeza, descansa sobre los hombros, y cae una parte suelta hacia delante y otra hacia atrás. Comenzaron a usarlo los benedictinos para el trabajo y también lo adoptaron, entre otros, los carmelitas. Es por tanto, el símbolo o lo sustancial del hábito religioso.
En el siglo XIII comenzó la costumbre de conceder los frailes a sus bienhechores participación en sus oraciones y buenas obras. Así, los carmelitas hicieron partícipes de la promesa de especial protección de la Virgen en esta vida y de salvación en la hora de la muerte a quienes llevasen su escapulario que, con este motivo se redujo hasta el símbolo de dos pedazos de lana marrón unidos por cordones o cintas.
La particular protección de María Santísima hacia el Carmelo fue confirmada cuando nuestra Señora se apareció en 1314 al cardenal Giacomo Duèse que llegaría al Papado en 1316 con el nombre de Juan XXII. La Virgen le aseguró una especial asistencia a los que llevasen el escapulario del Carmen, asegurándole que los libraría del purgatorio el primer sábado después de su muerte. Esta promesa, conocida como “Privilegio Sabatino” se considera que fue promulgada solemnemente por Juan XXII en el año 1322 en un texto muy citado aunque no hay de él una constatación documental fehaciente. Numerosos testimonios posteriores avalan esta creencia:
«Además, esta Madre piadosísima no dejará ciertamente de interceder ante Dios según la tradicional promesa del llamado privilegio Sabatino, para que aquellos de sus hijos que hayan de expiar sus faltas en el Purgatorio, consigan cuanto antes[1] el eterno descanso de la patria»[2].
En la sexta aparición mariana de Fátima, cuando se obró el milagro del sol, los Lucía, Jacinta y Francisco vieron a la Virgen bajo la advocación del Carmen con el Niño en brazos y el Escapulario. De hecho, las referencias al infierno, al purgatorio, a la necesidad de penitencia y a la intercesión de Nuestra Señora contenidas en el mensaje de Fátima están en entera consonancia con las promesas del escapulario. En el texto que hemos citado, Pío XII lo consideraba un medio de reconocer la consagración al Corazón sacratísimo de la Virgen Inmaculada.
II. La condición para beneficiarse de la promesa principal, la preservación del infierno, es el uso del escapulario, desde que se haya recibido con recta intención, y que se lleve puesto efectivamente en la hora de la muerte. Se admite a tal efecto, que una persona lo lleva puesto de manera continua, en el caso de que sea privada de su uso, como por ejemplo, los enfermos en los hospitales. San Pío X concedió la facultad de sustituir el escapulario de tejido por una medalla que debe tener en una de las caras el Sagrado Corazón de Jesús y en la otra cualquier imagen de Nuestra Señora.
«Y, en verdad, no se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen; se trata, en otras palabras, del más importante entre todos los negocios y del modo de llevarle a cabo con seguridad. Es ciertamente, el Santo Escapulario una como librea mariana, prenda y señal de protección de la Madre de Dios»[3].
Para beneficiarse del “Privilegio Sabatino”, es necesario cumplir tres requisitos.Llevar puesto habitualmente el escapulario (o la medalla).
Conservar la castidad, de acuerdo con el propio estado (total, para los célibes; y conyugal para los casados). Hay que decir que esta es una obligación de todo cristiano, por lo que el privilegio se entiende aplicable a aquéllos que vivan habitualmente en tal estado.
Recitar diariamente el Oficio Parvo de nuestra Señora. Es costumbre sustituirlo por la recitación diaria del Rosario.
Apenas es necesario advertir, como recuerda Pío XII, que obrarían temerariamente aquéllos que viviesen una vida de pecado de forma deliberada, juzgando erróneamente que por usar el escapulario se salvarán: «Mas no piensen los que visten esta librea que podrán conseguir la salvación eterna abandonándose a la pereza y a la desidia espiritual, ya que el Apóstol nos advierte: “obrad vuestra salvación con temor y temblor” (Flp 2, 12)»[4]. Sin embargo, tampoco debemos renunciar al uso del escapulario al reconocer nuestra condición de pecadores. El jesuita san Claudio de la Colombière, en un sermón sobre la Virgen del Carmen en la Iglesia de los carmelitas de Lyon, dijo:
«No quiero lisonjearos; de ninguna manera se puede pasar de una vida licenciosa y desordenada a la vida eterna, sino por el camino de la sincera penitencia; pero ese sincero arrepentimiento en tal modo os lo sabrá facilitar la más cariñosas de las madres. Cuando menos lo penséis hará brillar en vuestras almas un rayo de luz sobrenatural que de golpe os descubrirá el engaño. Si, a pesar de todas estas gracias, os obstináis en no cambiar de vida, si cerráis los ojos a tantas luces, en una palabra, si queréis morir en vuestro pecado… ¡en el moriréis! Pero no moriréis con el Escapulario. Vosotros mismos; sí, vosotros mismos, antes de morir reprobados y con el santo habito, os despojareis de él»[5].
A la Virgen María, bajo esta advocación del Carmelo nos acogemos con la esperanza de que Ella adelante el momento en que todos los difuntos, y también un día nosotros, podamos ver a Dios y vivir para siempre con Él en el Cielo.
NOTA: Indulgencias vinculadas al Escapulario[6]Se concede indulgencia parcial a aquél que, llevando piadosamente el Escapulario, o la medalla, haga un acto de unión con la Santísima Virgen o con Dios a través del Escapulario, por ejemplo, besándolo, formulando una intención o un pedido.
Se concede indulgencia plenaria (remisión de todas las penas del purgatorio) en el día en que se recibe por primera vez el escapulario, y también en otras fiestas como la de Nuestra Señora del Carmen, 16 de julio.
Hay que decir que las indulgencias son recibidas si se cumplen las condiciones habituales: confesión, comunión, desapego de todo pecado, incluso los veniales, y oración por las intenciones del Santo Padre (se acostumbra a rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria).
[1] «En las citas de la «Bula sabatina» por los diversos autores, se encuentran diversas lecturas de ella (lo que prueba que no dependen de un solo documento inmediato). Por ejemplo, algunos en vez de ser «sábado» cuando la Virgen socorre a los cofrades del purgatorio leen «súbito» (cuanto antes), lo que parece una errata de transcripción, aunque así ha pasado a la liturgia y a las encíclicas de Pío XII: El escapulario del Carmen»: El escapulario del Carmen.
[2] PÍO XII, Carta con motivo del VII Centenario del Escapulario del Carmen (11-febrero-1950)
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Oeuvres completes, vol 2-2, 337-406; cit por: El escapulario del Carmen.
[6] Cfr. El Escapulario de Nuestra Señora del Carmen
Padre Ángel Martín David Rubio