La pobre representación de los fieles en el proceso presinodal, que ha obligado a alargarlo hasta el año que viene, y el escandaloso documento preparatorio está llevando a algunos obispos (auxiliares, eso sí) a cuestionar la idoneidad de esta reunión. Últimamente han hablado el suizo Marian Eleganti, emérito de Coira, y el holandés Rob Mutsaerts, de ‘s-Hertogenbosch.
Abrieron fuego los ‘sospechosos habituales’: el obispo Schneider, el cardenal Burke, el cardenal Müller. Este último, con la autoridad moral de ser exprefecto para la Doctrina de la Fe, fue tan lejos en el programa de Raymond Arroyo como para llamar al sínodo “una OPA hostil sobre la Iglesia”.
“Esto no tiene nada que ver con Jesucristo, con el Dios Trino. Parecen pensar que la doctrina es como un programa de partido que puede cambiar según sus electores”, añadió Müller, concluyendo: “Es un intento de destruir la Iglesia. Sí tienen éxito, será el fin de la Iglesia católica”. Más apocalíptico, es difícil.
Pero no está solo. Marian Eleganti, obispo auxiliar emérito de la diócesis suiza de Coira y conocido por sus reticencias ante el proceso renovador de la Iglesia, también ha expresado sus recelos. La crítica del suizo se centra en que hay que evitar la impresión (que el sínodo parece subrayar, pero que ya insinuaba el ‘espíritu del Concilio’) de que la Iglesia ha estado en el error hasta que hemos llegado nosotros, nuestra generación. “La Iglesia no ha estado en el camino equivocado durante 2000 años para ser iluminada y corregida en nuestros días por un proceso sinodal en el siglo XXI”, declara. “Para esto, no necesitamos ni un Concilio Vaticano III, ni un evento sustituto simplificado llamado Sínodo sobre la Sinodalidad”.
Yendo más lejos, en un ensayo recién publicado, Eleganti explica que “hoy los procesos sinodales, como las nanopartículas de las vacunas a base de mRNA, actúan como vectores que transportan sustancias nocivas o herejías y son en sí mismos tóxicos”.
Para Eleganti, la Iglesia está cayendo en la tentación de “estar de moda”, imitando el fervor del mundo por las nuevas causas. “Se trata de nuevo de los mismos retales sinodales recalentados por enésima vez desde los años 70: democracia, participación, implicación en el poder, mujeres en todos los oficios y el diaconado o sacerdocio femenino; revisión de la moral sexual en relación con las relaciones sexuales extramatrimoniales, el matrimonio y la homosexualidad; eliminación de la centralidad del sacerdote en la liturgia, etc”.
Mutsaerts, jovencísimo cuando fue consagrado obispo, tiene un historial aún más ‘trabucaire’ que Eleganti, y ha chocado con los nuevos tiempos desde antiguo, desde que se negara a asistir al Sínodo de la Amazonía después de conocer su planteamiento. Y no tiene pelos en la lengua, como puede comprobar cualquier lector de Infovaticana buscando su nombre en nuestros archivos. Acabó regular con su superior, el titular de ‘s-Hertogenbosch, y negociaron ambos que Mutsaerts perdería buena parte de sus funciones.
Si no le gustó el de la Amazonía, menos aún el de la Sinodalidad. Su crítica de centra en algo que ya se ha repetido a menudo en estas páginas: la Iglesia no tiene por misión “escuchar”, sino enseñar. El sínodo dice centrarse en los “excluidos”, pero, se pregunta el holandés, ¿quiénes están excluidos de la Iglesia? “ En definitiva, los que no están de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica”.
“La misión de la Iglesia, dice Mutsaerts, no es esta. No se trata de examinar todas las opiniones y luego encontrar un acuerdo. Jesús nos mandó algo más: proclamar la Verdad; es la Verdad que os hará libres”, asegura en su blog.
Carlos Esteban