Redacción (11/01/2023 13:41, Gaudium Press)
El Cardenal George Pell, australiano y de línea conservadora, ha fallecido el 10 de enero de 2023, en el Salvator Mundi International Hospital de Roma. ¿La causa? Serias complicaciones cardíacas a raíz de una operación de cadera para cambio de prótesis. Con los avances médicos de nuestros días y tratándose de un personaje tan destacado, llama la atención esta triste circunstancia, que inscribe al purpurado en la lista de defunciones de cardenales controvertidos.
Pell era un cardenal sincero, tachado por sus adversarios de rudo, honesto defensor de la verdad y promotor del progreso homogéneo del dogma católico en continuidad con la tradición recibida. Sus posturas firmes y su actitud coherente frenaron hasta cierto punto la máquina de los que pretenden un cambio radical, una evolución o adaptación de la doctrina católica al pensamiento único que extravía hoy al mundo, hundiéndolo en una crisis moral sin precedentes causada por la más extravagante inversión de valores.
Quizás por eso fue falsamente acusado de pedofilia en Australia, y, quien sabe, también por eso estuvo injustamente preso allí durante un año en la cárcel de máxima seguridad. Finalmente, fue absuelto en instancias superiores de todos los cargos. Los jueces se rindieron ante la puerilidad de las acusaciones. En ese sentido, tenemos ante nuestros ojos un bienaventurado del Evangelio, alguien que sufrió persecución por amor a la justicia, y que ahora, seguramente, ha conquistado el Reino de los Cielos. Un prelado que merece pasar a la historia como un valiente, como un héroe de Cristo.
Los periódicos en general han resaltado el hecho de que Pell fue condenado. Y eso, sobre todo, en sus titulares. Afirman haber sido él “el mayor cargo de la Iglesia condenado por abusos sexuales”, y sólo a lo largo de los sendos artículos se puede percibir que fue condenado sí, pero injustamente, aunque ese dato se deje caer de forma soslayada. Pero más allá de las tristes y múltiples manipulaciones de la información, Pell no deja de tener un fallecimiento prototípico de esta clase de cardenales que haciendo justicia a su sotana roja han estado dispuestos a jugarse la vida por defender el Evangelio en su integridad.
Otro caso semejante de una larga lista, lo encontramos en la muerte del Cardenal Merry del Val. Los lectores que deseen más detalles sólidamente fundamentados de su historia pueden hacer clic aquí. El Cardenal Merry del Val fue el brazo derecho de San Pío X, el Papa Sarto, gran protagonista de la denuncia al modernismo, esa herejía con múltiples tentáculos, que envenenaba a la Iglesia con sus falacias y falsas doctrinas. Merry del Val fue una pieza esencial en la política del Papa Sarto en su lucha contra la infiltración en la Iglesia.
Pues bien, pocos años habían pasado del fallecimiento de San Pío X, cuando el Cardenal Merry del Val, que se conservó siempre un intrépido defensor de la Fe, encontró su muerte en una banal operación de apendicitis. Tenía sesenta y cinco años, gozaba de óptima salud. La causa fue investigada a instancias de diversos curiales, pero jamás del todo esclarecida. Algunos dicen haber sido el exceso de cloroformo usado en la anestesia, el que envió al Cardenal – hoy venerable – a la otra vida. Otros, el hecho de haberse desprendido su dentadura, causándole la muerte por asfixia. El médico no habría podido hacer nada por faltarle las pinzas adecuadas al caso. Otro detalle: el anestesista de su operación murió de modo imprevisto pocos meses tras la desaparición del Cardenal.
Hay ciertos episodios históricos, como este de las muertes de los cardenales polémicos, que están lejos de ser sencillos y van dejando detrás de sí sombras de incertidumbre.
Pell era un cardenal sincero, tachado por sus adversarios de rudo, honesto defensor de la verdad y promotor del progreso homogéneo del dogma católico en continuidad con la tradición recibida. Sus posturas firmes y su actitud coherente frenaron hasta cierto punto la máquina de los que pretenden un cambio radical, una evolución o adaptación de la doctrina católica al pensamiento único que extravía hoy al mundo, hundiéndolo en una crisis moral sin precedentes causada por la más extravagante inversión de valores.
Quizás por eso fue falsamente acusado de pedofilia en Australia, y, quien sabe, también por eso estuvo injustamente preso allí durante un año en la cárcel de máxima seguridad. Finalmente, fue absuelto en instancias superiores de todos los cargos. Los jueces se rindieron ante la puerilidad de las acusaciones. En ese sentido, tenemos ante nuestros ojos un bienaventurado del Evangelio, alguien que sufrió persecución por amor a la justicia, y que ahora, seguramente, ha conquistado el Reino de los Cielos. Un prelado que merece pasar a la historia como un valiente, como un héroe de Cristo.
Los periódicos en general han resaltado el hecho de que Pell fue condenado. Y eso, sobre todo, en sus titulares. Afirman haber sido él “el mayor cargo de la Iglesia condenado por abusos sexuales”, y sólo a lo largo de los sendos artículos se puede percibir que fue condenado sí, pero injustamente, aunque ese dato se deje caer de forma soslayada. Pero más allá de las tristes y múltiples manipulaciones de la información, Pell no deja de tener un fallecimiento prototípico de esta clase de cardenales que haciendo justicia a su sotana roja han estado dispuestos a jugarse la vida por defender el Evangelio en su integridad.
Otro caso semejante de una larga lista, lo encontramos en la muerte del Cardenal Merry del Val. Los lectores que deseen más detalles sólidamente fundamentados de su historia pueden hacer clic aquí. El Cardenal Merry del Val fue el brazo derecho de San Pío X, el Papa Sarto, gran protagonista de la denuncia al modernismo, esa herejía con múltiples tentáculos, que envenenaba a la Iglesia con sus falacias y falsas doctrinas. Merry del Val fue una pieza esencial en la política del Papa Sarto en su lucha contra la infiltración en la Iglesia.
Pues bien, pocos años habían pasado del fallecimiento de San Pío X, cuando el Cardenal Merry del Val, que se conservó siempre un intrépido defensor de la Fe, encontró su muerte en una banal operación de apendicitis. Tenía sesenta y cinco años, gozaba de óptima salud. La causa fue investigada a instancias de diversos curiales, pero jamás del todo esclarecida. Algunos dicen haber sido el exceso de cloroformo usado en la anestesia, el que envió al Cardenal – hoy venerable – a la otra vida. Otros, el hecho de haberse desprendido su dentadura, causándole la muerte por asfixia. El médico no habría podido hacer nada por faltarle las pinzas adecuadas al caso. Otro detalle: el anestesista de su operación murió de modo imprevisto pocos meses tras la desaparición del Cardenal.
Hay ciertos episodios históricos, como este de las muertes de los cardenales polémicos, que están lejos de ser sencillos y van dejando detrás de sí sombras de incertidumbre.
Por Ricardo González