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viernes, 17 de marzo de 2023

El fin del sacerdocio



Una de las obsesiones más recurrentes, e insistentes, del camino sinodal alemán es el celibato sacerdotal para los nuevos y para los ya ordenados que quisieran casarse sin tener que renunciar al ejercicio del ministerio. El tema fue aprobado con una abrumadora mayoría, cerca del 95% de los votos en favor. Cuando un sacerdote elige el sacerdocio, debe actuar por vocación, sabiendo que no desempeñará un trabajo como cualquier otro: el celibato, como ha sostenido siempre Benedicto XVI, no debe entenderse como una renuncia, sino como un don, a saber, el de servir sólo al Señor y al rebaño que le ha sido confiado. El sacerdote ya tiene una familia y es la comunidad de los fieles a la que está llamado a servir en el nombre del Señor: “el celibato es posible porque Cristo da la gracia para vivirlo. El sacrificio es el instrumento para poder corresponder a esta gracia».

Desde el Vaticano II hemos vivido, el tema no es nuevo, una lucha sin cuartel contra el celibato que hace sospechar que estamos ante un ataque contra el sacerdocio mismo. Permitir que los sacerdotes se casen no favorecería un aumento de vocaciones, el mismo Papa Francisco está finalmente convencido de ello. Es falso argumentar que, al ofrecer a los sacerdotes el derecho a casarse, también se colocaría una barrera contra los casos de pederastia: una hipótesis que no se sostiene, dado que la gran mayoría de los sacerdotes pederastas tienen tendencias homosexuales, por lo tanto, difícilmente “tratable” con un matrimonio.