Los que me leen en este medio conocen bien mi opinión sobre el supuesto debate político existente en la escena española. Resumido en muy pocas palabras, PP y PSOE sirven al mismo señor, y en consecuencia, tienen la misma ideología y los mismos objetivos, exactamente los mismos. Lo único diferente es el rol que interpretan, planeado igualmente desde arriba, para mantener en el votante la ilusión de que puede decidir algo con su voto, y conseguir así mejores índices de participación electoral que sirvan para seguir legitimando la pantomima.
No soy el único que lo piensa así, y cada vez son más los que se están quitando vendas y complejos y aceptan que tal es la verdadera clave del sistema político español (supuestamente democrático).
Pero reconozcámoslo: son muchos más los que interpretan el escenario político patrio de manera diferente. Dicen: “España es un país de izquierdas, y la única manera de ganar unas elecciones es presentar un programa político que pueda atraer a la izquierda”. Y ese sería, según ellos, el dilema del PP: para ganar unas elecciones tiene que presentarse como si fuera un partido de izquierdas, tiene, en suma, que parecerse al PSOE, algo en lo que ha insistido hasta la saciedad el actual líder del PP. ¡Y lo grande es que lo aceptan! Esos votantes del PP, con tal de que no gobierne el PSOE, están dispuestos a votar al PP perfectamente sabedores de que va a hacer las mismas cosas que el PSOE.
Parece mentira que semejante argumento y comportamiento hayan podido calar de manera tan sencilla, tan pueril incluso, en un sector tan amplio del electorado, que lo acepta con toda normalidad: “vamos a parecernos al PSOE, vamos a ganar las elecciones”.
Ahora bien: ¿de qué me sirve a mí que me presento con mi voto ante una urna, que deje de gobernar una persona y pase a hacerlo otra que va a hacer las mismas cosas? El argumento, ¿no es absolutamente descabellado? Les voy a decir una cosa: llegados a este punto ¡es que a lo mejor me planteo más votar a un Sánchez apolíneo y sonriente, que a un Feijóo feíllo y más bien soso!
No conozco a ninguno de los dos. No le debo nada, ni a uno, ni a otro. No son mis amigos, no me preocupa el futuro político, profesional o personal de ninguno de los dos: desde ese punto de vista, mucho más me preocupa el futuro de mi vecino del segundo con el que charlo en el ascensor. De ellos, de Sánchez y de Feijóo, sólo me preocupa lo que puedan hacer por mí, por mi familia, por mi patria… a más a más, incluso por mejorar el mundo. Eso es lo que me lleva a las urnas, no elegir al que me parece más guapo o más simpático. Eso valdrá para Gran Hermano, pero no para unas elecciones en las que está en juego el futuro del país.
No, el argumento no me vale. No me vale eso de que la única manera de ganar unas elecciones es para hacer lo mismo que ellos. Si la opción que voto no me sirve para hacer cosas distintas, el voto no me sirve. (*)
Y ese, querido amigo, es el desalentador panorama político español. No hay alternativa. Paso dado por el PSOE, paso consolidado por el PP. No hay marcha atrás. El PP no va a cambiar nada. No lo ha hecho nunca: díganme Vds. una ley que haya cambiado el PP de las realizadas por el PSOE… ¡y llevamos ya casi medio siglo! Ya lo vimos con Rajoy, que, ¡por lo menos!, nos dijo que sí lo haría. Éste, ni siquiera lo dice: todo lo que nos dice es que hay que parecerse al PSOE para que el PSOE no gobierne… ¡pues aviaos estamos!
Luis Antequera
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(*) NOTA PERSONAL:
Sí hay una alternativa y se llama VOX: con éstos sabe uno a qué atenerse. Dicen siempre las mismas cosas; y no una cosa en un sitio y otra en otro.