Sánchez dejó al descubierto su fragilidad al pedirle a Feijóo que no contribuyera a las pitadas en el 12 de octubre. Que un político tan pagado de sí mismo como el presidente en funciones hiciera estas declaraciones expone su mayor debilidad: el pulso de la calle. Sánchez sabe que ha perdido cualquier atisbo de popularidad y los episodios de protestas y abucheos allí por donde pisa se reproducen sistemáticamente. La gran cita -hasta el debate sobre su investidura- es sin duda el 12-O, un día que será difícil para el líder del PSOE
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