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domingo, 8 de octubre de 2023

¿Un rey 2030? (por Pío Moa)



Felipe VI no ha querido seguir su propio ejemplo cuando defendió la Constitución contra el butifarréndum, y ha encargado el gobierno a un sujeto aliado con los partidos más abiertamente antidemócratas, anticonstitucionales y antiespañoles, con los que se identifica el sujeto. Hemos llegado a un punto en que la forma constitucional (proponer una investidura al fallar la anterior) se opone radicalmente al contenido constitucional. Algo muy semejante a la ascensión formalmente democrática del nazismo al poder

¿Por qué lo ha hecho el rey? Creo que el problema de fondo radica en que comparte con dicho sujeto un proyecto de gran alcance, en el que la idea de España y de la democracia se disuelve: la llamada “agenda 2030”, enésima utopía liberticida, diseñada como novedad por un grupo de políticos e hipermillonarios iluminados y anglómanos. Proyecto compartido asimismo por el PP , y solo contrariado por VOX. Estos son acuerdos estratégicos y de largo alcance, dentro de los cuales las discrepancias sobre la identidad y unidad de España y sobre las libertades, resultan asuntos menores y fácilmente salvables.

El proyecto o agenda incluye tácitamente la eliminación progresiva no solo de las identidades nacionales, sino de los propios idiomas, sustituidos por el inglés como lengua superior de comunicación y cultura, proceso castrador ya bastante avanzado en España. Y Felipe VI ha dado sobradas muestras de su anglomanía, como emplear a menudo el inglés en la propia España, presidir un Instituto llamado Elcano para dirigir la política exterior española según los intereses de Londres, mantener una oficiosa sumisión a la monarquía inglesa, o educar a su presunta sucesora en Gales, de hecho Inglaterra, la potencia invasora de Gibraltar, cosa que no parece quitar el sueño a un rey de España.

Ocurre, además, que dentro de esa agenda es obligada la demolición de la herencia del franquismo, aunque esta venga de antes. Demolición que incluye a la monarquía, además de la unidad nacional o la transición democrática. El padre del rey actual firmó la ley de memoria histórica, que le deslegitimaba precisamente por su origen, y Felipe ha firmado la llamada cínicamente democrática, que destroza la democracia.

Dicen algunos que Felipe no tenía otra salida que llamar al sujeto en cuestión. Desde luego que sí tenía otras opciones. Pero si realmente no pudiera hacer nada para impedir un gobierno demoledor de la unidad nacional y la democracia, ¿de qué sirve la monarquía? Históricamente, la monarquía se deslegitimó y suicidó en un corto proceso entre 1929 y 1931. Lo he tratado en varios libros y artículos, lo resumiré aquí en otro momento. También la monarquía actual puede suicidarse, vemos indicios.

¿Puede esto terminar bien? Nada es imposible, pero suena en extremo improbable

Pío Moa