El rumor de que podría promulgarse un documento papal apretando las tuercas de Traditionis custodes contra la Misa Tradicional podría perfectamente acabar en agua de borrajas. Pero el documento, insinúa Robert Moynihan, fundador y editor en jefe de la revista Inside The Vatican, existe.
Y lo ha visto, al menos, un arzobispo estadounidense. Al menos es lo que cuenta Moynihan, basándose en un correo que habría recibido recientemente y que viene encabezada con la siguiente frase, muy reveladora: «Como ambos sabemos, no hay verdaderos ‘secretos’ en Roma».
Moynihan, aunque no lo nombra, conoce al autor, un sacerdote que le confirma que un arzobispo habría visto el borrador del documento que impondría aún más restricciones a la celebración de la Misa Tradicional, visto que muchos obispos se han tomado en serio su papel de “custodios de la Tradición” y han hecho con su capa un sayo con respecto al motu proprio papal.
Bien, es posible. El Papa dejó en manos de los obispos la aplicación del motu proprio, convencido, podemos suponer, de que su voluntad se cumpliría en toda su amplitud, y no ha sido así.
No totalmente ni en todas partes, al menos. El Rito Tridentino es prácticamente desconocido en la Iglesia universal de hoy, por lo que su liberalización o prohibición carecería, en principio, de interés para el mundo católico, salvo en tres países: Estados Unidos, Francia e Inglaterra.
En Estados Unidos, el motu proprio Summorum pontificum tuvo un efecto significativo en la proliferación de Misas tradicionales en un fenómeno con cierto peso en determinadas diócesis. Y algunas de esas mismas diócesis no están por la labor de cargar contra un sector de fieles aún reducido pero en constante crecimiento, mientras ven desvanecerse los fieles de las parroquias Novus Ordo. Así que han renovado los permisos, como si el motu proprio no fuera con ellos, o lo han aplicado con la interpretación más laxa imaginable.
Y Francisco, sabemos, no lleva bien que se opongan a sus deseos. Ya tuvo monseñor Roche, su hombre para la Liturgia, que apretar un poco más las tuercas con un ‘responsum’ en el sentido más restrictivo del documento. Pero, al parecer, no ha sido suficiente.
Pero todo este revuelo, que en principio afecta a un número reducidísimo de fieles, ha acabado por desbordar el ámbito del especialista o el directamente interesado. Muchos fieles que nunca han pisado un templo en el que se celebrara una Misa tradicional han empezado a preguntarse a qué viene esa súbita obsesión con un grupo de adeptos que no hacen mal a nadie y solo quieren adorar como ha hecho la Iglesia Militante durante siglos.
Con la de problemas gravísimos que aquejan a la Iglesia, ¿por qué se preocupa tanto el Papa por un grupúsculo fiel a la doctrina que no hace más que crecer? Mientras no se disciplina a los numerosísimos sacerdotes que hacen mangas y capitorotes con las rúbricas de la Misa Novus Ordo, ¿a qué viene esa obsesión con quienes quieren asistir a una Misa dicha con reverencia y aprobada por la Iglesia?
Carlos Esteban