Estos días, algunos medios de comunicación están indicando lo que deberías votar en tal o cual provincia de España.
Esta forma de entender unas elecciones empieza a ser algo frecuente en España. Básicamente, quieren que decidas tu voto en función de las necesidades de uno u otro partido. La idea es que si a un partido le faltan tantos votos en cierta provincia, deberías votar a ése y no a otro. Francamente, me sorprende que haya medios tratando a los españoles como si fuésemos peones en un tablero de ajedrez, a los que hay que mover de tal o cual forma, como si nuestro voto debiese atender a los intereses de un partido político antes que a nuestro criterio personal.
De cara a las elecciones generales del 23 de julio, y lo mismo con cualquier otra convocatoria electoral, lo que los españoles deberían tener en cuenta a la hora de votar es lo que les dicta su conciencia. Sinceramente, me importa un bledo si a tal o cual partido le viene mal que yo vote a otro partido en estas elecciones. Lo que me importa, ante cualquier llamada a las urnas, es responder a estas preguntas:
- ¿Las propuestas que defiende tal o cual partido se ajustan a mi forma de pensar, a mis ideas y a mis creencias, o entran en grave contradicción con ellas?
- ¿La práctica de ese partido es coherente con sus planteamientos y promesas, o por el contrario dice una cosa y hace la contraria, e incumple sus compromisos después de cada proceso electoral?
- ¿Los representantes de ese partido son personas honradas, dicen la verdad y obran con justicia, o por el contrario demuestran ser personas sin escrúpulos, que no tienen reparos en mentir y engañar para arañar algunos votos?
- ¿Mi voto contribuirá a mejorar las cosas en España, defender la dignidad humana, la libertad y los derechos fundamentales y servir al bien común, o por el contrario servirá para beneficiar a los enemigos de España y de la libertad?
Obviamente, no son preguntas fáciles de contestar. Para hacerlo, tienes que molestarte en consultar lo que defiende cada partido, no fiándote sin más de lo que los medios dicen, sino consultando su programa -hoy en día es fácil encontrarlo a través de Internet-, y también tienes que hacer un ejercicio de memoria, para verificar si lo que dice ese programa tiene relación con lo que ese partido ha hecho. Pero ese esfuerzo tiene como resultado un voto más meditado y que te haga sentirte verdaderamente representado. Porque el propósito de unas elecciones no es que tú le hagas un favor a tal o cual partido que lo necesita, sino que tú te sientas representado por ese partido.
Muchas veces nos hablan de adquirir una cierta cultura democrática, lo cual implica tomarnos un cierto esfuerzo y no decidir nuestro voto a la ligera, pero luego nos piden que la dejemos a un lado y que atendamos a determinados cálculos electorales de los partidos. Pues no. Somos personas, somos ciudadanos con derechos y nuestros votos no pertenecen a ningún partido: nos pertenecen a nosotros, y somos nosotros, en conciencia, los que debemos decidir en quién delegamos esa representación, quiénes queremos que hablen en nuestro nombre durante los próximos cuatro años, una cuestión muy importante y que deberíamos decidir con madurez y seriedad.
Si a uno u otro partido les viene mal nuestra elección, es problema de ellos. El problema, para tí, debería ser regalar tu voto a un partido por el que no te sientes representado o al que tienes que votar con la nariz tapada, en la creencia de que votando siempre al mal menor se puede arreglar algo. ¿De qué ha servido eso hasta ahora?
Elentir