En este blog no discutimos sobre cuestiones políticas y tampoco lo haremos en esta ocasión. Pero a fin de evitar equívocos, comienzo con una aclaración. Votar o no votar es una decisión de cada uno, y si vota, es su decisión a quién vota. Con respecto al proceso electoral en Argentina, personalmente no me preocupan los hábitos sexuales de Javier Milei —sería ocioso soñar con la candidatura de un San Luis Gonzaga—, y tampoco su liberalismo económico —sería también ociosos con la presidencia de un Vázquez de Mella—. Me preocupa su equilibrio mental, pues no quisiera tener como presidente a un Luis de Baviera.
Dicho esto, creo que hay un aspecto del que pocos han comprendido su real dimensión, o muy poco se ha hablado del mismo. El triunfo de Milei en las primarias de agosto significó una aplastante derrota de los más de veinte años de agresivas políticas progresistas impuestas en el país por el peronismo y, también, por Juntos por el Cambio.
Repasemos las propuestas de Milei y de su equipo:
— Derogación de la ley del aborto a través de un plebiscito
— Justicia y no venganza para los militares acusados y procesados por supuestos delitos de lesa humanidad.
— Eliminación de la Educación Sexual en las escuelas
— Eliminación de la promoción de los derechos LGBT+++++++
— Eliminación del Ministerio de la Mujer y, con él, de todas las políticas feministas.
— Eliminación del lenguaje inclusivo en todas las comunicaciones oficial
— Cuestionamiento de la llamada “violencia de género” y del odio al varón, equiparando a todas las víctimas de violencia: ancianos, discapacitados y niños.
— Libertad para la educación privada a fin de que pueda organizarse sin injerencia del Estado en la elaboración de sus planes de estudio.
El solo hecho de que una plataforma electoral proclame tales principios es ya asombroso, pues se suponía que la agenda progre había prohibido para siempre hablar de ciertos temas. Por eso que ha dejado estupefacto al progresismo en sus más diversas variantes que los representantes de tales propuesta hayan sacado la mayoría de los votos y se perfilen para ganar en primer vuelta en las elecciones de octubre. Basta ver los diarios y programas de televisiones, aún en los canales conservadores como La Nación, el bombardeo constante que realizan a Milei y sus propuestas. Y la verdad es que no puedo menos que gozarme de su desesperación. Una progre redomada, por ejemplo, hace algunos días escribía en Infobae pidiendo literalmente ayuda a Estados Unidos para frenar a Milei. Y el domingo, el incomprensiblemente periodista estelar Luis Majul reunió un pelotón de fusilamiento contra el libertario, en el que la muy políticamente correcta Paola Caracciolo, que ha borrado sus raíces italianas haciéndose llamar Pola Olaixarac, quien no titubeó en recurrir incluso al ¡insulto a una mujer! —Victoria Villaroel— para desprestigiarla. Los derechos proclamados por el progresismo son válidos siempre que sean aplicados a los progresistas. La “derecha” no tiene derechos.
Por cierto que no hay que ser ilusos y pensar que a Milei lo votaron por su agenda conservadora. Si hubiese sido una agenda distinta, seguramente habría sacado una cantidad de votos similar. Lo votaron porque expresa el hartazgo de la sociedad argentina con su clase política y lo votaron sobre todo de los jóvenes de esa sociedad. Pero justamente es aquí donde se encuentra la evidencia de la derrota de la agenda progre: sus postulados no tuvieron el menor peso en la población a la hora de elegir un candidato, ni siquiera entre los más jóvenes, que se supone que deberían ser los más permeados por esa ideología. Apenas pueden alegar una débil justificación diciendo que la mayoría de los votantes de Milei son varones… ¡qué curioso! En estas circunstancias sí sacan a relucir el sexo biológico.
Como bien señala Claudia Peiró en un buen artículo, incluso en la oposición ganó el ala conservadora. Mientras Martín Lousteau, apoyado por Rodríguez Larreta, proponía una agenda hiperprogre para Buenos Aires, Patricia Bullrich elegía como compañero de fórmula a Luis Petri, uno de los diputados más anti-abortistas que intervino en la discusión de esa ley. Y Bullrich le ganó por seis puntos a su rival.
Por eso mismo, lo ocurrido en las PASO, fue una derrota no sólo del peronismo, sino del progresismo en todas sus caras: grosera y maloliente como la propulsada por el kirchnerismo, y elegante y civilizada como la del ala blanda de Juntos por el Cambio. Todo lo cual no hace más que confirmar, una vez más que, al menos en Argentina, el progresismo no es más que el credo de un nuevo gnosticismo, profesado por una elite instruida que se considera iniciada y superior al resto de las masas; los nuevos catharoi que han sido incapaces de reclutar para sus filas, a pesar de los millones de Soros, de la ONU y del peronismo, al pueblo del que se proclaman representantes.
(Uno de los beneficio que nos traerá el eventual triunfo de Javier Milei en las elecciones es que nos evitará la anunciada visita el papa Francisco. No creo que el pontífice se anime a venir si ve este video)
The Wanderer