En este blog no suelo publicar noticias sobre abusos litúrgicos: es un tema demasiado setentoso y para comprobar los abusos no es necesario un blog: basta ir a cualquier iglesia de barrio.
Sin embargo, en esta ocasión se han dado dos hechos que no tienen tanto que ver con el abuso cuando con el ridículo.
El primero, fue el avant premier del rito maya, celebrado en alguna iglesia de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas de México. Se trata, por supuesto, de una nueva creación de laboratorio, sólo que en este caso no están Bugnini, ni Botte, ni Jungmann, ni Vagaggini, ni el resto de liturgistas que inventaron el rito de Pablo VI y que, aunque progresistas, sabían de liturgia.
He podido ver apenas unos segundos de la misa en este nuevo rito —en realidad, es el novus ordo missae con adendas indígenas— y ya aparecen objeciones y predicciones. La más obvia de todas es que difícilmente, o muy esporádicamente, podrá celebrarse por una sencilla razón: es muy caro y muy ridículo. Por lo que se aprecia en el video, todos los asistentes —sacerdotes y laicos— llevan una corona de flores. Me pregunto cuántos párrocos estarán dispuestos a hipotecarse en la florería del pueblo para tener coronas disponibles para todos y todas a la hora de celebrar la misa. Y me pregunto también cuántos de ellos, por más mayas que se autoperciban, aceptarán celebrar la misa con una tiara florida en sus cabezas. Es demasiado ridículo, por más originarios que sean.
Por otro lado, me pregunto si esos mismos párrocos estarán dispuestos a comprar kilos de incienso para alimentar el caldero que pasean por el altar. No se trata de un pequeño turíbulo; más bien parece un botafumeiro alternativo.
El segundo caso es el de la performance teatral que representaron las clarisas de Balaguer, diócesis de Urgell. Con las clarisas venimos de mal en peor: unas se hacen sedevacantistas siguiendo a un payaso que se cree obispo, y las otras desfogan sus dotes actorales reprimidas en una lamentable puesta en escena en medio del presbiterio de su iglesia.
Por lo que puede verse en el video —y en otros por el estilo que están en Youtube— estas monjas han querido representar alguna cosa a través de danzas contemporáneas, con música y vestuario al tono. Yo no puedo imaginar la cara que habrán puesto los asistentes al ver a mujeres mayores, solteronas todas ellas, representar con seriedad un espectáculo tan bochornoso, que produce vergüenza ajena aunque uno lo mire en solitario.
DURACIÓN 3:23 MINUTOS
Los dos casos —el rito maya y la performance de las clarisas— llevan a una reflexión. Me vino a la memoria la frase que escribió Chesterton en Ortodoxia: “Cuando los hombres dejan de creer en Dios, no es que no crean en nada: creen en cualquier cosa”. Los curas mayas y las monjas clarisas, siguiendo a sus mayores, abominaron de la liturgia tradicional y se burlan de ella. Se burlan de las mujeres que usan mantilla, pero ellos —varones y mujeres— usan una corona de flores; se burlan de la solemnidad y de los gestos hieráticos, pero ellas son capaces de danzar haciendo el ridículo; se burlan del turíbulo, del velo del cáliz y de las repetidas cruces que se hacen sobre los dones, pero ellos usan una marmita humeante para incensar las ofrendas con movimientos perfectamente estudiados; se burlan de los antiguos hábitos religiosos y abandonan el hábito coral, pero se visten con un esperpéntico poncho rojo; se burlan de la rigidez de los ministros sagrados [recordemos el gesto del Papa Francisco que “despegó” las manos unidas que tenía un pequeño monaguillo], pero alientan a señoras mayores a que intervengan con danzas perfectamente estudiadas y calculadas en la celebración de la misa.
El ridículo no tiene límites, y de él difícilmente se vuelve.