BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



domingo, 8 de diciembre de 2024

El brazo tonto del PSOE (por Carlos Esteban)




Apuntaba recientemente Hughes que el antisanchismo, además de mezquino como meta política, puede resultar ineficaz e incluso contraproducente, viendo que Sánchez, como un malvado de Marvel, parece alimentarse de la energía oscura de la crítica y la denuncia. Y tiene razón.

Pero yo ampliaría más el foco de la oposición necesaria para incluir al Partido Popular. Sostengo desde hace tiempo que el PP ha sido mucho más dañino para España que el PSOE, y que su desaparición para siempre de la escena política sería mucho más beneficiosa que la de los socialistas. Trataré de explicarme.

El PSOE es una banda, una mafia, una maldición. Tienen una historia criminal y un presente que no desentona, una ideología destructiva y la ética de una garrapata. Todo eso es cierto, diría que indudable, pero si el esquema ideológico funcionara, si España fuera, de verdad, esa cosa tan triste que es un bipartidismo, el PSOE tendría una contestación, un contrapeso. No podría cambiar España de modo que no la reconociese ni la madre que la parió, como auguraba certero Alfonso Guerra, porque de la cal del PSOE —viva o no— podríamos pasar a la arena del partido rival. El PSOE aprobaría sus políticas demenciales y suicidas durante sus mandatos, y el partido rival paliaría el daño en los suyos.

Pero el PP, en lugar de ser el representante de la derecha social que creen contra toda evidencia sus votantes, ha sido desde el inicio el cómplice necesario del PSOE, su comparsa, el payaso de las bofetadas, el brazo tonto del socialismo.

El PSOE defiende una ideología destructiva. El PP no tiene ninguna, es el partido nihilista. El PP es el escolar buenecito que, en el fondo de su corazón, admira al gamberro de clase y desearía ser como él, ser él. Y va a buscar, antes que la aprobación de quienes les votan, la de su admirado rival. Cuando el líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, dijo haber votado al PSOE de Felipe González, no estaba confesando, sino presumiendo. Algo así, que en el PSOE sería inimaginable, entre peperos se considera normal, casi obvio. Son del PP porque, por lo que sea, no pudieron ser socialistas.

El mito del «PSOE bueno», la fantasía de que hubo una vez un partido socialista que no fue ladrón ni enemigo de España, que Felipe González fue un estadista, el Maestro Yoda de nuestra democracia, y no el capo de una banda, es un invento del PP que el PP necesita para justificar su pleitesía masoquista. Necesitan presentarse como oposición a efectos electorales, pero no renuncian a su embeleco enamorado, y en lugar de pintar para sí un glorioso mito de origen, lo crean para su supuesto rival.

Mariano Rajoy fue el presidente de gobierno con mayor poder institucional en España: mayoría absolutísima, poder autonómico mayoritario, el gobierno de las principales ciudades españolas. Y lo aprovechó para no cambiar una coma de las leyes ideológicas de Zapatero, incluida la que les presentaba a ellos mismos como herederos directos e irredentos de una dictadura, y mimar, incluso, a los medios que les escupían a diario hasta torcer la ley para favorecerles.

Debo reconocer que esta enfermedad de la derecha débil, de la derecha falsa de posguerra, no es exclusiva de España. David Cameron, antaño primer ministro conservador británico, confesó al acceder al poder que se sentía mucho más cercano al nefasto laborista Tony Blair que a Margaret Thatcher.

El PP es Moreno Bonilla. Bonilla dice del PSOE que es «un partido histórico y necesario en la democracia española», lo que no impedirá nunca al PSOE asegurar que Bonilla es un facha. propone destinar más de 3,5 millones de euros a CCOO y UGT en los Presupuestos de 2025, dos sindicatos de partido que les odian. Bonilla quiere ahora impulsar el «habla andaluza» en centros educativos, inventando un engendro para mayor gloria de chiringuitos de izquierdas.

Si no existiera el PSOE, España tendría, por fuerza, algún otro partido de izquierdas, con las mismas ideas disolventes y generadoras de miseria y recorte de libertades que son comunes a toda izquierda. En cambio, si no existiera el PP, si la Santa Transición no hubiera engendrado a esa engañifa, esa estafa ideológica que es el PP, nacido para desactivar la opinión conservadora en España y hacer digerible a la ciudadanía la ingeniería social del PSOE, España hubiera tenido la oportunidad de generar una auténtica derecha.


sábado, 7 de diciembre de 2024

El Gobierno y la UE utilizan ideológicamente la tragedia de Valencia


DURACIÓN 2:50 MINUTOS

https://youtu.be/n0EitCaXzR0


Fernando López Mirones explica cómo se ha redirigido la indignación de la gente para impulsar la agenda climática de Bruselas y del Ejecutivo español. Transmiten que nada se podía hacer porque era “cambio climático”. Lavan así a Sánchez de toda culpa por su inacción.

6 de diciembre y hay que decir que “la Constitución está muerta”



DURACIÓN 3:44 MINUTOS

https://youtu.be/n0EitCaXzR0

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Si la mitad de lo que dice Aldama es verdad, es el mayor caso de corrupción de la historia




Duración 3:10 minutos

https://youtu.be/USadHHoNg9U

Elogio a la locura. El próximo Papa




Escribía Erasmo de Rotterdam en su Elogio a la locura que “la verdadera felicidad es algo que solo la locura puede ofrecer”. Una de la ideas que sugiere es que hay algunos logros, como la felicidad, que sólo pueden ser alcanzados con un cierto grado de locura. O podemos ponerlo en otros términos: algunos logros, o algunas hazañas, sólo pueden llevarlas a cabo quienes tienen un cierto grado de locura.

El 2 de septiembre del año pasado publicaba yo un post en el que planteaba mis serias reservas con respecto a la posibilidad de que Javier Milei fuera un presidente apropiado debido a su rasgo de locura. No creo haberme equivocado con respecto a la existencia de ese rasgo tan peculiar, pero sí me equivoqué con respecto a la posibilidad de hacer un buen gobierno o, al menos, un gobierno mucho mejor de lo que todos esperábamos a pesar de su locura.

Enfoquemos el caso desde otra perspectiva: sólo un loco podía aplicar en Argentina, la patria del populismo peronista, un imprescindible ajuste del 7% del PBI, eliminar en pocos meses el déficit fiscal -al que la Argentina estaba condenada desde hace 70 años- y mantener no solamente la paz social sino niveles de aprobación superiores al 50%. Pero mucho más impactante aún: sólo un loco podía animarse a hacer lo que está haciendo en lo que él denomina “batalla cultural”. ¿Quién pensó que un gobernante iba a atreverse a cerrar el INADI (Instituto contra la Discriminación) o el Ministerio de la Mujer diciendo que no servían para nada y que su único objetivo era el adoctrinamiento en las políticas progresistas? Y todavía más: ¿en qué mente fantasiosa podía nacer la idea de que entregaría la política exterior argentina, exceptuando las relaciones comerciales, a un grupo de funcionarios al que los medios califican de “ultracatólicos”? Y estos funcionarios no se han dedicado solamente a hacer declamaciones: se negaron a firmar la declaración de la OEA de Asunción por lo que se debieron modificar varios párrafos donde estaban contenida la monserga progre; la delegación argentina se retiró de la Cumbre del Clima de Bakú denunciando la ideología que se esconde detrás; en la Asamblea General de la ONU, Argentina votó en contra de una resolución que protege los derechos de los pueblos indígenas (ya todos sabemos lo que eso significa); fue el único país del G20 que votó en contra de una declaración sobre la igualdad de género y empoderamiento de la mujer. Y el mismo presidente Milei, en la Asamblea General de la ONU se expresó en contra del aborto, del gobierno de las elites mundiales y de la Agenda 2030. Más aún, en el presupuesto que se está debatiendo por estos días en el Congreso, el gobierno destinará $0 a financiar la educación sexual en las escuelas, uno de los más preciados logros de la izquierda peronista. Sólo un loco como Milei podía ser capaz de hacer lo que muchos pensábamos que era imposible, y sólo un loco como Trump será capaz de tomar decisiones que nos sorprenderán tanto o más de lo que nos sorprendieron, para bien, las de Milei.

En pocas palabras: un loco —sea Milei, sea Trump y con seguridad aparecerán otros más— es capaz de patear el tablero y cambiar rápidamente lo que parecía establecido, y recuperar en pocos meses territorios que creíamos perdidos. Pero la pregunta que quiero hacerme en este post es si podemos hacer una analogía con la Iglesia. No es necesario decirlo en esta página, pero la crisis de la Iglesia es monstruosa y los católicos desesperamos de que pueda existir alguna solución porque estamos razonablemente convencidos de que ningún cardenal será capaz, una vez elegido pontífice romano, de hacer los cambios drásticos que hay que hacer. Soñemos con lo imposible, como soñábamos no solo durante los abominables gobiernos kirchneristas sino también durante el gobierno del modosito Mauricio Macri. Pensemos en un Papa que, una vez que todos los puestos jerárquicos de la Curia le presentaran su renuncia como es de rigor, se las aceptara a todos, y mandara a Tucho de capellán de la cárcel de Ushuaia (haría buenas migas con el gobernador Melella); a Roche de obispo de la isla de Juan Bravo y a todo el resto de purpurados de misioneros a Corea del Norte. Que nombrara de prefecto de Culto al padre Claude Barthe; de Doctrina de la Fe al cardenal Burke y de Obispos al cardenal Sarah. Que pidiera la renuncia a todos los obispos argentinos —como hizo Francisco con los obispos chilenos—, se la aceptara a la mitad, y nombrara en las sedes más importantes a los buenos curas que todos conocemos y que aquí no nombraremos. Y que hiciera lo mismo en España y, para reinvindicar a los curas de la Sacristía de La Vandée, los eligiera obispos para reemplazar a los impresentables que ahora están en la península. Que declarara inválidos los puntos conflictivos de Amoris laetitiae, se dejara de hablar de la madre tierra y del calentamiento global y dejara sin efecto Fiducia supplicans. Y podríamos seguir soñando indefinidamente con medidas de este tipo. Y seguramente, a los pocos minutos, nos despabilaríamos, diríamos “Basta de pavadas” y seguiríamos rezando el rosario.

Anhelos análogos, insisto, teníamos los argentinos el año pasado. Y ocurrió lo impensado: muchos de esos anhelos se hicieron realidad en mayor o menor medida, y muchos otros se seguirán concretando en los próximos meses. ¿Cómo fue posible? ¿Cuál fue la condición de posibilidad para que esos autoengaños optimistas se hicieran realidad? Curiosamente, que un loco llegara al poder. Y volvamos al caso de la Iglesia: ¿podría pasar algo análogo en la Iglesia a lo que ocurre en Argentina y ocurrirá en Estados Unidos? ¿Se animarían los cardenales a elegir a un loco para gobernar la Iglesia como último recurso para evitar su auto aniquilación? Pero todavía más importante, ¿existe algún miembro del colegio cardenalicio capaz de tales locuras?

Yo creo que existe uno, y es el cardenal Gerhard Lüdwig Müller.

Algunos buenos amigos se enfadarán y me dirán: “¡Müller es un moderno!” “¡No. Es modernista!”. “No favoreció a los tradis cuando estaba en Doctrina de la Fe”. "¡Sólo ocasionalmente celebra la misa tradicional!" “¡Era amigo de Gustavo Gutierrez!”. “¡Celebra el rito nuevo!”. “¡Concelebra!” Y otras cuestiones del mismo tenor. Más o menos lo mismo que otros buenos amigos dicen de Milei: “¡No tiene la castidad de San Luis Gonzaga!” “¡No tiene la fe de San Luis Rey de Francia!” “¡Ha nombrado a muchos judíos en su gobierno!” “¡No leyó El liberalismo es pecado de Sardá y Salvany!” Y tienen razón. Es todo eso y muchas cosas más, pero a pesar de eso, Milei está haciendo por la restauración de los principios de la civilización occidental mucho más de lo que hicieron los presidentes de los últimos cincuenta años. ¿Por qué no dejar abierta la posibilidad, entonces, de que un cardenal con el mismo grado de locura (¿o de arrojo?) que Milei haga los mismo con la Iglesia?

The Wanderer