“Ningún hombre sabe lo malo que es hasta que ha intentado con mucho esfuerzo ser bueno. Una idea estúpida que corre por ahí es que la gente buena no sabe lo que significa la tentación. Esto es obviamente falso. Solo los que intentan resistirse a la tentación saben lo fuerte que es. Después de todo, se averigua la fuerza del ejército alemán luchando contra él, no rindiéndose. Se averigua la fuerza de un viento intentando caminar contra él, no tumbándose en el suelo. Quien cae en la tentación después de cinco minutos simplemente no sabe cómo habría sido esa tentación una hora después.
Por eso, los malos, en cierto sentido, apenas saben nada sobre la maldad: han vivido una vida resguardada por el mismo hecho de rendirse siempre. No averiguamos la fuerza del impulso hacia el mal que hay en nosotros hasta que intentamos luchar contra él. Cristo, que es el único hombre que nunca cayó en la tentación, es también el único hombre que sabe de verdad lo que es la tentación, el único plenamente realista”.
C.S. Lewis, Mero cristianismo
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El mal y la ignorancia no son lo mismo, pero van de la mano como piojos y liendres. A veces el mundo nos convence de que ser bueno equivale a estar en la inopia y que solo el malo sabe cómo son las cosas de verdad. Muchos cristianos se lo creen y sufren un claro complejo de inferioridad, que les lleva a transigir una y otra vez con la mentalidad mundana. La realidad, como dice Lewis, es exactamente la contraria. Solo el que practica el bien y evita el mal conoce las cosas como realmente son, porque, si el mal y la ignorancia van de la mano, lo mismo se puede decir, en mucho mejor sentido, del bien y la verdad.
Para el mundo, el paradigma de sabiduría es el diablo, que “se las sabe todas” y no tiene ningún escrúpulo en hacer lo que sea necesario para conseguir lo que quiere, el cínico, el que lo ha experimentado todo y por eso está de vuelta de todo. No es extraño, pues, que el mundo, igual que el propio diablo, no entienda nada y menos aún a sí mismo.
Lo cierto es, en cambio, que nadie conoce mejor al ser humano que los santos, que, como decía san Pablo, han llegado hasta la sangre en su lucha contra el pecado. Nadie conoce mejor al ser humano que la Iglesia santa, esposa de Cristo. Nadie conoce mejor al ser humano que nuestra Señora, que aplasta a la serpiente con su talón y a la que el pecado nunca rozó siquiera. Ante todo, nadie conoce mejor al ser humano que Cristo, que tomó sobre sus hombros todos los pecados de la humanidad. Nosotros, finalmente, nos entenderemos a nosotros mismos y todo lo demás en la medida en que sigamos su ejemplo y permanezcamos fieles y unidos a ellos.
Bruno Moreno