BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



sábado, 28 de diciembre de 2024

Quienes niegan que Jesús existió «no niegan a Jesús, niegan la historia»: el caso de Michel Onfray



Michel Onfray (n. 1959), un filósofo francés que se define como materialista y ateo y defensor de una ética hedonista, y con varias obras publicadas en español, acaba de publicar en Francia un libro titulado La teoría de Jesús. Biografía de una idea, donde sostiene que Jesucristo no existió.

Marco Fasol, precisamente un estudioso de las fuentes históricas del cristianismo y de reliquias como la Sábana Santa, autor de Jesús de Nazaret: ¿una historia verdadera? Los Evangelios a la luz de la ciencia, le ha respondido en el mensual católico de apologética Il Timone:

Onfray no niega a Jesús, sino la historia

Hace poco se ha publicado un libro de Michel Onfray, ensayista francés, titulado La teoría de Jesús. Biografía de una idea, quien en su anterior Tratado de ateología (2005) dejaba claros sus prejuicios y su mordaz resentimiento anticlerical.


La teoría de Jesús es una improbable exhumación de hipótesis mitológicas que tienen un par de siglos de antigüedad. La frase inicial es emblemática: "Creí en Dios y en Jesús mientras creí en Papá Noel". Es realmente increíble que en el siglo XXI todavía haya quien se burle de los lectores haciendo pasar su ignorancia de las fuentes históricas por una emancipación de los cuentos infantiles.

Sólo él, después de dos mil años de cristianismo, habría logrado "descubrir" que "Jesús es una criatura ideal, que existe única y exclusivamente en el mundo de las ideas" (pág. 23). Porque "no hay nada qué hacer: desde hace dos mil años no hay ninguna prueba de la existencia histórica de Jesús" (pág. 37). Luego, reconociendo haber exagerado, concede benévolamente: "¡Toda esa evidencia fue inventada o por Helena, madre del emperador Constantino, o por quienes seguían a esa pareja infernal!" (pág. 41).

Evidentemente, el autor cree que sus lectores no saben que los Evangelios se escribieron tres siglos antes de Constantino, y luego continúa con paradojas risibles como la de "Judas ahorcado por Jesús" (pág. 193), partiendo de la tesis básica de que Jesús "es simplemente un concepto, un personaje conceptual" (pág. 148).

Ahora bien, este libro es una clara demostración de cómo la ideología, los prejuicios y el resentimiento deforman la realidad histórica manipulando, tergiversando o simplemente ignorando los documentos objetivos.

Pruebas filológicas

La ciencia histórica no puede basarse en la acritud y los prejuicios anticlericales, sino que debe hacerlo en las fuentes históricas. Examinemos pues brevemente las fuentes históricas sobre Jesús.

'Últimas noticias de Jesús' (Espasa) de José María Zavala aborda diversas pruebas históricas y arqueológicas que demuestran la historicidad de Jesucristo y del relato evangélico. Un buen antídoto a las ignorancias o falsedades de Onfray.

Cualquiera que tenga algún conocimiento de los manuscritos antiguos sabe que los textos de los cuatro Evangelios canónicos y de todo el Nuevo Testamento son miles (5.000 manuscritos griegos y 8.000 latinos), que a menudo son muy antiguos y coinciden en lo esencial, aunque, por supuesto, no faltan los errores de copia, que, sin embargo, nunca afectan al contenido esencial.

»Los Evangelios son, con mucho, el texto más documentado de la Antigüedad en cuanto a número y antigüedad de manuscritos. Pensemos que, por el contrario, de César o Platón sólo tenemos una docena de manuscritos antiguos, de Tácito sólo un par y, por ende, defectuosos.


Cualquiera que conozca los textos originales de los Evangelios -escritos en griego- sabe que el léxico y la morfología sintáctica revelan una inconfundible matriz hebrea y aramea, las lenguas habladas por Jesús en su predicación. Se trata, pues, de textos cuyos autores escucharon directamente la predicación aramea de Jesús. Todos ellos fueron escritos en el siglo I, es decir, pocas décadas después de la muerte de Jesús. Han conservado algunas decenas de palabras arameas (abbà, amen, talita kumi, effatá, hosanna) y conservan la sintaxis propia del hebreo o del arameo más de un centenar de paralelismos antitéticos, varias decenas de paralelismos sinónimos, un centenar de pasivas teológicas (la creación originalísima de Jesús), repeticiones frecuentes que ayudan a la memoria, según una técnica tradicional propia del judaísmo y ajena al griego.Un origen tardío o mitológico de los Evangelios es insostenible en el plano filológico.

Criterio de concatenación

Evidentemente, el "lumbrera" de Onfray se cuida de no informar de estos rastros arameos incontrovertibles que refutan su ideología. Y también se cuida de no comparar el número de manuscritos del Nuevo Testamento con el de los autores paganos.

Luego llegamos a la investigación histórica sobre el núcleo genético del Evangelio: el relato de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Onfray ignora por completo el criterio histórico objetivo de la explicación necesaria o la concatenación de los acontecimientos. Los historiadores de las últimas décadas han desarrollado este criterio, que resulta muy claro cuando se aplica a la "madre de todos los milagros" que es la resurrección de Jesucristo.

Este criterio puede formularse así: "Si, ante un conjunto de hechos que requieren una explicación coherente y suficiente, se ofrece una que ilumine y agrupe armónicamente todos esos elementos (que de otro modo seguirían siendo enigmas), entonces estamos en presencia de un dato (hecho, palabra) auténtico" (René Latourelle).

Un documental muy completo del sacerdote Álvaro García de Movellán sobre la autenticidad de los Evangelios.

El historiador debe partir de una certeza histórica derivada de todas las fuentes disponibles: Jesús murió en la cruz. Este acontecimiento está atestiguado por los 27 libros del Nuevo Testamento, por Flavio Josefo y Tácito, y por todos los primeros escritores cristianos.

Después de este espantoso suceso podemos comprender fácilmente el desconcierto psicológico y teológico de los discípulos en la tarde del Viernes Santo. No entendían por qué Dios había permitido esta muerte vergonzosa. Los discípulos se habían encerrado en el Cenáculo. No tenían recursos humanos para volver a levantarse. Con la sepultura del Maestro, habían quedado sepultadas también sus esperanzas. En este punto, un historiador objetivo puede recurrir a la prueba por reducción al absurdo, por analogía con la demostración de los teoremas matemáticos.

La prueba por reducción al absurdo

Por la vía de lo absurdo intentemos borrar la resurrección de Jesús de la historia; imaginemos por un momento que nunca ocurrió, que fue una invención de los discípulos. Examinemos lo que nos dicen las fuentes históricas sobre los acontecimientos posteriores. Todo el mundo -creyentes y no creyentes- reconocen que, al cabo de sólo tres días, los discípulos aparecieron radicalmente cambiados e iniciaron la mayor revolución ética y teológica de la historia. Es un vuelco inexplicable si se borrara el encuentro con el Resucitado. Anuncian a Jerusalén y al mundo entero que el crucificado, humillado, azotado y escarnecido es el único Dios verdadero.

Nótese que todos ellos eran judíos observantes, monoteístas de toda la vida. Nunca, jamás, habrían soñado con predicar la divinidad de un hombre a menos que tuvieran pruebas firmes, capaces de hacer añicos sus convicciones más profundas. Muchos de ellos murieron mártires para dar testimonio de ello.

Un cambio tan radical, del desconcierto del Viernes Santo a la proclamación entusiasta, sólo es históricamente comprensible si los discípulos vieron realmente algo extraordinario. Y todas las fuentes nos dicen que realmente se encontraron con Jesús resucitado, que les explicó el significado de su muerte y el valor ético de su victoria, no con la espada, sino con el amor y el perdón.

En conclusión, si un historiador suprimiera los encuentros del Resucitado con los discípulos, no sólo amputaría todos los documentos, sino que convertiría en absurdo e incomprensible el paso del Viernes Santo al Domingo de Resurrección. Corresponde al lector elegir entre la teoría del "mito de un Jesús conceptual" y la investigación de la ciencia histórica sobre los documentos y el criterio de concatenación de los acontecimientos.

Pedro Sánchez consolida el estado policial: crea la Aesia, un paso más hacia la censura bajo la excusa de regular la Inteligencia Artificial




El Gobierno de Pedro Sánchez continúa cimentando su trayectoria hacia un estado cada vez más controlador, policial y represivo. La creación de la Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial (Aesia), que estará operativa en 2025, supone un nuevo y preocupante ataque a la libertad de expresión bajo el pretexto de la regulación tecnológica. Este organismo, cuya excusa es la de supervisar y sancionar el supuesto «mal uso» de la Inteligencia Artificial (IA), en realidad es una herramienta destinada a instaurar un sistema censor que limite aún más las voces disidentes en nuestro país.

Un marco sancionador disfrazado de regulación

La Aesia comenzará sus inspecciones en febrero de 2025 y, a partir de agosto del mismo año, tendrá plenas competencias sancionadoras. Con sede en A Coruña, este organismo dependerá del Ministerio para la Transformación Digital y de la Función Pública, dirigido por Óscar López. Según la información facilitada por el Ejecutivo en el Congreso, contará con 80 empleados y un presupuesto inicial proporcionado por el Ministerio.

Aunque oficialmente, y como excusa para su implantación, su propósito es garantizar el desarrollo responsable de la IA, resulta evidente que su verdadera misión va mucho más allá. La Aesia, en lugar de limitarse a establecer criterios éticos para la tecnología, se convertirá en un brazo represivo para atacar cualquier noticia o contenido generado por IA que no se alinee con las narrativas del Gobierno

Censura al servicio de un estado policial

El despliegue de la Aesia no debe analizarse en un vacío. Se suma a un conjunto de medidas tomadas por el Ejecutivo de Sánchez que apuntan a su afán de controlar la información. Desde la Ley de Memoria Democrática hasta las restricciones en redes sociales, el Gobierno ha mostrado su predisposición a coartar la libertad de expresión bajo diferentes excusas.

En este caso, la Inteligencia Artificial se presenta como la bandera de una regulación necesaria, pero la historia nos enseña que estas iniciativas tienden a derivar en sistemas punitivos.

Las multas previstas para el «mal uso» de la IA no solo afectarán a grandes corporaciones, sino también a pequeñas empresas, pymes y startups, generando un clima de autocensura.

La estrategia del Estado policial

El control de las tecnologías emergentes es una táctica habitual de dictaduras y tiranías comunistas. Al centralizar la supervisión de la IA en un organismo estatal, Sánchez asegura que cualquier herramienta que pueda poner en evidencia las irregularidades de su Gobierno esté bajo su dominio. La posibilidad de que la Aesia censure noticias o investigaciones generadas por IA es alarmante, y más aún si consideramos el creciente uso de estas tecnologías en medios de comunicación independientes.

Según los datos proporcionados por el propio Gobierno, la Aesia no solo inspeccionará prácticas prohibidas de IA, sino que también tendrá potestad para sancionar, lo que incluye la capacidad de determinar qué contenidos cumplen o no con la normativa. Esto abre la puerta a un sistema en el que cualquier información contraria al Ejecutivo podría ser eliminada o castigada.

Un paso más hacia el control total

El nacimiento de la Aesia confirma la deriva dictatorial de Sánchez. Bajo el pretexto de proteger a los ciudadanos, el Gobierno se asegura de tener la capacidad de silenciar cualquier voz discordante. ¿Quién decidirá qué prácticas de IA son aceptables? ¿Cómo se garantizará que la supervisión no se convierta en censura? Estas preguntas quedan sin respuesta mientras el Ejecutivo sigue avanzando hacia un modelo de control absoluto.

Las sociedades y el estado de derecho no se consolidan permitiendo que los Gobiernos coarten las libertades individuales, sino garantizando un equilibrio entre regulación y derechos fundamentales. La creación de la Aesia, lejos de ser una medida para el desarrollo ético de la IA, es un nuevo capítulo en la construcción de un estado policial donde la libertad de expresión se encuentra cada vez más amenazada.

El Vaticano se «Luce» en un país multicolor: caricaturizar lo divino



¡Por dónde empezar con este desastre estilístico! A primera vista, esta mascota parece más adecuada para promocionar una línea de juguetes coleccionables que para representar la solemnidad de un Jubileo. Un evento que debería invitar a la reflexión espiritual, a la comunión con Dios y a la tradición, se ve empañado por una caricatura infantil que parece sacada de un videojuego móvil.

¿Dónde queda el respeto por la liturgia y la herencia religiosa? “Luce”, con sus ojos enormes y brillantes, su impermeable amarillo y su apariencia de dibujo animado, transmite cualquier cosa menos profundidad espiritual. Este intento de “modernizar” la imagen de la Iglesia demuestra un desconcertante alejamiento de sus raíces. ¿De verdad pensaron que un personaje estilo kawaii era la forma ideal de inspirar la peregrinación y el recogimiento?

Luce y sus amigos —Faith, Xin y Sky— son presentados como embajadores de los valores del Jubileo: esperanza, fe y resiliencia. Pero este cuarteto multicolor parece más un intento desesperado por acumular likes en Instagram que una invitación seria a la conversión. En lugar de elevar los corazones y las mentes hacia Dios, estas figuras parecen diseñadas para entretener, diluyendo el mensaje de la fe en el lenguaje vacío de la cultura pop.

Es inevitable preguntarse si quienes aprobaron esto entienden el peso histórico y teológico de un Jubileo. Convertir un evento de este calibre en un espectáculo marketinero trivializa su esencia. En lugar de animar a los fieles a profundizar en la fe, parece estar dirigido a ganar aplausos superficiales en convenciones de cómics o ferias comerciales.

La elección del diseñador, Simone Legno, conocido por su trabajo con marcas comerciales y su participación en iniciativas del «gay pride», solo añade leña al fuego. Aunque el Vaticano insiste en que Luce “resuena con los jóvenes”, uno no puede evitar preguntarse: ¿por qué no buscar un artista que entienda y respete profundamente la riqueza espiritual y la tradición de la Iglesia? ¿Por qué recurrir a un estilo más enfocado en vender camisetas que en inspirar conversiones?

Además, el detalle del rosario en colores del arcoíris, en el contexto actual, no es casual ni inocente. Aunque la Iglesia insiste en que representa la alianza con Dios, sabemos bien cómo este símbolo se ha cargado de significados que no siempre reflejan los valores del Evangelio. ¿Es ésta otra de esas “aperturas al diálogo” que, lejos de evangelizar, solo confunden?

Estamos ante una Iglesia de palabras huecas y altisonantes, que prefiere discursos llenos de “esperanza inclusiva”, “diálogo cultural” y “puentes con la modernidad”, mientras Cristo queda relegado a un segundo plano, si es que aparece. Se habla mucho de gilipolleces —como estas mascotas animadas— y muy poco de lo que realmente importa: la cruz, el sacrificio, el pecado, la redención.

Una Iglesia que no proclama a Cristo no tiene nada que ofrecer. Hablan de “esperanza” como si fuera un eslogan, pero olvidan que la esperanza cristiana está anclada en la resurrección, en la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. ¿Dónde está ese mensaje? No está en Luce ni en sus amigos, ni en los discursos del Dicasterio para la Evangelización que parecen más salidos de una agencia de relaciones públicas que de un organismo apostólico.

Lo que verdaderamente necesitamos no son caricaturas ni estrategias vacías para “conectar con los jóvenes”. Necesitamos una Iglesia que confronte al mundo con la verdad, que se atreva a decir lo que incomoda y que rechace estas tonterías de moda que solo alejan a las almas de lo que realmente salva.

El problema no es solo Luce; es lo que ella representa. Este tipo de iniciativas son síntomas de una Iglesia que parece más interesada en adaptarse al mundo que en transformarlo con el poder del Evangelio. En su afán por “dialogar” con la cultura moderna, corre el riesgo de perder de vista su misión esencial: proclamar la verdad de Cristo, sin adornos ni diluciones.

El Jubileo no necesita estrategias de marketing vacías ni personajes infantiles para ser relevante. Necesita líderes que comprendan la importancia de la dignidad, la solemnidad y la tradición. Porque cuando la Iglesia renuncia a su carácter contracultural, deja de ser luz para el mundo y se convierte en una sombra más de su espíritu secular.

Si esto es lo mejor que pueden ofrecer para el Jubileo, entonces es un reflejo preocupante de nuestra desconexión con lo esencial. Lo que los jóvenes necesitan no es una mascota, sino una Iglesia valiente que les hable de la cruz, del sacrificio, del pecado y de la vida eterna. En lugar de distraernos con dibujos animados, pongamos nuestros ojos en Cristo. Porque al final del día, no será un personaje estilo kawaii quien nos salve, sino el Salvador mismo.

¿Queréis conectar con los jóvenes? Habladles del Evangelio. ¿Queréis inspirarlos? Mostradles el ejemplo de los santos. Porque en el camino hacia la eternidad, la esperanza que no decepciona no tiene forma de caricatura, sino de fe vivida con radicalidad y amor.

Aurora Buendía

¿Jesucristo Existió? | "Papa Benedicto Vive" | ¿Deseo Amar a Jesús? | Me Voy a Cielo o al Infierno?



Duración 14:37 minutos

domingo, 22 de diciembre de 2024

Luis Suárez Fernández. Franco | La Tribuna de la Historia



29:28 MINUTOS

Periodismo y globalismo: una alianza contra la libertad





Una de las principales batallas que se está librando en Occidente es la batalla por la libertad de expresión. Considerada irrenunciable hasta no hace mucho, su deterioro se ha acelerado tras el exitoso experimento totalitario puesto en marcha durante la pandemia. Sin embargo, los contendientes en esta batalla no son tan obvios como parece. ¿Quiénes son los enemigos de la libertad de expresión, es decir, los amigos de la censura?

En el vértice de la pirámide (nunca mejor dicho) está el Lado Oscuro, esto es, el globalismo de Davos, ese movimiento elitista formado por un grupo de megalómanos con delirios mesiánicos que, desde su soberbia, sienten un gran desprecio e incluso un cierto odio (fruto del temor) hacia el hombre común y hacia su libertad, y sólo desean esclavizarlo «por su propio bien». Sus correas de transmisión preferidas son las instituciones supranacionales, que reúnen tres características: inelegibilidad de sus líderes, opacidad y poder. Es el caso de la UE, la ONU y su IPCC, la OMS o la OCDE, por poner algunos ejemplos.

En segundo lugar, se encuentran los partidos políticos, que, o bien son esclavos de la corrección política que el globalismo marca como linde a la oposición consentida o están directamente infiltrados y controlados por el mismo.

Finalmente, nos encontramos con la inmensa mayoría de medios de comunicación tradicionales, sin los cuales las consignas no podrían ser trasladadas a la población. No se confundan: aunque defiendan posturas opuestas en cuestiones políticas de menor importancia, coinciden prácticamente por unanimidad en los grandes dogmas globalistas, como la ideología de género, el cambio climático o el covid.

La revolución de internet

Debemos poner la situación actual en contexto. Hasta hace muy poco, para informarse, el ciudadano dependía de un oligopolio de medios de comunicación que constituía un estrecho embudo por cuyo filtro tenía que pasar la realidad para llegar a conocimiento de la ciudadanía. Lo que no se publicaba, no existía. Este peaje de obligado paso otorgaba a los medios un poder inmenso.

Su supuesta independencia del poder político nunca pasó de ser una entelequia, pues jamás jugaron el papel de «cuarto poder» independiente, sino que se fusionaron con la política de forma incestuosa: unos defendían a un partido y, otros, al otro; a la oposición y al poder, alternativamente. A pesar de mencionar constantemente la ética, ante las órdenes sus ampulosos códigos deontológicos eran papel mojado. Así, exaltaban las virtudes del partido afín y negaban las del contrario, mientras que lo opuesto ocurría con sus defectos y tropelías, que en un caso eran un desliz sin importancia y en el otro un escándalo mayúsculo. A pesar de sus evidentes sesgos, su carácter de oligopolio convirtió al sector en un gran negocio durante el s. XX. Sin embargo, la tecnología lo cambió todo.

En efecto, internet devastó el modelo de negocio de los medios tradicionales, que se enfrentaron a una competencia imprevista de medios digitales y a una desafección de sus usuarios, liberados de toda atadura. Repentinamente, el peaje por el que los ciudadanos tenían que pasar para conocer la realidad ―y por el que las empresas tenían que pasar para anunciarse― fue puenteado por el acceso directo a fuentes primarias y por las posibilidades de publicidad alternativa que ofrecía la red. Los medios dejaron de ser imprescindibles. Como consecuencia de ello, sufrieron un irrecuperable deterioro económico y un ajuste masivo de plantillas, lo que condujo a una disminución de su nivel profesional (fruto de un enorme desequilibrio entre oferta y demanda de periodistas). En paralelo a esta enorme destrucción de valor, su poder se convirtió en una sombra de lo que había sido, aunque la arrogancia con la que estaban acostumbrados a actuar continuara por inercia.

Para el globalismo, este movimiento tectónico supuso una noticia ambivalente. Por un lado, siempre había preferido lidiar con pocos actores, más fáciles de controlar cuanto menor fuera su número (¿por qué creen que, en su objetivo de controlar la producción alimentaria, ha declarado la guerra a los pequeños agricultores y ganaderos independientes en favor de grandes corporaciones?). Por otro lado, aunque la multiplicación de actores dificultara su control, la mayor vulnerabilidad financiera de los medios tradicionales aumentaba su dependencia de fuentes de financiación externas, públicas o privadas, frecuentemente opacas, y por tanto su sumisión a quienes las proveyeran.

Sin embargo, la mejor noticia para el globalismo fue que internet fue pronto controlado por un número muy reducido de jugadores. El mercado de motores de búsqueda se convirtió prácticamente en un monopolio en manos de Google (90% de cuota de mercado mundial), y las redes sociales se convirtieron en un oligopolio de dos: Meta y X (antes, Twitter). El globalismo no necesitaba más que controlar a tres actores.

En cuanto a Google, los algoritmos del buscador favorecían unas noticias frente a otras y primaban a los fact-checkers, chiringuitos ideados y muchos de ellos financiados por el globalismo con la misión de desacreditar toda información hostil, es decir, una policía del pensamiento o, si lo prefieren, una especie de Gestapo de internet.

En cuanto a las redes sociales, la herramienta elegida fue la censura de toda noticia políticamente incorrecta llegando al extremo de querer influir en las elecciones norteamericanas del 2020 al eliminar, de forma alucinante, la cuenta del presidente en ejercicio. Cualquier noticia que cuestionara los tabúes del globalismo, como la consigna climática o el relato oficial del covid ―por muy respetable, rigurosa, objetiva o científica que fuera―, era inmediatamente eliminada.

A esta escandalosa normalización de la censura en redes se unió la censura en los medios tradicionales (que yo mismo sufrí[1]) y, sobre todo, la generalización de la autocensura de la corrección política, una eficaz herramienta de control cuya sombra cubre incluso conversaciones privadas, como ocurría en la Unión Soviética (a la que cada vez se parece más la UE). Todo ello ha constituido un ataque concertado contra la libertad que no se vivía desde los sistemas totalitarios del s. XX y contribuye a vaciar de contenido las democracias para transformarlas en tiranías encubiertas que guardan las apariencias mediante una ficción: el ritual inconsecuente de depositar cada cuatro años un voto perfectamente inútil.

Musk compra Twitter y lo cambia todo

En definitiva, todo parecía ir viento en popa para el globalismo, pero ocurrió lo imprevisto: el hombre más rico del mundo, Elon Musk, se negó a pasarse al Lado Oscuro y compró Twitter, devolviendo la voz a millones de ciudadanos anónimos previamente silenciados por la censura. Repentinamente, el escenario cambió, y su primera consecuencia relevante ha sido la victoria de Trump, que este blog supo predecir[2]. Como una carga de profundidad, tras las elecciones de EEUU Musk tuiteó a los usuarios de su red social: «Ahora los medios de comunicación sois vosotros».

En este sentido, la victoria de Trump ha supuesto una derrota de los medios tradicionales, casi unánimemente contrarios a su candidatura, los cuales se han quedado boquiabiertos al descubrir que la población ya no les obedece. Sin embargo, no deberían sorprenderse. Compararon a Trump con Hitler[3], y el primer mandatario internacional en felicitarle ha sido un judío, el primer ministro de Israel. Le acusaron de racismo, pero ha nombrado a un hispano como secretario de Estado por primera vez en la historia. También le acusaron de misoginia, pero el director de Inteligencia Nacional y el jefe de Gabinete de la Casa Blanca serán, también por primera vez en la historia, mujeres. Y para qué mencionar el tratamiento informativo de su primer atentado, que pasó de la negación inicial (utilizando expresiones como «incidente» o «tiroteo» en vez de «atentado») al enterramiento de la noticia en pocos días.

La merecida pérdida de credibilidad de los medios

La compra de Twitter por parte de Musk desató todas las alarmas en Davos, que, en su última reunión y con su cinismo habitual, declaró que la «desinformación» era una las mayores amenazas a la que se enfrentaba el mundo[4]. Naturalmente, dicha amenaza parecía no ser tan grave cuando Twitter estaba sólidamente en manos globalistas, puesto que para ellos «desinformación» es un eufemismo para designar toda aquella información que contradiga sus intereses.

Un Twitter libre ha puesto de manifiesto el enorme nivel de mentira que impregna la inmensa mayoría de la información publicada. Antes, los medios podían tergiversar o silenciar la realidad. Ahora, un solo ciudadano con un móvil puede informar al mundo de lo que ocurre. Esta desintermediación supone un cambio formidable. Por tanto, la mentira es el primer factor que explica la pérdida de credibilidad de los medios.

En segundo lugar, resulta cada vez más obvio ―particularmente en España―, el bajo nivel de formación de los periodistas, que adolecen de un gran déficit cultural, de una ignorancia extrema sobre la mayoría de temas que tocan y de un sorprendente analfabetismo numeral: como dirían ellos, 12 de cada 10 no saben interpretar un dato o un porcentaje.

En tercer lugar, el gremio tiene un serio problema de sectarismo: la inmensa mayoría de periodistas es de izquierdas, y la mayoría de quienes creen no serlo no superarían un interrogatorio con pentotal sódico. Para que se hagan una idea, en EEUU sólo el 3% de los periodistas se identifica como republicano[5]. Imaginen cuál será el resultado en España, lo que significa que la objetividad sencillamente no existe, sino que es sustituida por un enfoque preconcebido de la historia y por una preselección interesada de las fuentes (cuando las hay)[6].

En cuarto lugar, la información se ha convertido en un mal negocio de un grupo de desesperados que compite por su supervivencia, como en los Juegos del Hambre. Siguiendo la pauta de La Era de la Propaganda («si usted no tiene nada que decirles, distráigales»), la información ha dado paso al entretenimiento más banal, a un espectáculo sensacionalista cada vez más chabacano y sórdido que en vez de dignificar al hombre lo deshumaniza, pues el mal y la mentira suelen ir acompañados de la fealdad.

Finalmente, la ética brilla por su ausencia en un gremio que, paradójicamente, no para de mencionarla. Hay que reconocer que el sistema de incentivos no ayuda: la dependencia económica de sus anunciantes —aprovechado por las administraciones públicas para poner sordina a la crítica y por los directivos de ciertas empresas para convertirse en intocables—, las afinidades ideológicas o la enorme susceptibilidad del periodista a ser sobornado por el poder —una confidencia, un café con el poderoso o un plato de lentejas bastan—, se convierten en obstáculos para informar con honestidad.

Naturalmente, conozco unos pocos periodistas que son claras excepciones a estas reglas, pero son tan pocos que incluir la habitual expresión «con las debidas excepciones» resultaría exagerado. Ellos estarían de acuerdo con la generalización que hago.

La combinación de estos síntomas de decadencia, acelerada por el cataclismo que ha producido internet y la eliminación de la censura en Twitter, ha producido una brecha enorme entre la percepción que tiene el público de los medios y la ilusoria percepción que éstos tienen de sí mismos: en EEUU, el 70% de la población desconfía de los medios[7], cifra sólo un poco superior a la que se da en España[8]. El emperador está desnudo, y lo único que le mantiene a flote es un determinado segmento demográfico formado por una generación que conoció otro periodismo más fiable o que sencillamente fue educada en confiar en la única fuente de información entonces disponible. Para muchos medios, por tanto, el tiempo se ha convertido en una cuenta atrás.

Davos y el control de la información

El control de la información es un elemento clave para el globalismo como lo fue para los sistemas totalitarios del s. XX, pues, por muy opresivo que sea el sistema político, la permanencia en el poder depende de cierto grado de aquiescencia de la población. Así como las dictaduras comunistas la controlaron de modo insidioso, ocultando astutamente sus verdaderas intenciones (bajo sus actuales disfraces, el marxismo cultural aún lo hace), la dictadura nacionalsocialista de Hitler lo hizo de modo menos pudoroso. En efecto, su máximo órgano censor se denominó abiertamente Ministerio de Propaganda, aunque Goebbels había sugerido llamarlo Ministerio de Cultura. Tras controlar con mano férrea todo lo que se publicaba, el propio Goebbels escribió en su diario: «Cualquiera que aún mantenga un vestigio de honor se cuidará mucho de no convertirse en periodista».[9] Me pregunto si la máxima vuelve a ser aplicable hoy.

Como hemos visto anteriormente, la reacción de Davos al cambio de propiedad de Twitter ha sido señalar a la libertad de expresión (que ellos denominan «desinformación») como enemigo público número uno. Para que se hagan una idea de la importancia que le dan a este hecho, una organización británica ligada al laborismo, que ayudó activamente a la campaña de Kamala Harris, consideraba su primer objetivo «acabar con el Twitter de Musk» (sic)[10].

En este sentido, el laboratorio por excelencia del globalismo, la UE, fue pionera del ataque a la libertad de expresión al aprobar en diciembre del 2020 la controvertida Ley de Servicios Digitales con el objeto escasamente disimulado de controlar la información que se publicaba en redes. No es casualidad que su aprobación coincidiera con el experimento totalitario del covid, puesto que su función inicial era evitar que surgieran relatos contrarios a la falsa consigna oficial. Recuerden que las principales fuentes de desinformación durante la pandemia fueron precisamente la propia UE, los políticos y los medios, que transmitieron a la población un Himalaya de falsedades a cada cual más grotesca, no en balde la señal indeleble del globalismo es la mentira.

La alianza entre periodismo y globalismo

Pues bien, recientemente ha sido la OCDE la que ha marcado la agenda de supresión de la libertad de expresión con un farragoso documento denominado «Facts not Fakes», un verdadero ejemplo de «neolengua» al más típico estilo 1984[11] en el que resulta elocuente que el concepto de «verdad» brille por su ausencia. En él, la organización actúa en su papel soterrado de think tank del globalismo para proponer medidas que hagan frente a la amenaza que para ellos plantea la «desinformación». El texto acusa a las plataformas online de facilitar la proliferación de información engañosa, polarizadora y falsa (como si la banda de Davos, los políticos o los medios tradicionales no lo hicieran) y propone sostener financieramente a aquellos medios «que cumplan determinados criterios» y contribuyan a alcanzar objetivos «democráticos». Asimismo, propone la creación de oficinas y unidades de control para reforzar «la integridad de la información» y actuar conjuntamente para lograr una «coordinación regulatoria internacional». Aplica un doble rasero: mientras las redes deben ser férreamente controladas y reguladas, a los medios tradicionales se les permitirá «autorregularse». También sugiere proteger a los periodistas por encima de cualquier otro ciudadano para intimidar a quienes les «ataquen», aunque sea virtualmente. Me pregunto si una crítica será suficiente para desencadenar la persecución.

Lo relevante del asunto no es que la OCDE proponga cercenar la libertad de expresión, sino que los periodistas lo apoyen. En efecto, el secretario general de la Federación Europea de Periodistas (¿otro brazo del globalismo?) ha aplaudido dicho documento en un discurso reciente[12]. Dicha Federación afirma representar a casi 300.000 periodistas europeos y ha sido una de las pocas organizaciones que ha decidido abandonar Twitter (junto con The Guardian o La Vanguardia), un movimiento que no parece haber ganado excesiva tracción. En dicho discurso, tras tildar a Musk, cómo no, de «extrema derecha» (sólo un periodista de extrema izquierda ―perdonen la tautología― puede sostener semejante memez) insta a los gobiernos e instituciones intergubernamentales a actuar para «desarmar a los desinformadores», alabando a la UE por su liberticida Ley de Servicios Digitales («va por buen camino», afirma condescendiente). Finalmente, muestra su acuerdo con la OCDE en fomentar una lucha integrada de todos los «actores virtuosos», los primeros de los cuales son, según él, «los periodistas y medios de comunicación». Me pregunto quiénes seremos los ciudadanos catalogados como «no virtuosos», pero sé que de ahí a crear un sistema de crédito social como en China sólo hay un paso. Por último, aboga por fomentar sólo la difusión de «información verificada», supongo que por verificadores oficiales o fact-checkers designados desde Davos.

La muerte de este periodismo decadente puede dar lugar al resurgimiento de otro periodismo que sencillamente defienda la verdad, sin la que no puede haber libertad. La pregunta es: ¿encontrará lectores ese periodismo riguroso y veraz? Dicho de otro modo: ¿podemos separar la decadencia moral del periodismo de la decadencia moral de nuestra sociedad?


[6] Ver La Muerte del periodismo, de Teodoro León Gross, Ed. Deusto, 2024.

sábado, 21 de diciembre de 2024

Pues hablaremos de Franco


Muchas veces pienso cuál es el mayor daño que Zapatero, Rajoy y Sánchez —los considero la misma línea temporal y argumental—, han hecho a España. Descuento, por supuesto, la corrupción, que ha sido y será muchísima. Es más, aunque no lo creamos, nunca se llega a conocer toda la porquería que habita debajo de las moquetas de los despachos. Pienso en el día que se levanten las alfombras de las instituciones vascas y me pongo a estornudar que no hay antihistamínico en este mundo capaz de aliviarme. Me veo en urgencias pinchándome urbason. Cualquier lugar pequeño donde un mismo partido haya gobernado mucho tiempo es nido de ácaros como elefantes.

Yo hablo de males irreparables. De esas leyes concebidas para cumplir con el deseo de Alfonso Guerra —ahora, El Güeno— de que no reconozca a España ni la madre que la parió. De los asaltos a las instituciones, los indultos, la amnistías y todos los horrores incontables. Arfonzo, se ha cumplido, enhorabuena. Pero yo siempre he creído que la peor, la más letal, la más profunda en su capacidad de destruir la sociedad española desde sus cimientos es la ley de memoria histórica, democrática o lo que sea eso.

No hay nada más doloroso que la guerra fratricida. No existe en el mundo nada que saque lo peor del hombre que una guerra civil, aquella que llevó a delatar al vecino porque le tenías envidia, porque te quitó una novia o por un antiguo contencioso por una finca. Cualquier juego con este asunto demuestra un nivel de miseria moral difícil de encontrar entre personas normales. Si nuestros abuelos estuvieran vivos, cogerían a más de uno por las solapas, empezando por el siniestro Sánchez, y le dirían algo así como «qué cojones estás haciendo, gilipollas, asómate a esa fosa». Politicuchos de medio pelo utilizando el peor de los dramas, el mayor de los dolores para confrontar de nuevo a los españoles y ganar elecciones.

¿Qué pretende Sánchez con los más de 100 actos previstos sobre Franco para el año que viene? ¿Hacer justicia a alguien? No, hombre, no. En el annus horribilis judicial que le espera, en el que él, su mujer y su entorno inmediato puede ir a la cárcel, se va a montar un parque temático franquista tras el que esconderse y parapetarse del trabajo que vayan a hacer los jueces. Que descuiden en Ferraz que ya les hago yo el argumentario en dos líneas: «La judicatura fachosférica nos ataca y nos montan un lawfare de esos de manual porque nosotros le decimos la verdad al pueblo sobre Franco y ellos son franquistas no, lo siguiente». Todo esto dicho por Marisú Montero queda mucho más contundente. Aplausos e indignación entre el público. «Y si usted no piensa así es que es usted un franquista también». Puede sonarle muy burdo, pero esto entre mucha gente funciona así. Maniqueísmo puro y duro.

Ya lo dijo el otro día Diana Morant, recién bajada del Mayflower a juzgar por su vestimenta, que estamos los que nos llamamos del bando vencedor —se ha debido quedar en el Plymouth de 1621— y los del bando demócrata que son ellos, la pureza. El PSOE jamás, jamás, ha soportado que exista una oposición. Recuerden, amigos míos, que el rottweiler ya se lo sacó Felipe González —tan añorado por Feijóo, el 99,99999999999% del PP y la llamada prensa de centroderecha— a Aznar en unas elecciones. Hablaba antes de Guerra, pues estos dos, Felipe y Alfonso han votado a este PSOE hasta las últimas elecciones. La manía del centro derecha, o lo que sea ello, de exaltar a quien los desprecia como deporte nacional —o estatal, si prefieren—.

De lo que se trata, y va a peor, es de llevarnos al límite. Nuestros padres y abuelos, los normales, nos enseñaron que la guerra fue un horror y un espanto y que se debía olvidar. Una cosa es conocerla desde un punto de vista histórico, en plena libertad, y otra es guardar viejos rencores y que los tataranietos —ojo, que ya hablamos de tataranietos— mediatizados por una enseñanza sectaria, mentirosa y televisada vayan a vengar a sus tatarabuelos. ¿Estamos locos o qué? ¿Nadie les va a decir que se están sirviendo de ellos para que un patán sinvergüenza con su mujer y una trama interminable se vaya de rositas tras destrozar un país? Pues tendremos que decirlo nosotros.

Yo abogo por que cada uno piense lo que le dé la gana sobre Franco, que lea lo que quiera, que no haya censura, que haya debate de todo tipo, ¿qué tipo de democracia dicta el pensamiento de cada persona? ¿Pero qué broma es esta? Y si quieren que hablemos de Franco porque han declarado el año 2025 su año, pues hablaremos de Franco, y de la malhadada II República, y de las matanzas de religiosos, porque o hablamos todos en busca de la verdad o cerramos el chiringuito, pero esto de que unos nos callamos y ellos establecen la dictadura de pensamiento a estas alturas, pues miren, no.

Carmen Álvarez Vela

Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. 
En la batalla cultural. 
Española por la gracia de Dios.

Sin fe común, ¿de qué esperanza hablamos?



Duración 11:58 minutos

Muere el historiador Luis Suárez, gran defensor de la Iglesia y España contra la Leyenda Negra



El domingo pasado, 15 de diciembre de 2024. falleció a los 100 años de edad el historiador y académico Luis Suárez Fernández (1924-2024), asturiano de Gijón, uno de los más ilustres investigadores de la Historia de España, en particular en la Baja Edad Media y el reinado de los Reyes Católicos.

Doctorado en Historia en 1947 por la Universidad de Madrid, fue catedrático en la Universidad de Valladolid, donde fue rector durante varios años (1965-1972) y de la Universidad Autónoma de Madrid hasta su jubilación, siempre en el ámbito de la Historia Medieval.

Doctor Honoris causa por la Universidad de Lisboa, el 23 de enero de 1994 ingresó en la Real Academia de la Historia con un discurso titulado Monarquía hispana y revolución Trastámara. También era miembro de la Academia de Buenas Letras de Barcelona. Dirigió la Escuela de Historia y Arqueología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Roma. Entre 1972 y 1974 fue director general de Universidades e Investigación.


Algunas de las obras de Luis Suárez publicadas por la editorial Rialp.

En 2001 recibió el Premio Nacional de Historia por su trabajo Isabel I, Reina. Era uno de los grandes conocedores de la vida y el reinado de Isabel la Católica. Lejos de limitarse a la investigación académica, utilizó su amplio saber para ilustrar la verdad histórica de la Iglesia y de España frente a la Leyenda Negra, la identidad católica de España y el alcance de su misión evangelizadora.


Alguna de las obras de Luis Suárez publicadas por editorial Ariel.

También es autor de la obra Franco. Crónica de un tiempo (Actas), la obra más extensa y completa publicada sobre ese periodo.

"La leyenda [negra]", escribió Luis Suárez, "se gestó de una manera especial en el siglo XVII como vehículo de propaganda en un momento en que Europa se debatía en medio de un conflicto cuyas raíces se hallaban en lo más hondo del pensamiento, ya que se trataba de demostrar que España, parte de la Casa de Habsburgo, no tenía razón. Y las cosas fueron tan lejos que en la Enciclopedia, en el artículo referido a España, parecía llegarse a la conclusión de que Europa hubiera sido más feliz en el caso de que España no hubiera existido. Ésta es la causa, y no otra, de que el Gobierno español tuviera que poner el veto sobre esta magna obra".

Frente a la leyenda negra u otras falsedades o mitologías históricas, sostenía el historiador y académico, "no se trata únicamente de deshacer calumnias ni de reiterar errores; la tarea de un historiador consiste en exponer las cosas exactamente como fueron. Pero uno de los defectos de las últimas generaciones consiste sobre todo en reincidir en esas tendencias suplantando la verdad por el error en la manera que a las ideologías políticas conviene".

jueves, 19 de diciembre de 2024

El legado del régimen del General Franco




En 1975, cuando murió Franco, Corea del Sur era un país extremadamente pobre y poseía una población similar a la española. España estaba considerada la 8ª economía del mundo; hoy en pleno siglo XXI, con democracia, los coreanos nos han superado con creces.


Ya que el Presidente del Gobierno de España, coincidiendo con el quincuagésimo aniversario de la muerte del General Francisco Franco Bahamonde pretende que el año 2025 esté plagado especialmente de actos, cientos, miles de eventos hasta el hartazgo, no precisamente para exaltar su figura y su legado, sino para dejar constancia de su «antifranquismo sobrevenido» (cuando murió Francisco Franco, Pedro Sánchez apenas tenía tres añitos), y el de su partido, el PSOE, pese a que durante el régimen del General sus miembros no opusieron resistencia de clase alguna, pues quienes no se exiliaron tras la guerra civil se acabaron integrando incluso en el Sindicato Vertical y el Movimiento… pues, eso que vamos a dejar a continuación algunas «pinceladas» para refrescar la memoria a quienes han sido adoctrinados durante las últimas décadas y de quienes han sido manipulados como resultado de la campaña de «damnatio memoriae» emprendida contra el régimen anterior a la llamada «transición»…

No está de más resaltar en estos momentos de «desmemoria democrática» que, por más que algunos tratan de que no se sepa, el actual régimen “de libertades”, el “estado social y democrático de derecho”, la Constitución que “nos dimos” todas y todos”, no provienen de eso que llaman “modélica transición de la dictadura a la democracia”, política de consenso, reconciliación nacional”, libertad sin ira”, etc. Por el contrario, todo ello fue gestado y diseñado con anterioridad, en vida del General Francisco Franco; aunque fue adornado de constitucionalidad en 1978 por unas Cortes Generales que no poseían legitimidad para abordar tal trabajo.

Franco dejó todo “atado y bien atado”, consiguió encontrar una salida airosa a su régimen, que con toda una serie de “arreglos” derivaría hacia la legitimación de la monarquía parlamentaria. No se olvide que la decisión de que tras su muerte su régimen se transformara en una monarquía, ya había sido tomada por Franco nada menos que en 1946 con la Ley de Sucesión, aprobada en referéndum.

El general Franco tenía el pleno convencimiento de que la nueva sociedad que su régimen había creado, soportaría sin traumas una transición controlada. “El Caudillo” contaba como aliado con las clases medias, que ya por entonces (al final del régimen) eran mayoría en la sociedad española, amplia mayoría que gozaba de una situación bastante acomodada, bienestar al que no iban a renunciar de ningún modo… Justamente eso es lo que buscaba el General Miguel Primo de Rivera en los años veinte del siglo pasado: ampliar las clases medias y conseguir un país más estable. Pero no lo logró, a pesar de sus indudables avances económico-sociales. No tuvo tiempo suficiente y una “ideología” en la que basarse…

El verdadero protagonista de la llamada transición fue esa clase media y no el Rey Juan Carlos, ni Adolfo Suárez, los cuales supieron sacar buen provecho del “franquismo sociológico”.

Sin más preámbulos, pasemos al legado del General Franco:

Francisco Franco fue un héroe para España, no sólo derrotó al comunismo, también nos salvó de la segunda guerra mundial, desbarató el maquis y el aislamiento impuesto injustamente a España, e incluso se reconcilió con los españoles.

Después de tres terribles años de Guerra Civil Española, España estaba absolutamente destrozada. Cualquiera que hubiera tomado las riendas de nuestro país en aquellos años se hubiera encontrado con un erial enorme, un lugar del que poco o nada era aprovechable.

Tras la guerra, en España sólo existían hambre, miseria, escasez y estraperlo. La situación perduró hasta bien avanzados los años 50 del siglo pasado.

Aquellos gobiernos, integrados por falangistas con sueños imperiales y deseosos de hacer su «revolución social», pusieron en marcha múltiples cosas, entre otras cuestiones reorganizaron la Seguridad Social, crearon el Auxilio Social, etc. pero no lograron modernizar España. La situación impedía crear riqueza, sólo permitía el reparto de la pobreza.

El aislamiento y el bloqueo que España sufrió durante lustros se debió al hecho de haber apostado por el caballo perdedor de la segunda guerra mundial… Todo ello comenzó a suavizarse a partir de los llamados «Pactos de Madrid de 1953» con los EEUU y se oficializó definitivamente, una raíz de la visita a España del presidente norteamericano Eisenhower en 1959; Hasta entonces, a nuestro país sólo le era posible vivir en un régimen autárquico, que impedía crear riqueza y equipararnos al resto de Europa, la Europa que tras la guerra fue beneficiada por el Plan Marshall.


El Plan Marshall fue un programa estadounidense dedicado a la reconversión económica de Europa durante los inicios de la Guerra Fría. El Plan Marshall fue un programa impulsado por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial para ayudar a los países europeos a recuperarse de la destrucción provocada por el conflicto.

A partir del momento en que España comienza a tener relaciones con EEUU y el bloqueo disminuye, hasta desaparecer, el General Franco optó por dar un giro a sus gobiernos. En los años 60, eligió a miembros del Opus Dei, versados en macroeconomía y alejados de los delirios social-revolucionarios de los falangistas. Los llamados «tecnócratas» idearon una serie de planes de desarrollo, según algunos estudiosos calcados de los planos quinquenales de la Unión Soviética, y muy cercanos a la planificación socialista; planes intervencionistas, pero dentro de una cierta economía de mercado libre.

¿Qué habría sucedido si, en lugar de ganar el «bando nacional», se hubiera producido una victoria del «bando republicano? Los años de la posguerra habrían sido igualmente tiempos de miseria, de pobreza, de precariedad, pero con un gobierno totalitario y liberticida, de izquierdas, similar a las «repúblicas populares» centroeuropeas o balcánicas existentes hasta 1989.

España seguía teniendo un sistema económico destruido, precario, de ahí que, todavía, fuera necesaria una economía planificada. Las políticas del régimen del general Franco funcionaron y pusieron las bases para que se produjeran riqueza, empleo, prosperidad, crecimiento…

Con un enorme esfuerzo de la población española y tras los Planes de Desarrollo, cuando muere el General Franco -en 1975- España estaba en el grupo de las diez economías más importantes del Mundo. España consiguió salir de una situación catastrófica y, sin duda, se puede hablar de MILAGRO ECONÓMICO ESPAÑOL. Todo ello no hubiera sucedido, aparte del gran esfuerzo de los españoles, si el régimen de Franco no hubiera dotado a España de una enorme red de infraestructuras, de instalaciones, de equipamientos, de los que antes carecía: pantanos, comunicaciones, industria, reforma. agraria, administración pública, sanidad, seguridad social, sistema de enseñanza, etc. Y, negarlo es de necios.

Entonces, en aproximadamente quince años, se produjo un desarrollo sólo comparable al que se ha producido en China desde 1990 a 2010 con crecimientos anuales del Producto Interior Bruto en torno al 8%.


Por el contrario, en los últimos 50 años, España ha crecido muy por debajo de su potencial, menos del 1,5% de los medios.

El éxito del «milagro económico español» se basó esencialmente en la elección de buenos gestores, a los que se dejó hacer.

No está de más destacar que, en el año 1975, cuando murió el General Franco, Corea del Sur era un país extremadamente pobre y poseía una población similar a la española. España estaba considerada la 8ª economía del mundo; Hoy en pleno siglo XXI, con democracia, los coreanos nos han superado con creces.

Ante la avalancha de mentiras y manipulaciones del Gobierno social-comunista del nuevo Frente Popular, con el silencio -cuando no apoyo- cómplice de la derecha boba, es imprescindible explicar y resaltar, con hechos y cifras cuál fue el equilibrio económico y social de los 40 años del régimen político, de los gobiernos del General Franco; y compararlo luego con el balance económico y social de los 50 años transcurridos desde su muerte, desde de la Transición, el balance del régimen oligárquico y caciquil -pese a que lo llamen democracia-, un régimen político con un sistema electoral disparatado que, propicia la burocracia estatal más ineficiente (pues no usa bien los medios de los que dispone), ineficaz (pues no cumple los objetivos que supuestamente pretenden) y el más despilfarrador de los países de nuestro entorno.

Tampoco está de más recordar que, fue el Frente Popular el que llevó a España a la guerra incumpliendo (después de cometer fraude electoral en febrero de 1936) la Constitución y las leyes, para aplastar a la mitad de los españoles que no eran de su misma opinión.

Inevitablemente, surge una pregunta: ¿Qué habría sucedido si, en lugar de ganar el «bando nacional», se hubiera producido una victoria del «bando republicano?

Como ya se ha indicado más arriba, los años de la posguerra habrían sido igualmente tiempos de miseria, de pobreza, de precariedad, pero con un gobierno totalitario y liberticida, de izquierdas, casi con toda seguridad abiertamente comunista, España se habría convertido en un estado similar a las «repúblicas populares» centroeuropeas o balcánicas existentes hasta 1989.

Afortunadamente, eso no sucedió. Los mejores economistas españoles —desde Fuentes Quintana hasta Juan Velarde— han estudiado y documentado perfectamente el proceso, desde el desastre económico de la República desde su momento cero a los años de penuria de la posguerra, el bloqueo internacional, el Plan de Estabilización y los años de crecimiento fulgurante hasta 1975.

Y, entonces murió el General Franco y vino un tremendo desastre, “desastre sin paliativos”, como lo denominaría el Rey Juan Carlos, de nombre Adolfo Suárez, un mediocre sin el menor sentido de Estado y sin los conocimientos suficientes para gobernar España. En apenas dos años, Adolfo Suárez situó a España al borde de la ruina,…

Afortunadamente, el profesor y economista Fuentes Quintana (que ya había participado en 1959 junto con otros economistas del régimen del General Franco en el Plan de Estabilización Nacional), elaboró un plan económico de emergencia —Pactos de la Moncloa— que nos salvó ‘in extremis ‘.

Acabó dimitiendo al cabo de un año, por discrepancias con otros ministros de Adolfo Suárez, aunque le dio tiempo a proyectar la reforma fiscal que rompió con el anterior sistema impositivo que, permitió acercarnos a las formas de tributación de Europa. Enrique Fuentes Quintana se marchó profundamente decepcionado, manifestando que “a estos tíos [la oligarquía política] no les importa España, no están por las reformas, ni por la eficiencia que ni saben qué es; solo les importan la relevancia social, los pelotazos, el saqueo de la nación con las comunidades autónomas y los monopolios, y enchufar a cientos de millas de familiares y amigos tan ignorantes y venales como ellos. Con ellos, jamás volveremos a alcanzar crecimientos como los de los últimos 30 años”.

Su análisis fue profético. Durante los siguientes 50 años, España ha crecido muy por debajo de su potencial, menos del 1,5% de media, frente al 6,6% de entre 1950 y 1975. Sin embargo, los españoles (profundamente infantilizados y embrutecidos), no son conscientes, aunque más pronto que tarde acabarán dándose cuenta, cuando el Banco Central Europeo deje de comprar deuda y estalle la gigantesca burbuja acumulada para financiar el estado de las autonomías y la gigantesca. burocracia estatal creada desde la muerte de Franco.


En 1975, España e Irlanda poseían la misma renta per cápita; hoy, la renta per cápita de España es la mitad de la de Irlanda.

España camina hacia un gigantesco desastre económico, político y social. España tiene hoy la distribución de la renta más injusta de toda la UE. En 1950, la clase media era en España alrededor del 35% de la población, en 1975 la cifra había subido al 56%, la más alta de toda nuestra historia. Pero en 2016 la clase media había descendido al 43%. En línea con ello, la clase baja y la pobreza pasaron del 65% en 1950 al 39% en 1975 —la cifra más baja de toda nuestra historia— y en 2016 la clase baja, y por tanto la pobreza, subieron hasta el 54% .

Sí, en 1975 España no era una «república popular-democrática» (como las de Europa del Este), empobrecida y hambrienta, sino un auténtico milagro, y esto resulta esencial. Lo logrado por España hasta la muerte del General Franco, es el claro ejemplo de lo que un país puede conseguir cuando está bien gobernado. En solo 25 años, nuestra nación experimentó el mayor crecimiento económico y social en cuatro siglos. De un país básicamente subdesarrollado pasó a tener el décimo PIB mundial, hoy el decimoquinto. De una renta per cápita en 1950 equivalente al 45% de la de los nueve países centrales de Europa que, en 1975 constituían la Comunidad Económica Europea, al 83%, el mayor grado de convergencia con la Europa rica jamás alcanzado desde el siglo XVI. hoy en torno al 70%. De una industria que en 1950 representaba el 12% del PIB, al 36% en 1975, y hoy hundida al 15% con una estructura productiva tercermundista de enchufados públicos, especuladores y camareros.

Con solo 700.000 empleados públicos formados y capaces, España funcionaba perfectamente, pero 50 años después, no sabemos cuántos hay, aunque los que dicen estar bien informados, hablan de quienes reciben salarios del estado, son aproximadamente tres millones y medio, 3.500.000 .

Pero no sólo fue la economía. La Administración española era en 1975 una de las más eficientes de Europa, gracias a los grandes cuerpos del Estado, abogados, ingenieros o economistas, y un riguroso sistema de oposiciones a todos los niveles. Con solo 700.000 empleados públicos formados y capaces, España funcionaba perfectamente, pero 50 años después ni siquiera sabemos cuántos empleados públicos hay: 3,5 millones según la Agencia Tributaria, la cifra más exacta por razones obvias. De todos ellos, solo un millón ha conseguido la plaza a través de “oposiciones limpias y transparentes”, el resto son enchufados sin preparación. Un puro desastre.

España posee hoy la Administración pública más ineficiente, ineficaz y más cara de la Unión Europea. Sus salarios medios son de 36.600 euros al año frente a los 26.259 del sector privado. Esto no ocurre en ningún país europeo, excepto en Luxemburgo.

Pero si en lo económico y en la eficacia de la gestión se degrada todo lo llevado a cabo, hasta la desaparición del régimen de Franco, que ahora es llamado de manera despectiva ‘desarrollismo’, olvidando que en España se produjo un crecimiento del 7, 5% anual acumulativo durante 15 años, o ‘tecnocracia’ al conocimiento y la excelencia en la gestión pública, frente a la ignorancia y la incompetencia actuales, en lo social el engaño alcanza proporciones inimaginables:

El gobierno social-comunista de Pedro Sánchez, y sus secuaces, afirman que la Seguridad Social la creó un tal Felipe González Marques, mientras, a cientos de millas de viviendas sociales para la clase obrera se les arrancan las chapas para ocultar su origen… realmente increíble. Sería extensísimo citar todo lo creado por el régimen del General Franco, pero, ahí va un pequeño resumen:


En 1975 España era la 2ª potencia mundial en el sector servicios.

En 1975 España tenía la 2ª flota pesquera del mundo y faenaba en los principales caladeros del globo.

En 1975 España era el tercer productor mundial en astilleros.

En 1975 España era la 9ª potencia industrial en el mundo.

En 1975 La industria representaba el 36% del PBI. Ahora no llega al 15%.

En 1975 la Tasa de paro era del 3,7%, ahora el número de desempleados son más del 20% de los españoles en edad de trabajar.

En 1975 en España existían 21 universidades laborales y numerosas escuelas laborales. Ahora: cero.

En 1975 había en España tres niveles de ayuda a familias numerosas. El Estado protegía a las familias numerosas.

En 1975 los españoles disfrutaban de un mes o 30 días naturales de vacaciones retribuidas al año.

En 1975: Paga extra de Navidad y 18 de Julio.

En 1975: dos medias pagas extras por beneficio de empresa.

En 1975: pagos extras mensuales por quinquenios o trienios.

En 1975: Retorno gratuito o casi gratuito en medios de transporte público urbano en billetes expedidos antes de las 9 AM.

En 1975: Todos los bienes privados eran inembargables. Artículo 32 Fuero de los Españoles.


En 1975: El trabajo tenía prioridad sobre cualquier aspecto. No se podía molestar u obstruir a personas en el ejercicio de su trabajo.

En 1975: El Impuesto de Tráfico de Empresa (ITE, IVA actual) era del 2%, ahora es el 21%.

En 1975: la presión fiscal era el 18,4%. En la actualidad es superior al 30%.

En 1975: la apertura de pequeños negocios apenas implicaba obligaciones, o permisos legales más allá de la higiene y seguridad.

En 1975: Estaba prohibido interrumpir por impago, el suministro de agua, electricidad o carbón en los hogares de los españoles.

En 1975: Los españoles tenían derecho a recibir una pensión a partir de 2 años cotizando a la Seguridad Social, ahora a partir de 35 años. Durante el régimen de Franco se llevó a cabo la creación de la pensión de jubilación, y también de la de viudedad. Y se desarrolló la edad obligatoria de jubilación.

En 1975: los salarios eran netos, exentos de retenciones y pago de impuestos.

En 1975: La jornada laboral estaba sujeta rigurosamente a 8 horas, permitiendo horas extras en casos de emergencias y previa negociación de precios.

En 1975: el salario mínimo en España era el 90% del salario mínimo europeo. Ahora es el 45%.

En 1975: en 40 años hubo 3 casos de corrupción: Sofico, Matesa y Redondela. En los años democráticos ya se perdió la cuenta.

En 1975: el bajo nivel de delincuencia ofrecía alta seguridad en poblaciones (en la mayoría de España, era frecuente que la gente dejara la puerta abierta y simplemente colgara una cortina).

En 1975: no había empresas de seguridad privada.

En 1975: La entrega de Viviendas de Protección Oficial era rigurosamente selectiva.

En 1975: La población carcelaria era inferior a 15.000 personas. Ahora 85.000.


En 1975: el domicilio de los españoles era inviolable, a riesgo de sufrir sanción penal. Ahora un ladrón o una okupa ilegal se mete en tu casa y es un problema sacarlo por vía legal y cuesta un montón de dinero. Y si se te ocurre pelear con el tipo que allane tu morada, el que acaba en el juzgado eres tú.

En 1975 la sanidad pública era «universal», todos los grandes hospitales públicos fueron construidos en 1975, y Franco murió en uno de ellos.

Durante el régimen del General Franco se creó el «Auxilio Social», sembrando España de comedores de beneficencia, gratuitos, para los más necesitados.

Durante el régimen del General Franco se llevó a cabo un plan hidrológico nacional que supuso la construcción de todos los pantanos posibles de España.

El 23 de abril de 1959 se creó el Régimen Especial Agrario al que pudieron acogerse alrededor de 2.300.000 trabajadores del campo, por cuenta ajena y propia.

El 2 de abril de 1961 se creó el Seguro de Desempleo.

El 23 de diciembre de 1970 se creó la Ley de Empleo Comunitario.

Tampoco está de más recordar que en lo político:

El General Francisco Franco evitó que España participara en la Segunda Guerra Mundial; aunque haya quien diga que no lo dejaron o que no pudo. El caso es que España no participó, y Franco jugó a la ambivalencia y esperó a ver quién ganaba la Guerra. Bien poco le habría costado tomar el Peñón de Gibraltar como querían los alemanes y entrar de pleno en la Guerra.


El General Franco le evitó a España tener que sufrir guerras coloniales post II Guerra Mundial. Portugal, Inglaterra, Francia las iniciaron para mantener sus colonias (Canal de Suez, Irán, Vietnam, ¡Guerra colonial del imperio portugués hasta 1975!). La verdad es que tampoco estaba España para llevar a cabo guerras coloniales a fe de muchos, pero perfectamente podría haber entrado en esa dinámica con el RIF, en las provincias españolas de África… y no lo hizo.

El General Franco evitó que España cayera en la órbita de los países de la Unión Soviética. Parece una tontería, porque no hemos sufrido esta circunstancia, pero en muchos países del Este de Europa la imagen de la estrella roja de 5 puntas, en la actualidad tiene peor reputación que la esvástica nazi en la actualidad y la tienen prohibida por ley. Un pésimo recuerdo del socialismo real.

Durante el régimen del General Franco España funcionó bajo el imperio de la ley. Sin duda, sus leyes no eran las mejores y eran susceptibles de mejora; pero, lo que sí está comprobado es que no se gobernaba al estilo de Pedro Sánchez y compañía.

Para Hispanidad