Hemos hablado muchas veces de la irrelevancia en la que ha caído la Iglesia y, aunque nos duela, creo que es lo mejor que puede pasar porque, si fuera relevante, seríamos aún más el hazmerreír del mundo.
Ayer nos enteramos que, desde el Vaticano, el Celam lanzó una campaña tras el asesinato de un sacerdote y un laico por su defensa del medio ambiente. Ellos son Juan Antonio López, delegado de la Palabra, coordinador de la pastoral social en la diócesis de Trujillo (Honduras) y miembro fundador de la Pastoral de Ecología integral, que murió asesinado por defender el río Guapinol y el Parque Nacional Botaderos. Y un mes más tarde, el padre Marcelo Pérez Pérez, párroco maya tsotsil de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas (México), asesinado por defender los derechos de los indígenas chiapanecos.
Toda muerte, y mucho más si es violenta, es lamentables pero eso no justifica la ridícula pretensión del Vaticano: presentar a los difuntos como mártires. Las declaraciones de una de las integrantes de la Comisión pasan ya la gravedad habitual de las declaraciones francisquistas y lo grotesco de las de Tucho, para inscribirse en las de una herejía pura y dura por la que merecería ser investigada, o bien, por la de una ignorancia mayúscula por la que merecería ser devuelta a su casa a lavar los platos.
Se trata de la teóloga feminista Emilce Cuda, formada en la Universidad Católica Argentina, y desde hace varios años, oficial de la curia vaticana en la Pontificia Comisión para América Latina. Dijo sin sonrojarse: “Hagamos memoria del documento del Papa Francisco cuando nos habla del ‘santo de la puerta de al lado’, estos mártires que mueren por el Evangelio y que mueren por los documentos que promulga el Santo Padre y que salen de esta curia romana, como es la Laudato si’ y la Fratelli tutti”.
Tratemos de hacernos conscientes de este disparate mayúsculo. Nadie duda que los mártires, todos los mártires lo son por el Evangelio de Jesucristo. Pero ¿desde cuándo existen mártires por los documentos papales? El nivel de insanía de Emilce Cuda es preocupante. Ni al ultramontano más extremo del siglo XIX se le habría ocurrido algo semejante. A lo más que se atrevió William Ward fue a pedir una bula papal diaria, a la cual leer en el The Times mientras desayunaba. Yo tengo muchos buenos amigos allegados a la FSSPX, y que son muy contrarios al modernismo y defensores de San Pío X, pero creo que a ninguno de ellos se le ocurriría morir por la Pascendi. Si de entregar la vida se trata, la entregarán por defender a Nuestro Señor en la eucaristía o la verdad del Evangelio, pero no un documento que, por más notable que sea, escrito por manos humanas.
Se me ocurren muchas preguntas para hacerle a la teóloga Emilce Cuda, y seguramente aparecerán muchas más en los comentarios:
1. Si es un acto martirial morir por los documentos promulgados por el Papa y emitidos por la Curia Romana, ¿podremos morir, o al menos, quedar magullados, por el motu proprio Summorum Pontificum, firmado hace menos de veinte años por el Papa Benedicto?
2. Si quienes mueren por los documentos pontificios son mártires como quienes mueren por el Evangelio, ¿se sigue de ello que esos documentos tienen el mismo carácter de verdad revelada que tienen los evangelios?
3. Según nos enseña la teología, los documentos pontificios integran el magisterio de la Iglesia. Por lo tanto, los escritos del Papa Francisco tiene el mismo valor magisterial que el Syllabus de Pío IX, entre otros tantísimos escritos. ¿Daría la Dra. Emilce Cuda la vida por el Syllabus? No le pedimos tanto, ¿al menos lo defendería públicamente, aunque eso le costara la humillación que sufriría por parte de los medios de comunicación?
4. De acuerdo a la respuesta a la pregunta anterior, que intuyo cuál sería, los documentos del Papa y de la Curia vaticana, ¿tiene algún vencimiento? Es decir, ¿tienen fecha de expiración, de modo tal que hasta un cierto día sería loable y hasta preciso morir por ellos, pero pasado ese momento ya sería un acto inocuo o peligroso?
5. Si un grupo de católicos apegados a la misa tradicional tomaran por asalto, por ejemplo, la Capilla Sixtina y un sacerdote celebrara allí, contra todas las normas, la misa tradicional, luego de la cual fueran todos apresados y arañados por el cardenal Tucho Fernández, Mons. Edgar Peña Parra y el P. Fabián Pedacchio, ¿los convertiría a estos católicos díscolos en mártires de Summorum Pontificum, y a los prelados en héroes de Traditiones Custodes?
Emilce Cuda, reaccione; usted está provocando vergüenza ajena. Vuelva a Argentina y dedíquese a tejer escarpines para sus nietos.
The Wanderer