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jueves, 19 de diciembre de 2024

Torreciudad: confusión, tensiones y una guerra eclesial mal gestionada



El conflicto en torno al santuario de Torreciudad, marcado por el enfrentamiento entre el Opus Dei y el obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, ha derivado en una crisis que combina decisiones unilaterales, tensiones con la Conferencia Episcopal Española y constantes apelaciones a Roma.

Desde el intento inicial del Opus Dei de lograr el reconocimiento diocesano de Torreciudad, las negociaciones se han visto frustradas por exigencias económicas desorbitadas, la polémica designación de un rector y la retirada de referencias al santuario en el anuario episcopal. Todo esto, sumado a las acusaciones del obispo contra medios como Infovaticana y la aparente fractura dentro de su propia diócesis, refleja un estilo de gobierno que ha profundizado la confusión y sembrado división entre los fieles.

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1)-Inicio de las negociaciones

Hace aproximadamente dos años, el Opus Dei solicitó formalmente al obispo de Barbastro-Monzón iniciar los trámites para que Torreciudad fuera reconocido como santuario diocesano, paso previo a su posible consideración como santuario nacional e internacional.

2)-Cambio de reglas por parte del obispo y un canon desorbitado

Las negociaciones avanzaban aparentemente bien, pero a mitad de camino el obispo Pérez Pueyo decidió cambiar las condiciones del acuerdo. Los más lenguaraces hablan de lo bien que se lo pasaba el cardenal Ghirlanda en su papel de consejero azuzador. Una de las exigencias más controvertidas fue la imposición de un canon anual de 600.000 euros a la Prelatura, una cantidad desproporcionada e injustificada. Esta demanda provocó el rechazo inmediato del Opus Dei y, posteriormente, un clamor en contra por parte de la opinión pública, que obligó al obispo a retirar su petición para evitar un mayor desgaste. A partir de este punto, las relaciones se deterioraron profundamente y el Opus Dei decidió plantarse.

3)-El conflicto del rector

En un intento de forzar la situación, el obispo solicitó al Opus Dei una terna de candidatos para elegir al nuevo rector del santuario. La Prelatura se negó rotundamente, argumentando que, según el acuerdo vigente entre ambas partes, la potestad de nombrar al rector de Torreciudad corresponde al Opus Dei y no al obispo diocesano. A pesar de esta negativa, el obispo Pérez Pueyo, en un acto unilateral, nombró a un sacerdote de su confianza, un anciano que apenas oficia misa los sábados. Una decisión simbólica y provocadora que solo logró aumentar la tensión.

4)-Intervención de Roma

El enconamiento de ambas posturas llevó al obispo Pérez Pueyo a buscar respaldo en Roma. El Papa Francisco, consciente de la gravedad del conflicto, nombró a un mediador plenipotenciario para discernir una solución que contentara a ambas partes. Actualmente, este mediador se encuentra en plena tarea de escucha y análisis. Mientras tanto, Pérez Pueyo continúa paseándose con frecuencia por Roma, buscando verse con el Papa para relatar lo mal que le tratan los del Opus Dei y, según cuentan algunos observadores, lamentarse bajo la columnata de Bernini como un mártir en vida.

5)-El anuario de la Conferencia Episcopal

En medio de este escenario enrarecido, la Conferencia Episcopal Española publicó su anuario de 2023, donde se trataba a Torreciudad como un santuario español más, con fotografías a todo color incluidas. Esta inclusión no pasó desapercibida: Infovaticana publicó la noticia en exclusiva y yo misma comenté la evidente contradicción. Si Torreciudad aparece como santuario en un documento oficial de la CEE, ¿no es esto un reconocimiento tácito de su estatus canónico, más allá de la indefinición que intenta imponer el obispo Pérez Pueyo?

6)-El enfado monumental del obispo

La publicación del anuario desató la ira del obispo de Barbastro-Monzón, que movió sus hilos en la CEE para retirar las referencias a Torreciudad y eliminar las fotografías. Una semana después, la Conferencia Episcopal accedió a la petición y modificó el anuario, además de emitir una nota de prensa para justificar el cambio. La nota explica que la inclusión fue un error y que, en realidad, Torreciudad no es un santuario, sino un oratorio semipúblico.

7)-Incoherencias y preguntas sin respuesta

Lejos de resolver el problema, la actuación de la Conferencia Episcopal ha generado aún más dudas. ¿Por qué el obispo Pérez Pueyo nombra a un rector de un oratorio semipúblico? Si Torreciudad no es un santuario, ¿cuál es la justificación para su intervención? ¿Qué sentido tiene la llamada “urgente” a la CEE para “arreglar” un entuerto que solo ha provocado más contradicciones? Y lo más preocupante, ¿por qué el gabinete de comunicación de la Conferencia Episcopal se presta a ser instrumento en una disputa personal, sin consultar al resto del episcopado, al Comité Ejecutivo o a la Permanente? Por su parte, el obispo Pérez Pueyo no ha dado explicaciones públicas, pero su actuación ha levantado críticas tanto por la su feligresía como en círculos más amplios de la Iglesia, incluyendo muchos de sus compañeros en el episcopado.

8)-Rebelión en Barbastro-Monzón

Como si esto fuera poco, otro hecho revela el profundo malestar en la diócesis de Barbastro-Monzón. El pasado 16 de diciembre, los sacerdotes de la diócesis celebraron su tradicional encuentro navideño en Torreciudad, como ocurre todos los años. Sin embargo, en esta ocasión, el obispo Pérez Pueyo no estuvo presente, al menos en la foto. Su ausencia resulta sintomática: a pesar de su enfrentamiento con los responsables del santuario y, por extensión, con el Opus Dei, sus sacerdotes decidieron reunirse igualmente en Torreciudad. ¿Estamos ante una rebelión tácita del clero diocesano, que ha optado por ignorar la posición de su obispo?

9)-Una batalla que daña a la Iglesia

Lo ocurrido en Torreciudad no es solo un conflicto administrativo o canónico, sino el reflejo de una gestión poco inteligente y dañina para la imagen de la Iglesia. La situación plantea dudas sobre la capacidad de las instituciones eclesiásticas para manejar de manera transparente y eficiente cuestiones que afectan no solo a los fieles locales, sino también a la imagen de la Iglesia en general. En un momento en el que la credibilidad de la institución está bajo escrutinio constante por esos medios laicistas en colaboración con reliprogres herejes, este tipo de incidentes no hacen más que profundizar las divisiones internas y sembrar confusión entre los fieles.

El caso de Torreciudad pone sobre la mesa la necesidad de un liderazgo claro y de una comunicación más eficaz dentro de la jerarquía eclesiástica, especialmente en asuntos que tienen un impacto significativo tanto espiritual como administrativo. Mientras en Roma buscan una solución, la pregunta persiste: ¿quién maneja realmente los hilos de esta crisis? Porque lo que ha quedado claro es que, en este caso, la vanidad y la torpeza han ganado la partida. Y los fieles, como siempre, son los grandes damnificados.

Aurora Buendía