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domingo, 11 de mayo de 2025

León XIV: esto es lo que piensa el Papa del Opus Dei




DURACIÓN 10:54 MINUTOS

León XIV y el futuro de la Iglesia



La fumata blanca sorprendió elevándose desde la chimenea de la Capilla Sixtina a las 6 y 8 minutos de la tarde del jueves 8 de mayo mientras las luces del crepúsculo iluminaban la columnata de Bernini. Una hora después, la plaza de San Pedro y la Via della Conciliazione eran un hormiguero en el que bullían más de cien mil personas, mientras cerca de mil millones se conectaban a los medios de comunicación para verlo. Como ya había sucedido en 1978 con el papa Wojtyła, no entendieron en un primer momento el nombre del nuevo pontífice cuando lo anunció el cardenal Dominique Mamberti. La multitud estalló en un largo y sonoro aplauso. La muchedumbre aclamaba al 267º sucesor de San Pedro, el cardenal Robert Francis Prevost, que asumía el cargo con el nombre de León XIV.

La primera impresión es la más importante, porque es intuitiva y se imprime en la memoria. Por eso, en un artículo anterior, mientras nos preguntábamos cuáles serían las primeras palabras que diría el recién elegido pontífice desde el balcón de San Pedro, escribimos: «Es indudable que las palabras y gestos con que el próximo papa inaugure su pontificado revelarán ya una tendencia y brindarán un primer elemento para que el sensus fidei del pueblo católico pueda discernir. Sea cual sea el nombre que elija, el pontífice elegido por el colegio cardenalicio, ¿querrá seguir las huellas de Francisco, o emprenderá una vía diferente a la de un pontificado que, según muchos, ha sido catastrófico para la Iglesia?»

Ya conocemos la respuesta, y ha sido un indicio de cambio, al menos en lo que respecta al estilo de gobierno del que se sirvió Francisco para su primer mensaje. Escoger un nombre tan poco común, que evoca a un papa con un amplio magisterio doctrinal como fue León XIII, así como a pontífices santos y luchadores, como San León Magno y San León IX, revela claramente una tendencia. Igualmente significativa ha sido la manera en que se ha presentado el nuevo papa al pueblo romano. La sobriedad manifestada por León XIV vino acompañada de su reconocimiento de la dignidad de la Iglesia, al la cual honró con las solemnes vestiduras que exige el ceremonial: la muceta roja, la estola pontificia y la cruz pectoral de oro, cosa que no se hizo hace once años.

En las primeras palabras de su alocución, León XIV deseó paz en nombre de Cristo resucitado, y en las últimas recordó que el 8 de mayo es la festividad en que tradicionalmente se hace la súplica a Nuestra Señora de Pompeya, tras lo cual rezó el Avemaría junto con los fieles e impartió su primera bendición Urbi et orbi concediendo indulgencia plenaria. Hay que añadir que el 8 de mayo es la fiesta de María Mediadora de todas las Gracias yla Aparición de San Miguel Arcángel, príncipe de las milicias celestiales y protector de la Iglesia. Esto no ha escapado a los que conocen el lenguaje de los símbolos. [* N. del T.: Agreguemos por nuestra parte que los argentinos celebran el 8 de mayo a su patrona, Nuestra Señora de Luján. En cuanto a la Virgen de Pompeya, es una devoción muy arraigada en Italia, y no sólo en su basílica de Nápoles, pues de hecho esta práctica devocional se transmite por radio y televisión a todo el país].

Muchos se están desviviendo por rescatar hechos y dichos del obispo y más tarde cardenal Prevost, a fin de hacerse una idea del rumbo que puede imprimir a su pontificado. Temen que la ruptura en las formas con el papa Francisco se corresponda con un distanciamiento análogo en los contenidos. Pero en una época en que la praxis se impone sobre la doctrina, la restauración de las formas lleva implícito un restablecimiento de la sustancia. Téngase presente, además, que todo pontífice recibe en el momento de su elección gracias de estado proporcionales a la labor que habrá de cumplir, y en muchos casos se han producido cambios en la actitud de un papa una vez asumido el ministerio petrino. Por eso, como acertadamente ha afirmado en un comunicado el cardenal Raymond Leo Burke garantizando su apoyo al nuevo pontífice, hace falta rezar para que el Señor le conceda «sabiduría, fuerza y ánimo en abundancia para hacer todo lo que pide Dios en estos tormentos tiempos». Proponemos que la intercesión sugerida por monseñor Burke a la Virgen de Guadalupe se añada la de la Virgen del Buen Consejo que se venera en el santuario agustino de Genazzano.

Por supuesto, no se puede cejar en la vigilancia y la lucha contra los enemigos externos e internos de la Iglesia, pero no es este momento de desengaño y la preocupación, sino de alegría y esperanza. Es un momento de alegría porque la Iglesia Romana ha elegido al Vicario de Cristo, León XIV, añadiendo otro eslabón a la cadena apostólica que lo vincula a San Pedro. Es la hora de la esperanza, porque el sucesor de San Pedro es el jefe en la Tierra del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. Y la Iglesia, a pesar de las pruebas y persecuciones a las que se ha visto sometida a lo largo de la historia, siempre resurge triunfante como su divino Fundador.

Comentando las palabras del Evangelio de San Lucas (24, 36-47), escribe San Agustín: «Como acabasteis de oír, después de la resurrección el Señor se apareció a sus discípulos y los saludó con estas palabras: “Paz a vosotros”. Esta es la paz y este el saludo de la salud, pues saludo es nombre derivado de salud. ¿Qué hay mejor que el hecho de que la salud misma salude al hombre? Cristo es, en efecto, nuestra salud. Es nuestra salud él que por nosotros fue herido y fijado con clavos a un madero y, tras ser bajado de él, colocado en un sepulcro. Pero resucitó del mismo con las heridas curadas, aunque conservando las cicatrices, pues juzgó que, en bien de sus discípulos, era conveniente mantenerlas para sanar con ellas las heridas de su corazón. ¿Qué heridas? Las de la incredulidad» (Sermón 116, 1).

La incredulidad de un mundo que ha dado la espalda a Cristo es la causa principal de falta de paz en nuestros tiempos. Por esa razón, León XIV, hijo de San Agustín, en su primera homilía, pronunciada el 8 de mayo ante los cardenales electores, hablando de un mundo sin fe ha afirmado que la Iglesia debe ser «cada vez más la ciudad puesta sobre el monte, arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo». El Papa evocó la célebre expresión de San Ignacio de Antioquía (Carta a los romanos, proemio), cuando «conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de su inminente sacrificio, escribía a los cristianos que allí se encontraban: “En ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no vea más mi cuerpo” (Carta a los Romanos, IV, 1). Hacía referencia a ser devorado por las fieras del circo –y así ocurrió– pero sus palabras evocan en un sentido más general un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejerza un ministerio de autoridad: desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo.

Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tierna intercesión de María, Madre de la Iglesia».

Se podría decir que en estas palabras resuena un presagio. En su primera aparición en el balcón de la Plaza de San Pedro, alguna lágrima corrió por el rostro de León XIV. Esas discretas lágrimas pueden expresar la emoción de un hombre que ante una multitud que lo aclama contempla todo su pasado desde la parroquia de Chicago hasta su inesperada llegada al vértice de la Iglesia. Pero pueden r igualmente manifestar la tristeza de quien vislumbra el futuro de la Iglesia y del mundo.

¿Cómo no recordar el llanto silencioso y profético de la Virgen de Siracusa, adonde se dirigió el cardenal Prevost en septiembre del año pasado con ocasión del septuagésimo primer aniversario de su milagrosa lacrimación? ¿Y cómo recordar también, en vísperas del 13 de mayo, el Tercer Secreto de Fátima, que describe a un papa afligido de dolor y pena que atraviesa una ciudad en ruinas y asciende a un monte en el que el martirio lo espera a los pies de la cruz?

Sólo Dios conoce el futuro del papa León XIV, pero el mensaje de Fátima, con su promesa del triunfo final del Corazón Inmaculado de María, es una certeza que anima a los corazones devotos en estos sorprendentes días de mayo que han traído un nuevo pontífice a la Iglesia.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Roberto De Mattei

sábado, 10 de mayo de 2025

¿QUÉ PASA EN LA IGLESIA? #66 ESPECIAL PAPA LEÓN XIV PADRE JORGE GONZÁLEZ GUADALIX



DURACIÓN 34 MINUTOS

Homilía de Su Santidad León XIV con el Colegio Cardenalicio, 09.05.2025


A las 11.00 de esta mañana, en la Capilla Sixtina, el Santo Padre León XIV presidió como Pontífice su primera Celebración Eucarística con el Colegio Cardenalicio. Publicamos a continuación la homilía que el Papa pronunció tras la proclamación del Evangelio:

Homilía del Santo Padre (La primera)

Comienzo con unas palabras en inglés, y el resto será en italiano. Quisiera repetir la frase del salmo responsorial: «Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas» (Sal 98,1). Y en efecto, no sólo conmigo, hermanos míos cardenales, sino con todos nosotros, como lo celebramos esta mañana.

Los invito a reconocer las maravillas que el Señor ha hecho, las bendiciones que el Señor sigue derramando sobre todos nosotros, a través del ministerio de Pedro.

Ustedes me han llamado a cargar esa cruz y a ser bendecido con esa misión. Y sé que puedo contar con todos y cada uno de ustedes para caminar conmigo, mientras continuamos, como Iglesia, como comunidad de amigos de Jesús, como creyentes, anunciando la Buena Nueva y proclamando el Evangelio.

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Con estas palabras Pedro, interrogado por el Maestro junto con los otros discípulos sobre su fe en Él, expresa en síntesis el patrimonio que desde hace dos mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, custodia, profundiza y trasmite.

Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador y el que nos revela el rostro del Padre.

En Él Dios, para hacerse cercano a los hombres, se ha revelado a nosotros en los ojos confiados de un niño, en la mente inquieta de un joven, en los rasgos maduros de un hombre (cf. Concilio Vaticano II, Const. pastoral Gaudium et spes, 22), hasta aparecerse a los suyos, después de la resurrección, con su cuerpo glorioso. Nos ha mostrado así un modelo de humanidad santa que todos podemos imitar, junto con la promesa de un destino eterno que, sin embargo, supera todos nuestros límites y capacidades.

Pedro, en su respuesta, asume ambas cosas: el don de Dios y el camino que se debe recorrer para dejarse transformar, dimensiones inseparables de la salvación, confiadas a la Iglesia para que las anuncie por el bien de la humanidad. Nos las confía a nosotros, elegidos por Él antes de que nos formásemos en el vientre materno (cf. Jr 1,5), regenerados en el agua del Bautismo y, más allá de nuestros límites y sin ningún mérito propio, conducidos aquí y desde aquí enviados, para que el Evangelio se anuncie a todas las criaturas (cf. Mc 16,15).

Dios, de forma particular, al llamarme a través del voto de ustedes a suceder al primero de los Apóstoles, me confía este tesoro a mí, para que, con su ayuda, sea su fiel administrador (cf. 1 Co 4,2) en favor de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; de modo que esta sea cada vez más la ciudad puesta sobre el monte (cf. Ap 21,10), arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto gracias a la magnificencia de sus estructuras y a la grandiosidad de sus construcciones —como los monumentos en los que nos encontramos—, sino por la santidad de sus miembros, de ese «pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz» (1 P 2,9).

Con todo, por encima de la conversación en la que Pedro hace su profesión de fe, hay otra pregunta: «¿Qué dice la gente —pregunta Jesús—sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» (Mt 16,13). No es una cuestión banal, al contrario, concierne a un aspecto importante de nuestro ministerio: la realidad en la que vivimos, con sus límites y sus potencialidades, sus cuestionamientos y sus convicciones.

«¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» (Mt 16,13). Pensando en la escena sobre la que estamos reflexionando, podremos encontrar dos posibles respuestas a esta pregunta, que delinean otras tantas actitudes.

En primer lugar, está la respuesta del mundo. Mateo señala que la conversación entre Jesús y los suyos acerca de su identidad sucede en la hermosa ciudad de Cesarea de Filipo, rica de palacios lujosos, engarzada en un paraje natural encantador, a las faldas del Hermón, pero también sede de círculos crueles de poder y teatro de traiciones y de infidelidades. Esta imagen nos habla de un mundo que considera a Jesús una persona que carece totalmente de importancia, al máximo un personaje curioso, que puede suscitar asombro con su modo insólito de hablar y de actuar. Y así, cuando su presencia se vuelva molesta por las instancias de honestidad y las exigencias morales que solicita, este mundo no dudará en rechazarlo y eliminarlo.

Hay también otra posible respuesta a la pregunta de Jesús, la de la gente común. Para ellos el Nazareno no es un charlatán, es un hombre recto, un hombre valiente, que habla bien y que dice cosas justas, como otros grandes profetas de la historia de Israel. Por eso lo siguen, al menos hasta donde pueden hacerlo sin demasiados riesgos e inconvenientes. Pero lo consideran sólo un hombre y, por eso, en el momento del peligro, durante la Pasión, también ellos lo abandonan y se van, desilusionados.

Llama la atención la actualidad de estas dos actitudes. Ambas encarnan ideas que podemos encontrar fácilmente —tal vez expresadas con un lenguaje distinto, pero idénticas en la sustancia— en la boca de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Hoy también son muchos los contextos en los que la fe cristiana se retiene un absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes, contextos en los que se prefieren otras seguridades distintas a la que ella propone, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder o el placer.

Hablamos de ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece. Y, sin embargo, precisamente por esto, son lugares en los que la misión es más urgente, porque la falta de fe lleva a menudo consigo dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas heridas más que acarrean no poco sufrimiento a nuestra sociedad.

No faltan tampoco los contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido solamente a una especie de líder carismático o a un superhombre, y esto no sólo entre los no creyentes, sino incluso entre muchos bautizados, que de ese modo terminan viviendo, en este ámbito, un ateísmo de hecho.

Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador. Por esto, también para nosotros, es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).

Es fundamental hacerlo antes de nada en nuestra relación personal con Él, en el compromiso con un camino de conversión cotidiano. Pero también, como Iglesia, viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando a todos la Buena Noticia (cf. Concilio Vaticano II, Const. dogmática, Lumen gentium, 1).

Lo digo ante todo por mí, como Sucesor de Pedro, mientras inicio mi misión de Obispo de la Iglesia que está en Roma, llamada a presidir en la caridad la Iglesia universal, según la célebre expresión de S. Ignacio de Antioquía (cf. Carta a los Romanos, Proemio). Él, conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de su inminente sacrificio, escribía a los cristianos que allí se encontraban: «en ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no verá más mi cuerpo» (Carta a los Romanos, IV, 1). Hacía referencia a ser devorado por las fieras del circo —y así ocurrió—, pero sus palabras evocan en un sentido más general un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad, desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo.

Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tierna intercesión de María, Madre de la Iglesia.

Papa León XIV

El arzobispo de Toledo castiga y silencia al padre Francisco José Delgado tras la denuncia de un satanista al Vaticano



El arzobispo de Toledo, monseñor Francisco Cerro Chaves, ha decidido mandar callar al sacerdote toledano (y ahora exiliado en Estados Unidos) Francisco José Delgado.

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Post de F. J. Delgado el 7 de mayo de 2024


«Por orden directa de mi Arzobispo, me veo obligado a interrumpir la actividad en todas mis redes y a suspender mi participación en medios de comunicación. En esta ocasión no lo hago por mi propia voluntad», ha escrito el director y moderador del programa ‘la Sacristía de la Vendée’ en su cuenta de X/twitter.

Francisco José Delgado ha relatado que no le queda más remedio que defenderse de una calumnia de la que espera algún día poder dar detalles.

«Obviamente, a pesar de la persecución, sigo manteniendo mi propósito de ser fiel a la Iglesia de Cristo y a su jefe visible, que es el Papa Francisco. Ofrezco todos los sufrimientos de esta situación por la conversión de aquellos que dañan a la Iglesia, desde fuera y desde dentro», ha confirmado Delgado.
Denuncia de un satanista ex miembro del Sodalicio

Aunque medios de tirada nacional como Europa Press relacionan esta medida con la polémica que se originó antes de Semana Santa, nada de esto tiene que ver con aquel programa de la Sacristía de la Vendée ya que que retomaron las retrasmisiones hace un par de semanas sin ningún problema.

Para entender la desorbitada decisión de Cerro Chaves, hay que remontarse meses atrás -a enero- a un intercambio de mensajes públicos a través de la red social X/twitter entre Francisco José Delgado y un ex miembro del Sodalicio de Vida Cristiana, José Enrique Escardó, que denuncia haber sufrido abusos y que ahora simpatiza con posturas satanistas.

En enero de este año, esta persona dijo sentirse «atacada» por José Francisco Delgado y el sacerdote mexicano Juan Razo tras un intercambio de mensajes entre los sacerdotes y Escardó.

En medio de la investigación del Vaticano al Sodalicio, José Enrique Escardó la emprendió contra ambos sacerdotes a quienes denunció ante el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. En concreto, ante el obispo Charles Scicluna, uno de los dos investigadores enviados al Perú por el Papa para estudiar el caso Sodalicio.

Según relató el denunciante en sus redes sociales, el documento (un recopilatorio de tuits de ambos sacerdotes) que envió a Roma fue recibido y leído. «Me lo ha confirmado un representante del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano», confesó Escardó.

A través de su cuenta de X/twitter, José Enrique Escardó se jacta de haber logrado que gracias a él se haya castigado al sacerdote Francisco José Delgado. «Es la primera vez en la historia que la Iglesia católica sanciona a un cura por troll y me siento orgulloso de que haya sido gracias a mí», escribe Escardó.

Además, se atreve a acusar públicamente a Francisco José Delgado de ser «un encubridor de un sacerdote español que abusó sexualmente de una víctima que también lo denunció». Una afirmación que bien podría costarle una demanda.

El demandante también presume en sus redes sociales de posar con camisetas satanistas. Escardó también se atreve a llamar «hijo de puta y manipulador» al padre Delgado en algunos de sus tuits del pasado mes de enero.


Cientos de mensajes de apoyo

Ante la drástica medida adoptada por el arzobispo Francisco Cerro Chaves, el perfil del padre Francisco J. Delgado en la red social de Elon Musk se ha llenado de mensajes de apoyo y de ánimo.

El más contundente ha sido el páter Góngora, colaborador de la Sacristía de la Vendée. «Ante la situación provocada por insidiosas acusaciones arrojadas en altas instancias de la Santa Sede y provenientes de enemigos confesos de la Iglesia Católica, es chocante que sin tenerse en cuenta el c. 1321 del Código de Derecho Canónico, se actúe desde la autoridad eclesiástica con la severidad comunicada al Padre Francisco José Delgado», denuncia Góngora.

Además, el sacerdote almeriense denuncia que «este tipo de medidas entran en flagrante contradicción con el mensaje de misericordia y estilo sinodal que se propone como pretendida clave actual de la actuación pastoral». Otros sacerdotes como Pablo Pich o fray Nelson Medina también le han trasladado su apoyo.

Otras figuras del periodismo, política y de la sociedad civil como Enrique García Máiquez, Francisco José Contreras, Luis Felipe Utrera-Molina o Alejandro Bermúdez le han mostrado su cariño y han asegurado sus oraciones por él en este momento.

Javier Arias

Expongo a la CASTA GLOBALISTA en el Congreso | Agustín Laje


DURACIÓN 51 MINUTOS 

https://youtu.be/y_VZmAh5N8Y

viernes, 9 de mayo de 2025

Habemus Papam: entrevista a Paloma Girona



Habemus Papam. Ayer vivimos el momento emocionante y sorprendente para todos de la elección de Robert Prevost como Papa León XIV. Ahora todo el mundo quiere conocer el perfil del nuevo Romano Pontífice y nadie mejor que Paloma Girona (@Conclave_Informa), que ha estudiado la vida de casi todos los cardenales participantes en el cónclave, para que nos dé unas claves sobre lo que ha sido la vida, hasta ahora, del sucesor de Pedro.

jueves, 8 de mayo de 2025

Prevost inicia su pontificado con guiños a Francisco: «Queremos ser una Iglesia sinodal»



Visiblemente emocionado, el hasta hoy cardenal agustino Robert Francis Prevost ha dirigido sus primeras palabras como Papa León XIV. Se trata del primer Papa perteneciente a la orden de los agustinos y de Estados Unidos.

Prevost ha dedicado sus primeras palabras a hablar sobre la paz «que proviene de Dios y nos ama a todos incondicionalmente». El nuevo Papa, ha asegurado que «el mal no prevalecerá y estamos todos en las manos de Dios. El mundo necesita de la luz de Cristo». León XIV ha invitado a los fieles a «ayudar a construir puentes con el diálogo, el encuentro y uniéndonos todos para ser un solo pueblo». Prevost también ha tenido palabras de agradecimiento al Papa Francisco y a los cardenales que le han elegido para ser sucesor de Pedro.

El nuevo Papa ha remarcado su pertenencia a la familia agustina y ha alentado a los fieles a que «podamos caminar todos juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado». A la Iglesia de Roma le ha dedicado un saludo especial. «Tenemos que buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera que construya puentes de diálogo siempre abierta a todos aquellos que tienen necesidad de nuestra caridad, presencia, diálogo y amor», ha afirmado.

Hablando en español, Prevost ha mandado saludo especial a su diócesis de Chiclayo en Perú. El nuevo Papa ha dejado claro en su primer discurso su apuesta por continuar con la línea de Francisco al asegurar que «queremos ser una Iglesia sinodal, que camina y busca siempre la paz, la caridad y busca estar ceca de quienes sufren».

Por último, ha rezado con todos los fieles un Ave María y finalmente ha impartido la bendición.

El cardenal Robert Prevost es el nuevo Papa y adopta el nombre de León XIV




Los cardenales electores han elegido al cardenal Robert Prevost de 69 años como nuevo Papa de la Iglesia católica y ha adoptado el nombre de León XIV.

De origen estadounidense y nacionalizado peruano, los cardenales han elegido a un Papa perteneciente a una orden religiosa. Tras el pontificado de un papa jesuita, toca ahora un Papa también religioso perteneciente a la orden de los agustinos y que habla español a la perfección.

Actualmente era prefecto del Dicasterio para los Obispos.


¿Quién es Robert Prevost?

Monseñor Robert Francis Prevost, O.S.A. nació el 14 de Setiembre de 1955 en Chicago, Illinois (EE.UU.). Su padre, don Louis Marius Prevost, es de ascendencia francesa e italiana, y su madre, doña Mildred Martínez, es de ascendencia española. Tiene dos hermanos, Louis Martín (el segundo nombre lo recibió por san Martín de Porres) y John Joseph.
Infancia

Su infancia y adolescencia transcurrió con los suyos. Los inicios de su juventud se desarrollaron en el campus universitario, pues desde los 18 hasta los 22 años estudió en Villanova University – Pennsylvania, llegando a obtener el Bachellor’s Degree en Matemática (1977), además de una especialización en Philosophy (1977). El 1º de Setiembre de ese mismo año ingresó al noviciado de la Orden de San Agustín (O.S.A.), en la provincia de Nuestra Señora del Buen Consejo, en Saint Louis. El 29 de agosto de 1981 profesó los votos solemnes. Durante aquellos años estudió en la Catholic Theological Unión – Chicago, llegando a graduarse con el título del “Master of Divinity, (en Teología) con mención en Misión Intercultural” (1982).
Estudios

A sus 27 años fue enviado por la Orden a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (el “Angelicum”). En la Ciudad Eterna recibió la ordenación sacerdotal de manos de Su Excelencia Mons. Jean Jadot, Pro-Presidente del Consejo Pontificio para los no cristianos, el 19 de junio de 1982. Obtuvo la Licenciatura en 1984, y continuó con la preparación de la tesis doctoral, cuando fue destinado a trabajar en la misión de Chulucanas, en Piura-Perú (1985-1986), siendo Vice Párroco de la Catedral “Sagrada Familia” y Canciller. La Diócesis de Chulucanas, erigida el 8-VI-1989, comenzó como Prelatura el 4 de marzo de 1965, para ser atendida por los padres agustinos norteamericanos de la Provincia de Chicago.

En 1987 obtuvo el grado de Doctor con la tesis: “El Rol del Prior Local de la Orden de San Agustín”, recibiendo la calificación de Magna Cum Laude.

En ese mismo año fue elegido director de vocaciones y director de misiones de la Provincia agustiniana “Madre d el Buen Consejo” en Olympia Fields, Illinois (USA); además se dedicó a conseguir fondos económicos para las misiones de su provincia, en especial para la misión de Chulucanas. En 1988 fue enviado a la misión de Trujillo para ser el director del proyecto de formación común de los aspirantes agustinos de los Vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac. Allí se desempeñó como Prior de la Comunidad (1988-1992), director de formación (1988-1998) y maestro de profesos (1992-1998). En la Arquidiócesis de Trujillo prestó servicio como Vicario Judicial (1989-1998), Profesor de Derecho Canónico, Patrística y Moral en el Seminario Mayor “San Carlos y San Marcelo”; también ejerció como Director de Estudios del mencionado Centro de Formación Sacerdotal, y fue Rector encargado durante un año. Junto con estas labores académicas y espirituales; fue Párroco fundador en la Parroquia de “Nuestra Señora Madre de la Iglesia”, hoy Parroquia “Santa Rita” (1988-1999) y Administrador Parroquial de “Nuestra Señora de Monserrat” (1992-1999).

Tras estos largos 11 años en Trujillo, regresó a Estados Unidos porque fue elegido (en 1999) Prior Provincial de su Provincia “Madre del Buen Consejo” (Chicago). Después de dos años y medio, el Capítulo General Ordinario lo eligió como Prior General, ministerio que la Orden le volvió a confiar en el Capítulo General Ordinario de 2007. De esta manera, durante dos sexenios, fue responsable de los procesos de planificación y dirección de la orden agustina a nivel mundial, por lo que tuvo que viajar por diferentes países para participar en todos los capítulos de las Provincias y Vicariatos. Además, fue Moderador del Instituto “Augustinianum” y responsable de las relaciones de su Orden con los dicasterios vaticanos. En estos años, Monseñor Roberto también se había convertido en un políglota, pues habla el inglés, español, italiano, francés, portugués; y lee el latín y el alemán.
Nombramiento como obispos y cargos en la Curia

En Octubre de 2013 regresó a su Provincia (Chicago) para ser maestro de profesos y Vicario Provincial; cargos que desempeñó hasta que el Papa Francisco lo nombró el 3 de noviembre de 2014 Administrador Apostólico de la Diócesis de Chiclayo (Perú), elevándolo a la dignidad episcopal como Obispo Titular de la Diócesis de Sufar. El 7 de noviembre tomó posesión canónica de la Diócesis ante la presencia del Nuncio Apostólico, Mons. James Patrick Green, y del Colegio de Consultores. Y fue ordenado Obispo el 12 de diciembre, en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Catedral de su Diócesis. Es Obispo de Chiclayo desde el 26 de Septiembre de 2015.

Nombrado por el Papa Francisco, Miembro de la Congregación para el Clero en 2019. Nombrado por el Papa Francisco, el 21 de noviembre de 2020, miembro de la Congregación de Obispos. Reelegido segundo Vice Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana en 2022.

El 30 de enero del 2023, el Papa Francisco le nombró Prefecto del Dicasterio de los Obispos y Presidente de la Comisión Pontificia para América Latina.
Polémicas medidas en Pandemia

Mons. Robert Prevost, siendo obispo de la diócesis de Chiclayo en Perú, impuso tras el fin de la pandemia la comunión en la mano y estableció que las confesiones se hicieran por teléfono para evitar el contacto físico.
Creado cardenal en 2023

Prevost fue creado cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio de cardenales del 30 de septiembre del 2023.

León XIV en Argentina y algunas perlitas




La foto muestra al entonces fray Robert Prevost, prior general de los agustinos, en la Ciudad de Buenos Aires, inaugurando la [excelente] biblioteca de los P.P. Agustinianos. Un buen signo: sabe lo que es un libro, lee y lo aprecia. No era el caso de otro Papa que yo me sé.

Y algunas perlitas para consolarnos.

Ideología de género

Durante su labor episcopal en Perú, Prevost se opuso a la inclusión de enseñanzas sobre género en los programas escolares, argumentando que:

“La promoción de la ideología de género es confusa, porque pretende crear géneros que no existen”.

Ordenación de mujeres

En el Sínodo de la Sinodalidad de 2023, Prevost expresó su oposición a la ordenación de mujeres, señalando que:

“Clericalizar a las mujeres no necesariamente soluciona un problema, podría generar un nuevo problema”.

La Tradición de la Iglesia

Afirmó en el mismo sínodo:

“No es tan simple como decir: ‘¿Sabes qué?, en esta etapa vamos a cambiar la tradición de la Iglesia después de 2.000 años en cualquiera de esos puntos’”.

Bendición de parejas del mismo sexo

“Nuestra situación cultural es tal que la aplicación de este documento [Fiducia supplicans] simplemente no va a funcionar”.
En 2012, el entonces cardenal Prevost lamentó que la cultura popular fomentara «la simpatía por creencias y prácticas que están en contradicción con el Evangelio», citando el «estilo de vida homosexual» y las «familias alternativas formadas por parejas del mismo sexo y sus hijos adoptivos».

Un Papa para la UNIDAD de la IGLESIA | "LEÓN XIV" | P. Santiago Martín FM | Magnificat.tv




DURACIÓN 12:27 MINUTOS

miércoles, 7 de mayo de 2025

Elogio de la polarización (Bruno Moreno)




Estos días en que se habla de los cardenales del cónclave y del posible nuevo Papa, casi siempre surge algún lector que se queja de la “polarización”, diciendo que no es propio de cristianos hablar así, que hay que llevarse bien, que es un escándalo que los católicos discutan y cosas similares.

Todo muy comprensible, claro. ¿A quién no le molestan las peleas y las discusiones? ¿No dice San Pablo que las rencillas, divisiones y disensiones son “obras de la carne” (cf. Gal 5,19-29)? ¿No es Cristo el Príncipe de la Paz?

Son argumentos que parecen muy convincentes, hasta que uno se da cuenta de que el mismo San Pablo que dijo eso sobre las divisiones y disensiones dedicó gran parte de sus cartas precisamente a discutir, a veces con palabras muy duras. También el mismo Cristo, que es el Príncipe de la Paz, dijo: no penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él.

Esto indica que lo malo no son las disputas en sí, sino las disputas innecesarias, las argumentaciones basadas en celos, en rencores humanos en envidias, vanidades y soberbias. Ay de nosotros si caemos en ellas y escandalizamos a los demás. En cambio, cuando hay altos eclesiásticos que no comparten la fe católica, lo raro y preocupante sería que los católicos no se quejaran de ello. Lo que llaman polarización es solo el sensus fidelium de los católicos, que se resiste a morir.

Durante los últimos años, hemos visto a algunos obispos y cardenales rechazar los principios fundamentales de la moral católica y negar dogmas de fe. Si ante eso no nos duele el corazón y no alzamos la voz, es que o bien no tenemos fe o estamos muertos por dentro. Algunos confunden la bondad con el buenismo, la paz con la rendición y la tranquilidad con el cementerio.

En la Iglesia, hay miles de cuestiones prudenciales en las que los católicos pueden diferir legítimamente. A unos les gustarán más unas cosas y a otros otras; algunos pensarán que hay que hacer esto y otros consideran que es más prudente aquello. Esas diferencias no deben ser causa de rencillas ni de divisiones. En cambio, no caben las discusiones sobre si este artículo de fe hay que conservarlo o cambiarlo por una creencia más actual, sobre si creer toda la fe o solo partes de ella, sobre si la moral hay que modernizarla, aguarla o transformarla. La fe y la moral son innegociables, porque constituyen el fundamento de la Iglesia.

Los intentos de cambiar la fe y la moral deben ser, simplemente, rechazados de forma pública, firme e inequívoca. Actuar de otra forma no es “preservar la unidad”, sino lo contrario: disimular la brecha más grande que puede existir entre católicos y, por consiguiente, impedir que esa brecha llegue a sanarse.

Bruno Moreno

Un análisis del cónclave

THE WANDERER

Un lector del blog, Don Vetusto, me envió el siguiente «mapa» de cardenales que es un instrumento gráfico más que interesante para entender el próximo cónclave. No estoy de acuerdo con todas las adscripciones que él hace, pero es un instrumento ciertamente útil.



Operatio sequitur esse, dice el principio filosófico. La operación sigue al ser; así como se es, así se actúa, y así son los frutos de lo que sembró. La semilla de un peral, irremediablemente, dará otro peral y nunca un clavel. El Papa Francisco se dedicó a sembrar caos, a «hacer lío» a lo largo de todo su pontificado, estragando a una Iglesia que venía ya muy golpeada. Era, por tanto, no sólo previsible sino también necesario que el cónclave que siguiera a su muerte fuera tan caótico como su pontíficado. Y es lo que estamos viendo, y lo que están viviendo los cardenales.

Dejando de lado nuestros deseos, nuestros wishful thinkings a los que soy tan afecto, tratando de ser crudamente realista y basándome en los medios de prensa más confiables que están ahora mismo en Roma (destaco entre ellos a The Pillar), podemos decir que están tan desorientados los progresistas como los conservadores. Y mal de muchos es consuelo de tontos…, pero así están las cosas: empantanadas. Los favoritos han llegado a su techo: Parolin no pasará los cincuenta votos (los conservadores no le dieron los suyos a cambio de concesiones que sabían que nunca iba a conceder); Tagle no supera los cuarenta y Erdö no supera los treinta. Esa es la realidad en la que más o menos todos coinciden. Consecuentemente, el próximo Papa será de consenso, lo que significa un moderado, escorado hacia a la izquierda o hacia a la derecha, eso lo veremos, o en una fluctuación que no permite definir con certezas sus inclinaciones.

Los globos de ensayo que se han soltado para perfil al candidato han sido sistemáticamente pinchados. Tolentino está demasiado pegado a Francisco, y a Tucho….; Prevost, muy empujado por los progresistas como una concesión a la moderación perdió su carrera cuando se difundieron los casos de encubriento a sacerdotes abusadores durante su carrera, y esa mácula le impide cualquier posibilidad. Aveline, de Marsella, tiene más chances: aunque es francisquista en cuestiones de relumbrón, como la inmigración, en doctrina es más ortodoxo de lo que se piensa y, curiosamente, un protector de la misa tradicional: él mismo la celebró en varias ocasiones, aún después de Traditionis custodes. Consecharía votos de varios espectros, aunque quizás no de los extremos, pero quizás serían suficientes para alcanzar los 89. Por otro lado -y esto no es más que una cuestión personal-, es pied noir, y eso lo hace más simpático que al común de los franceses.

Por supuesto, no son estos los únicos nombres, y tampoco lo serán. Se menciona, por ejemplo, a Mamberti, lo cual sería una opción muy aceptable -y por eso difícil de ser aceptada por los más progresistas- y el nombre de Pizzaballa siempre planea por los pasillos, aunque muchos temen por su juventud pero, llegado el caso de que el cónclave se alargara demasiado, seguramente pondrían su nombre en la papeleta.

¿Conclusión? Que ahora más que nunca nadie sabe quién saldrá elegido. Y con esto no quiero decir, como diría algún piadoso neocon, que saldrá elegido el que quiera el Espíritu Santo. Pero el elegido será sin duda el que Dios permita para el bien de su Iglesia, aún del modo más inescrutable para nuestros pobres entendimientos humanos.

Muchos católicos pasamos doce años de desierto, aridísimo en algunos periodos, y es natural que deseemos llegar a un oasis, y descansar un poco, pero no nos corresponde a nosotros decidir ese momento. Para descansar está la vida eterna. Pero no se trata de una cuestión personal de descanso o de nuestro sufrimiento. Se trata del sufrimiento de la Iglesia, Esposa del Cordero, lo que duele y por impedir lo cual luchamos; en definitiva, por el triunfo de la verdad de Nuestro Señor. Pero, ya lo sabemos, el triunfo no depende de nosotros sino de Él. No es cuestión, porque no tiene ningún sentido, estar como Pedro cortando orejas a cuantos guardias del sumo sacerdote se nos cruzan en el camino. El Señor tiene todos los medios para la Iglesia vuelva a brillar en el mundo y para que su vicario sea un hombre santo y no un facedor de líos. A Él entonces esa tarea; a nosotros, en estos días, la oración.

martes, 6 de mayo de 2025

Cardenal: "El demonio participa en el Conclave 2025 que elegirá al Papa" - Guerra en el Vaticano



DURACIÓN 25 MINUTOS

“No escuchéis el consejo de la carne.” Oración de Santa Catalina por el Papa



Santa Catalina de Siena fue una de las almas más amorosas del Pontificado Romano en virtud de su plena comprensión del sublime poder de las Llaves Supremas.

Por eso elevaba con frecuencia fervientes oraciones al trono del Altísimo por el feliz estado de la Cátedra de San Pedro y Vicario de Cristo.

Entre estas altas expresiones de una de las almas más elegidas del género humano hemos elegido la que derramó en Génova en el otoño de 1377 para que Gregorio XI permaneciera firme en su propósito de restaurar la Sede Apostólica en Roma.

Oh Padre todopoderoso, Dios eterno… Vuestro Vicario debe alegrarse bien, haciendo vuestra voluntad y siguiendo la justicia de Cristo Jesús, que sangró, abrió y disolvió su santísimo cuerpo por nosotros y dio su sangre para lavar nuestros pecados y redimir nuestra salvación con su inefable misericordia. Y le dio las llaves a tu Vicario para atar y desatar nuestras almas, para que pudiera hacer tu voluntad y seguir tus pasos.
Por lo que ruego fervientemente a vuestra santísima clemencia que le purifique de tal y tal manera, que su corazón arda con santo deseo de recuperar sus miembros perdidos, para que los recupere con el auxilio de vuestro altísimo poder. 
Y si su tardanza, oh eterno amor, te desagrada, castiga por ello mi cuerpo, que te ofrezco y te devuelvo, para que lo aflijas con azotes y lo destruyas, según tu juicio. Señor mío, he pecado: ten misericordia de mí.
Vos, Dios eterno, amáis vuestra obra con gracia y clemencia inefables, y por eso enviáis a vuestro Vicario a recuperarla, que está pereciendo: por lo cual yo, indigno y miserable pecador, os doy gracias. 
Oh bondad infinita y caridad inestimable, Dios verdadero, que el hombre, hijo de Adán, a quien redimiste por solo amor con la muerte de tu Hijo Unigénito, se avergüence de no hacer tu voluntad, ya que no deseas otra cosa que nuestra santificación. 
Concede, oh Dios eterno, que por divina caridad te hiciste hombre, y por amor te uniste a nosotros, y que ya envías a tu Vicario para administrarnos las gracias espirituales de nuestra santificación y la recuperación de los hijos perdidos, que haga sólo tu voluntad: no escuche los consejos de la carne, que juzga según el sentido y el amor propio, y que no se asuste ante ninguna adversidad.

 

de Las obras de Santa Catalina de Siena , vol. III, Roma, 1866 - Fuente

viernes, 2 de mayo de 2025

¿Al papa lo elige el Espíritu Santo o no? (BRUNO MORENO)



Vuelvo a publicar, a petición de un lector y con algunas modificaciones, este artículo antiguo, porque la pregunta de si al Papa lo elige el Espíritu Santo tiende a despertar intensas pasiones. Para algunos, es evidente que sí, porque “así se ha dicho toda la vida", hasta el punto de que quien afirme lo contrario no es católico. Para otros, la respuesta forzosamente es negativa y decir que al Papa lo elige el Espíritu Santo es poco menos que una blasfemia. Pocas preguntas recibirían respuestas tan dispares y contradictorias de católicos ortodoxos, deseosos de profesar la fe católica en su totalidad y sin rebajas.

A riesgo de desilusionar a los que deseen que les dé la razón de forma simplista en uno u otro sentido, me temo que la respuesta adecuada es: ambas cosas. O, mejor dicho, la respuesta correcta depende de lo que quiera decir la pregunta.

Como dice el principio escolástico, pensar es distinguir. Para dar una buena respuesta a la pregunta, primero tenemos que entenderla bien y precisar su significado, que no es unívoco. De otro modo, nos perdemos en cuestiones de verbis, es decir, de mero lenguaje, y no llegamos a ninguna conclusión.

¿Al Papa lo elige el Espíritu Santo?

1) No, en el sentido de que Dios actúe coartando la libertad de los cardenales electores para elegir a “su candidato”. Dios respeta profundamente nuestra libertad. De hecho, su Hijo se hizo hombre y murió en la cruz precisamente como consecuencia de ese amor respetuoso de Dios. Los cardenales tienen una gracia especial de estado, concedida por el Espíritu Santo, para cumplir bien su misión de electores, pero esa gracia no suprime su libertad. Por lo tanto, los purpurados pueden resistirse a la gracia de Dios (y es de suponer que, en muchos casos, así lo han hecho a lo largo de la historia de la Iglesia), emitiendo su voto por razones mundanas.

En ese sentido, el cardenal Ratzinger dijo que, mirando la historia, “hay muchos Papas que el Espíritu Santo probablemente no habría elegido". Se refería, obviamente, a los diversos Papas desastrosos y pecadores que ha habido en la historia, como una demostración de que Dios no obliga a los cardenales a elegir al mejor candidato. Aun así, conviene entender bien lo que dijo Ratzinger, porque lo cierto es que no sabemos a quién elegiría Dios. Sus caminos no son nuestros caminos. La demostración es muy sencilla: Dios, directamente y sin intermediarios, eligió como Apóstol a Judas, a pesar de que era un ladrón e iba a traicionar a Cristo y en ese sentido era evidentemente peor que los típicos “malos Papas” de la historia. No sabemos quién o a quién no elegiría el propio Espíritu Santo en cada caso, pero podemos hablar con seguridad de que algo malo que haga un Papa no es querido por Dios y de que unos cardenales que usan criterios mundanos para su elección actúan de forma no querida por Dios.

Los cardenales eligen a quien quieren y pueden actuar mal al hacerlo, rechazando la Voluntad de Dios y eligiendo a un candidato poco apropiado, ya sea por buscar su propio beneficio, por usar criterios del mundo, por dejarse llevar por amistades o enemistades o por cualquier otra causa. Nada hay de extraño en eso y de ahí la grandísima responsabilidad de los cardenales electores, de la que deberán dar cuentas a Dios en el día del Juicio.

Consciente de que para elegir bien hace falta la inspiración del Espíritu de Dios y de que esa inspiración no es automática, la Iglesia prevé que, antes de comenzar las votaciones, los cardenales recen el Veni Creator, para pedir que la dureza de sus corazones no obstaculice la iluminación del Paráclito. El resto de los católicos, por su parte, rezan también intensamente esos días, mientras esperan la fumata blanca, rogando que los cardenales elijan bien y se dejen guiar por el Espíritu Santo.

2) Sí, en el sentido de que es Dios quien confiere la misión de pastorear la Iglesia. Un Papa válidamente elegido no recibe su misión de manos humanas, sino del Espíritu Santo. Es el mismo Cristo quien le dice apacienta a mis ovejas. El Sucesor de Pedro no es un “representante” de los cardenales ni de los obispos ni de los fieles, sino que ha recibido una llamada especial de Dios.

En este sentido se expresa la liturgia tradicional de la Iglesia: Deus, omnium fidelium pastor et rector, famulum tuum N., quem pastorem Ecclesiae tuae praeesse voluisti, propitius réspice… Es decir, “Dios, pastor y gobernante de todos los fieles, mira propicio a tu siervo N., al que quisiste poner al frente de tu Iglesia como pastor…”. Esta misma afirmación se repite en multitud de lugares, en los textos litúrgicos relacionados con el Papa: “Oh Dios […] da a tu Iglesia un pontífice” (Ordo rituum conclavis 18), “tú que lo has elegido como sucesor de Pedro” (ORC 70), “nuestro Papa N., al que encomendaste el cuidado pastoral de tu rebaño” (Ordo exsequiarum Romani Pontificis, 39), “que [Dios] ha establecido como Obispo de Roma sucesor de Pedro en el gobierno pastoral de la Iglesia” (OERP 33), “tú que lo pusiste como fundamento visible de la unidad de la Iglesia” (OERP 135).

Como consecuencia de esa misión dada por Dios, “tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad” (Lumen Gentium 22) y “goza de […] infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral” (LG 25). Es decir, su autoridad viene de Dios y no de los hombres, por lo que no depende de los cardenales electores, del buen o mal discernimiento que mostraran esos cardenales al elegirlo, de sus propias cualidades humanas o del apoyo que tenga entre los fieles.

Así pues, el Papa merece siempre un gran respeto, como Vicario de Cristo. Lo mismo sucede con tu padre terreno, porque, incluso si fuera un desastre, permanecería en vigor el cuarto mandamiento: honrarás a tu padre y a tu madre. De hecho, el deber de respetar y honrar al Papa es parte de ese cuarto mandamiento. Conviene que no nos engañemos: si no guardamos el respeto sobrenatural debido al Papa, estamos faltando a nuestro deber como católicos.

3) No, en el sentido de que, por obra del Espíritu Santo, sea elegido como Papa el más prudente, el más sabio o el más santo de los posibles candidatos. Basta leer los libros de historia para darse cuenta de ello. Ha habido Papas santos, buenos, mediocres, malillos y desastrosos.

Tampoco significa que el elegido se vaya a convertir mágicamente en santo, bueno y piadoso. El Papado no es un octavo sacramento, en el que Dios garantice la transformación del que lo recibe como en el Bautismo. La impecabilidad papal nunca ha formado parte de la fe católica: el Papa se confiesa regularmente como todos, porque lo necesita. Al día siguiente de ser elegido, el Papa es el mismo que era el día anterior, pero con una misión especial de Dios.

Tampoco es cierto que el Papa acierte en todo lo que dice por obra del Espíritu Santo. La infalibilidad papal, como estableció el Concilio Vaticano I, sólo actúa en situaciones muy concretas y limitadas (temas de fe y moral definidos de forma solemne y ex cathedra). En lo demás, el Papa puede equivocarse y de hecho se equivoca. Un Papa con conocimientos teológicos mediocres seguirá teniendo esos conocimientos mediocres después de ser elegido para regir la Iglesia y uno que haya sido un gran sabio continuará siéndolo tras sentarse en el trono de Pedro.

Igual que decíamos en el punto 1, la Iglesia es muy consciente de todo esto y por eso hace que recemos a menudo por el Papa. Especialmente en todas las Misas, que incluyen una oración “por tu servidor el Papa N.”. Constantemente, en toda la tierra, los católicos elevan sus plegarias a Dios para que ilumine al Papa, lo guíe, lo conforte, le dé discernimiento y lo ayude a guiar a la Iglesia. Como ya señalé hace mucho tiempo, el Papa cuenta con muchas ayudas, humanas y divinas para cumplir su misión, pero permanece siempre el hecho escandaloso (en el buen sentido) de su fragilidad humana: mi fuerza se manifiesta en la debilidad.

4) Sí, en el sentido de que el Papa que haya en cada momento es el que Dios te ha dado a ti y forma parte del designio amoroso de su Providencia para tu vida.

Esta cuarta respuesta nos resulta muy complicada de entender, porque la gracia, por su propia naturaleza, supera nuestro entendimiento. Además, no terminamos de creernos lo que dice la Escritura: Todo sucede para bien de los que aman a Dios. Y todo es todo. No sólo el nombramiento de los Papas santos y maravillosos, también el de los Papas desastrosos que ha habido. ¿También el del Papa aquel que tuvo no sé cuantos hijos y el de aquel otro que vendía o repartía los cargos como si fueran chocolatinas? También. Cristo es el Señor de la historia y nada escapa a su poder. El plan del Señor subsiste por siempre. Los cardenales pueden meter la pata hasta el fondo (y tendrán que dar cuenta de ello en el día del Juicio), pero, de alguna forma que supera nuestra limitada inteligencia, Dios tiene en cuenta esos fallos y pecados humanos y los integra en su plan para hacer algo aún más maravilloso.

Puede que los cardenales se equivoquen o actúen mal, pero Dios no se ha equivocado al darte un Papa, como veíamos en el apartado 2. El Papa que tienes es el que Él tenía preparado para ti antes de la creación del mundo. Puede que sea un santo o quizá sea una catástrofe andante o ni chicha ni limoná, pero es el que Dios te ha dado y Él sabe lo que hace. Es el Papa que tú necesitas para ser santo, que es lo que importa. Dios escudriña los corazones y sabe lo que necesita el tuyo, aunque tú no lo entiendas.

Es necesario, por lo tanto, tener siempre en cuenta estos cuatro posibles sentidos de la aparentemente sencilla pregunta sobre si al Papa lo elige el Espíritu Santo, porque hacen que tenga respuestas paradójicas, que parecen contradictorias pero no lo son. Como todas las vocaciones cristianas, la llamada a ser Sucesor de Pedro implica a la vez la grandeza del don y la pequeñez del receptor de ese don, la fuerza de Dios y la debilidad humana, el plan divino y la libertad del hombre.

Además de estas respuestas conceptuales, creo que, para entender bien la cuestión, conviene poner un ejemplo más cercano a nosotros: nuestro párroco. El caso del Papa nos confunde, porque lo tenemos muy lejos y la lejanía lo envuelve en un halo de misterio. En cambio, al párroco lo conocemos bien: sus defectos y cualidades saltan a la vista. Nos resultan familiares su historia, sus problemas, lo mal o bien que predica, su predilección por la sidra de barril y el hecho de que lo nombraron porque había fracasado en la parroquia anterior o porque es amiguete del obispo o porque siempre ha sido un santo.

Pues bien, aunque parezca sorprendente, lo cierto es que tu párroco es elegido por el Espíritu Santo en el mismo sentido que el Papa es elegido por el Espíritu Santo y no es elegido por el Espíritu Santo en el mismo sentido que el Papa no lo es. Es decir, sí en los sentidos 2 y 4, pero no en los sentidos 1 y 3. Al igual que sucede con el Papa, su nombramiento puede deberse a decisiones equivocadas y, como es evidente, no tiene por qué ser un santo ni un gran sabio. Sin embargo, ha recibido del mismo Dios su misión de colaborar con un Sucesor de los Apóstoles y de pastorear a los fieles de una parroquia y es también el párroco que Dios tenía planeado para ti desde antes de crear el mundo, precisamente el que tú necesitas.

Si nos parece que algo así es muy poco glamuroso para un Papa, quizá sea porque pensamos como los hombres y no como Dios. Si creemos que la elección del Papa es sustancialmente diferente de la elección de nuestro párroco, quizá estemos confundiendo al Papa con una especie de superestrella religiosa. Si los defectos de un Papa nos quitan la fe, puede que nuestra fe sea más humana que sobrenatural. Si no somos capaces de tratar al Papa (y a nuestro párroco) con respeto, quizá nos haga falta un poco más de ascesis. A fin de cuentas, en este tema como en tantos otros, es posible equivocarse tanto por exceso como por defecto.

En definitiva, nuestra comprensión de la misión del Papa y nuestra relación con él deben estar guiadas por la fe, la esperanza y la caridad. Como esas tres virtudes son teologales y se reciben de Dios, lo que nos toca es orar sin desfallecer, de modo que el Espíritu Santo ilumine al Papa… y nos ilumine también a nosotros.

Bruno Moreno

El NUEVO Papa NO SERÁ el sucesor de Francisco | ACT. COM. (02-05-25) | P. Santiago Martín FM



17 MINUTOS

Por el honor de la Iglesia (Roberto De Mattei)



El funeral del papa Francisco en la Plaza de San Pedro y el traslado de su féretro a Santa María la Mayor, en el grandioso ambiente de la Roma antigua, la barroca y la del siglo XIX, ha constituido un momento histórico henchido de simbolismo. Soberanos, jefes de estado y de gobierno y personajes públicos de toda índole llegados de todas partes a la Ciudad Eterna no han rendido honores a Jorge Mario Bergoglio, sino a la institución que él representaba, a igual que en las exequias de Juan Pablo II. Si bien muchas de dichas personalidades profesan otras religiones o incluso son ateas, todos eran conscientes de lo que significa todavía la Iglesia de Roma, caput mundi, centro del cristianismo universal. La imagen de Donald Trump y Vladimir Zelensky frente a frente en sendos sencillos asientos en la basílica de San Pedro se veía como una expresión de su pequeñez bajo la cúpula de una basílica en la que se congrega el destino del orbe. Y daba la impresión de que los 170 dirigentes congregados en la Ciudad Eterna se interrogasen sobre el futuro del mundo, en vísperas del cónclave que dará comienzo el próximo 7 de mayo.

El cónclave que elegirá al sucesor de Francisco será, como todos, una ocasión extraordinaria en la vida de la Iglesia. Lo cierto es que, en los cónclaves, se diría que el Cielo y la Tierra se reúnen para elegir al Vicario de Cristo. Los cardenales, que constituyen el senado de la Iglesia, han de escoger al que estará destinado a guiarla y gobernarla. La ocasión es tan importante que el propio Cristo prometió a la Iglesia que la ayudaría mediante la influencia del Espíritu Santo. Como pasa con toda gracia, la que se debe a la intervención especial del Espíritu Santo presupone no obstante la correspondencia de los hombres, que, en este caso particular, son los cardenales reunidos en la Capilla Sixtina. A los cuales, en realidad, la asistencia divina no les quita la libertad humana. El Espíritu Santo les asiste, pero no determina la elección. La asistencia del Espíritu Santo no quiere decir que en el cónclave será elegido necesariamente el mejor candidato. Ahora bien, la Divina Providencia es capaz de sacar el mejor de los bienes posibles del peor de los males, como podría ser la elección de un papa malo. Porque quien siempre triunfa en la Historia es Dios, no es el Demonio. Por eso, a lo largo de la historia han sido elegidos pontífices santos, pero también papas débiles, indignos, inadecuados para su alta misión, sin perjudicar por ello en modo alguno la grandeza del Papado.

Como todos los cónclaves de la historia, también el próximo será objeto de tentativas de interferencia. En el de 1769, fue elegido Clemente XIV después de 185 escrutinios y más de tres meses de intentos, tras comprometerse con las cortes europeas a suprimir la Compañía de Jesús. En el de 1903, que eligió a San Pío X, el emperador Francisco José de Austria vetó la elección del cardenal Rampolla del Tindaro. Y también en el que eligió a Pío XII, y sobre todo en el que siguió a la muerte de este pontífice, hubo presiones políticas. En 1958 la acción política de mayor carácter invasivo fue la que ejerció Francia por medio del general De Gaulle, que ordenó a su embajador ante la Santa Sede Roland de Margerie que hiciera todo lo posible por impedir que fuesen elegidos los cardenales Ottaviani y Ruffini, considerados reaccionarios. El partido francés, emcabezado por el cardenal Eugenio Tisserant, apoyó en cambio al Patriarca de Venecia Giusseppe Roncalli, que resultó elegido y asumió el nombre de Juan XXIII. En tiempos más recientes han sido notorias las maniobras de la llamada mafia de San Galo en los cónclaves de 2005 y 2013 para evitar que fuese elegido Benedicto XVI y obtener la elección del papa Francisco. La primera vez fracasó la maniobra; la segunda sí tuvo éxito.

De todos modos, la eventual invalidez de una elección no depende de semejantes presiones. En la constitución Universi Dominici gregis del 22 de febrero de 1996, sin llegar a prohibir que durante la sede vacante pueda haber intercambio de ideas en cuanto a la elección, dice Juan Pablo II que los cardenales electores se abstendrán de «de toda forma de pactos, acuerdos, promesas u otros compromisos de cualquier género, que los puedan obligar a dar o negar el voto a uno o a algunos. Si esto sucediera en realidad, incluso bajo juramento», decreta «que tal compromiso sea nulo e inválido y nadie esté obligado a observarlo», conminando además «la excomunión latae sententiae a los transgresores de esta prohibición» (nº81-82). La mencionada constitución apostólica declara nulos los acuerdos, pero no las elecciones que se hagan a continuación. No deja de ser válida la elección aunque se hayan llevado a cabo pactos ilícitos, salvo que se dé algún vicio sustancial gravísimo que comprometa la libertad del cónclave.

Universi Dominici gregis dispone que el Pontífice debe ser elegido por una mayoría calificada de dos tercios, pero que en caso de prolongarse el cónclave por más de 30 escrutinios en 20 días los cardenales podrán elegir al nuevo papa por mayoría simple de sufragios (nº74-75). El cambio no era de poca monta, porque la mayoría absoluta hace más verosímil la hipótesis de que pueda impugnarse la elección de un papa al bastar la invalidez de una papeleta para anular la elección de un pontífice elegido con un voto mayoritario. Tal vez por esta razón, Benedicto XVI restableció con la carta apostólica De aliquibus mutationibus in normis de electione Romani Ponteficis del 11 de junio de 2007 la norma tradicional por la cual es siempre obligatoria una mayoría de dos tercios de los votos de los cardenales electores presentes. La exigencia de los dos tercios consolida la posición de una minoría, y significa que el cónclave puede prolongarse también, cosa que ha sucedido en numerosas ocasiones en tiempos modernos. Basta recordar el cónclave que eligió a Barnaba Chiaramonti (Pío VII, 1800-1823), que duró más de tres meses, desde el 30 de noviembre de 1799 al 14 de marzo de 1800, o el que eligió a Gregorio XVI (1831-1846), que se prolongó por unos cincuenta días, desde el 14 de diciembre de 1830 al 2 de febrero de 1831. Resultó elegido Bartolomeo Alberto Cappelari, monje camaldulense y prefecto de la congregación Propaganda Fide, que ni siquiera era obispo en el momento de ser elegido. Una vez elegido, fue primero creado obispo y continuación coronado.

Las exequias del papa Francisco han sido una ocasión de aparente unidad. El inminente cónclave, reflexionando sobre la verdadera situación de la Iglesia, ¿será por el contrario escenario de divisiones e impondrá a los purpurados que cumplan con su deber por el bien de la Iglesia? La púrpura, símbolo de la sangre de los mártires, recuerda a los cardenales que tienen que estar dispuestos a luchar y derramar su sangre en defensa de la Fe. Un cónclave es siempre un campo de batalla en el que combate la parte más noble del Cuerpo Místico de Cristo. El pasado 26 de abril en la Plaza de San Pedro un mundo que la combate rindió sin saberlo honores a la Iglesia. En la capilla Sixtina los cardenales, o al menos una minoría de ellos, habrán de combatir por el honor de la Iglesia, actualmente humillada por sus adversarios, sobre todo internos. Un cónclave largo y reñido abre por esa razón horizontes de esperanza más amplios de los que nos podría deparar un cónclave breve en el que desde el principio se eligiera a un candidato de conciliación.

El mejor pontífice no será el papa políticamente correcto que proponen los medios informativos, ni el papa político que, presentándose como pacificador, obtenga el pontificado mediante garantías y promesas que no cumplirá.

La Iglesia y el pueblo fiel tienen necesidad de un papa íntegro en la doctrina y en las costumbres que no haga concesiones en cuanto a lo que es en la Fe, la moral, la liturgia y la vida espiritual un derecho irrevocable de los fieles: necesitan un auténtico Vicario de Cristo que haga de la Cátedra de San Pedro un faro de luz de la verdad y la justicia. De lo contrario, si al mundo le falta esa luz, no le quedará otra cosa a la Iglesia que los méritos del sufrimiento y el recurso de la oración.