Una vez más, y como ha ocurrido en múltiples ocasiones, Pedro Sánchez ha sido recibido con abucheos y gritos de ‘¡Fuera, fuera!’. Esta vez, la escena se repitió en la gala de los Premios Goya 2025, donde el presidente del Gobierno no pudo esquivar el rechazo de la ciudadanía y donde, además, le han pedido a gritos la dimisión. El descontento con su gestión ha calado hondo en un pueblo que ya no disimula su hastío y exige su dimisión.
Lo sucedido en los Goya no es un hecho aislado, sino el reflejo de una realidad incontestable: el pueblo español no quiere a Sánchez. Quiere su dimisión ya. Cada aparición pública del presidente se convierte en un bochorno nacional, con abucheos que se escuchan cada vez con mayor fuerza. Y es que no se trata de una simple erosión por el paso del tiempo en el poder, sino del hartazgo de los ciudadanos ante un Gobierno corrupto, que ha pisoteado sus derechos y traicionado a la nación. Pero la dimisión de Sánchez no es suficiente. Sánchez necesita rendir cuentas ante la justicia.
Sánchez no solo se aferra al poder a costa del bienestar de los españoles, sino que también ha convertido la Moncloa en un nido de corrupción. Su propio entorno familiar está salpicado por numerosos escándalos; desde su esposa Begoña Gómez hasta su hermano David están imputados por corrupción y tráfico de influencias hasta sus amigos socialistas. Pero el problema va mucho más allá: cada vez hay más evidencias que la corrupción se acerca al propio Sánchez y le salpicará a corto plazo.
El presidente no solo ha permitido la corrupción, sino que ha traicionado a España de manera reiterada. La aprobación de la ley de amnistía para los golpistas del ‘procés’ no solo fue un acto de claudicación, sino un peligroso precedente que legitima la ruptura de España. Su política de concesiones a los separatistas es una claudicación vergonzosa que ha puesto en jaque la unidad del país y a costa de la soberanía nacional.
Por si fuera poco, su relación con Marruecos es otro ejemplo de su sumisión a Mohamed VI. Su cambio de postura sobre el Sáhara Occidental, en contra de la tradición diplomática española y de los intereses nacionales, así como acciones posteriores promarroquíes ya no generan dudas sobre a quien sirve. Por otra parte, el intento de anexión de Ceuta y Melilla por Marruecos y la debilidad demostrada por Sánchez frente a Mohamed VI es clara, y evidencian que Sánchez está actuando en beneficio de intereses extranjeros.
El problema de Pedro Sánchez no se soluciona con una simple dimisión. No es un presidente que esté terminando su ciclo natural, y que el deterioro popular sea fruto de un desgaste, sino que es un dirigente que ha dejado un rastro de escándalos, de traiciones a España y destrucción que debe ser juzgado. Su salida no puede ser un retiro dorado mientras deja el país en ruinas. Debe rendir cuentas ante la Justicia.
¿Su probable sucesor, Alberto Núñez Feijóo, será la solución? Ni mucho menos, todo indica que será poco más que un recambio cosmético. El PP ha demostrado en demasiadas ocasiones su tibieza, su falta de valentía para revertir los desmanes del socialismo, así como seguir, al igual que el PSOE, las directrices globalistas. Pero el enjuiciamiento de Sánchez servirá, al menos, de aviso de navegantes para el próximo presidente de gobierno.