La falsa solución que se cocina a fuego lento
La industria alimentaria, aliada estratégica del globalismo que promueve la Agenda 2030, da un nuevo paso hacia el control total de nuestra alimentación. Bajo el pretexto de “reducir la huella ecológica”, se nos prepara para un cambio radical que va mucho más allá de la nutrición: un cambio civilizacional. La carne cultivada en laboratorio y los alimentos impresos en 3D no son el futuro. Son ya el presente… y la imposición que se avecina.
Mosa Meat, empresa holandesa con sede en Maastricht, ha solicitado a la Unión Europea la autorización para vender grasa de vacuno producida a partir del cultivo de células animales. El músculo, aún demasiado costoso, se queda fuera… por ahora. La grasa, sin embargo, resulta más viable y rentable. “Ecológico”, dicen. Pero en realidad se trata de una maniobra más para sustituir la producción natural y tradicional por modelos artificiales, dependientes, controlados y sin raíces.
La jugada es clara: primero se introduce como alternativa; después se convierte en norma. Hoy se nos presenta como una opción moderna, sostenible y consciente. Mañana, será el único camino aceptado. ¿La excusa? Es por tu bien. ¿El objetivo? La reestructuración total de nuestras costumbres.
En este nuevo culto ecologista, el ser humano deja de ser custodio de la creación para convertirse en sacrificio de la misma. Todo lo que huela a tradición, naturaleza verdadera, familia o identidad debe ser sustituido por lo sintético, lo artificial, lo inhumano.
La aprobación está en marcha. Si la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), da luz verde, la Comisión Europea decidirá si esta grasa se podrá comercializar en todo el continente. El tren de la carne falsa (sintética) ya ha arrancado.
Y mientras, España se ha convertido en el laboratorio global del experimento. En efecto, San Sebastián, se levanta ya lo que será la mayor planta de carne cultivada del mundo. Nos presentan esto como “progreso”, pero la realidad es otra: España se convierte en campo de pruebas del nuevo orden alimentario globalista.
Mientras el sector ganadero nacional agoniza por las políticas restrictivas, burocráticas y antinaturales impulsadas desde Bruselas, el dinero fluye hacia proyectos que desprecian nuestras tradiciones, destruyen nuestras economías rurales y nos encaminan hacia la dependencia total de laboratorios e intereses supranacionales.
El precio de la obediencia. Bill Gates, ideólogo de una humanidad reducida y controlada, ya ha invertido millones en esta industria. Su implicación no es altruista. Es parte de una agenda que sustituye lo natural por lo sintético, lo humano por lo mecánico, lo verdadero por lo programado…y, además, ellos, los globalistas, se enriquecerán aún más a costa de nosotros.
Todavía no es obligatorio comer esta “carne falsa”, pero es solo cuestión de tiempo. Cuando los costes bajen —y ya están bajando—, la carne falsa se presentará como la única alternativa posible. No será una elección. Será una imposición, como tantas otras disfrazadas de progreso. Es la agenda globalista. Es la agenda 2030.