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sábado, 22 de marzo de 2025

El fracaso de McElroy




Lo habíamos previsto.

En un video del canal Visto da Roma, publicado el 13 de enero, informamos del nombramiento de Brian Burch como embajador de los Estados Unidos ante la Santa Sede, un católico conservador y desde hace tiempo comprometido contra los dogmas del obrerismo promulgados por la izquierda, en particular por la hiperpolitizada “izquierda católica”.

Unas semanas más tarde, el Papa Francisco nombró al cardenal ultraprogresista Robert McElroy, arzobispo de San Diego, como nuevo arzobispo de Washington, D.C., convirtiéndolo en un actor importante en el epicentro político mundial.

La prensa de todo tipo, católica o laica, favorable o crítica a Francisco, vio en ello un acto eminentemente político, ya que el cardenal es un abierto opositor del presidente, especialmente en el tema migratorio y en la agenda LGBT.

Revirtiendo completamente la condena de la sodomía que se encuentra en la Sagrada Escritura, el Cardenal McElroy llegó incluso a describir como “demoníaca” no la actividad del lobby LGBT sino más bien la de algunos creyentes que se oponen a él.

Ningún observador lúcido ha dejado de notar que el gesto del Papa fue una elección de bando bien definida, como lo fue igualmente la acción de Trump con su embajador.

Obviamente toda la izquierda se alegró.

El primero en descorchar la botella de champán fue el New Ways Ministry , portavoz del mayor lobby católico-LGBT de Estados Unidos, que afirmó que el movimiento estaba incluso “encantado” por su nombramiento en Washington. Su director escribe: “Confiamos en que el cardenal McElroy pueda ofrecer una voz católica fuerte que afirme la dignidad humana de las personas LGBTQ+ y la necesidad de leyes que las protejan...”

Todos se preguntaban si el cardenal McElroy se convertiría en un ariete de la izquierda en Washington, una espina en el costado de la administración Trump y, al mismo tiempo, un punto de referencia para la inestable izquierda religiosa estadounidense.

Citando al conocido intelectual católico Robert Royal, que escribe para The Catholic Thing , nos aventuramos a predecir que McElroy fracasaría en ambos frentes, el político y el religioso, tanto porque Trump no se siente intimidado en absoluto; Tanto porque el clero como los fieles del área de Washington son bastante tradicionales, nada que ver con el episcopado alemán, donde un McElroy encontraría más fácilmente seguidores.

La misa de instalación del nuevo arzobispo de la capital estadounidense, celebrada el pasado 11 de marzo, parece darnos la razón. La hermosa Catedral de San Mateo Apóstol estaba medio vacía…

A pesar de la masiva movilización de los progresistas para recibir a su ídolo, está claro que los verdaderos fieles desertaron de la ceremonia.
La gran pregunta es: ¿tendrá el cardenal McElroy (y quienes lo apoyan desde arriba) “antenas” para captar el cambio de humor de los católicos estadounidenses? ¿O continuará ciego y sordo a los nuevos signos de los tiempos, con el riesgo de distanciarse cada vez más de su rebaño? - Fuente

Los crímenes de la dictadura comunista de China, a la que Pedro Sánchez elogia



Este año, el gobierno de Pedro Sánchez ha programado muchos actos para celebrar el 50º aniversario de la muerte de Francisco Franco.



El sociamismo español critica la dictadura de Franco...

En diciembre, Sánchez anunció más de un centenar de actos para celebrar ese aniversario. En su presentación de esos eventos, el dirigente socialista afirmó que con la muerte de Franco España pasó de "ser una dictadura, pobre y aislada, a una de las democracias más plenas del mundo". Así pues, cabe deducir que lo que a Sánchez le parece mal del franquismo es que era una dictadura, pero no estoy del todo seguro.

... pero tiene amistosas relaciones con la dictadura comunista de China

El año pasado, el PSOE (el partido de Sánchez) mantuvo una cordial reunión con representantes del Partido Comunista de China (PCCh), es decir, el partido único de la mayor dictadura del mundo, dirigida desde Pekín y que lleva 76 años gobernando la China continental sin elecciones libres, violando los derechos humanos de forma sistemática y cometiendo los mayores genocidios perpetrados por el movimiento comunista, con hasta 82 millones de muertos durante el sangriento mandato de Mao. De todas las dictaduras actuales, la de Pekín es la que más gente ha matado, con mucha diferencia.

Este jueves, Sánchez elogió a esa dictadura comunista, afirmando: "Vamos a trabajar activamente para entendernos con una gran potencia como China, hay muchas cosas que trabajar comúnmente".

Una dictadura comunista que viola derechos humanos

Recordemos que la China comunista (y la llamo así para no confundirla con la China libre y democrática, también conocida como Taiwán) ocupa el puesto 172º de un total de 180 países en la lista mundial de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras, un puesto peor que el de otras dictaduras como Venezuela, Rusia, Bielorrusia y Cuba.

Así mismo, según la clasificación publicada en enero por la ONG Puertas Abiertas, la China comunista ocupa el puesto 15º de los 50 países que más persiguen a los cristianos, unos niveles muy altos de persecución extrema que también padecen otras confesiones religiosas en ese país. A fin de cuentas, esa dictadura viola sistemáticamente el derecho humano a la libertad religiosa desde hace décadas.

Por otra parte, la dictadura del PCCh impone una férrea censura en la televisión, los medios impresos, la radio, el cine, el teatro, internet y los videojuegos. Es una violación sistemática de los derechos humanos a la libertad de expresión y a la libertad de prensa que esa dictadura impone dentro de sus fronteras. Además, también intenta exportar esa censura contra disidentes chinos en el extranjero, como le ha ocurrido a la compañía de teatro Shen Yun Performing Arts desde hace tiempo.

La versión china del Gulag y el genocidio uigur

Recordemos, además, que la dictadura del PCCh mantiene una amplia red de campos de concentración y de centros de detención, el Laogai, que es la versión china del Gulag soviético, en el que desde hace 76 años son encerrados prisioneros políticos por las razones más diversas, sufriendo toda clase de tratos inhumanos y degradantes.

Por otra parte, en el interior del país, la dictadura del PCCh está perpetrando crímenes de genocidio contra la minoría uigur, que ha incluido la detención de unos 3 millones de personas, muchas de ellas sometidas a torturas, violaciones, esterilizaciones, trabajos forzados y otras formas de trato inhumano.

Unas atrocidades sobre las que Sánchez nunca ha dicho nada

A Sánchez parecen no importarle que todas estas atrocidades, sobre las que nunca ha emitido ni la más leve crítica. Si todo eso le importase, no elogiaría a la dictadura que las comete y su partido no tendría unas relaciones tan amistosas con el PCCh. De la misma forma, cabe deducir que a Sánchez le disgusta Franco no porque fuese un dictador, sino porque no era un dictador comunista. Basta con ver lo sonriente que estaba el dirigente socialista español dándole la mano al dictador chino Xi Jinping hace dos años, cuando se tomó la foto que encabeza este artículo.

ELENTIR
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Foto: La Moncloa. Encuentro entre el presidente del gobierno de España, el socialista Pedro Sánchez, y el dictador de la República Popular China, el comunista Xi Jinping, el 31 de marzo de 2023 durante un viaje oficial de Sánchez a la China comunista.

Tres años más de matraca sinodal



Seamos claros. El sínodo de la sinodalidad ha suscitado en la santa madre Iglesia un interés del todo descriptible: escasísimo. Desde el primer momento. Y cada vez menos. Evidentemente es defendido con mayor o menor convencimiento por todos aquellos que lo llevan en el sueldo: secretaría general, obispos… A ver qué remedio queda. No va a decir un obispo abiertamente, salvo rarísimas y valientes excepciones: Müller, Zen, Sarah… que todo es un despropósito. Si toca sínodo, toca sínodo y, por lo menos, habrá que cumplir por la cosa de la obediencia debida, aunque no sé si mal entendida, y para que en Santa Marta no digan que tal obispo es poco sinodal. Cumplir. Al menos.

Si de verdad nos creyéramos la milonga de la sinodalidad ya tendríamos que haber abandonado el proceso. Casi desde el inicio. Porque si lo de la sinodalidad es conversar con el pueblo de Dios, este pueblo soberano, que además de sentido de fe tiene el tan importante al menos sentido común, ha dejado claro, en forma de no asistencia y de eclesial pasotismo, que esta historia le importa un comino. Pues en lugar de acabar con este fiasco, tres años más. Ya saben eso de que “si no quieres caldo, tres tazas".

El pasado sábado, día 15 de marzo, se publicó en el boletín de la santa sede, una “Carta sobre el proceso de acompañamiento de la fase de implementación del Sínodo «Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión»". Por cierto, después de aprendernos la palabra sinodalidad, ahora toca aprender “implementación". Nueva palabreja de moda.

Nos dicen en la carta que desde ahora mismo y hasta octubre de 2028 -tres años y medio- nos toca implementar, dos años aproximadamente, un año de evaluar por diócesis, conferencias episcopales y continentes, para acabar con otra gran asamblea en el vaticano en octubre de 2028.

La impresión que tiene uno es que andamos escasitos de ideas, así que para una cosa que se nos ha ocurrido, y a falta de algo mejor, vamos a estirar el chicle otros tres años a base de hacer lo que hacemos siempre y con el mismo escaso resultado que de costumbre: reuniones y más reuniones para poner en común qué estamos haciendo y evaluar e implementar todo lo implementable.

Lo del sínodo ni es dogma de fe ni magisterio extraordinario. Es una ocurrencia, bien es verdad que del santo padre, y uno se siente en su derecho de opinar. Más aún cuando el sínodo quiere escuchar al Pueblo de Dios y además se nos repite que en la Iglesia cabemos todos.

Tres años más de matraca sinodal. Me temo que cada vez con menos interesados. Pero bueno, mientras implementamos, evaluamos en parroquias, diócesis, conferencias y continentes, al menos estamos entretenidos.

Jorge González Guadalix

TRES AÑOS de Programa Sinodal ¿Condicionarán al Nuevo Papa? | El Papa, ¿puede trabajar con su salud?




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