En un momento donde la política española se desangra por la ausencia de principios, tanto Pedro Sánchez como Alberto Núñez Feijóo han decidido confiar sus estrategias electorales a figuras externas, impersonales y camaleónicas: José Pablo Ferrándiz y Aleix Sanmartín. Lejos de ser ideólogos o defensores de un proyecto nacional, ambos representan la figura del gurú electoral que vende promesas sin contenido ni intención de cumplimiento. El objetivo es claro: engañar al votante, capturar su voto y luego olvidarlo.
Ferrándiz, el nuevo artífice de la propaganda de Moncloa
El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, según Cierre Digital, ha incorporado a José Pablo Ferrándiz como subdirector de análisis territorial del Gabinete de Presidencia. El fichaje fue ejecutado por Diego Rubio, nuevo jefe de Gabinete. Con una larga trayectoria como sociólogo, Ferrándiz ha colaborado con medios como ABC, El País o Grupo Henneo, además de haber trabajado en campañas para el PP, lo que demuestra su absoluta indiferencia ideológica.
José Pablo Ferrándiz ha ocupado cargos clave en casas de encuestas como Metroscopia e Ipsos, y actualmente ejerce docencia universitaria. Sin embargo, su visión es clara: «¿Ideología? Sea cual sea, mi profesión me obliga a valorarlas todas…». Más que un profesional, Ferrándiz se presenta como un técnico sin alma, dispuesto a maquillar cifras y percepciones con tal de conservar poder. En sus propias palabras: «Mi trabajo es ser un fotógrafo callejero, recoger las opiniones de la gente e intentar que sea más autoexplicativa la sociedad».
Enemigo de Tezanos y símbolo del CIS manipulado
Ferrándiz ha sido especialmente crítico con José Félix Tezanos, actual presidente del CIS, al que acusa de despreciar el trabajo de las encuestadoras privadas. «A mí me da mucha rabia porque Tezanos hace lo que critica. Y aparte de no tener ni idea, pone en duda nuestro trabajo por puro interés partidista. Es patético y cabreante», declaró sin tapujos.
Y fue más allá: «El organismo ha cometido errores garrafales y el descrédito del CIS está justificado, pese a que cuenta con estupendos trabajadores. Con sus estimaciones, lejos de acabar con la competencia, cada vez se mira más a las casas privadas».
Sanmartín: del PSOE al PP, siempre al mejor postor
El otro lado del tablero está ocupado por Aleix Sanmartín, quien después de asesorar a Pedro Sánchez, ha recalado ahora en las filas del PP para guiar a Feijóo rumbo a La Moncloa. El consultor valenciano, conocido por su participación en la campaña de Juanma Moreno en 2018, ha firmado un millonario contrato con los populares.
La estrategia de Sanmartín se basa en la manipulación emocional segmentada. Utiliza su famosa “máquina segmentadora” para analizar grupos poblacionales y lanzar mensajes calculados. Así nacieron medidas como los bonos culturales o los viajes gratuitos por Interrail. Promesas huecas que no buscan mejorar la vida del ciudadano, sino comprar su voluntad temporal.
Según se ha filtrado, ahora buscará seducir a hombres rurales de 45 años, una franja clave para Vox. El mensaje será claro: más seguridad y mano dura. ¿Convicción? Ninguna. Solo oportunismo.
El mercadeo de la política: sin moral ni límites
Ambos gurús comparten algo más que un currículum brillante: su desprecio absoluto por la verdad, la coherencia y la moralidad. Como él mismo ha dicho, Sanmartín no distingue entre lo legal y lo ético: «Para mí la ética en elecciones la establece la legislación de cada país. Es ético todo lo que esté dentro de la ley.»
Mientras se enriquecen con contratos millonarios —al PP andaluz le facturó 350.000 euros y al PSOE más de 600.000 anuales—, sus giros ideológicos dejan claro que no trabajan por principios, sino por intereses. En algunos medios, ya le llaman directamente «mercenario».
El fin justifica los medios: cómo se manipula al votante
La llegada de estos consultores demuestra que tanto el PSOE como el PP han renunciado a las ideas. Ya no hay programas ni principios: hay promesas y espectáculo. Y todo vale con tal de ganar votos.
Los partidos han externalizado su alma. En lugar de convencer al pueblo con propuestas reales, se limitan a embaucar al votante. En un escenario así, ¿quién defiende los valores? ¿Dónde queda la familia, la vida, la unidad nacional, la libertad religiosa y educativa?
España merece políticos con convicciones, no gestores de promesas falsas. Merece líderes, no actores dirigidos por asesores a sueldo. El voto no puede comprarse con mentiras. El futuro de una nación no puede depender de mercenarios ideológicos.