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miércoles, 25 de octubre de 2023

El papa Francisco exhorta a sus fieles en materia climática (José Ramón Ferrandis)



El 4 de octubre de 2023, el Papa publicó su último documento[1] oficial[2]. Alabemos a Dios es su título, aunque es justo reconocer que no habla mucho de Dios[3]. Habla, mire usted por dónde, del cambio climático[4].

El Papa puede hablar de lo que le plazca, sólo faltaba. Ya sorprendió hace ocho años con la encíclica Laudato Si y lo vuelve a hacer ahora, esta vez de manera mucho menos nebulosa. No importa que la función y objetivo tradicional del papado sea tratar de asuntos de Fe y de Moral, en los que el Papa es la máxima autoridad entre los católicos y cuyas afirmaciones han de ser seguidas por los fieles. Más allá de eso, el Papa puede decir lo que quiera. Eso sí, al hacerlo en ámbitos que no le son propios, se somete a la crítica de los ciudadanos, y de entre ellos, de los cristianos, y si se me permite, de los católicos que no reconocemos en Su Santidad (SS) autoridad de ninguna índole en materia climática. No la tiene, pero además, al utilizar su púlpito universal[5] equivocándose técnicamente de manera tan evidente y hasta grosera, está infligiendo a la Iglesia que visiblemente encabeza un gran daño reputacional. Errando. Muchas veces. Veámoslo por orden de aparición en el texto.
…” es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas. Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la salud, las fuentes de trabajo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzadas, etc.” 
SS yerra, en el fondo y en la forma. No intente amedrentar a sus ovejas, SS. Las variaciones de temperatura que siempre han tenido lugar y siempre lo tendrán no generarán efectos negativos en un plazo que le permita verlo. Ni a SS ni probablemente a ninguno de los presentes en el mundo hoy en día. Ni por frío ni por calor. Y los ámbitos y sectores que menciona no tienen nada que ver. Nada que ver.
“Nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra que son sólo algunas expresiones palpables de una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos”. 
No, SS. Lo que usted dice es falso. No hay nada de eso. Ninguno de esos fenómenos se está produciendo extraordinariamente. Ni calores, ni sequías, ni inundaciones, ni huracanes, ni hambrunas[6], ni migraciones[7], ni extinciones de especies, ni desaparición de islas, ni subida del nivel del mar[8], ni nada similar. SS, se le supone ignorante[9] de los hechos, pero el responsable de esta exhortación es usted.
“ … sabemos que cada vez que aumente la temperatura global en 0,5 grados centígrados, aumentarán también la intensidad y la frecuencia de grandes lluvias y aluviones en algunas zonas, sequías severas en otras, calores extremos en ciertas regiones y grandes nevadas en otras.” 
Ya sabemos, por el pie de página, que esta afirmación la ha hecho el IPCC, cuya credibilidad está muy menoscabada[10], pero como es falsa, como si la ha hecho – perdone SS la libertad que me tomo – el sursum corda.
“Si llega a superar los 2 grados, se derretirían totalmente las capas de hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida, con enormes y gravísimas consecuencias para todos” [11].
SS, esto no lo sabe usted, ni nadie. Es un brindis al sol. Por otra parte, le veo, si me lo permite, poco caritativo. Está usted, SS, queriendo atemorizar a la gente, aunque dada esta expresión de su rostro, no me sorprende, en realidad.
… “tanto los lagos que se secan como las poblaciones arrasadas por maremotos o desbordes, tienen en definitiva el mismo origen”. 
Por favor, SS. Por favor. Los maremotos tienen como origen los terremotos, que por lo que sabemos, no se relacionan con el clima. Los lagos, como el Aral (por poner un ejemplo en la memoria de casi todos), no se secan porque haga más o menos calor, sino por las políticas agrarias de la URSS. Conviene releer los textos antes de firmarlos.
“Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial”. 
Vamos por partes. Usted, SS, habla del CO2 a lo largo de todo el texto. Se puede interpretar que también lo hace aquí. Y el error es palmario: el CO2 no contamina. El CO2 es un gas de efecto invernadero (GEI) cuya existencia, junto con los demás GEI, posibilita la vida en la Tierra, como seguro que SS conoce. Cierto que el CO2 de origen humano es sólo el 3% del total del CO2 en la atmósfera[12] y que el CO2 no tiene mucho que hacer frente al vapor de agua, que sólo él supone el 95% de los GEI existentes. Pero sea como sea, el CO2 no contamina. Lo tiene SS dentro, como todos: 40.000 partes por millón (ppm), mucho más de las 424 ppm atmosféricas actuales. Y en cuanto a que un bajo porcentaje más rico[13] del planeta emite (porque SS quería decir emite) más que el 50% más pobre de toda la población, está claro: para ser rico hay que consumir energía. O, dicho de otra manera, sin energía, los países no salen de pobres. Así que los ricos emiten más CO2 que los pobres. Es de cajón.
“Lo que ocurre es que millones de personas pierden su empleo debido a las diversas consecuencias del cambio climático: tanto el aumento del nivel del mar como las sequías y muchos otros fenómenos que afectan al planeta, han dejado a mucha gente a la deriva”. 
Son falsas las premisas, son falsas las conclusiones, son falsas las relaciones causales esgrimidas. Todo aquí (y no sólo aquí, lamentablemente) es erróneo. Observo una novedad, sin embargo: hemos pasado del descarte a la deriva. Menos tabernario, sin duda. Me alegro.
“Al mismo tiempo verificamos que en los últimos cincuenta años la temperatura aumentó con una velocidad inédita, sin precedentes en los últimos dos mil años.”
Esto es directamente falso. Desde 1998 hasta 2023, con un breve hiato en 2016, las temperaturas no se incrementaron en absoluto. Se lo digo a título de ejemplo. Y a partir de aquí, voy a tirar de recursos de la NOAA[14], que al menos en el área de los EE. UU.[15] mantiene bases de datos que se pueden consultar con facilidad[16]. Las cifras han sido actualizadas el 12 de octubre de 2023. 

[Nota: en el artículo original se muestran unos gráficos muy ilustrativos]

“Los glaciares se retraen, disminuye la cobertura nevosa y sube constantemente el nivel del mar”. “Una abrumadora mayoría de científicos especializados en clima sostienen esta correlación y sólo un ínfimo porcentaje de ellos intenta negar esta evidencia.” 
Estas dos frases no son sucesivas en la exhortación, pero casi. Está muy próximas entre sí y pueden ser tratadas al unísono. Las tres afirmaciones de la primera son completas falsedades[19]. Y sobre todo, SS, que haya científicos que aseveren que hay correlación entre crecimiento de gases de efecto invernadero y crecimiento de temperaturas no prueba nada. Recurre SS al argumento del consenso, que en materia científica vale tanto como el criterio de SS en materia climática. Mezcla SS sin cuidado el vapor de agua, dominante en un 95% en el espectro de los gases de efecto invernadero, con el metano, el óxido nitroso, los clorofluorocarbonos y el CO2. Y olvida deliberadamente decir que de todo el CO2 existente en 2001, que es cuando el IPCC lo puso de relieve en un famoso cuadro, el 97,1% es natural. No viene de la mano del hombre sino de la mano de Dios. Qué cosas, ¿verdad?
10ª “No es posible ocultar la coincidencia de estos fenómenos climáticos globales con el crecimiento acelerado de la emisión de gases de efecto invernadero sobre todo desde mediados del siglo XX.” 
Recuerde, Santidad, “correlación no implica causación”. Más aún, asegúrese, por favor, de que la relación causa-efecto es la que usted espera que sea.
11ª “Los elementos de origen natural que suelen provocar calentamiento, como las erupciones volcánicas” 
¡Cáspita, Santidad! ¿Qué le han hecho decir sus asesores en materia climática? Es bien conocido que las erupciones volcánicas lanzan a la atmósfera muchos elementos diferentes, pero sobre todo cenizas, las cuales, en las grandes erupciones de superficie recientes (Laki (Islandia, 1783), Tambora (Indonesia, 1815), Krakatoa (Indonesia, 1883), Monte Pinatubo (Filipinas, 1991)), … impiden parcialmente el acceso a la Tierra de las radiaciones solares de onda corta y hace que se enfríe sustancialmente la atmósfera, además de dificultar la agricultura y desencadenar hambrunas por esa razón. Se suele hablar de años sin verano… y sin cosechas. Y van sus equipos de trabajo y le escriben lo contrario, probablemente pensando en el CO2[20] que estas erupciones emiten (también) a la atmósfera. ¡Vaya por Dios! Por favor, llámeles la atención[21] en nombre de todos.

Refiriéndose a personas que aceptaron la cercanía de un cementerio nuclear, SS afirma: 
12ª “Basta pensar en el efímero entusiasmo del dinero que se recibió a cambio de depositar en un lugar residuos nucleares. La casa que se pudo comprar con ese dinero se convirtió en una tumba a causa de las enfermedades que se desencadenaron”. 
Esto Santidad, es falso. Daré un paso más, es mentira[22]. Se presenta como una fabulación interesada[23]. Su lectura en un texto papal provoca alipori. ¿Podría SS, por favor, ordenar su retirada?
13ª “Esto me permite repetir dos convicciones en las cuales insisto hasta el cansancio: “todo está conectado…”. 
Cansancio. Se entiende, tanto repetir las cosas sin éxito alguno debe cansar mucho. Al que las dice y, me temo, Santidad, también al que las escucha. Acaso esa sea la razón por la que Infovaticana acaba de publicar una noticia alarmante sobre el cansancio de los fieles, que desertan de la Plaza de San Pedro cada vez más, dejando imágenes desoladoras como ésta que ven al pie. Esas imágenes, por repetidas, preocupan profundamente en el Vaticano. Cansancio, sin duda. Hastío.



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[1] Entre los documentos papales de carácter pastoral, una exhortación (se sitúa por debajo de las cartas encíclicas, de las epístolas encíclicas y de las constituciones apostólicas, pero por encima de las cartas apostólicas, de las bulas y breves y del motu proprio. Está justo a mitad de camino en los distintos niveles posibles de magisterio.

[2] Laudate Deum: Exhortación Apostólica a todas las personas de buena voluntad, sobre la crisis climática (4 de octubre de 2023) | Francisco (vatican.va) Dado en Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán, el 4 de octubre, Fiesta de san Francisco de Asís, del año 2023, décimo primero de mi Pontificado.

[3] O lo hace muy poco: en sus 73 párrafos se menciona a Dios 10 veces. No está mal del todo, aunque si comparamos con las veces que lo hacen las COP o Conferences of the Parties sobre el clima, que aparecen en 12 ocasiones, es extraño.

[4] Entendido como un proceso novedoso provocado por el hombre, que va a repercutir negativamente sobre el clima. No es esa la realidad del concepto, pero así lo ve Francisco, quien se pone en línea con el mainstream progre. No es la primera vez. Con toda humildad le ofrezco mi trabajo, por si lo quiere leer. https://joseramonferrandis.es/guia-para-navegantes-i/

[5] Es decir, católico.

[6] Salvo las inducidas por razones políticas.

[7] Salvo las que tienen lugar por razones políticas o económicas.

[8] Cuya tendencia al alza no sólo no se acelera, sino que recientemente mengua, y eso desde que se mide. Mediados del Siglo XIX.

[9] Parece evidente que no es SS quien ha recabado los datos, redactado el texto, contextualizado el fenómeno y organizado el orden de factores. Pero lo ha firmado, luego es suyo.

[10] Los estatutos fundacionales del IPCC, el Intergovernmental Panel on Climate Change de la ONU, afirman que su función es demostrar que el llamado calentamiento global o cambio climático es responsabilidad única y exclusivamente el ser humano.

[11] Más basura del IPCC. Sus asesores no tienen muchas referencias, ni información, ni formación.

[12] ¿Sabe SS quién afirma eso? El mismísimo IPCC, su principal inspirador.

[13] Reconozca su obsesión con los ricos, Santidad.

[14] National Oceanic and Atmospheric Administration.

[15] Utilizo instituciones de los EE. UU. por su aparente precisión, esperable buen trato de los datos, extensión de los períodos considerados y dimensiones del territorio.


[17] Todos menos Alaska y Hawái.

[18] 2015, 2019, 2021 y 2022.

[19] La cobertura de nieve en el hemisferio Norte no deja de aumentar, como está probado y es accesible a cualquiera que quiera verlo. Unos glaciares crecen, otros se retraen. Y sobre todo, el nivel del mar medido en Nueva York crece aproximadamente al mismo ritmo desde hace más de 150 años (en otros lugares, no crece en absoluto), con recientes flexiones a la baja.

[20] De origen natural, claro.

[21] Hay una vieja distinción latina entre auctoritas y potestas. Bueno, en realidad se trata de una tríada, a la que falta el imperium para ser completa, pero dejemos este último término al margen. La auctoritas está en poder del que conoce, el que es una autoridad en una materia. Potestas se ejerce desde el poder, conozca o no la materia que desarrolla la institución sobre la que ejerce el poder, sobre la que tiene la fuerza de obligar. Esa sí obra en su poder, Santidad.

[22] En la Iglesia Católica es bien sabido que “mentir es decir lo contrario de lo que se piensa, con intención de engañar”. Más precisamente, en el Catecismo (n. 2482) está recogida la definición de san Agustín sobre la mentira: “La mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar” (san Agustín, De mendacio 4, 5).

[23] Hay centenares de cementerios nucleares (muchos de los cuales albergan combustible a reutilizar) en el mundo. No se han dado casos de contaminación mortal salvo en la URSS (Mayak, 1957), hecho que trascendió a pesar de la hermeticidad de la información prevaleciente en la Unión Soviética.


Nacido en Valencia (España) en 1951. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense. Técnico Comercial y Economista del Estado. Salvo posiciones en Madrid, destinado sucesivamente en Ceuta (España), Moscú (URSS), Washington (EE. UU.), Moscú (Rusia) y Riad (Arabia Saudita). Profesor de Análisis Riesgo País, Análisis de tendencias y Mercados internacionales. Analista. Escritor (Globalización y Generación de Riqueza, África es así, Crimen de Estado). Áreas de especialización referidas a su trayectoria. Con el blog espera poder compartir experiencias y divulgar análisis sobre asuntos de interés general, empezando por el clima y terminando por la Geopolítica; sin dejar de lado la situación de España. Lo completará publicando semanalmente la Carta de los martes, que tiene 4 años de existencia.

martes, 17 de octubre de 2023

Laudate Deum o el nuevo dogma climático



Tras quince años estudiando y escribiendo sobre el cambio climático (antes, calentamiento global), he llegado a varias conclusiones. Primero, la ciencia actual no es aún capaz de comprender los entresijos del clima, un sistema multifactorial, no lineal, complejo y caótico, por lo que la demonización del CO2 y las afirmaciones y atribuciones rotundas no son más que propaganda pseudocientífica. Segundo, económicamente estamos ante la mayor estafa la Historia y, políticamente, ante un intento de subvertir el orden político-económico occidental mediante el miedo a unos apocalipsis inventados. Tercero, más allá de esta agenda de poder subyace una ideología anti humanista y ferozmente anticristiana. De ahí mi pesar al leer la exhortación apostólica Laudate Deum del papa Francisco sobre una “crisis climática” completamente inexistente donde se asegura que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11). ¿Qué es este documento magisterial de la Iglesia Católica, a la que pertenezco?

Laudate Deum es un breve texto complementario de la encíclica Laudato Si, publicada en 2015, sobre la que escribí un capítulo en el libro-comentario de la Biblioteca de Autores Cristianos en el que participaron varios cardenales (entre ellos, Müller), obispos y sacerdotes[1]. En aquel capítulo, que titulé La Sombra de Galileo por razones obvias, no oculté mi inquietud por varios aspectos de la encíclica. Pues bien, si Laudato Si me produjo una viva inquietud, la lectura de Laudate Deum me ha causado una gran alarma.

La exhortación prácticamente no habla de Dios: de 73 puntos, sólo se le menciona en siete, y las escasas cinco citas bíblicas parecen introducidas con calzador. De hecho, podría decirse que se trata de una exhortación política más que apostólica, con un lenguaje más próximo a un informe de la ONU que a un documento magisterial de la Iglesia. Asimismo, de las 44 citas a pie de página, 27 corresponden al papa Francisco citándose a sí mismo y 9 a fuentes científicas, casi todas de la agencia climática de la ONU (IPCC). De hecho, más allá de una referencia a un discurso de Pablo VI sacado de contexto, no hay citas de Magisterio precedente.

Finalmente, se trata de un texto repleto de discutibles detalles técnicos que toma partido en controversias científicas, repite de forma acrítica los eslóganes y letanías catastrofistas de los profetas de calamidades y puede generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. Por ello, como hijo de la Iglesia, con lealtad filial y, por eso precisamente, con obediencia a la verdad, me siento obligado a realizar una serie de consideraciones.

Cuestionables afirmaciones científicas

Laudato Si afirmaba que “sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva” (LS 61) ni “definir las cuestiones científicas” (LS 188). En efecto, la Revelación divina “no implica en sí misma una teoría científica particular, [puesto que] la asistencia del Espíritu Santo en ningún caso se presta a garantizar explicaciones relativas a la constitución física de la realidad”[2] . Por eso, “la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas”[3]. Entonces, ¿cómo puede afirmar categóricamente Laudate Deum que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11)?

En efecto, la primera parte de la exhortación (n.1-19) realiza un elevado número de rotundas afirmaciones asumiendo un grado de certeza que no tienen ni los propios científicos. Por ejemplo, cuando dice que “sabemos” que cada vez que aumente la temperatura en 0,5°C aumentarán ciertos fenómenos extremos (n.5), da categoría de certeza a meras predicciones de modelos de ordenador que tienen un pobre historial de predicción y no están soportadas por la evidencia empírica.

Además, la exhortación se basa casi únicamente en el IPCC de la ONU, “una de las mayores fuentes de desinformación” de la “pseudociencia” del cambio climático, en palabras del Premio Nobel de Física del 2022, John Clauser[4]. Como he explicado en otros lugares, esta institución es uno de los principales símbolos de la corrupción de la ciencia, dominada por una agenda de poder globalista que tanto Laudato Si como su continuación parecen ignorar.
Laudate Deum trata de la “crisis climática” dando por sentado que tal cosa existe. Sin embargo, más de 1.800 científicos (entre ellos dos premios Nobel de Física) se han unido a la Declaración del Clima Mundial, que niega la existencia de ninguna emergencia climática y denuncia la evidente injerencia de la política en la ciencia del clima[5] a la vez que reconoce las enormes limitaciones de los imprecisos modelos de predicción en los que se basan las predicciones climáticas, en abierto contraste con la credulidad de Laudate Deum.
Por otro lado, al contrastar una “abrumadora mayoría” de científicos con el “ínfimo porcentaje de ellos que intenta negar esta evidencia” (¿desde cuándo la ciencia o la verdad se decide por mayoría?) la exhortación toma partido despreciando a los que cuestionan “la evidencia” (n.13). Idéntica actitud adoptó la Academia Pontificia de Ciencias cuando se negó a escuchar a la multitud de científicos escépticos antes de Laudato Si[6] a pesar de que la propia encíclica defendía que “la Iglesia debe escuchar y promover un debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones” (LS 61). No lo ha hecho. Claro está, la propia Laudato Si se contradecía al acusar de actitudes obstruccionistas a los que “niegan el problema” (LS 14).

Laudate Deum utiliza asimismo un lenguaje alarmista y sensacionalista extraño al rigor y serenidad al que nos tiene acostumbrado el Magisterio. Así, afirma que el mundo “se va desmoronando y quizá acercándose a un punto de quiebre” (n.2) y que “la posibilidad de llegar a un punto crítico es real (…). De allí no se regresa” (n.17). Sin embargo, incluso científicos alejados de toda sospecha reconocen que este supuesto punto de no retorno (tipping point) es especulativo o no existe[7]. En realidad, se trata de un arma propagandística destinada a generar un sentimiento de urgencia en la toma de medidas políticas. De hecho, dicho punto “de no retorno” se va retrasando conforme las fechas pasan y el apocalipsis no llega.

La exhortación afirma que “los signos de cambio climático están ahí” y que “nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos” (n. 5). Sin embargo, no podemos notar los signos de un cambio climático, que sigue escalas de tiempo de siglos o milenios, por lo que es inentendible que afirme que “basta una sola generación” (n.6) para constatar dichos cambios o considere “períodos largos” a “décadas” (n.8).

Así, Laudate Deum defiende que el aumento del nivel del mar “puede ser fácilmente percibido por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares” (n.6). En realidad, desde el mínimo de la última glaciación hace 20.000 años, el nivel de los mares ha aumentado cerca de 120 metros, pero en las últimas décadas aumenta entre 1-2 mm por año (según los mareógrafos) y unos 3mm al año (según los satélites)[8]. En cualquier caso, el propio IPCC estima un rango inferior de crecimiento de 10 cm de aquí al 2050 y un aumento “más incierto” para después[9], cifras irrisorias que no llevarán a nadie a trasladar sus hogares “en los próximos años”. Baste recordar que la primera predicción de que los mares iban a cubrir las Islas Maldivas data de 1988 y daba un plazo de 30 años para su desaparición bajo las aguas[10]. El plazo se cumplió; la predicción, no. Quizá por ello los grandes promotores de la ideología del cambio climático (Obama, etc.) han adquirido mansiones al borde mismo del mar.

En segundo lugar, tampoco han aumentado sensiblemente los fenómenos extremos. En su Quinto Informe (AR5) el propio IPCC reconocía que “no hay una tendencia significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo (…), ni evidencia respecto al signo de la tendencia de las inundaciones a nivel global (…), ni suficiente evidencia respecto a la tendencia observada en sequías a nivel global desde mediados del s. XX”[11]. Las series históricas avalan estas afirmaciones[12]. En su último informe (AR6), el IPCC ha intentado acentuar su alarmismo, pero sigue manteniendo, por ejemplo, su “baja confianza” en la atribución de sequías a la acción humana en la inmensa mayoría de las regiones del globo citando estudios que “muestran su desacuerdo con la atribución antrópica” de las mismas[13], al contrario de lo que hace Laudate Deum repetidas veces.

Esta exhortación menciona el típico alarmismo del “derretimiento de los polos” (n.16) aludiendo a un posible escenario de “total” derretimiento del hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida (n.5), aunque el propio párrafo del IPCC que cita Laudate Deum otorga a este escenario una “evidencia limitada” (el grado más bajo de evidencia), dato que la exhortación omite. En realidad, el hielo de Groenlandia (10% del total del planeta) es hoy superior a la media histórica[14] y parece que su ligera disminución en la década anterior se habría debido a causas naturales[15]. El hielo continental de la Antártida, reservorio del 90% del hielo del planeta, se mantiene bastante estable[16] al igual que el hielo flotante que rodea el continente antártico[17], que, tras su máximo de los últimos 40 años alcanzado en 2014, es hoy similar al que había en 1966[18]. La NASA estima que, como mucho, la Antártida está perdiendo un 0,0005% de hielo cada año[19] con lo que tardaría unos 200.000 años en derretirse, aunque con una temperatura media de -57°C y sin haber sufrido calentamiento alguno en los últimos 70 años[20] dudo que tengamos que preocuparnos. Finalmente, el hielo del Ártico supone menos de una milésima parte del hielo del planeta y además flota, por lo que su derretimiento no afectaría al nivel de los mares (principio de Arquímedes), mientras los glaciares, mencionados dos veces en esta exhortación, sólo suponen cuatro milésimas del hielo del planeta.

La exigencia de rigor del Magisterio

El rigor exigible a un documento magisterial no resulta compatible con afirmaciones imprecisas y carentes de toda evidencia factual. Es el caso de Laudate Deum cuando defiende que “millones de personas pierden su empleo debido al cambio climático” y que “el aumento del nivel del mar, las sequías y muchos otros fenómenos han dejado a mucha gente a la deriva” (n.10). En sentido opuesto, y sin aportar ningún dato, el documento defiende que la transición hacia formas renovables de energía es capaz de generar “innumerables puestos de trabajo”. Más bien ocurrirá lo contrario, pues las energías renovables son ineficientes, caras e intermitentes y encarecen enormemente la factura eléctrica al exigir una duplicación del sistema de generación con fuentes térmicas tradicionales para suplir las horas del día en que no sopla el viento y no luce el sol.

Aunque no deje de causar perplejidad la naturaleza político-científica de Laudate Deum, la misma forma atropellada de dar datos apunta a que este documento se ha realizado con precipitación y sin las debidas correcciones, probablemente por querer adelantarse a la próxima cumbre climática (COP 28) en noviembre. No sería la primera vez, pues el momento elegido para publicar Laudato Si fue pocos meses antes de la Cumbre del Clima de París.

Por ejemplo, Laudate Deum afirma que “la concentración de gases invernadero (…) se mantuvo estable hasta el s. XIX, por debajo de las 300 ppm” (n.11). No se trata de los gases invernadero en general, sino sólo del CO2 (el mayor gas de efecto invernadero, con gran diferencia, es el vapor de agua). En cuanto a su estabilidad, en los últimos 800.000 años y hasta 1960 osciló aproximadamente entre 180 y 300 ppm. Hoy es de alrededor de 400 ppm o sólo el 0,04% de la atmósfera (por eso se denomina gas residual), pero hace 500 millones de años se estima que era hasta 20 veces superior al nivel de hoy[21]. Otro ejemplo es que, tras afirmar que el calentamiento en el último medio siglo ha sido de 0,15 grados centígrados por década (¿cómo van a notarse lo cambios en una generación?), dice que “a este ritmo” en posible que en diez años suba 0,4 grados centígrados más (n.12). Asimismo, la afirmación de que las erupciones volcánicas suelen provocar calentamiento (n.14) resulta chocante, pues suelen provocar un enfriamiento de la atmósfera,[22] como lo es la acientífica alusión a “poblaciones arrasadas por maremotos” también causados, según Laudate Deum, por el calentamiento global y no por el movimiento de placas tectónicas (n.7).

Finalmente, la exhortación también alerta sobre “la deforestación en las selvas tropicales” (n.17) a pesar de que los datos desmienten todo alarmismo. La masa forestal del planeta parece haber aumentado en los últimos 40 años[23] en parte gracias al aumento de CO2, alimento por antonomasia de plantas y árboles, fuente de vida en el planeta que, lamentablemente, Laudate Deum (como hiciera Laudato Si) tilda de contaminante (n.9). El CO2, ¿contaminante? Esto es, en palabras de un científico, “un abuso del lenguaje, de la lógica y de la ciencia”.[24] En cuanto a los bosques “tropicales”, la deforestación es inferior al 0,5% anual[25] y en parte se debe al loable objetivo de abrir espacios para la agricultura.

El paradigma tecnocrático y la política en Laudate Deum

Tras los primeros 19 puntos realizando alarmistas afirmaciones que se limitan a hacer eco de la agenda climática de la ONU, la mayor parte de Laudate Deum (n.20–60) habla de política en dos partes diferentes.

La primera (n.20–33) menciona lo que la exhortación, en línea con Laudato Si, denomina “paradigma tecnocrático”, y previene acertadamente del peligro de un ser humano convertido en dios y ensoberbecido por su poder. Esta necesaria llamada de atención, sin embargo, queda eclipsada por su dificultad para comprender que precisamente el mayor exponente del paradigma tecnocrático lo tenemos en el IPCC de la ONU, en la Agenda 2030 y en las ateas élites globalistas de Davos. Cabe preguntarse a quién se refiere la exhortación cuando habla de “grandes poderes económicos” o de las “élites del poder”, si no son ésas.

En este sentido, creo que debería ser objeto de reflexión el paralelismo de ciertas posturas con la de personajes como Alexander King, fundador del Club de Roma y gran antinatalista del s. XX, cuando escribía que “el enemigo común de la humanidad es el hombre”, añadiendo: “Al buscar un nuevo enemigo que nos una hemos encontrado que la idea de la amenaza del calentamiento global (…) encajaría perfectamente” [26]. Lo mismo podría decirse de Maurice Strong, millonario canadiense y secretario general de la Conferencia de la ONU para el Medioambiente y Desarrollo en 1991, cuando afirmaba que “los actuales estilos de vida y los modelos de consumo de la clase media – incluyendo el elevado consumo de carne, el uso de combustibles fósiles, etc. – no son sostenibles”. Según James Dellingpole, lo que más interesaba a Strong era “la idea de un gobierno mundial dirigido por una élite autonombrada”, y muy pronto detectó que la mejor manera de lograrlo era “manipulando y explotando la preocupación internacional sobre el medio ambiente” [27]. Los intereses económicos de la agenda verde nunca se mencionan, al contrario que los de la industria de combustibles fósiles. Sin embargo, sólo en los primeros seis meses de 2023 se han superado los 360.000 millones de dólares en inversiones en energías renovables que dependen del mantenimiento del alarmismo climático.

La segunda parte (n. 34-60) se subdivide a su vez en tres epígrafes: unas reflexiones sobre política internacional, una somera historia de las cumbres del clima y unas propuestas para la cumbre del clima COP 28 que se celebrará dentro de un mes en Dubai y que, como hemos comentado, parece ser el motivo principal de esta exhortación. En este largo apartado, perteneciente al ámbito de la política y extraño al contenido de un documento magisterial, destacan tres puntos controvertidos. El primero es la sorprendente justificación de los grupos ecologistas “radicalizados” (n.58). El segundo es la insistencia en la creación de “organizaciones mundiales más eficaces (…) dotadas de autoridad real” (n. 35), lo que supondría la génesis de un gobierno mundial no muy distinto del promovido por las “élites del poder” de la ONU y Davos. El tercero es la propuesta de que la cumbre del clima COP28 “sea histórica” con “formas vinculantes de transición energética que sean eficientes, obligatorias y se puedan monitorear”, de modo que el proceso que se inicie sea “drástico e intenso” (n. 59). Primero, las energías renovables jamás podrán ser eficientes, por las leyes inexorables de la Física. Segundo, su obligatoriedad y su recomendado carácter drástico garantizan una pérdida de libertad y un desastre económico posiblemente sin precedentes.

El inquietante trasfondo antropológico

El brevísimo contenido espiritual de Laudate Deum ocupa sólo 5 puntos de los 73 de la exhortación (n.61-65) y se limita fundamentalmente a extensas citas de Laudato Si con escaso texto nuevo, lo que refuerza la teoría de una exhortación escrita a toda prisa. Finalmente, los últimos puntos (66-73) son una breve mención a diversas cuestiones unida a una llamada a la cooperación internacional.

Lo más preocupante de Laudate Deum es que subyace una opinión negativa del ser humano, algo que aplaude el ecologismo radical. Por ejemplo, Leonardo Boff, sacerdote secularizado que defiende la “eco-teología de la liberación”, denomina la especie humana “un parásito, un cáncer de la Tierra”, acusando a las religiones “abrahámicas” de ser “las más violentas” hacia la “Madre Tierra”[28]. Pues bien, si Laudato Si denunciaba “los constantes desastres que el ser humano ocasiona” (LS 34), Laudate Deum va más allá al describir a los seres humanos como “seres altamente peligrosos” (n.28).

Pero el hombre no es una criatura más, sino la “única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo” (GS 24), por lo que resulta desconcertante que la exhortación pueda generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. “Las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de camino para convertirse en nuestras víctimas” (n. 15). En efecto, a algunas nos las comemos, como ellas se comen entre sí, y a otras las evitamos, como ellas se evitan entre sí, pero cuesta comprender que sean “compañeros de camino” del hombre hacia la vida eterna. La misma tónica tiene la afirmación sobre la “estrecha relación de la vida humana con la de otros seres vivientes” que, según Laudate Deum, ha constatado la pandemia (n.19).

Más preocupante es su afirmación de que “la cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano (…), pero hoy nos vemos obligados a reconocer que sólo es posible sostener un antropocentrismo situado” (n.67). ¿Cosmovisión o Revelación? Y ese “pero hoy”, ¿qué significa exactamente? Finalmente, al afirmar que “Dios nos ha unido a todas sus criaturas” y que todo el mundo es una “zona de contacto” (n.66), cita un libro de Donna Haraway, autora que en esas mismas páginas se burla del Génesis, habla sin respeto de Dios y critica la “excepcionalidad humana” propuesta por el “monoteísmo judío y cristiano”[29].

Laudate Deum no contribuirá precisamente al prestigio del Magisterio de la Iglesia. Plagada de desiderata de carácter político y cuestionables afirmaciones científicas, defiende a las mismas “elites de poder” que denuncia y convierte a la Santa Sede en mero portavoz y propagandista de los intereses políticos de la ONU. Asimismo, en un mundo carente de Dios y saturado de propaganda climática, esta exhortación apenas habla de Dios y no para de repetir consignas climáticas. Entonces, ¿qué palabra da la Iglesia distinta a la del mundo? Aunque esto sea desafortunado, lo más preocupante es que plantea una opinión negativa del hombre y una falta de claridad sobre su papel superior en la Creación. Tampoco hay una sola referencia a la confianza en la Divina Providencia, o a Dios como Señor de la Historia, ni ofrece una luz de esperanza a un mundo cada vez más cubierto por las tinieblas.

Rezo para que la Iglesia descubra que detrás del resplandeciente y seductor manto de bondad con que se viste la desesperanzadora ideología ecologista climática se oculta una gran mentira, base de esa religión global que las élites del poder quieren introducir como un caballo de Troya en la Iglesia Católica[30].


[1] Loado Seas, mi Señor, BAC 2015, cap. XIII.
[2] San Juan Pablo II, Discurso con Ocasión del 350 Aniversario de la Publicación de Galileo, 9 mayo 1983.
[3] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (68)
[10] Threat to Islands, Canberra Times, Monday 26th September 1988
[11] IPCC Assessment Report 5, WG 1, Chapter 2.6, p. 214-220.
[13] IPCC Assessment Report 6, WG 1, Chapter 11.6.4
[24] R. M. Carter, Climate: the Counter Consensus, Stacey International 2010.
[26] Alexander King, The First Global Revolution, Club of Rome Report, 1993.
[27] James Dellingpole, Watermelons, 2011
[28] Citado en Juan Carlos Sanahuja, Poder global y Religión Universal, 2016
[29] Donna J. Haraway, When Species Meet, 2008, p. 205-249.