BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



Mostrando entradas con la etiqueta cardenal Farrell. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cardenal Farrell. Mostrar todas las entradas

sábado, 12 de enero de 2019

Cae en picado la confianza en el clero en Estados Unidos (Carlos Esteban)



En el último año, la confianza en el clero se ha desplomado en Estados Unidos, según datos del gigante de la demoscopia Gallup. Solo el 31% de los católicos estadounidenses puntúan como “altos” o “muy altos” los estándares morales o la honestidad de sacerdotes y prelados.

Parece un caso de justicia poética que la encuesta Gallup sobre confianza en el clero en el último año se hiciera pública solo un día después de saberse que el cardenal Donald Wuerl, administrador apostólico y ex arzobispo de Washington, mintió cuando dijo no haber oído nada sobre la conducta de su predecesor, el notorio pederasta Theodore McCarrick. Y es que la confianza de los católicos norteamericanos en el clero cayó 18 puntos en 2018 con respecto al año anterior. En comparación, la opinión de los protestantes sobre el mismo asunto se mantuvo prácticamente estable, con una caída en la confianza de solo un punto porcentual.

Ya antes las encuestas habían detectado una pérdida de confianza entre los fieles hacia la propia Iglesia. Un estudio demoscópico llevado a cabo el pasado verano registró un descenso en la confianza de los católicos en la Iglesia del 52% en junio de 2017 al 44% el mismo mes del año pasado.

Es evidente que los sucesos de este verano pasado han deteriorado masivamente la confianza puesta por los feligreses en un clero que se ha revelado plagado de casos de pederastia y de encubrimientos de los mismos por parte de los prelados. La última noticia, que dábamos ayer mismo, de que el cardenal Donald Wuerl conocía, pese haber afirmado repetidamente lo contrario, los desmanes homosexuales del ex cardenal McCarrick no puede por menos que minar aún más esta ya maltrecha relación entre los fieles y su clero.

La reunión episcopal de excepción que tendrá lugar el próximo mes en Roma pretende, en parte, remendar esa confianza perdida, pero no va a ser fácil. No sólo el mal está demasiado avanzado como para que pueda darse una cura rápida y eficaz en el corto plazo, sino que sucesos posteriores a su convocatoria, como el caso del obispo Zanchetta, llevan a sospechar que no existe una verdadera voluntad de hacer más transparente a la Iglesia y aplicar una verdadera política de ‘tolerancia cero’, sino la ‘salvar la cara’ frente a la opinión pública.

En ningún momento fueron demasiado creíbles las vehementes negaciones de Wuerl, que aparece citado 68 veces en el demoledor informe del jurado de Pensilvania hecho público este verano como encubridor en su etapa de obispo de Pittsburgh, sino que como sucesor y amigo de McCarrick difícilmente podía ignorar lo que era un secreto a voces entre sacerdotes, seminaristas y aun periodistas especializados durante décadas.

Esta dificultad para creer la ignorancia de Wuerl -que se ha demostrado falsa- se aplica también a otros obispos que fueron elegidos para el episcopado por influencia de McCarrick, a menudo ignorando el proceso de selección habitual de nominados, como Blaise Cupich, Arzobispo de Chicago, Joseph Tobin, arzobispo de Newark, y quien fuera auxiliar y convivente durante años del prelado pederasta, Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

De hecho, una de las razones para desconfiar de los resultados de la próxima reunión episcopal es el hecho de que Su Santidad haya elegido precisamente a Cupich para organizarla y coordinarla. Cupich reconoció recientemente que llegaron a su conocimiento casos de abusos entre sus sacerdotes que no denunció, y durante el estallido de la crisis Viganò hizo cuanto pudo por quitar hierro a la cuestión de los abusos, asegurando públicamente que el Papa tenía una agenda más amplia de que ocuparse, con temas urgentes como el medio ambiente.

Por lo demás, ninguno de los prelados que se reunirán en febrero en Roma ha sido capaz de señalar con el dedo el hecho más obvio y destacado de estos casos de abuso, a saber, que en su abrumadora mayoría -más del 80%- implican a sacerdotes homosexuales

Esta negativa a encarar lo evidente y ampararse en motivaciones vagas como el ‘clericalismo’, de tan difícil concreción, hace temer lo peor, un resultado que confirme en su desconfianza a esos católicos americanos que ya la han perdido.
Carlos Esteban

martes, 27 de noviembre de 2018

¿Trata Roma de evitar por todos los medios enfrentarse a la infiltración LGBT en el clero? (Carlos Esteban)



Desde el estallido de la crisis de abusos clericales este verano, todos los pasos dados por Roma, incluidos los silencios y la inacción, son inexplicables a menos que su objetivo sea evitar a toda costa enfrentarse al alarmante problema de la infiltración homosexualista en el clero católico.

El nombramiento del cardenal Blaise Cupich, arzobispo de Chicago, como uno de los cuatro organizadores del encuentro de febrero dedicado a tomar medidas contra el encubrimiento de abusos clericales es ya un indicio enormemente llamativo.

¿Por qué Cupich? ¿Por qué no el cardenal DiNardo, presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos? En principio, es difícil pensar en un prelado menos adecuado para hacer frente a la crisis de abusos.

Esta crisis, recordemos, estalla a principios de verano con la noticia de que se ha admitido como ‘verosímil’ una acusación de abusos sexuales a un menor por parte del antaño todopoderoso cardenal Theodore McCarrick, aún arzobispo emérito de Washington. Y Cupich -al igual que Kevin Farrell en Dallas y Joseph Tobin en Newark- es inesperadamente elevado al arzobispado de Chicago, la tercera diócesis más importante del país, por consejo del propio McCarrick. Cupich no tenía demasiadas posibilidades, y ni siquiera aparecía en la terna presentada por la diócesis de Chicago a la Congregación de los Obispos; ni siquiera estaba entre los diez primeros de la ‘short list’ de candidatos a presidir la sede.

Y si elegir para hacer frente a una crisis iniciada -cronológicamente en la opinión pública, al menos- por el ex cardenal McCarrick a un prelado promocionado por el propio McCarrick puede parecer ya suficientemente desconcertante, por decir poco, su actitud, desde entonces, lo hace aún más difícil de entender.

Una vez más, al igual que Tobin y Farrell, Cupich ha sido extraordinariamente permisivo, por decirlo suave, con los sacerdotes homosexualistas de su archidiócesis

- Ha declarado públicamente en una entrevista que es partidario de dar la comunión a homosexuales ‘casados’ según el ‘matrimonio paritario’ impuesto por el Tribunal Supremo durante la Administración Obama. 
- Ha negado que la homosexualidad tenga nada que ver con la crisis de abusos, a pesar de los datos flagrantes de que más del ochenta por ciento de los casos denunciados tienen a un varón por víctima.
- Ha disculpado la pasividad de la Curia alegando que el Papa Francisco tiene una “agenda más amplia”, en la que citó no la evangelización o la salvación de las almas, sino el medio ambiente y la inmigración. 
- Ha tratado de enviar a un centro psiquiátrico a un párroco que permitió que sus feligreses quemaran una bandera arcoiris hallada por el sacerdote en su iglesia, testimonio de la misa progay de su inauguración.
- En la pasada asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos fue el único obispo que se apresuró a defender y elogiar la decisión vaticana de vetar la aprobación de medidas contra los abusos.
- Y, por si vale de algo, aparece mencionado expresamente en el Testimonio Viganò como uno de los prelados que está haciendo avanzar la agenda homosexualista en la iglesia americana.

En definitiva, si hay un hombre en la Iglesia que va a asegurarse en Roma el próximo mes de febrero que no se mente siquiera la homosexualidad del clero en relación con los abusos, ese es el cardenal Blaise Cupich

Pero, con ser una ‘pistola humeante’ bastante clara del interés vaticano por eludir la citada relación, no es en absoluto la única que apunta en esta dirección:
- Podríamos empezar con el propio veto a las medidas que iban a aplicar los obispos americanos, que incluía un panel de laicos dedicado a investigar acusaciones contra obispos y que se justificaba con el pretexto de que era mejor esperar a que en febrero se aprobaran medidas aplicables a toda la Iglesia. Eso no impidió ni a la Conferencia Episcopal Italiana ni a su homóloga francesa aprobar sus propios mecanismos ‘ad hoc’ con el placet de Roma, por no hablar de que, como expresó a un periodista el cardenal DiNardo, dice muy poco del súbito amor por la sinodalidad y la colegialidad de que hace gala Roma en estos días.
Pero las evidencias se acumulan y, lo que es peor, no aparece ninguna en sentido contrario. 

- Está el celebérrimo “¿Quién soy yo para juzgar?” del Papa en una rueda de prensa en el aire, que fue interpretado por los grupos LGBT de todo el mundo como un acercamiento evidente de Roma a sus tesis. 

- Y las palabras nunca desmentidas del Papa a Juan Cruz, víctima chilena de abusos, a quien aseguró que Dios le había hecho gay y así le quería. 

- Y el extraordinario favor mostrado a Monseñor Ricca, sujeto de escándalos homosexuales, a quien puso al frente de las finanzas de la Iglesia.

- También, aunque se rechace de plano la acusación de Viganò según la cual Francisco ‘levantó’ la sanción no formal que Benedicto XVI había impuesto a McCarrick, se desprende incluso de los desmentidos del cardenal Ouellet y otros que Roma conocía perfectamente las andanzas homosexuales del ex cardenal, y Francisco le sacó del ostracismo para confiarle delicadas misiones diplomáticas en Armenia, Arabia y China.

- Y, sobre todo, la propia interpretación que ha expresado y sostenido el Papa desde su primera reacción a los escándalos en Estados Unidos, su carta al pueblo de Dios, no solo no menciona en ningún momento la homosexualidad evidente de los autores de los abusos, sino que nombra un claro y único culpable, el ‘clericalismo’, un fantasma de vaga definición que, de tener alguna, debería ilustrarse con la negativa tajante a que los laicos puedan investigar a obispos.

- Cuando, acabando el verano y los medios católicos ardiendo con los escándalos, Roma dejó la solución para el próximo año, la noticia sonó a cruel sarcasmo, como si no hubiese la menor prisa para atajar este mal. Pero el nombramiento de Cupich confirma todo este tren de evidencias apuntando en la misma dirección y hacen casi imposible esperar que de la reunión de febrero vaya a salir otra cosa que la enésima maniobra de ofuscación para esquivar lo obvio. 
Carlos Esteban

domingo, 9 de septiembre de 2018

El Cardenal Farrell está mintiendo sobre su biografía




La página web ChurchMilitant.com afirma el 9 de setiembre en Twitter que el cardenal de la curia Kevin Farrell “está mintiendo”.

Farrell dijo el 5 de setiembre en LaStampa.it que durante sus años en los Legionarios de Cristo él “no ocupó ningún cargo con autoridad” y nunca tampoco escuchó nada negativo sobre el fundador de esa congregación, el padre Marcial Maciel, quien fue acusado de abusos sexuales.

En realidad, Farrell fue Administrador general en los Legionarios de Cristo, el que, según ChurchMilitant.com, era un puesto de gran autoridad en un alto nivel, con autoridad para supervisor los seminarios y las escuelas que la congregación tiene en varios países.

———

En Secretum Meum Mihi se reproduce dicha entrevista realizada en Vatican Insider por Andrea Tornielli