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sábado, 26 de abril de 2025

Los desafíos del próximo Papa: Restaurar la fidelidad doctrinal, la unidad eclesial y el respeto al derecho canónico



Es aún pronto para hacer balances y análisis sobre lo que ha supuesto para la Iglesia y todos los católicos estos doce años de pontificado de Francisco. De nada sirve lamentarse en estos momentos por sus errores (como todos los tenemos). Toca pasar página y mirar ya al futuro.

La Iglesia católica, aquella verdaderamente fundada por Jesucristo sobre Pedro, su roca firme, vive tiempos convulsos y es momento de no perder la esperanza. Hay quienes sumidos en el pesimismo más absoluto ya sacan a pasear el popular refranero alertando de que «otro vendrá que bueno le hará», pero toca confiar en que dentro de unos días en la Capilla Sixtina también entre esa ola de sentido común que está empezando a resplandecer en algunos países de Occidente.

No en vano, el futuro Papa tiene por delante una ardua tarea. Son múltiples los temas que deberá abordar el 267º Papa de la Iglesia católica. Y no, la sinodalidad, la conversión ecológica o el fomento de la inmigración masiva no son prioridades. Tras el fallecimiento del Papa Francisco, la Iglesia Católica se encuentra en un momento de reflexión profunda. El próximo Pontífice enfrentará la tarea de abordar diversas cuestiones que han generado debate y división en los últimos años.​

Volver a respetar el Derecho Canónico

Uno de los retos más urgentes que deberá abordar el futuro Papa es la restauración del respeto y la aplicación coherente del Derecho Canónico, la ley fundamental que rige la vida interna de la Iglesia. Durante el pontificado de Francisco, numerosos canonistas y observadores vaticanos han expresado preocupación por lo que consideran una administración personalista y, en ciertos casos, contraria al espíritu del orden jurídico eclesial. Casos concretos y ampliamente discutidos, como el famoso ‘Caso Gaztelueta’, han puesto sobre la mesa la inquietante percepción de que el Papa ha intervenido en procesos judiciales sin el debido respeto a las instancias establecidas por la ley canónica.​

En el caso Gaztelueta, por ejemplo, se señala que el Papa intervino directamente en una causa que ya había pasado por las instancias judiciales eclesiales pertinentes, desautorizando de facto la sentencia y ordenando una revisión en términos que, para muchos, comprometían la imparcialidad del sistema judicial interno. Este tipo de actuaciones han sido vistas por numerosos juristas católicos como una señal de deterioro institucional, donde la figura del Papa se impone por encima de los procedimientos establecidos, rompiendo con siglos de tradición legal en la Iglesia.​ Principios elementales del derecho fueron pisoteados y despreciados por el Pontífice y su delegado para este caso, el obispo José Antonio Satué, tal y como han demostrado numerosos juristas. El último en denunciarlo fue el expresidente del Foro de la Familia Benigno Blanco en un certero artículo publicado en ABC.

Del mismo modo, ha sido motivo de escándalo el modo en que el Papa Francisco ha removido a varios obispos sin que mediaran procesos claros o públicos. Si bien el Papa tiene autoridad para remover prelados, el modo en que se han llevado a cabo algunas de estas destituciones ha generado un ambiente de inseguridad jurídica y desconfianza. Pastores con años de servicio han sido apartados sin explicación oficial, y en algunos casos, sin haber cometido delitos ni errores doctrinales manifiestos. Esto ha dado pie a acusaciones de arbitrariedad y a un malestar creciente entre los miembros del episcopado, que temen ser cesados no por razones objetivas, sino por motivos ideológicos o personales.​ Muchos han guardado silencio por miedo a perder la poltrona.

Paradójicamente, todo esto ha ocurrido en un pontificado que ha hecho bandera de la sinodalidad, es decir, de un estilo de gobierno basado en la escucha, la participación y la colegialidad. Sin embargo, en Roma ha sido común en estos años escuchar que, más allá de la retórica, la forma real de gobernar del Papa Francisco ha tenido tintes más propios de un régimen absolutista. El hecho de que el Papa sea, en efecto, un monarca absoluto en términos canónicos, no debe ser excusa para ejercer ese poder de forma despótica. El papado no es una monarquía oriental ni una dictadura: es el servicio más alto en la Iglesia, que debe reflejar en su forma y fondo la figura de Cristo, el Buen Pastor.​

Es por ello que se vuelve imperioso recuperar un gobierno eclesial que no solo proclame la justicia, sino que la practique conforme a los procedimientos establecidos. Que el sucesor de Pedro sea verdaderamente ipse Christus, el que sirve, guía y santifica, no quien gobierna como un pequeño dictador de república bananera. En definitiva, el próximo Papa tendrá que recuperar la dignidad del Derecho Canónico, no como un obstáculo a la misericordia, sino como el cauce justo, prudente y transparente que garantiza la verdadera caridad y el orden en la Iglesia.​

Reafirmar la ortodoxia doctrinal

Durante el pontificado de Francisco, documentos como Amoris Laetitia y Fiducia Supplicans han generado debates sobre la interpretación de la doctrina católica, especialmente en lo referente a la comunión de divorciados vueltos a casar y la bendición de parejas en situaciones irregulares. Estas situaciones han provocado confusión entre los fieles y han resaltado la necesidad de una enseñanza clara y coherente con la tradición de la Iglesia.​

El próximo Papa deberá proporcionar claridad doctrinal en estos temas, reafirmando la enseñanza tradicional de la Iglesia y ofreciendo una pastoral que combine la verdad con la caridad.​ Inexplicablemente, son muchos los perseguidos que visten sotana o alzacuellos y defienden postulados tradicionales. En cambio, aquellos clérigos acostumbrados a vestir de vaqueros y camisas de cuadros y que predican una teología contraria a la fe católica o en el límite, han gozado de total impunidad. Es evidente que en este pontificado ha existido una doble vara de medir. Hay quienes han logrado salir de rositas como Zanchetta o Rupnik. En cambio, otros con menor o ninguna culpa han sido guillotinados por la maquinaria vaticana dependiendo de si gozaba de la simpatía o no del Pontífice.

Promover la unidad en la verdad frente a la polarización

El obispo Joseph Strickland describió el pontificado de Francisco como uno de los más polarizantes de la historia de la Iglesia, señalando que se ha dado cabida a opiniones alejadas de la fe y la moral católica. La promoción de la sinodalidad, aunque con la intención de escuchar a todos, ha sido interpretada por algunos como una apertura a doctrinas y estilos de vida contrarios a la enseñanza tradicional.​

El famoso «todos, todos, todos» supuso un punto de inflexión para colar pensamientos, teorías, doctrinas y estilos de vida pecaminosos. Ya no se habla de conversión o de vida de fe profunda y espiritual. Se ha dado rienda suelta al libre albedrío para dar cabida a la diversidad con la idea de fondo de que nadie se aleje, pero la realidad es que sería una falsa compasión hacia aquellos que tienen derecho a que se les diga la verdad, la cual no está en contraposición a la unidad que ha de estar siempre fundamentada en la verdad. Todo lo demás es humo.

El próximo Papa deberá trabajar para restaurar la unidad en la verdad, asegurando que la diversidad de opiniones no comprometa la integridad doctrinal de la Iglesia.​
Recentrar la misión espiritual de la Iglesia

Durante el pontificado de Francisco, la Iglesia ha enfatizado temas sociales como la inmigración, la conversación ecología, el cambio climática y la pobreza. Estos asuntos, han copado gran protagonismo en las intervenciones y discursos del Papa Francisco en detrimento de cuestiones fundamentales de las que se espera que hable un Papa.

No son pocos los fieles que se han sentido en cierta medida huérfanos estos años de un verdadero padre que les confirme en su fe. También conocemos casos de unos cuantos católicos que han tenido que dejar de leer los escritos de Francisco para poder mantener una fe fuerte y no sentirse decepcionados por quien debería habernos llenado de Dios en estos años.

El próximo Pontífice deberá recuperar y recordar la misión esencial que tiene la Iglesia: la salvación de las almas, la promoción de la vida sacramental y la profundización en la oración y la espiritualidad.​
Aclarar cuestiones doctrinales polémicas

Sea quien sea el sucesor de Francisco, tendrá que cortar con los temas polémicos: el próximo Papa debe recordar que el sacerdocio es algo reservado para el hombre tal y como zanjó san Juan Pablo II y que algunos pretenden volver a «estudiar» aprovechando el problemático Sínodo. Que no habrá ni siquiera diaconado femenino. Derogar Fiducia supplicans y recordar que la Iglesia no puede aprobar ni bendecir el pecado. Insistir en la acogida con caridad pastoral a las personas con tendencia homosexual que quieran vivir acordes a la enseñanza de la Iglesia.

Apostar por la riqueza valiosa que supone el celibato sacerdotal. Dejar de perseguir a movimientos e instituciones que hacen bien a la Iglesia y empezar a cortarles las alas aquellos que están infectando la Iglesia con sus tesis heréticas. Que la Iglesia no es una moneda de dos duros que deba contentar a todo el mundo.

El nuevo Papa tendrá trabajo y sí, deberá ser continuista pero con la fe y doctrina que nos dejó Cristo en el Evangelio y no estar a merced de las modas y cambios que reclama la secularizada sociedad actual.

El triunfo actual del padre de la mentira



Homilía del 24 de mayo de 2009
Jn 15: 26-27, 16: 1-4

Duración: 0:26:50

Comentario:

El padre de la mentira consigue engañar a la gente, pero a aquellos que hicieron su opción por la mentira. 

Su éxito más importante ha sido el de corromper lo que significa lo esencial del cristianismo. Ha infundido la idea de que el cristianismo es solo para esta vida. Se quita lo sobrenatural. Lo vemos en los movimientos de los jóvenes con el Papa. 

El cristianismo convertido en una tarea social de proteger a los marginados. La promoción de los derechos humanos. El mensaje del Evangelio destinado a conducirnos al Cielo ha sido transformado y subvertido y olvidado. Una religión de hombres. La Iglesia promocionando determinados partidos políticos. Esta no es su misión. El ejemplo de la Democracia Cristiana en Italia. 

¿Para qué vino Jesucristo en medio de nosotros? 

En el evangelio de hoy se da el auténtico testimonio cristiano. "Cuando yo me fuere, os enviaré el Espíritu Santo..." "Desde el principio estáis conmigo..." 

Los que os persigan pensarán que están haciendo una obra a Dios. "Todos aquéllos que pretendan vivir según Cristo, padecerán persecución..." 

El mundo no nos perdonará que pongamos en práctica las enseñanzas de la vida cristiana. "Si el mundo os aborrece a vosotros..." "Si me persiguieron a mí..." 

La verdadera alegría nos la da el ser fiel a Cristo

- El padre Alfonso cuenta la historia de la perfecta alegría de San Francisco de Asís. 

- El signo del Cristianismo es la Cruz. La senda angosta.

- Narración del pasaje de la Madre de los Zebedeo. El cariño falso de algunas madres las cuales conducen a sus hijos a la perdición. "No sabéis lo que pedís..."

- El camino es el que Jesús les propone a los jóvenes. "Possumus". San Pablo predicaba a Cristo crucificado.

- El mundo no puede comprender esto. La Bienaventuranza es prometida a los que sufren, los que lloran. 

- La alegría se fundamenta en nuestra entrega de la vida, como el grano de trigo. Y en la participación de la misma ruta del Amado. "El amigo del esposo..." "La voz del esposo, hermosa mía, hermana mía.." 

- Esta es la existencia cristiana.

No Santo Padre sino Papa Hermano



El papa Bergoglio fue un papa humano, demasiado humano. Hizo de la humanidad el sentido y el horizonte de su pontificado. Humanizó lo divino, desacralizó la fe, socializó la cristiandad, tradujo la caridad en filantropía. No fue el Santo Padre, sino el Papa Hermano, y su hermandad era un poco como la fraternité unida a la égalité

El cristiano concibe la fraternidad con respecto al Padre Eterno. Quería derribar muros y fronteras, abrirse a los no creyentes o a los creyentes de otras religiones, pero levantó muros y trazó fronteras dentro del cristianismo, entre los católicos de la tradición y los católicos del progreso, poniéndose del lado de estos últimos. Humano, demasiado humano es, como sabéis, el título de una obra de Friedrich Nietzsche; el filósofo del anticristo habría encontrado en él exactamente lo que él entendía por cristianismo y a lo que se oponía: la religión de los últimos, la cristiandad como preámbulo religioso del socialismo, del pauperismo, el Evangelio como redención y denuncia social. En el fondo, la visión del cristianismo de Nietzsche coincide con la de los cristianos progresistas. Por supuesto, el signo es opuesto, negativo en Nietzsche y positivo en ellos, pero el diagnóstico es similar.

No somos nadie para juzgar a un papa, y la historia dirá cuál ha sido su huella en la Iglesia y en el mundo. Pero si se me permite expresar con toda humildad una modesta opinión sobre su papado, más allá de las untuosas hipocresías que nos inundan desde hace dos días, Francisco no ha sido un gran papa, ni un papa grande, como se dice en la Iglesia, que entiende la grandeza como presagio de santidad. Ha sido, en cambio, un papa pequeño, que ha querido ponerse a sí mismo y a la Iglesia a la altura del mundo, de los tiempos, de la situación social. Se ha hecho pequeño para estar dentro de este tiempo; humilde, si se quiere, aunque no de buen carácter.

En el fondo, esta definición de Papa Pequeño no debería desagradar a quienes han exaltado en él precisamente este aspecto de cercanía a la humanidad, empezando por los excluidos. El carisma es el signo de una paternidad radiante y de una presencia luminosa de lo divino en la tierra; Bergoglio, en cambio, ha elegido el camino opuesto, el de humanizar a Cristo y al Vicario de Cristo en la tierra, hasta convertirlo en «uno de nosotros». No el amor por lo lejano, sino el amor por los lejanos, los más alejados de la civilización cristiana, de nuestro Occidente, de la Iglesia, ocupándose ampliamente de los migrantes, es decir, de aquellos que venían de otros mundos, de otras religiones. No ha afrontado el nihilismo de nuestra época, la desertificación de la vida espiritual, limitándose a criticar legítimamente el egoísmo y la prepotencia. Buscó la simpatía, a veces el agrado, más que la conversión y el misterio de la fe.

Murió el día del Sepulcro vacío, el día después de Pascua, en el que el ángel anuncia a las mujeres que el Hijo ha vuelto al Padre, que ya no está en la tierra, y también esto, para quienes creen en los símbolos, es una coincidencia significativa. Un día especial, no solo porque era lunes de Pascua, sino porque este año la Pascua católica coincidía con la ortodoxa; y era el 21 de abril, día del Nacimiento de Roma, en el que el sol entra perfectamente en el opaion del Panteón, el óculo abierto en la cima del círculo, y atraviesa la puerta de bronce y a quienes se encuentran en el umbral del tiempo dedicado a todos los dioses. Su papado duró doce años, un tiempo no tan largo como el de Juan Pablo II, ni tan breve como el de los papas meteoros, como le sucedió a Juan Pablo I, el papa Luciani.

Dejará un importante legado al cónclave que deberá elegir al nuevo Papa y tal vez iniciar la santificación del Papa Bergoglio: ha elegido más cardenales que cualquier otro predecesor, el ochenta por ciento del cónclave, dejando así una amplia mayoría bergogliana. Por eso, su legado será realmente importante en el próximo cónclave, aparte de la inspiración del Espíritu Santo.

No ha logrado detener la hemorragia de la fe cristiana en el mundo, el descenso sin precedentes de las vocaciones en la Iglesia y en los conventos y de la participación de los fieles en los sacramentos y en las misas; las iglesias vacías, la fe abandonada.

Un proceso largo que dura desde hace tiempo, que se ha acelerado al menos desde el Concilio Vaticano II y que sus predecesores no lograron frenar; con él, la descristianización ha sido aún más amplia y rápida.

El papa Bergoglio se granjeó la simpatía de muchos que no eran cristianos ni creyentes y que siguieron siéndolo; no convirtió a ninguno de sus simpatizantes no creyentes, mientras que, dentro del cristianismo, como decíamos, se agudizó el desacuerdo y la división entre los católicos más vinculados a la tradición y los católicos más abiertos a los nuevos tiempos y a un mundo cada vez más descristianizado. Ha dialogado más con los progresistas no católicos que con los católicos no progresistas; abierto a los primeros, hostil a los segundos, la fe católica se ha convertido en una variable secundaria con respecto a la posición histórico-social. Elogió el diálogo interreligioso, pero no partiendo de los más cercanos, como los cristianos ortodoxos de rito greco-bizantino, sino de los más lejanos, como los musulmanes y los más remotos del mundo.

Sus temas dominantes fueron la paz, la acogida, los migrantes, el medio ambiente, la apertura a las mujeres con roles eclesiásticos y el diálogo con los ateos. Denunció las injusticias sociales, defendió a los pobres, criticó el capitalismo y el consumismo, como corresponde a un Papa. Se mantuvo firme en algunos principios y opciones de vida, en materia de aborto, maternidad, familia, lobby gay; pero los medios de comunicación silenciaron sus llamamientos contrarios a la corriente dominante. También en materia de paz, ha hecho resonar con fuerza su palabra ante las guerras y los genocidios, sin distinguir entre unos y otros. Menos atento, en cambio, a las persecuciones de los cristianos en el mundo. Se ha mostrado reacio a los ritos, los símbolos y la liturgia sagrada.

Quedan algunos misterios grandes y pequeños, como el hecho de que en doce años de pontificado nunca haya vuelto a su Argentina; ha estado en Brasil, en sus fronteras, pero nunca ha cruzado el umbral de su casa, y los medios de comunicación siempre han guardado silencio sobre los motivos de esta extraña decisión.

La Iglesia que deja es más frágil, deshabitada y lacerada que la que, ya en crisis, recibió de su predecesor, el papa Benedicto XVI. Y sigue lastrada por algunas sombras de infamia, como la pedofilia y la corrupción, que desde hace muchos años asolan la Iglesia y a los sacerdotes.

Algunos, para responder a la crisis de vocaciones y a la pedofilia, proponen el matrimonio para los sacerdotes, pero eso no es remedio para ninguno de los dos problemas. No entraremos en la espinosa cuestión de la legitimidad de su pontificado, no tenemos competencia para ello y es un tema demasiado delicado para abordarlo en un artículo. Siempre hemos estado divididos entre la obediencia al Papa, sea quien sea, por lo que representa y por nuestra incapacidad para juzgar, y la crítica a algunas de sus posiciones, que estaban en clara contradicción con el magisterio de los pontífices anteriores y con las enseñanzas de los santos, teólogos y doctores de la Iglesia.

Su muerte exige respeto, piedad y oración por su regreso al Padre. Bergoglio ejerció su papel de Pontifex tendiendo puentes entre los pueblos más que entre el hombre y Dios. No construyó puentes entre el tiempo y la eternidad, sino entre la Iglesia y su tiempo, en un sentido unidireccional. De hecho, su Iglesia se abrió al hoy, pero el hoy no se abrió a la Iglesia.

Pensamientos dispersos sobre el papado de Francisco



He leído muchas intervenciones sobre el Papa Francisco, lo que me ha permitido tener una idea de cómo las instituciones, los políticos, la prensa y la gente común han comentado la muerte del Papa. Obviamente estoy dejando de lado la avalancha de retórica que, como siempre en estas circunstancias, llena el discurso público.

Dejo de lado esa actitud de quien (en las redes sociales) ejerce el “poder del teclado” para comunicar al mundo (muchas veces a sí mismos) principalmente el propio malestar existencial, las propias frustraciones, la falta en esencia de una mínima capacidad para medirse en el ejercicio de la reflexión, que en todo caso no nace de la voluntad sino del hábito de interrogarse sobre la existencia. Entre ellos está el componente no-vax (para que quede claro: no me he vacunado y me he opuesto a la lógica del “pase verde”) que hoy representa un verdadero desastre para cualquier reanudación seria del debate político basado en premisas racionales. En la que se arraiga una actitud resentida, burda, “primitiva”, incapaz de añadir un elemento más, por la que se aplaude la muerte del Papa recordando su (desafortunada) posición sobre la vacuna; Hay quienes las estelas químicas han producido tal confusión en sus frustrados cerebros que escriben mensajes como “Está muerto otra vez” o cosas así.

Sin embargo, más allá de estos fenómenos extraños, el hecho es que casi todo el mundo está intentando poner al Papa Francisco de su lado usando una frase suya que apoya la tesis que están defendiendo. En este ejercicio, los mejores son los llamados progresistas, que, desde lo alto de un total desinterés por la dimensión espiritual y religiosa del Papa fallecido, se complacen en subrayar su cercanía a los "últimos", a los migrantes... en definitiva, en "medir" el valor del episcopado bergogliano con el criterio de cercanía a su propia concepción del mundo, olvidando sin embargo todas aquellas declaraciones en las que Francisco expresó claramente la condena de ciertas prácticas (aborto, género...).

Pero hay un hecho, difícil de discutir, y es que bajo el papado bergogliano, más allá de la retórica de acogida y cosas por el estilo, el "mundo" entró de lleno en la Iglesia, entrando por aquella brecha que hacía tiempo que había aparecido en los muros que lo separaban de ella. Vivimos en una época que el sociólogo Emmanuel Todd ha definido acertadamente como la de “religión cero”. Al menos en nuestro Occidente. Religión cero que corresponde a una ausencia casi total en la vida cotidiana de la dimensión espiritual de la trascendencia. Un proceso que viene en marcha desde hace tiempo pero que ha ido creciendo rápidamente en los últimos años. Un proceso al que no se opuso en absoluto el papado de Francisco, durante el cual se pretendía acercar al pueblo a la Iglesia acentuando aún más su mundanidad, haciéndola más “del” mundo que “en” el mundo (del Evangelio de Mateo: “Estáis en el mundo, pero no sois del mundo. Sois para el mundo!”).

Quienes frecuentan la iglesia saben bien lo que esto significa, saben bien que en el papado bergogliano se ha llevado mucho más lejos el proceso de “mundanidad” iniciado con el Concilio Vaticano II; que ha ido en la dirección de complacer al mundo para ganar su consentimiento.

Pero, nos guste o no, cuando se trata de religión las cosas no funcionan así: las estadísticas crudas nos dicen que la llamada apertura no ha llevado a un aumento en el número de creyentes. Durante el papado de Francisco, de hecho, el número de ciudadanos que asisten a misa ha disminuido verticalmente (se estima que aproximadamente el 25% de los ciudadanos italianos asisten a misa regularmente), así como el número de bodas religiosas. Cualquiera que quiera profundizar en el aspecto estadístico debería leer los datos de Swg. Para concluir: no quiero culpar sólo a Francisco de la secularización de la sociedad, pero el hecho es que su papado no ha hecho más que exaltar el proceso.

Antonio Catalano 

El cardenal Robert Sarah aplaudido por su postura contra inmigración ilegal e ideología 'woke'



DURACIÓN 2:29 MINUTOS

¿Quién será el nuevo Papa? | ACT. COM. (25-04-2025) | P. Santiago Martín FM | Franciscanos de María



DURACIÓN 17 MINUTOS

viernes, 25 de abril de 2025

Una lira de amor, dedicada al padre Alfonso Gálvez



La poesía que sigue está dedicada al padre Alfonso Gálvez quien en vida me ayudó y me quiso como a su hijo más querido. Pretende ser un detalle de agradecimiento hacia aquel que tanto bien me hizo, pues me enseñó a conocer y a querer a Jesús, Nuestro Señor. En ella habla Jesús dirigiéndose al padre Alfonso Yo tengo la seguridad de que se encuentra ya en el Cielo, junto a ÉL, a quien tanto ha querido y por quien ha ofrecido toda su vida sacerdotal, siendo, además, fundador de la Sociedad de Jesucristo Sacerdote.  Y estoy seguro de ello porque sé que Dios no se deja vencer en generosidad. Toda la vida del padre Alfonso fue un contienda de amor con Jesús, en la que, a mi parecer, la pelea estuvo muy igualada. De ahí mi seguridad.

Más abajo está la dirección de su página web, así como una breve biografía suya.
 
Y viendo tu paciencia

en la liza conmigo, he decidido

traerte a mi Presencia,

pues me ha parecido

que, por mi Amor, estabas malherido.



R.I.P. (1932-2022)

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Ésta es la pagina web del padre Alfonso:



Breve Biografía del padre Alfonso Gálvez


El P. Alfonso Gálvez Morillas nació en Totana-Murcia (España), el 4 de junio de 1932, en el seno de una familia católica. Los estudios primarios los cursó en su pueblo, en el Colegio de la Milagrosa, dirigido por las Hijas de la Caridad. En 1942 inició sus estudios de Bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media Alfonso X el Sabio en Murcia.

En 1949 empezó su carrera de Derecho en la Universidad de Murcia y durante ese mismo curso escolar, sintió la llamada del Señor para que se encaminara al sacerdocio. Al año siguiente ingresó en el Seminario Conciliar de San Fulgencio de Murcia. Con autorización del entonces Obispo de Cartagena, pudo simultanear los estudios eclesiásticos y los civiles. Se licenció en Derecho en el año 1956.

Ese mismo año, el día 10 de junio, recién cumplidos los 24 años, fue ordenado presbítero en la iglesia de San Juan Bautista de Murcia, por el Obispo de Cartagena Mons. Ramón Sanahuja y Marcé. A los pocos días, fue destinado como coadjutor a la parroquia de San Andrés de Murcia. Fue allí donde empezó el trabajo con la juventud, aunque, en realidad, ya había emprendido esa tarea durante sus años de seminarista. Transcurridos tres años, en septiembre de 1959, fue enviado por su Obispo a Ecuador formando parte de un equipo de sacerdotes diocesanos, por un tiempo de cinco años. Primero fue profesor del seminario San Luis Gonzaga en Cuenca de Ecuador. Dos años después, fue párroco de El Tambo, un pueblecito de la Sierra. Y al poco tiempo, se trasladó a Venezuela, en donde había también un equipo de sacerdotes de Murcia trabajando para la Arquidiócesis de Barquisimeto. Allí estuvo dos años y medio en la parroquia de San Antonio de la ciudad de Barquisimeto, hasta completar los cinco años del plazo para el cual se le había destinado a Sudamérica.

A su regreso a España, el Obispo Mons. Miguel Roca Cabanellas le nombró de nuevo Coadjutor de San Andrés y Profesor de Religión en el Instituto Alfonso X el Sabio de Murcia; posteriormente fue colaborador de San Andrés, pero ahora con más libertad de movimientos para que pudiera dedicarse a su trabajo con los jóvenes, tarea que el Obispo siempre bendijo y aprobó.

Su apostolado con jóvenes y de modo especial con vocaciones sacerdotales, se concretó con el paso de los años en la Sociedad de Jesucristo Sacerdote, una asociación religiosa que fue aprobada, como Pía Unión, el 29 de julio de 1980, por el Obispo Mons. Javier Azagra Labiano, con el apoyo y aliento de Mons. Miguel Roca, en ese tiempo ya Arzobispo de Valencia. Posteriormente, el 27 de noviembre de 1986, fue aprobada de nuevo, bajo la figura jurídica de Asociación de Fieles, para adecuarse a la nomenclatura del nuevo Código de Derecho Canónico de 1983. Esta Asociación tiene una Rama de Mujeres y otra de Hombres, todos ellos seglares consagrados al Señor.

Comenzó a formar un grupo de sacerdotes que, siendo miembros de la Sociedad y estando incardinados en diferentes Diócesis, comenzaron su trabajo en España y Ecuador. Y con el tiempo, en Estados Unidos (1985) y Chile (1996).

Desde 1982 residió en la Casa Matriz de la Sociedad, Residencia El Pedregal, en el término de Mazarrón-Murcia (España). Durante más de 20 años viajó a las diferentes Diócesis en las que estaba implantada la Sociedad. Para llevar a cabo su labor, contó en todo momento con el permiso y apoyo de los diversos Obispos que han ocupado la Sede de la Diócesis de Cartagena.

En 1991 fundó en New Jersey el Colegio Shoreless Lake School para la formación de estudiantes. Colegio que, diez años después, se trasladó a Totana en España. Actualmente, el Colegio solamente admite a miembros jóvenes de la Sociedad, con vistas a la formación sacerdotal. Este Colegio tiene una extensión en Sauk City (Wisconsin), para chicas que estén dispuestas a formar parte de la Rama Femenina de la Sociedad, que cuenta con dos casas en España y en Wisconsin.

En 2009, comenzó a publicar en una página propia en internet algunos sermones y artículos, junto con otras grabaciones de años anteriores.

En el verano del 2018, su salud comenzó a empeorar a causa de los años, lo cual le impidió continuar predicando, tanto en público como en privado. Cuidado por sus hijos en El Pedregal durante todo este largo proceso de deterioro de su salud, fue hospitalizado en La Vega de Murcia el día 2 de Julio, donde entregó su alma a Dios, el día 6 de Julio del año 2022.

A lo largo de su vida llevó a cabo un importante trabajo redaccional. Publicó Una sociedad utópica (1950), La Fiesta del Hombre y la Fiesta de Dios (1983), Comentarios al Cantar de los Cantares (dos volúmenes: 1994 y 2000), El Amigo Inoportuno (1995), La Oración (2002), Meditaciones de Atardecer (2005), Esperando a Don Quijote (2007), Homilías (2008), Siete Cartas a Siete Obispos (2009), El Invierno Eclesial (2011), El Misterio de la Oración (2014), Sermones para un Mundo en Ocaso (2016), Cantos del Final del Camino (2016), Mística y Poesía (2018), etc.

jueves, 24 de abril de 2025

La muerte del papa Francisco (2013-2025): ¿el final de una era? (Roberto De Mattei)



A las 7:35 horas del 21 de abril pasado, lunes de Pascua, el alma de Jorge Mario Bergoglio se separó de su cuerpo mortal para comparecer ante el juicio de Dios. Hasta el día del Juicio Universal no sabremos cuál habrá sido para Francisco la sentencia del tribunal supremo al que un día todos tendremos que presentarnos. Roguemos por su alma, como hace la Iglesia en sus novendiales. Y, dado que la Iglesia es una sociedad pública, unamos nuestras plegarias a una tentativa de evaluación histórica de su pontificado.

Jorge Mario Bergoglio, 266º Romano Pontífice y primero en elegir el nombre de Francisco, ha sido durante doce años el Vicario de Cristo, si bien prefirió en lugar de este el título de Obispo de Roma. Pero el Obispo de Roma se convierte en tal en el momento en que, tras la elección, acepta el cargo petrino. Al aceptar el pontificado, el Papa acepta igualmente los títulos, que se recogen en el Anuario pontificio, de Obispo de Roma, Vicario de Jesucristo, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, Primado de Italia, Arzobispo y Metropolitano de la Provincia Romana, Soberano de la Ciudad del Vaticano, Siervo de los siervos de Dios y Patriarca de Occidente (este último título, que había sido eliminado en 2006 por Benedicto XVI, fue recuperado en 2024).

Estos títulos ameritan unos honores especiales, sobre todo el de Vicario de Cristo, que hace del Papa no el sucesor, sino el representante en la Tierra de Jesucristo, Dios y hombre, Redentor de la humanidad. No se honra al Papa por su persona, sino por la dignidad de la misión que Cristo le encomendó a San Pedro. Del mismo modo que en los sacramentos cristianos un gesto expresa una gracia invisible, también los honores (títulos, vestiduras, ceremonias) son signos sensibles de realidad espirituales, e incluso institucionales. La autoridad es una realidad espiritual e invisible, pero para que sea reconocida, es preciso que se manifieste de un modo visible, por medio de gestos y ritos. Sin ellos, la instituciones corren el riesgo de volverse invisibles, y la sociedad religiosa, al igual que la política, se sumiría en el caos. El cristianismo se basa en este principio: que el Dios invisible ha asumido un rostro, un cuerpo y un nombre: «El Verbo se hizo carne» (Jn.1,14). «Nadie ha visto jamás a Dios; el Dios, Hijo único, que es en el seno del Padre, Ése le ha dado a conocer» (Jn.1, 18). Entre los autores del Nuevo Testamento, es San Juan Evangelista quien desarrolla más a fondo en su Evangelio –y sobre todo en el Apocalipsis– una teología de la visibilidad de lo invisible. En ella el símbolo se transforma en visión profética a fin de demostrar el accionar oculto de Dios en la historia.

El papa Francisco no ha demostrado respeto por el decoro del papado. Desde el primer «Buenas tardes, hermanos y hermanas» que dirigió desde el balcón de la logia de San Pedro el día de su elección, hasta la aparición pública del pasado 9 de este mes, cuando se presentó en la Basílica sentado en silla de ruedas vistiendo una manta a rayas que parecía una especie de poncho sin nada que indicara su dignidad pontificia. Bergoglio sustituyó el simbolismo sagrado por un simbolismo mediático a base de imágenes, palabras y encuentros, que en muchos casos llegaron a ser mensajes mucho más elocuentes que los de los documentos oficiales: del ¿quién soy yo para juzgar?, pasando por el lavado de pies de mujeres y musulmanes, hasta su participación en el Festival de Sanremo de este año a través de un videomensaje. Hay quienes han afirmado que al hacer esas cosas el papa Francisco ha humanizado el papado, pero en realidad lo que ha hecho es banalizarlo y mundanizarlo. Es la institución del papado, y no la persona de Jorge Mario Bergoglio, la que sido deshonrada con estos y muchísimos otros gestos que han secularizado el lenguaje y los signos de los que siempre se ha servido la Iglesia para expresar el misterio divino.

Ahora bien, el primero que despojó a la Iglesia de su majestad no fue Francisco sino Pablo VI, que renunció a la tiara y el 13 de noviembre de 1964 la depuso sobre el altar del Concilio, después de lo cual abolió el uso de la silla gestatoria, la guardia noble y la Casa Pontificia, que no eran pompas superfluas, sino manifestaciones de la honra que corresponde a la Iglesia Católica Romana en cuanto institución humana y divina a la vez fundada por Jesucristo. Desde esta perspectiva, el pontificado de Bergoglio no supone, como piensan algunos, una ruptura con los anteriores, sino más bien la culminación de una línea pastoral introducida por el Concilio Vaticano II, a la que apenas parcialmente Benedicto XVI intentó dar marcha atrás.

La exhortación apostólica Amoris laetitia del 19 de marzo de 2016 creó sin duda alguna desorientación en vista de su apertura hacia los divorciados vueltos a casar y parejas en situación irregular. El Documento sobre la fraternidad humana suscrito con el gran imán de la mezquita Al Azhar el 4 de febrero de 2019 inició una nueva etapa en la vía del falso ecumenismo; el fomento de la inmigración, la promoción de la agenda global, la proclamación del sinodalismo, la discriminación de los tradicionalistas y la posibilidad de bendecir a las parejas de homosexuales y la posibilidad de que laicos de ambos sexos puedan llegar a presidir un dicasterio han suscitado legítimas reacciones en el mundo católico. Gracias a esta resistencia, objetivos a los que apuntaban obispos progres, como la ordenación de diaconisas, el matrimonio para los sacerdotes o la atribución de autoridad doctrinal a las conferencias episcopales no se han alcanzado con el papa Francisco, y esto ha decepcionado a sus más ardientes partidarios. El aspecto más revolucionario de su pontificado sigue siendo con todo la larga serie de palabras y actos que han transformado, mundanizándola y debilitándola, la manera en que se entiende el primado petrino.

Se cierra una época, y nos preguntamos cuál será la nueva que se abra. El próximo papa podrá ser más conservador o más progresista que Francisco, pero no será bergogliano, porque el bergoglianismo no ha sido un proyecto ideológico, sino un estilo de gobierno pragmático, autoritario y con frecuencia improvisado. Al no dejar un legado, las grandes tensiones y polarizaciones que se han dado con Francisco podrían estallar ya desde el cónclave.

Hay que recordar que Francisco proclamó el Año de San José en 2021; consagró Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María el 25 de marzo de 2022; dedicó al su cuarta encíclica, Dilexit nos, del 24 de octubre de 2024, al culto al Sagrado Corazón de Jesús. Todas estas cosas se ajustan a la espiritualidad tradicional de la Iglesia y son muy distintas del culto pagano a la Pachamama, a la que el mismo Papa llegó a venerar en el Vaticano. Como vemos, lo que ha caracterizado a la era bergogliana han sido las contradicciones. Entre otras cosas, Francisco negó a la Virgen el título de Corredentora y la calificó de mestiza del Misterio de la Encarnación, pero escribió en su testamento que siempre había confiado su vida y su ministerio «a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima». Por eso, pidió que sus restos mortales «descansen esperando el día de la resurrección en la Basílica Papal de Santa María la Mayor». «Deseo –añadió– que mi último viaje terrenal concluya precisamente en este antiquísimo santuario mariano, al que acudía para rezar al comienzo y al final de cada viaje apostólico, para encomendar con confianza mis intenciones a la Madre Inmaculada y darle las gracias por su dócil y maternal cuidado».

Su último viaje queda, pues, encomendado a la Santísima Virgen María mientras la Iglesia afronta un momento de extraordinaria gravedad y complejidad en su historia. Y en María también, Madre del Cuerpo Místico de Cristo, ciframos hoy todas nuestras esperanzas, con la certeza de que a los días de sufrimiento de la Iglesia sigan cuanto antes los de su resurrección y su gloria.

Roberto De Mattei

En la muerte del papa Francisco (Michael Matt)



Algunas personas me han preguntado cómo es que no he hecho ningún comentario todavía sobre la muerte de Francisco el pasado 21 de abril. La verdad es que sí lo he hecho: pocas horas después de su muerte posteé una oración por el eterno descanso de su alma.

¿Nada más? Sí. Por el momento. Ahora Francisco ha comparecido ante el temible tribunal de Dios Todopoderoso. No hace falta que diga más. Además, mi irlandesa madre que paz descanse se revolvería en la tumba si me oyera hablar mal de un difunto ya antes del funeral. Yo soy de los antiguos, y en otros tiempos, cada vez que alguien se moría –fuera bueno o malo, te cayera bien o mal–, un católico reaccionaba siempre de la misma manera: rezaba por su alma y dejaba pasar algún tiempo antes de recordar a otros los pecados del finado.

Enseguida estarán intentando canonizar a Francisco en virtud de supuestos milagros, reescribirán malamente la historia y muchos harán política a costa del fallecido. Yo no lo pienso hacer. ¿Por qué? Porque no soy como ellos.

Recuerdo cuando vi el funeral de Pablo VI en el pequeño televisor en blanco y negro de la sala de mi casa cuando era niño. Pocos periodistas católicos habían sido más críticos con el programa del modernista Montini que mi padre. Metí la pata haciendo algunas observaciones negativas sobre el difunto papa a una de mis hermanas, y mi padre me regañó por ello. Y para recalcar más la idea, luego nos puso a toda la familia a rezar un rosario por el alma de Pablo VI.

Huelga decir que la enseñanza se me quedó grabada. Al igual que Pablo VI aquel día, Francisco comparece ante Dios ahora y necesita nuestras oraciones. Ya habrá tiempo de hablar de su pontificado en las próximas semanas. Pero yo prefiero aprovechar estos momentos para reaccionar a la muerte de Francisco lanzando un pedido urgente de oración por su eterno descanso. Jesús dijo: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen; ROGAD por los que os calumnian» (Lucas 6,27). Si tal es nuestro deber para con nuestros adversarios del mundo, es indudable que el Señor también quiere que hagamos lo mismo (¡y con más razón!) cuando se muere un modernista.

Yo no quiero la condenación eterna para Francisco; ni para nadie. No tengo manera de saber qué le haya podido decir a Dios en sus últimas horas en este mundo, cómo pueda haber respondido a su gracia en sus últimos momentos. Lo único que puedo hacer es rezar porque se arrepintiera, que Dios haya tenido misericordia y Francisco se haya salvado. Esa es la gran ventaja que tenemos los católicos: que a los hechos consumados podemos seguir empeñados en lograr aparentes imposibles. Mi madre decía que quien pide misericordia al caerse del caballo la encuentra antes de llegar al suelo. Las monjas del colegio nos enseñaban que no diéramos nada por sentado, y que un día nos llevaríamos una gran sorpresa al ver quién había llegado al Cielo y quién no.

El de presunción es uno de los grandes pecados contra el Espíritu Santo, y otro es el de desesperación. Según lo entiendo yo, el católico fiel ni presume de la salvación ni pierde la esperanza en ella; ni canoniza ni condena a los muertos. Se limita a rogar por ellos, sobre todo en los días inmediatamente posteriores a su muerte, contentándose con dejar el destino definitivo en manos del supremo Juez. Eso se hacía cuando yo era niño, y espero que siga siendo así. El mundo hará lo que quiera, pero tenemos que seguir comportándonos como católicos ante la misteriosa y sobrecogedora realidad de la muerte, el juicio, el Cielo y el Infierno.

Por último, no creo que ningún lector de The Remnant ni nadie que vea mis videos tenga la menor duda en cuanto a mi postura en lo que se refiere al pontificado del último papa. Ya habrá tiempo de publicar críticas en las próximas semanas. De momento, recemos por Francisco y por su sucesor, para que Dios bendiga a la Iglesia haciendo que el próximo sea verdaderamente católico.

Michael Matt

Con estos bueyes

ESPADA DE DOBLE FILO


“Con estos bueyes hay que arar” es un antiguo refrán castellano que indica la necesidad de aceptar la realidad o por desagradable que sea: estos son los bueyes que tienes y deberás arar el campo con ellos o dejarlo sin arar.

En ese espíritu de aceptar la realidad, creo que conviene reconocer que una buena parte de los cardenales que están participando en el cónclave son heterodoxos, es decir, no creen en la doctrina o la moral de la Iglesia. No es algo que diga yo. No hace falta, porque son abiertamente heterodoxos. Solo hay que revisar un poco las hemerotecas para descubrir cardenales favorables al divorcio, los anticonceptivos, la inseminación artificial, la ordenación de mujeres, la fornicación, la disolución del orden sacerdotal en el sacerdocio común de los fieles, la inexistencia de actos intrínsecamente malos, la idea blasfema de que Dios a veces quiere que pequemos o no nos da siempre la gracia necesaria para no pecar, la reducción de los milagros de Cristo a mera psicología, las relaciones del mismo sexo (una heterodoxia extrañamente frecuente), etcétera. O, dicho de otra manera y para resumirlo en una sola heterodoxia paradigmática, en lo que creen es en la revisibilidad perpetua de la doctrina católica para adecuarla a la mentalidad mundana de cada época.

El de la foto, por ejemplo, es el cardenal Timothy Radcliffe OP, antiguo Maestro General de la Orden de Predicadores, vulgo dominicos, y conocido por lo defender lo contrario que la doctrina de la Iglesia en relación con las relaciones entre personas del mismo sexo, en las que, según él, “Dios está presente” y que deben “respetarse y estimarse y protegerse”, porque son “eucarísticas” y “expresión de la autodonación de Cristo”.


Solo es uno entre muchos. Desgraciadamente, aunque esta situación se ha agravado en gran medida en el último pontificado, no es exclusiva de él. Por alguna razón, tanto Pablo VI, como Juan Pablo II o Benedicto XVI nombraron y toleraron a cardenales y obispos heterodoxos, que no creían en lo que ellos enseñaban. Lo que ha sucedido en los últimos doce años es que esas heterodoxias se han hecho más claras, más desvergonzadas y más desafiantes ante el clima general de impunidad.

Esto debería hacernos pensar, porque la lógica indica que los cardenales heterodoxos harán todo lo posible por que no sea elegido nadie que ose defender la fe de la Iglesia y denunciar sus errores. En casi cualquier otra época, habrían sido disciplinados, pero, en la nuestra, se pone en sus manos la elección del Sumo Pontífice, el encargado de velar por la fe de la Iglesia. Es el colmo del disparate y del absurdo. Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede subsistir. Una cosa es que sea necesario arar con los bueyes que se tienen y otra es esta situación en que, en vez de bueyes, algunos son más bien jirafas, camellos o cabras.

Por otro lado, también es cierto todo esto es algo que Dios permite, por razones que Él conocerá. El cardenal Radcliffe, por ejemplo, fue nombrado cardenal cuando solo le quedaban ocho meses hasta la fecha en que ya no podría votar en un conclave. Eso fue hace cuatro meses. De algún modo, la Providencia ha querido permitir que participe y vote en la elección de un nuevo Papa, cosa que solo cuatro meses después ya no habría sido posible.

Sabemos que, si Dios permite algo, por muy absurdo, terrible o malo que pueda ser, también será capaz de transformarlo para bien de los que permanecen fieles, porque todo sucede para el bien de los que aman a Dios. La única conclusión posible, pues, es que debemos permanecer fieles contra viento y marea. Y también, supongo, que debemos agarrarnos bien para no caernos, porque si uno pretende arar con jirafas, camellos y cabras, puede suceder cualquier cosa.

Bruno Moreno

martes, 22 de abril de 2025

"El Papa Francisco ha generado el desconcierto en la Iglesia" (Fernando Paz)



Duración 7:57 minutos

El Cónclave que viene: ¿Quién será el próximo Papa?



En las sombras de la Capilla Sixtina, los cardenales serán testigos y actores de una elección que marcará el futuro de la Iglesia. Como en toda gran historia, hay héroes, villanos y figuras ambiguas que podrían inclinar la balanza en una u otra dirección.

He querido esbozar tres listas: La terna de los que, modestamente, desearía ver en la sede de Pedro, los que tienen posibilidades reales, más allá de mis gustos, y aquellos cuya elección me helaría la sangre. Y, por encima de todo, hay un nombre que merece una mención especial.
Los tres que elegiría

Entre los nombres que despuntan hay tres que podrían contribuir a restablecer el daño causado en los últimos años a la Iglesia:

Willem Jacobus Eijk (Países Bajos): Un cardenal de hierro en un país que se ha convertido en uno de los cementerios de la fe en Europa. Médico y teólogo, ha denunciado sin tapujos la crisis moral de Occidente y la laxitud doctrinal en la Iglesia. Sería un Papa dispuesto a restaurar la claridad en la enseñanza y a devolver el sentido de lo sagrado.

Péter Erdö (Hungría): Primado de Hungría, intelectual de peso y con experiencia de gobierno. Su pontificado podría traer orden y estrategia en un momento de confusión.

Malcolm Ranjith (Sri Lanka): Ex secretario de la Congregación para el Culto Divino, defensor acérrimo de la liturgia tradicional y crítico con los abusos postconciliares. Benedicto XVI le tuvo en alta estima y le confió diversas tareas clave. En su país ha sabido lidiar con tensiones interreligiosas y gobernar con mano firme. En Roma, sería un Papa con el objetivo de restaurar el sentido de lo sagrado, sin miedo a desandar los caminos errados.
Los que tienen posibilidades reales

Más allá de mis preferencias, la realidad vaticana marca otras tendencias. En el tablero de poder hay tres nombres que, por distintos motivos, parecen estar en la recta final:

Pietro Parolin (Italia): El eterno candidato. Como Secretario de Estado, ha sido el arquitecto de la política diplomática de Francisco, pero su papel en el desastroso acuerdo con China debería bastar para inhabilitarlo. Sin carisma de pastor ni experiencia conocida. Un pontificado suyo podría significar una continuidad pragmática, sin grandes sacudidas, pero también sin un rumbo claro en lo doctrinal.

Matteo Zuppi (Italia): Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, mediador en conflictos internacionales y hombre de confianza del Papa actual. Su cercanía con la Comunidad de San Egidio le otorga una red de influencia global, aunque en ambas direcciones. Como sacerdote, negoció con ETA en nombre de San Egidio, y su elección supondría, en muchos aspectos, el papado de Andrea Riccardi. Es visto como un “Francisco II”, con su mismo énfasis en los temas sociales y ecuménicos, pero con una mayor capacidad de gestión.

Luis Antonio Tagle (Filipinas): Carismático, cercano y con la etiqueta de “papable” desde hace años. Escuela de Bolonia, su nombramiento como Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos fue interpretado como un guiño a su candidatura. Es el rostro del catolicismo asiático y, para muchos, la continuación natural del actual pontificado.

Pierbattista Pizzaballa (Italia/Israel): El Patriarca de Jerusalén es otro de los nombres de ‘consenso’ que suena con fuerza. Su figura se ha revalorizado en estos últimos meses por su papel en la guerra de Gaza. El cardenal llegó a ofrecerse a los terroristas de Hamas a cambio de los rehenes israelíes. Su figura es vista con buenos ojos tanto por conservadores como por progresistas como un papable que sea capaz de volver a unir a la Iglesia dividida.

Timothy Dolan (Estados Unidos): El arzobispo de Nueva York podría verse beneficiado del ascenso de Trump en Estados Unidos. Dolan sabe moverse en ambientes muy variopintos y podría ser considerado por muchos cardenales como un posible sustituto que sepa entenderse con las nuevas fuerzas políticas que emergen en Occidente.
Los tres que más miedo me dan

No es cuestión de alarmismo, pero hay nombres que generan preocupación. Cardenales que podrían consolidar una tendencia ya marcada, llevando a la Iglesia a territorios inciertos:

Blase Cupich / Robert McElroy (EE.UU.): Mencionados juntos porque representan lo mismo: el ala más progresista del episcopado estadounidense. Cupich, cercano a la línea de Francisco, ha sido un promotor de la “Iglesia inclusiva”. McElroy, aún más radical, ha abogado por una moral más “flexible” y ha sido un defensor del acceso de políticos abortistas a la comunión.

Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo): Relator del Sínodo sobre la Sinodalidad, abiertamente favorable a una revisión de la moral sexual de la Iglesia. Su elección marcaría un cambio de rumbo en la doctrina, con consecuencias imprevisibles.
INFOVATICANA

Michael Czerny (Canadá): Es prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Es conocido por sus mensajes de corte social en defensa de la inmigración y del ecologismo.

Mención especial: Robert Sarah

En esta ecuación falta un nombre que sería, sin duda, el mejor candidato: Robert Sarah. El cardenal guineano, ex Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, es un hombre de oración, con una visión clara y una fe inquebrantable. No está en ninguna de las tres ternas porque tiene categoría propia: tiene posibilidades reales, pero su perfil no encaja con ninguna de las otras clasificaciones. A su favor corre el hecho de que, con 79 años, su pontificado no sería largo, lo que podría ser un factor de consenso entre los electores que buscan evitar una guerra abierta en el cónclave.

Jaime Gurpegui

Empieza el ruido: el cardenal Zen planta cara al primer intento de maniobra en el cónclave



No ha pasado ni un día desde el fallecimiento del Papa Francisco, y ya suenan los primeros pasos de los que no están dispuestos a tolerar ni trampas ni prisas en el proceso de sucesión.

El primero en alzar la voz ha sido el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, quien ha desafiado abiertamente la decisión del Colegio de Cardenales de iniciar mañana martes 22 de abril a las 9:00 de la mañana —¡tan pronto!— las Congregaciones Generales en el Vaticano.

Zen ha enviado un breve pero contundente comunicado, que la periodista Diane Montagna ha publicado en exclusiva, en el que plantea una pregunta que resuena como una bofetada a quienes pretenden precipitar el proceso: «el cardenal Zen quiere saber por qué hay tanta prisa en comenzar. ¿Acaso se pretende dejar fuera a los que vienen de lejos —a los “viejos” de las periferias, como él mismo dice— simplemente porque no pueden llegar a tiempo? ¿Y eso de que “no están obligados” a asistir… significa que se les quiere disuadir de hacerlo? ¿O tienen, sí o no, derecho a estar presentes?»

El miedo se ha ido. Con Francisco todavía de cuerpo presente, los cardenales han empezado a hablar. Y ya no hay quien los detenga.

Que sea precisamente Zen quien inaugure esta nueva etapa de libertad no es casual. Encarcelado por el régimen comunista chino, abandonado por la diplomacia vaticana de Francisco y ninguneado por buena parte de la curia, el anciano cardenal se ha convertido en símbolo de resistencia. Ahora levanta la voz para advertir que los que vienen del otro lado del mundo no aceptarán componendas ni acelerones sospechosos.

Las Congregaciones Generales son el espacio donde los cardenales deben prepararse espiritualmente para el cónclave, compartir información y discernir juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia. Manipular su inicio para favorecer candidaturas o excluir a quienes no puedan llegar a tiempo sería una grave traición al proceso.

Este es solo el primer ruido. Y no será el último. Porque si algo ha quedado claro en esta primera jornada de sede vacante es que el temor reverencial a las decisiones papales ha desaparecido. El reinado del miedo ha terminado. Y los cardenales, por fin, vuelven a hablar

Jaime Gurpegui

¿Dónde está ¡oh muerte! tu victoria? (Padre Alfonso Gálvez)

ADELANTE LA FE


Duración 29:27 minutos

miércoles, 16 de abril de 2025

Cuenta atrás para que Sánchez destruya el Valle de los Caídos: Mayo de 2026



Duración 15:36 minutos

La reciprocidad en el amor entre Dios y los hombres (Padre Alfonso Gálvez)



Homilía del 28 de marzo de 2010,
 festividad del Domingo de Ramos

Duración 40 minutos

El Valle de los Caídos. Por fin un documento firmado




Los rumores, los líos, las explicaciones, los desmentidos y las matizaciones no son más que una forma de explicar sin hacer públicos los documentos. Sabemos que el cardenal secretario de estado del Vaticano, Parolin, y el ministro de la presidencia de España, Bolaños, firmaron un acuerdo para la resignificación de todo el conjunto del Valle de los Caídos, hoy de Cuelgamuros. Acuerdo cuyo contenido desconocemos. Sí que lo hay, pero nada más.

Conocemos lo que se nos ha dicho: que se garantiza la permanencia de la cruz, y que seguirán la comunidad benedictina y el culto en la basílica. Lo que se nos ha dicho. Pero nos falta mucha documentación que aclare lo que llega en rumorología. Por ejemplo, lo que hacía referencia al prior, P. Santiago Cantera, cuya salida del Valle, según él mismo, les fue impuesta, que sería bueno saber por quién.

También sabemos que hubo filtraciones de las notas o cartas intercambiadas entre el ministro Bolaños y el cardenal Cobo, pero no el contenido exacto de las mismas.

Es decir, hay un acuerdo Parolin - Bolaños, del que no conocemos más que la existencia, y un intercambio Bolaños - Cobo que más de lo mismo.

Ayer hemos podido conocer el primer documento oficial sobre el asunto: el pliego de condiciones para la resignificación del Valle de los Caídos. Esto no son rumores ni explicaciones generales.

Entre otras cosas en este pliego podemos leer lo siguiente:

El pasado 4 de marzo de 2025 se suscribió un Acuerdo entre los representantes de la Iglesia Católica y del Gobierno de España, representado este último por el ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, por el que se estableció el alcance de los proyectos, que deberán respetar los siguientes grados de intensidad de la intervención.

Es decir, que todo lo que se va a llevar a cabo, especialmente en la basílica, está aceptado por los representantes de la Iglesia católica, se supone que es lo firmado con Parolin.

1. En el interior de la Basílica, el Altar y las bancadas adyacentes se conservarán como espacios destinados al culto religioso. Por ello, las intervenciones para la resignificación de carácter artístico y museográfico no alcanzarán dichos espacios.

Altar y bancadas adyacentes. ¿Dos, tres, cinco, doscientas?

2. El resto de los espacios del interior de la Basílica (vestíbulo, atrio, espacio intermedio, nave desocupada, cúpula (pero sin Altar) y capillas del Santo Sepulcro y del Santísimo) no están destinados al culto y podrán ser objeto de intervenciones de naturaleza artística y museográfica para la resignificación del lugar. Dichas intervenciones serán compatibles con la celebración de actos de culto en el espacio del Altar y de las bancadas adyacentes.

Sigo. Según el acuerdo firmado con la Iglesia, eso al menos dice el gobierno, todo lo demás no está destinado al culto. ¿No está destinada al culto la capilla del Santisimo?

3. En el exterior de la Basílica, en el ámbito de la gran plaza/explanada, se ubicará el centro de interpretación. Se recomienda explorar los condicionantes físicos del subsuelo para su posible implantación bajo rasante.

Como no conocemos todos los documentos, a uno le vienen a la cabeza unas cuantas preguntas. Por ejemplo, ¿lo de dejar reducida la basílica al altar y unas cuantas bancadas adyacentes, cargándose hasta la capilla del Santísimo, lo ha aceptado la Iglesia o es una triquiñuela más del gobierno? ¿La salida del P. Cantera fue algo normal de cambio de comunidad (si puede ser considerado normal saltar por encima del voto de estabilidad) o una imposición de quién y para qué? ¿El acuerdo Parolin - Bolaños es una simple concesión de la iglesia o contempla algún tipo de contraprestación como es normal cuando hay acuerdos? ¿Y en ese caso, qué ha ofrecido el gobierno? ¿Cuál es el contenido de las notas intercambiadas Bolaños - Cobo?

Estoy convencido de que con los documentos en la mano todo quedaría claro. Y hoy por hoy lo único por escrito y con acceso público son las bases para el proyecto de resignificación, en las que se dice claramente que la basílica queda reducidísima a un altar y unos bancos. No dejan ni la cúpula. ¿Esto lo ha aceptado expresamente la Iglesia como se dice en el proyecto? Si es verdad, que nos digan a cambio de qué, si es que hay un “de qué". Si no lo es, lo desmientan.

Jorge González Guadalix

Solo hay dos sexos: Hombre y Mujer. Una verdad biológica que incomoda al globalismo




En un contexto internacional cada vez más dominado por la ideología de género y la imposición de postulados anticientíficos, Estados Unidos, Argentina y Hungría han marcado un precedente de sentido común y valentía.

En un hito histórico, el Parlamento de Hungría ha protegido constitucionalmente una verdad tan elemental como el binarismo de género, con 140 votos a favor y 21 en contra. El nuevo texto de la Constitución húngara consagra una obviedad científica: solo existen dos sexos biológicos, “hombre” y “mujer”. Una postura clara, firme y sin complejos frente a la ideología de género.

Si aún quedaban dudas sobre el rumbo que están tomando algunas naciones, durante la reciente conferencia anual de la Comisión de la ONU sobre la Mujer, Estados Unidos y Argentina reafirmaron que solo existen dos géneros: masculino y femenino. Una afirmación que responde no solo a criterios biológicos y científicos, sino también al respeto por la verdad, la lógica y la libertad frente al dogmatismo ideológico.

El representante de EE.UU. ante Naciones Unidas fue tajante al afirmar: “sólo hay dos géneros”, y declaró que su país únicamente respaldaría una declaración que empleara un “lenguaje claro y preciso que estableciera que las mujeres son biológicamente mujeres y los hombres son biológicamente hombres”.

En la misma línea, el diplomático de Argentina reafirmó la binariedad sexual en términos claros: hombre y mujer. Un planteamiento que contrasta abiertamente con el discurso cada vez más confuso y contradictorio de la ONU, atrapada en su propio entramado ideológico, de ingeniería social y terminología ambigua.

Es un triunfo que, frente a la dictadura cultural promovida desde los foros internacionales, EE.UU., Argentina y Hungría se hayan erigido en referentes de claridad frente a la confusión y el sectarismo globalista. Han recordado algo elemental: las categorías de hombre y mujer no son construcciones sociales ni percepciones subjetivas, sino realidades objetivas, sustentadas en la biología y esenciales para la vida en sociedad.

Resulta esperanzador constatar que aún existen naciones con la claridad y el coraje necesarios para hacer frente al delirio ideológico que impera en instituciones como la ONU, cuyo propósito original —la defensa de los derechos humanos universales— ha sido desplazado por una agenda sectaria y antinatural.

Sorprende —aunque cada vez menos— el silencio cómplice de buena parte del feminismo ante estas agresiones ideológicas. Muchas de sus líderes, que aseguran defender a las mujeres, atrapadas por su propio radicalismo, han renunciado a lo evidente: si no se reconoce que solo existen hombres y mujeres, el propio concepto de mujer se desvanece. Resulta irónico que quienes dicen luchar por los derechos de las mujeres guarden silencio cuando se niega su existencia biológica. En lugar de respaldar a países como Hungría, EE.UU. y Argentina, optan por atacarlos, demostrando que su lucha no es por la mujer, sino por una ideología.

En medio del relativismo y la confusión reinantes, EE.UU., Argentina y Hungría han ofrecido una auténtica lección de sentido común y coherencia. Su ejemplo debe inspirar al resto de naciones que aún valoran la verdad, la biología y la libertad.

No estamos ante una cuestión de opinión, sino de realidad. Cuando una ideología necesita negar lo que la naturaleza muestra con total claridad —que solo existen dos géneros: hombre y mujer—, es señal inequívoca de que ha perdido todo vínculo con la razón.